Soy hija de un hombre cuyo pensamiento
es ser miserable.
Creyendo que siempre es peor que cada
persona a su alrededor;
menos inteligente,
menos valiente,
menos, menos y siempre menos.
Me hizo creer que cada persona a mi
alrededor siempre sería mejor que yo.
Me comparo de formas que recuerdo
perfectamente.
Me hizo sentir inferior,
me hizo sentir miserablemente hueca.
Quizás es lo que soy, quizás es lo que fui.
Quizás doy poco, quizás doy demasiado.
Jamás soy lo suficientemente buena,
lo suficientemente inteligente,
lo suficientemente linda,
lo suficientemente yo.
Soy hija de un padre cuyo pensamiento
fue ser mejor y jamás lo logró.
Intentando guiarme a seguir un camino
que no pudo;
excepto que cuando me negué,
me rendí a la idea de ser quien él quería
que fuera,
me despreció.
Soy quien soy porque lloro cada día,
luchando con mis pensamientos
más intrusivos.
No tengo idea de por qué sigo,
tampoco tengo idea cuál es mi camino.
Quisiera conocerte, quisiera conocerme.
Saber quién he sido, porque no tengo idea.
No me reconozco en el espejo.
Veo un reflejo extraño de alguien que
jamás he querido ser.
Soy el fracaso de elecciones de terceros.
¿Cruce la línea?
Dime, ¿la crucé cuando comencé a ser
alguien que no era?
Ahora mis noches son sesiones para
liberar mis pensamientos,
y me abrazo a mí misma de una
forma que jamás lo hiciste.
Ahora me siento sola todo el tiempo.
No importa cuántas personas tenga,
fui criada para estar sola.
Llorar es una debilidad:
repetí en cada momento de mi vida,
alimentándome del pensamiento de
un hombre infeliz,
un hombre cuyo propósito fue criarme.
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