Encuentro a Cartyan en su tienda, leyendo. Es un chico muy tranquilo, en comparación a la energía inacabable de Jorgen, Davim y Dari: creo que es él quien saca más provecho de las lecciones de Ellyse, y ya está ayudando con tomar notas y dilucidar mapas. Como todos los deganeses, tiene el pelo negro cortado y los ojos azules, la piel muy blanca, y suspira por pescado a diario, discutiendo que el pez de río no sabe igual, que sabe dulzón. Pero es su única maña: es muy amable, fácil de contentar, y su cariño por Cler Amory es muy abierto y sincero. Esperaba que mostrara algún rencor por nosotros: después de todo, no sólo fuimos nosotros quienes pusimos su mundo de cabeza en nuestra visita a Degan, sino que Elliot es parcialmente culpable de la desgracia de su hermano y está libre ahora, al igual que Allyra, pero no parece resentirnos.
Creo que será un buen Conde de Degan. No es un gran espadachín, y tampoco pretende serlo: combate decentemente, pero es un legista como Ellyse, un estadista. El que dejara un regente (por lo que oigo, el anciano noble al que acuchillaron por tratar de defendernos en esa ocasión) con Lord Andreith y viniera a guerrear con Cler Amory lo honra, porque es obvio que la guerra no le despierta ningún instinto marcial. Me causa curiosidad porqué sigue viaje con nosotros, y porqué planea llegar hasta Jermaine para asistir a la coronación de Jorgen, cuando podría estar tranquilo y seguro en su hermoso castillo. Quizá quiere aprender y ganar experiencia antes de reinar, lo que está muy bien, porque recién ha cumplido veinte años. Quizás quiere ser visto junto a Dario y la Corte de Haender, para superar el descrédito de su hermano.
Quizás, igual que Jorgen, sólo quiere amigos.
- En qué puedo ayudarlo, Cler Conrad?- me dice con tanta solicitud, que me azora: es el Conde de Degan, pero cierra su libro y se pone de pie como si yo fuera alguien.
- Su Gracia, solamente quería hacerle una consulta.- le digo, sentándome con él en la tienda de los muchachos. Hay dos rincones muy despelotados y dos muy ordenados: Cartyan está sentado en uno.- Cuando los enviados de Mittani que se ocultaban en la Sombra rondaban anoche, pudo ver alguno?-
- Sí.- me dice, sin dudarlo.- No muy claramente. Eran como manchas más pálidas en la negrura. Pude ver el que se acercaba a Arles de la Tour por la espalda. Jorgen también pudo, pero ni Amory ni Davim podían ver nada. Gertram fue quien los vio más claramente... y usted, supongo, ya que pueden usar la Sombra también.-
- No es lo mismo.- gruño.- Una cosa es la magia y el otro el poder clerical. Pero es cierto que Gertram y yo los vemos bastante bien. Y sin embargo...-
Dariella los vio antes que nadie. Hay algo aquí que no me encaja: y estoy intrigado. Pero Cartyan, que ha cerrado su libro y acaricia la encuadernación pensativamente, habla cuando me levanto.
- Puedo... hacerle una pregunta, Cler Conrad?-
- Dígame, su Gracia.-
- ... no, no es nada. Podría... podría llevarle esto a la Dama Ellyse? De mi parte. Es para darle las gracias por sus lecciones y su paciencia.-
Estoy a punto de preguntarle porqué no le entrega él mismo esta estampa de flores, si la ve todos los días en la tienda de Dari, cuando noto que se le han puesto carmesíes las orejas. Oh, misericordia. Ellyse nunca ve venir estas cosas.
Mejor que Elliot ni se entere, con su deseo por casarla. Lo último que quiero es que la convenzan...
Pero le asiento al muchacho y me voy, sin tratar de disiparle sus ilusiones. Qué derecho tengo yo a eso? Ninguno. Que Amory lo aconseje. Tyr sabe que tengo mayores preocupaciones que ésa, pero me siento... mezquino y egoísta. No dice Tyr que ningún dolor es demasiado pequeño para ser corregido, si puedes?
Suspiro. Doy media vuelta.
- Su Gracia... quizás sería mejor que no le lleve la estampa a la Dama. Van a surgir comentarios, y tanto su reputación como la de la Dama deben mantenerse impolutas.-
- No me importa mi reputación.- dice él con un leve fruncimiento de labios que me recuerda a su hermano Antyan.-La Dama salvó a Degan de una guerra y cuenta con la estima de Lord Andreith, y además Degan le debe...-
- Cartyan.- le digo, interrumpiéndolo.- Los afectos de la Dama están en … otra persona.- digo simplemente. No miento: Ellyse aún quiere a Alain, lo sé.
El chico empalidece y luego se sonroja, pero en donde Antyan se habría encolerizado, el muchacho sólo acaricia su libro un momento y luego me mira con ojos muy azules, límpidos, sumamente gentiles.
- No pensaba en nada tan atrevido como eso, Cler Conrad. Respeto a la dama, profundamente. Llévele la estampita, la hará feliz. Ése es mi único deseo.- me dice con dulzura. Es muy diferente a su hermano: su dignidad y humildad lo hacen mucho más noble. Admiro la entereza y la sabiduría de un chico tan joven: Amory ha formado un verdadero hombre. Inclino mi cabeza, al hombre, no al Conde. Cartyan asiente, y vuelve a su libro.
- No olvide que tenemos práctica de esgrima esta noche.-
- Ahí estaré. Aunque más no sea porque Jorgen lo disfruta tanto.-
Es cierto: esa noche, frente a la fogata, Dario se ha sumado al grupo de esgrimistas mientras la Corte se instala como público. Nunca me ha gustado eso de exhibir a los espadachines como si fuera un partido de pelota: a los más jóvenes es muy probable que el deseo de adquirir una reputación o la simple emulación los haga correr riesgos, y estamos jugando, al final, con cuchillos afilados muy grandes. Pero tampoco puedo criticar a Dario en su interés por esta exhibición: mientras Arles se sienta a mi lado y escribe los nombres para meterlos en una bolsita, comprendo lo que Dario pretende con estos juegos.
Como todo guerrero, necesita saber con qué cuenta si nos vuelven a atacar. No se trata de saber quién es el mejor o quién es el más letal, que es seguramente él mismo. Pero todo comandante en batalla debe saber con qué cuenta para saber cómo usarlo.
El terror de anoche parece haberse calmado con el sol de la mañana: a pesar de que la corte corría y gritaba anoche, a pesar de varias machucones y accidentes, el que no hayan muertos, excepto los Vitan de las sombras y los esqueletos, parece haber borrado el temor de sus cabezas. Ahora se ríen, apuestan a los espadachines, coquetean, comen confites y beben mirándonos como si ayer no los hubiera rozado la muerte. La verdad me parece más estupidez que resilencia: Davim trató de interrogar a algunos de los enemigos, pero todos pelearon hasta la muerte o tragaron veneno. Y me da la impresión que una vez retirados los cadáveres, literalmente siento que la corte perdió cualquier miedo que tuviera. Es muy absurdo.
No sólo nos atacaron: supieron cuándo atacarnos. Considerando que la ruta sólo la conocen muy pocos, y que la decisión de Dario de instalarse en esa casa sólo se tomó unas horas antes, es muy llamativo que pudieran atraparnos. No me gusta pensarlo, pero sospecho que hay algún traidor entre nosotros.
Y el que Dari pudiera ver a los seres, pero Davim no? Será maga? Tendrá el don? O su fe le permitirá ver algo? Porque está claro que aquellos con el antiguo linaje real pueden ver a través de la Sombra, ellos y aquellos que usamos la Sombra. No me hace ningún bien pensar tanto: esto debería dirimirlo gente que entiende más de estas cosas, como Ellyse o el Maestro Corwin. Pero considerando nuestra nueva tirantez, no sé qué decirle.
Misericordia. Le disguste o no pueda mirarme, atravesado a no menos de un metro de ella voy a volver a dormir. Si esos Vitan pueden colarse en las sombras y atacarnos así, mi Dama no está segura, maldita sea. La busco con la mirada: tengo que reconocer que se defendió bien. Con su guante y su audaz salto a los brazos de la señorita Allyra, espero que no empiece a creer que puede defenderse sola y me eche…
Tyr. Qué complicado es todo esto.
Para la exhibición de combate han despejado un claro, el pasto algo húmedo tras la lluvia de anoche: seguro alguien patinará y tendremos un accidente. La corte se ha acomodado en piedras o tablas arregladas como gradas improvisadas, atentos al espectáculo: hay dos grandes fogatas, y una lámpara blanca hechizada colgando de un árbol dando luz, además de una gran luna blanca.
Ellyse se ha sentado con la Dama Rhea, la que no parece muy contenta: creo que no le gustan las espadas, y encima se ha resfriado aunque afortunadamente, no sufre de la peste blanca. Iryna se ha puesto armadura y pretende combatir, aunque dudo que nadie levante una espada contra ella: Dari revolotea aquí y allá, molestando a Davim y riéndose de las ínfulas marciales de los chicos.
- No puedo esperar a ver que les partas las cabezas a todos!- me dice al llegar hasta mí, echándome los brazos a la cintura. Es tan inapropiado que se me cuelgue, pero entre sacarla a ella y sacar a Suleimán encaramado en mi espalda, prefiero sacar esas garritas.
- Nadie va a partir cabezas. Es sólo una demostración.-
- No le pegues mucho a Alain. Sé que no te cae bien por lo de Lester...- me susurra, sus ojos oscuros fijos en los míos. Oh, el señor ben Joir va a participar? Interesante.
tDario hace que Dari saque nombres de una bolsita, y cuando anuncia a Gertram contra Rick Delaney, ni siquiera tengo que mirar. El combate dura cinco minutos, y sólo porque Gertram es muy educado y no lo ofende derrotándolo en uno. Rick se ve resentidísimo, y no ayuda el modo en que Cartyan, Jorgen y Dari animan a mi muchacho a voces como niños pequeños. Pero me da gusto verlo siendo tan popular.
Súbitamente extraño a Lester. Él habría gozado esto, hecho chistes, jugado y reído. Aquí, sentados junto a la fogata, en una Corte risueña y juguetona al calor de una noche de verano, era el lugar en donde él más brillaba. Era como una mariposa, pero voló demasiado cerca del fuego. Y esta misma Corte, alegre y coqueta, lo tuvo el verano pasado risueño y feliz, y luego lo miró siendo latigado sin compasión.
Me sobresalto al darme cuenta que alguien dice mi nombre: Ellyse está mirándome desde su asiento junto a Rhea, en unas capas extendidas sobre tablones. Levanto la vista, y veo que hay algunas risas nerviosas, comentarios, mientras Dario, en túnica y sólo con una hombrera de cuero por protección, hace giros de muñeca y estira las piernas, yendo al centro del área de combate, sonriendo.
- Qué expresión tan torva tiene ese Cler!- oigo que le dice Rhea a Ellyse. No lo puedo creer. Me han sorteado contra el rey. Dari tiene una expresión de disfrute ansioso: me da la impresión que ha arreglado esto de alguna forma...
- Mi Señor.- digo, poniendo una rodilla en tierra.- No puedo combatir con usted. No puedo levantar mi espada contra Su Majestad. Lo siento.-
- Pero Cooooooonrad.- se queja Dario.- No seas asíiiiiiii! Hace mucho tiempo que quiero practicar, Rom se fue sin darme en el gusto, Luc no baja nunca de tu península... ya pues, no seas mañoso, no te hagas de rogar!-
Sus pataleos infantiles me sacan una sonrisa.
- Pero señor, y si lo hiero?-
- Me lo habré merecido. Tyr me estará mandando un coscacho que me merezco, no será cosa tuya.- me dice con una gran sonrisa. Para mi sorpresa, Rhea suelta una carcajada. Nunca la había oído reír. Ellyse, a su lado, también está haciendo gorgoritos. Quiere verme combatir, entonces. Tendré que darle en el gusto.
Oh, qué diablos. Asumo posición, extiendo mi espada. Dario, con la facilidad de un experto, echa una pierna atrás, su espada completamente inmóvil en el aire aunque es grande y pesada, y la sostiene con una sola mano.
Es él quien me ataca, y tengo que admirar el modo en que concentra todo el peso de su cuerpo, movimiento y arma en exactamente la punta del mandoble. Si me quedara en donde estaba me habría ensartado como una manzana confitada en un palito, aún si llevara armadura. Me muevo: el estilo de Dario es muy semejante al del Maestre Lucien, y eso me hace tener alguna ventaja. Esquivo dos, tres espadazos, y luego planto los pies y lo enfrento, para tener una idea de su fuerza.
Nuestras espadas se encuentran y los dos ponemos los hombros en jugo para empujar. Para mi sorpresa, a pesar de que la espalda de Dario es más ancha que la mía, es él quien cede: puedo notar que aunque es más fuerte que yo, está… cansado? No lo habrán lastimado ayer?
Lo que sea que lo ha cansado, no altera su velocidad: me asombra el largo alcance que tiene, girándose con un movimiento rasante que podría decapitar a alguien. Me aparto, ruedo, y clavo una rodilla en tierra para soportar todo el peso con el que me cae encima. El Maestre Lucien tiene el mismo ataque, y sé cómo sacármelo de encima: tras un segundo de aguantar su peso hasta que pierda el impulso inicial, saco una mano de la ecuación y se va de lado, perdiendo el equilibrio. Inmediatamente me impulso adelante, metiendo una pierna tras la suya y dando un espadazo para hacerlo soltar la espada en su misma dirección: para esquivarla se echará atrás, y lo hace, perdiendo totalmente sus pies. Cae de espalda con su propia espada atrapada bajo el brazo, y me quedo de pie con mi espada en su cuello un segundo antes de darme cuenta que esto no es el patio de la abadía. Oh, misericordia. Me entusiasmé al ver su talento, y he derribado al rey de culo al pasto frente a toda su Corte.
- Fantástico, maldita sea mi alma, fantástico!- chilla Davim: hay vítores y aplausos, y Dario se pone de pie con una ancha sonrisa, recogiendo su espada y mirando hacia Ellyse, haciendo una mueca. Uhm. Esto ha durado tres minutos.
- Ése es mi Conrad!- grita Iryna, para mi azoro: Jorgen celebra como si hubiera ganado él, mangoneando a Gertram, que sonríe. Qué vergüenza me hacen pasar.
- Conrad, eso ha sido muy hermoso.- me dice Dario con una sonrisa.- Por un minuto creí que combatía con Luc. Cómo te ha bendecido Tyr, hijo mío.-
- Mi Señor.- dijo, sin saber qué más decir. Pongo una rodilla en tierra, y para mi sorpresa, súbitamente siento su espada en mi hombro.
- Por tu talento, tu bondad y tus servicios a la Corte y a mí mismo, por tus callados esfuerzos y tu innegable valor… te nombro maestro de espadas de Haender. Tendrás el cargo mientras vivas, y enseñarás a jóvenes espadas tanto la esgrima como tu valor. Les enseñarás entereza con tu ejemplo, no con palabras. Eres un crédito para tu fe, mi querido Conrad.- dice, sonriéndome tan dulcemente, aunque aún tiene pasto en la ropa. Hay más vítores: la corte se ha puesto loca. No sé qué decir.
- No puedo aceptar nada sin la aprobación de mis Maestres.- musito, azorado, pero Dario amplía su sonrisa.
- Si Rom o Luc ponen problemas, les corto los envíos de comida.- agrega con un guiño.
- Señor!!-
El resto de los combates van como se esperaría. Me siento, un poco atontado por la munificencia de Dario: el cargo que me ha dado, que alguna vez tuvo el maestro Romwen, es un cargo que aunque no apareje nobleza, sí apareja un estipendio enorme, derechos sobre alojamiento en la corte, privilegios en época de guerra, y sobre todo, el derecho de codearme con los nobles. Dario me ha dado todo lo que está en su poder darme, y me conmueve su amabilidad, pensando en mí, que no soy nada suyo.
- Ese cargo te obliga a dejar tus votos?- me pregunta Davim, sentándose a mi lado y ofreciéndome un rollo de verduras en masa igual al que come con gusto.- Qué lindo combatiste, esta noche ninguna noble te diría que no, las pusiste loquitas a todas…-
- Tengo mis votos.- repito mecánicamente, pero con qué gusto muerdo la comida.- No, mi condición no cambia. Sólo me ha dado… el derecho de quedarme en el castillo. Un motivo, aparte de servir a Ellyse.-
- Y dinero. Debe ser bastante dinero.- dice Davim asintiendo para sí, dándome un codazo.- Quizás puedas tener un sirviente de nuevo, si la abadía no te manda escuderos. Pero en realidad, si es enseñar esgrima, lo que está haciendo es pagarte por un trabajo que ya haces. Y enseñas muy bien.- me dice, señalando con el mentón al duelo de Jorgen y un joven noble que no conozco, que está resultando un poco lamentable. Jorgen es una fiera: desde el primer segundo se lanza con toda la fuerza, velocidad y peso que tiene, su deseo por sangre notorio, la inmensa coordinación de ojo y mano permitiéndole meter la espada en ángulos que la mayoría pensaría imposibles. Nunca pierde el equilibrio: nunca duda. Es como pelear con un gato callejero muy enojado.
Pero no me está gustando la fuerza con la que está combatiendo: es innecesaria. El pobre joven que está combatiendo con él no tiene chance, no ha podido dar un golpe, y francamente apenas logra cubrirse de la paliza que le están dando. No ha caído no porque no haya perdido ya, sino porque Jorgen está jugando, tanteándolo como un gato con un ratón para poder lucirse más. Sí, quiere lucirse, está exhibiendo su mayor fuerza todo lo que puede, pero esto es cruel.
- Jorgen!- bramo.- Se acabó, has ganado!-
- Pero si él no ha caído aún…- dice Jorgen, dándole un empellón al joven acezante, que se ve realmente exhausto.
- Lo has tocado como diez veces. Y lo has hecho sangrar, misericordia!- exclamo levantándome y yendo a ellos, notando que el brazo del muchacho gotea.- Se terminó, vuelve a tu puesto.-
- No, tengo que derrotarlo!- grita Jorgen. Está sonrojado, creo que un poco fuera de sí: es como un animal que ha olido sangre, creo.
Estará en sus venas, esta ansia por violencia? Lo veo venir cuando levanta la espada para lanzarse a fondo y darse el gusto de hacer rodar al otro chico, pero meto mi espada y lo detengo en un CLANG que resuena por el claro, con un solo brazo, mientras protejo al muchacho con el otro.
- Anda a sentarte.- le digo severamente. – Has ganado este duelo, pero no deberías enorgullecerte de ello.-
Jorgen me maldice, tira su espada al pasto y se larga: veo que Gertram parte detrás suyo, su rostro enojado, pero le hago un gesto que lo deje en paz. Me vuelvo al otro chico, que parece que podría llorar de la humillación.
- Has aguantado noblemente de pie a alguien con mucho talento y poco criterio. Necesitas más comida y más ejercicio, muchacho. Todo el talento del mundo no reemplaza unas piernas firmes.-
- Lo siento…- balbucea el chico, pero cuando me lo llevo para vendarlo, hay unas vivas, y eso lo anima, orgulloso supongo de su primera herida de combate. Los duelos siguen con Cler Amory contra un guardia, en el que Amory muestra notable talento, y mucha delicadeza. Se las arregla para ganar por un pelo, pero incluso yo me doy cuenta que su esgrima es mucho, mucho mejor que eso.
- Eso me gusta de ti, mi Conrad. Te dan un trabajo y a los dos minutos estás haciéndolo, sin nada qué hacer qué hacemos entremedio.- me dice Ellyse: no la vi llegar. Está radiante: sonríe de oreja a oreja.
- Es un enorme honor el que me han dado.- digo con timidez, mirando irse al chico ya vendado, al que sus amigos reciben en triunfo. Hay gritos y risas: Davim estaba combatiendo con un noble, pero cuando ha levantado la cimitarra y ha asumido una pose semejante a un escorpión, el tipo ha soltado la espada y huido corriendo. Davim se ve muy decepcionado.
- Te lo mereces.- me dice ella, su mano en mi brazo. A la luz de la luna, a pesar de la multitud tan cerca, pongo mi mano sobre su mano fría, y me sube calor por el brazo. Ella inspira, y nos quedamos ahí un segundo demasiado largo, en que tengo que barbotar algo, lo que sea, para romper este momento.
- No puedes seguir durmiendo sola.- le digo con certidumbre. Ellyse parpadea, sus cejas arqueándose hasta que casi quedan verticales, y me doy cuenta de lo que he dicho.- Me refiero a los asesinos! Es riesgoso. –
- Te estás ofreciendo para dormir conmigo?- me dice, algo en su cara. Cierro los ojos: después de la última discusión, que desconfíe de mis motivos es lo último que necesito.
- No es lo que suena…- empiezo, pero entonces oigo vítores y voces. Alain ha asumido una posición en una esquina del claro, muy derecho, y se ha quitado la camisa, para variar, exhibiéndose mientras se ata el pelo en una larga trenza. Alarga la mano al acabar de anudar: una docena de nobles casi se tropiezan para alargarle un pedacito de cinta.
No usa una cimitarra como Davim. Usa dos largos cuchillos, como cuchillos dobles de caza, pero más anchos al final, con una curva extraña en el borde. Extrapolo eso a imaginármelos entrando en alguien, enganchando un órgano y tirando si le impulsas un giro, y me da náuseas.
Al otro lado del claro, tímido y con las dos manos sosteniendo su sable, está Cartyan. Esto… no es bueno. Ellyse saca su mano de mi brazo y los dos volvemos al corro de espectadores: miro a Dario para ver si está prestando atención, pero está charlando con Rhea.
- Dale, dale!- grita Dari, sedienta de sangre. Alain se mueve… diferente a Cartyan. Diferente a Davim,. Nunca vi a nadie moverse así: se parece más a los bailes de Arles que a ninguna esgrima que haya visto. Se mueve, se dobla y ataca con la velocidad de una serpiente. Cartyan se está defendiendo lo mejor que puede, y mantiene una expresión de serena concentración, pero es la cara de Cler Amory mirando a su alumno la que me asusta: tiene miedo.
Alain se… agacha, gira, se cuela entre los brazos de Cartyan, le da un codazo en la mandíbula que suena como un piedrazo, y mete el cuchillo en su axila…
- PARA! SE ACABÓ!!- bramo, saltando al claro: que de algo me sirva ser el maestro de armas.- Suficiente, has ganado, aunque eso no sea ninguna esgrima que nunca haya visto…!-
Arles está al otro lado: Amory se ha acercado, y sostiene a Cartyan, que se tambalea, pero aguanta de pie.
- Estoy… estoy bien…- gime Cartyan.
- Mis disculpas si me ha ganado el entusiasmo ante el honor de combatir con su Gracia.- dice Alain con una reverencia que me parece sarcástica.- Se encuentra bien el joven?-
- Qué necesidad tienen de presumir?- bufo meneando la cabeza con irritación. – Lo has hecho bien, Cartyan, ahora ve a que Ellyse te ponga un poco de frío en la cara…-
- Si el señor Alain se considera satisfecho…- dice Amory con fría cortesía. Se me olvida lo formales que son los Degan. Alain, porque es un desgraciado desagradable, afecta pensarlo un momento antes de hacer una inclinación, liberando a Amory para que se lleve al mareado Cartyan. Cuando me vuelvo a él, borra la sonrisa pero aún le bailotean los ojos: ni ha sudado.
- Ya que me ha quitado a mi compañero de baile, quizás podría considerar reemplazarlo. Si un Cler tan elevado como usted aceptase combatir con alguien como yo...- agrega con falsa humildad. Sus aspavientos me exasperan, pero cuando lo miro y clava sus ojos de turquesa en los míos, sí, me pica un poco la mano. Las ganas que tengo de que empiece sus bailes y ponerle uno solo que lo deje de hocico en el pasto, idealmente con la nariz torcida para siempre y bizco, a ver si sigue seduciendo gente como la cara como un tubérculo!
- No!- exclama Ellyse, y para mi disgusto, se cruza entre ambos, protegiendo a Alain a su espalda, mirándome a los ojos.- Ya es… ya ha sido suficiente de combates, vamos a hacer un brindis, Conrad…- asevera, mirándome a los ojos. Me aparto con irritación: cruzo una mirada con Alain, y súbitamente sé, al ver su sonrisa, que la vez que nos enfrentemos, definitivamente no va a ser por práctica.
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A la mañana siguiente me levanto antes de que Ellyse se enderece siquiera del carro: creo que la oigo llamarme, pero aún estoy irritado. Me calmo un poco al ver a Cartyan con la cara hinchada pero sin más secuelas, y a Jorgen arrepentido y amable sirviéndole el desayuno al chico que golpeó, al cual hace reír y le ha traído un físico. Gertram me asiente cuando miro esa penitencia de Jorgen: supongo que ha sido él quien le ha metido un poco de sentido común en la cabeza. Me alivia ver que después de la rabia, se calma y razona.
Si pudiéramos hacer que las rabietas le duraran menos…
Dari se asoma, para variar en ropas de dormir, de su yurta, persiguiendo a Suleimán, que seguramente ha oído a los pajaritos. Dari lleva el escorpión de Davim sentado en los rizos, y está charlándole mientras espera que Suleimán suba a un árbol y haga ruidos a los pajaritos sin importarle nada que el resto de campamento aún duerma. Es entonces que oigo un aleteo sobre mi cabeza, y se posa en la mitad del campamento la aeronauta más espectacular que he visto.
Suleimán se va a trepar a mi espalda inmediatamente, y se eriza: supongo que al hacerle ruidos a los pajaritos para que bajaran a jugar con él, no esperaba que bajase un pájaro de ese tamaño.
- Buenos días, dónde está Dario?- dice la Dama Larissa, maestra de las aves y señora de la Torre del Aire. Sus alas azules son más grandes que un hombre, cada una: cuando camina, se pliegan hacia atrás como las de un pavo real. No sabía que ella aún volaba: se supone que las aeronautas se detienen antes de los veinticinco, pero ella tendrá el doble fácilmente, aunque se ve joven y atlética, y sus cabellos cortados son canosos por los años y por los hechizos de creación de magia. Qué grises tiene párpados y dientes, casi plateados.- Y la dama D’Arzach?-
Me vuelvo para ir a buscar a Ellyse y casi choco con ella, que aparentemente llevaba unos minutos cerca de mí sin que la notara. Avanza a la jefa de las aeronautas, que la mira de arriba abajo con ojos críticos, pero luego levanta la vista a mí, ahí detrás de Ellyse, y su rostro se tuerce.
- Aquí estoy, Lady Larissa. Es un honor…- empieza Ellyse con una reverencia, pero la Dama da una mirada circular, y entrecierra los ojos más aún cuando Dario sale corriendo de su tienda, sin nada encima más que unos calzones largos muy gastados.
- LARI!-
- No vengo a verte a ti. Me dijeron que tenías al hijo de Stephanus metido por aquí. Y su tía! Muéstramelos, y dame algo de beber, después te escucho quejarte un rato….- agrega volteándose, y entonces se fija en mí de nuevo. Había hecho una mueca al hablar de Jorgen, hijo de su antiguo enemigo, pero al verme… vaya, su aguzada cara se desencaja de disgusto; me mira de arriba abajo como si algo en mí le ofendiera personalmente. Qué hice ahora? Qué he hecho yo para insultar a la Dama del Aire?
- Voy a empezar con la hija de Edwin en lo que te adecentas. No, cómo se te ocurre que vas a abrazarme con el arnés? No le rompiste los suficientes a Clary?- brama, apartándolo a manotazos.- Búscame algo de beber mientras veo esas cosas… que sigas siendo igual de indecente, ahora sólo indecente coronado…- murmura, y hay una suave sonrisa en su cara, una sonrisa de hermana mayor, que disimula de inmediato poniéndose seria.- Ellyse, estoy harta de advertirle a tu hermano que deje en paz a Allyra, y ahora me entero que la usaste de colchón de aterrizaje…-
Ellyse hace un mohín y sigue a la Dama a una tienda, pero me menea la cabeza cuando intento seguirlas. Me quedo afuera un poco frustrado, y oigo el bufido de Dario volviendo a su tienda y alegando consigo mismo que el vinagre sólo es más vinagre con los años.
- Que engreída, todo porque vuela.- dice Dari inesperadamente junto a mi codo.- Cómo se atreve a llegar así! Pajarracas patudas! Ven a desayunar conmigo, Conrad. – ordena: Suleimán salta de mis brazos a los suyos.- Y que nos sirvan algo contundente!-
Mi cabeza está en esa reunión de Ellyse con el rey y la Dama Larissa, pero Ellyse tiene razón: yo no tengo nada que hacer allí. Romwen le mandó detallados dibujos de los tubos de metal gigantes de los barcos pirata en Albión: no necesitan mi testimonio. Me fuerzo a concentrarme en la charla de Dari y sus quejas a haberse aburrido anoche, ya que en los duelos no había habido verdadera sangre ni heridas, y que ni siquiera habíamos apostado algo que valiera la pena en los combates.
- Al menos la mano de una Dama. O unos buenos caballos. No sé, algo! Ese título que te dio Dario es ridículo, no es nada que te sirva, yo te haría Conde o Duque o algo…-
- Eso… no se puede, su Alteza. El rey me honró más allá de lo que merezco.-
- Tonterías. Debería casarte con Sussanah o alguna de esas locas y que tengas hijos nobles.- dice con irritación: está claro que amaneció enojada, y Suleimán comparte su enojo, derribando elegantes tazas imperiales de piedra al suelo desde la mesita sin que ella le preste atención.- Juega un rato conmigo. Dario va a hacer que salgamos galopando en cuanto acabe de hablar con esa vieja y estoy tan aburrida de estar en el carruaje como un bulto…!-
Acepto jugar con ella a las tabas un rato: Dari es absurdamente talentosa en el juego, siempre eligiendo la taba que completa su encuadre, siempre logrando los diseños que se propone. Pero es primera vez que la miro con atención, el cómo las elige, cómo sus ojos se desenfocan un segundo antes de tomar la pieza de concha marina bellamente tallada…
- Si querías apostar, podemos jugar un juego nuevo.- le digo tras su tercer triunfo.- hagamos esto más interesante. –
Dari palmotea: tiene un poderoso instinto competitivo.- Sí, eso me gusta mucho! Apostemos algo, tengo unos dulcecitos…-
- Tengo una idea mejor, una apuesta en serio. Pero como no me gusta que la gente pierda y se enoje… te enojarás si gano, Dari?- le pregunto, intentando afectar duda. Mientras más lo dude, más querrá ganar.
- Claro que no!- me dice con energía.
- Entonces hagamos… que si tú ganas, me haces un favor a mí, y si yo gano, te hago un favor a ti. Así no se sentirá mal perder…- le digo, corrigiéndome a última hora.- Su Alteza.-
- Tu juego es raro, pero quiero ganar. Cómo lo hacemos?-
- Ponemos todas las tabas así, boca abajo, y luego elegimos… una tú, una yo, a ciegas. El primero en completar una figura, gana.-
- Bien!- dice Dari palmoteando. Le gusta tanto ganar que ni ha prestado atención a las condiciones.
Estamos en el tercer juego cuando me convenzo. Se me ha helado el té de concentrado que estaba. Dari los ha ganado todos. Es totalmente imposible, estadísticamente, que elija tríos y cuaternas sin equivocarse una y otra vez: con razón gana siempre todos los juegos!
- Dari… crees que Ellyse me llame cuando acabe esta reunión?- pregunto en un susurro bajo, sin desconcentrarla. Sus ojos están fijos en el alabastro: no parece parpadear, y sus ojos, ya muy oscuros, se ven negros, las pupilas dilatadas.
- Por supuesto.- me dice ella, sus dedos rozando varios de las plaquitas iridiscentes antes de elegir una con mucha seguridad.- Te va a llamar porque no soporta estar lejos de ti ni un día, pero tiene que ver con el viaje a Jermaine y… unos barriles, creo.- agrega sin pensar.
- Y cuándo partiremos?- le digo con voz suave, mientras ella completa dos cuaternas a la vez y hace un bailecito en donde está sentada en la alfombra.
- En seis días. Con una interrupción, un susto, una pelea y… un arado, en su viaje…- dice, antes de parpadear y sonreír con una sacudida de cabeza.- Qué dije? Y te he ganado, quiero mi premio!!-
- Si tú ganaste, tienes que hacerme un favor a mí.-
- Eh? No entendí eso… pero está bien. Porqué siento que me has trampeado, Conrad?-
- Pero si tú has ganado!-
- Hmm. Bueno. En castigo, quiero que me traigas un buen montón de flores, mi carro es realmente aburrido. Y qué favor quieres, mi Cler?-
- Que juegue tabas conmigo todos los días, mi princesa.-
- Cómo eres de lindo! Por supuesto! – Dari palmotea, pero se distrae cuando Suleimán se cuelga de su velo. Yo me quedo pensando que debería contarle esto a Ellyse, pero... a ver si me viene a buscar luego como dijo Dari?
______________
Ellyse me va a buscar efectivamente una hora y media luego. Me encuentra en cuatro patas en unos arbustos: las únicas flores bonitas que encuentro son una especie de pequeñas calas estrelladas, que huelen como violetas, pero crecen al pie y entremedio de unas zarzas agudas. Ya me he pinchado tres veces, pero estoy recogiendo un ramito respetable.
No huelen tan dulce como esos pétalos fuchsias que aún guardo. He pensado que aún en medio de la misión, si volviéramos a pasar por esas aguas cálidas en Jermaine, me gustaría recoger una plantita de esas fuchsias, y quizá un renuevo de esos árboles grises y amarillos de Mittani. Me traen bellos recuerdos.
- Qué estás haciendo?- me dice ella curiosa supongo que verme gateando lentamente dentro del arbusto.
- Recojo flores para Dariella.- le digo, señalando el ramo a mi lado. Le he añadido unas ramitas de pétalos blanquecinos, para contrastar, aunque no tengo mucho ojo para esas cosas. Cuando al fin salgo, con un puñado en la mano y chupándome un nudillo pinchado, Ellyse está cruzada de brazos, la vista baja. Habrá sido una mala reunión? Ellyse tiene su cara impenetrable de estar irritada.
- Querías verme por unos barriles?- pregunto. Ellyse recupera expresión de la sorpresa, y luego se sonroja.
- Cómo sabes... estabas escuchando?-
- No, para nada.- le digo sentándome y acabando de armar el ramo.- Lo dije al azar.-
- No veo cómo podías saber que nos vamos a dividir en dos grupos y nos reuniremos en la entrada de Jermaine.- me dice severamente.- Alain se va a los Puertos y yo iré a encontrarme con Elliot. Pensaba encargarle Dariella a Arles, pero quizás prefieras quedarse tú con ella en lo que yo voy y vuelvo.-
- No voy a...- parpadeo.- Porqué estás enojada? Qué le pasaba a la Dama Larissa? Noté que no le gusto... te dijo algo?-
- Qué podría decirme, Conrad?- dice ella altivamente. Misericordia, no entiendo nada. Ahora se ha ido molesta, y no alcancé a explicarle lo de Dariella. Tampoco entiendo lo que está haciendo con esta división ni nada, pero si hay que ir a alguna parte, pegado a ella voy.
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Dariella me agradece tanto las flores que me abraza en público: las usa luego en su tocado un par de días, y dice que el aroma “ la hace sentir segura”. Le agradezco el halago, y cada día me reúno con ella a la hora de la siesta mientras Ellyse trabaja, y jugamos. Trato de no ser mercenario al respecto: me limito a una o dos preguntas, cuando está más entretenida con el juego, y me esfuerzo en entretenerla de verdad, aunque Suleimán ocasionalmente vuelque la caja de las tabas, se coma mi pelo o intente meter la pata en mi agua. Dario también evita que nos detengamos en otra mansión donde seamos un blanco fácil: acampamos cada día, a pesar de algunas lluvias veraniegas inesperadas, y nos movemos a buen paso con algunas quejas de los nobles. Afortunadamente, mandó a la mayoría de regreso.
Jorgen va a buscarme una noche, en que todo el mundo juega una especie de competencia de dardos y comen frutas asadas: Arles está ganando, celebrando con bailes e insinuaciones a sus contendientes. Yo estaba limpiando mis botas junto a un manantial y echándole ojeadas a Ellyse, que se ha hecho muy amiga de Rhea y está charlando con ella y Dario animadamente junto al fuego: ciertamente, no me atrevo a ir a interrumpir.
Pero estos caminos me recuerdan cuando viajábamos solos, y casi solos, y yo era toda su compañía. Ahora apenas la veo a solas, y siento que nuestras memorias se desdibujan como tiza. Todo lo que quiero es aferrarla con ambas manos contra mí, no dejar que me olvide, pero si esa pelea con Davim es un señal, quizás no haya nada que olvidar. Todo estuvo en mi cabeza, y antes de que me tema, prefiero que me vea como alguien que solía ser su acompañante. Oh, mi Ellyse.
- Jorgen?-
- No crees que deberías botar esas botas? De aquí les cuento once zurcidos.-
- Las suelas son buenas. Y soy muy bueno zurciendo.- le digo: además les tengo cariño, son las que compré en Degan. Jorgen se sienta a mi lado, estira sus largas piernas. Ha crecido en este poco tiempo que lo conozco más de diez centímetros: y se ha llenado en veinte kilos de músculo, pero apoyando su costado contra el mío, la vista baja, me recuerda a ese muchachito voluntarioso y alocado que conocí en Mittani y que una vez me fue a despertar porque tenía pesadillas.
- He estado hablando... con Gertram. Ellyse me ha dicho, bueno, que tengo que casarme. Para coronarme. Ella y la Dama Rhea me dieron, me dijeron… me mostraron opciones. Y... quería tu opinión.-
- Jorgen, soy la persona que menos puede hablarte sobre el amor y el matrimonio. Soy un clérigo.- le digo con un poco de cansancio. Francamente, ya quisiera yo no saber nada de amor, de verdad! Qué cómodo era ser clérigo cuando no conocía a Ellyse!
- Gertram dice que eres la persona más sabia que conoce.-
- Gertram exagera. Ellyse es...-
- Ellyse es la persona más inteligente.- me dice Jorgen con intención, antes de bufar. - Es una pena que tú y ella no pudieran tener hijos, serían fantásticos...-
Pensé que ya estaba curtido contra ese viejo dolor, pero éste es nuevo: la idea de un pequeñito con esos ojos de plata, inteligente, que levante la nariz y tenga autoridad en la voz... me derrito por dentro. Nunca me había atrevido siquiera a asomarme a la idea y casi odio a Jorgen por ello: me levanto, dejando mis botas en una roca para darles una mano de betún.
- Lo que sea que quieres preguntarme, hazlo de una vez. No estoy contento con como actuaste en el duelo ayer, Jorgen. Mostraste que tienes una gran habilidad en esgrima, pero respecto a gentileza, autocontrol y bondad...-
- Lo sé! Lo siento!- me dice, paseándose, yendo detrás de mí.- No sé qué pensaba, ni siquiera se me pasó por la cabeza, sólo pensaba en derrotarlo bien, me olvidé completamente que era práctica, y no podía entender porqué estabas enojado... cuando estoy peleando, a veces siento que no puedo parar.-
- Eso es un problema para muchos hombres, Jorgen. Pero ahora que vas a ser Duque, no tendrás que pelear más espero, y si entrenas ese autocontrol, sigues estudiando esgrima...-
- No es eso lo que me preocupa ahora.-
- Qué es, entonces?-
- Tengo miedo que me pase lo mismo cuando me ponga caliente.-
Lo miro.- Me estás preguntando eso después de hablar con Davim o algo así?-
- Ah? No! Cómo se te ocurre que le voy a preguntar algo así a un príncipe!- me dice, con bastante falta de lógica, porque es uno.- Te pregunto a tí, porque tú eres un clérigo y sabes aguantarte!-
Ahí sí no puedo encontrarle faltas a su lógica: las clases de razonamiento de Ellyse están dando resultado, supongo.- Jorgen...- suspiro.
- Me dieron a elegir entre tres chicas. Una parece que es muy bonita y muy dulce, sabe sanación, otra más bonita todavía y viuda y entiende de llevar un castillo, y la tercera regordeta y muy educada en idiomas y etiqueta. Cuando les dije que si no era mejor casarme con las tres, Ellyse y la dama Rhea me echaron. Pero es que todos esos talentos me sirven! Y considerando que tengo que... hacerles bebés, bueno, quizás la viuda ya sepa de esas cosas... -
- No tienes ninguna experiencia?- pregunto, tan amablemente como puedo.
- Estuve con... dos chicas de pago que una vez trajo un sacerdote de Rhun a la corte. Gertram y yo... no lo retes, por favor...! No vayas a agarrarlo a latigazos...!-
- No debió haberlo hecho no siendo Cler aún, pero mujeres de pago nos están permitidas, Jorgen. Continúa. Fue... agradable para todos?-
- Les pagamos muy bien! Pero... como que no lograba parar y me fui muy rápido y yo...-
- Jorgen.- lo interrumpo, alzando una mano.- Tu cuerpo responde a tu ansiedad y temor. Cuando combates, te concentras solamente en el daño que puedes recibir? En esquivar las armas? En que no quieres sangrar?-
- Conrad, si hiciera eso...- se burla, echando la cabeza atrás. Aún tiene risa de muchacho, pero su perfil ya es de hombre.- … nunca ganaría una pelea! Lo que estoy pensando es en partirle la cabeza al otro, no soy un cobarde!-
- Pues eso es lo que deberías aplicar en esta situación también.-
- Eh? – Jorgen se pone pálido, lo que lo honra.- Quieres que les pegue…?-
- No, Jorgen. Quiero que te olvides de tu cuerpo, como te olvidas cuando combates y sólo ves a tu oponente. Así como ignoras el daño que recibes, sólo concentrándote en dañar a tu oponente… esto es parecido. Olvida tu cuerpo, despreocúpate de tu placer, y sólo piensa en tu acompañante, en cómo hacer la experiencia más feliz para ella. No hablo sólo de placer físico…- suspiro. Tyr, hace TANTO tiempo que no estoy con una mujer, pero ya lo intenté con Fredda y fue… humillante. Está claro que quiero a una mujer, pero sólo a una, y como no puedo tenerla, pues esgrima y rezos, y al carajo.
- No sólo… tocarla? La chica me dio unas lecciones…- dice torpemente.- Gertram me contó… otras cosas, pero no estoy completamente seguro, quiero decir, si es una chica que no tenga idea tampoco…-
- Jorgen, ser el amante de alguien incluye mucho más que sexo.- le digo con suavidad, y algo de envidia: él se ganará el amor de alguien, lo sé, y nada los separará, porque es un Duque. Él podría aspirar a cualquier mujer que quisiera, incluso la más noble.- Incluye aprender de ella, y satisfacerla en muchos otros modos. Averigua qué le gusta comer. Asegúrate que descanse. Llévale cosas de beber, interésate por sus cosas, dale tu mano cada vez que la necesite. Pon tu fuerza, tu vigor, tu humor a su servicio. Una mujer que se enamora, te devolverá eso con creces. Si logras que quiera estar contigo de día, estará con gusto contigo de noche. Si la conquistas fuera de la cama, ella te enseñará cómo conquistarla allí, porque conoce su cuerpo mucho mejor que tú…-
- Tengo que tratarla como tratas a Ellyse?- dice Jorgen, inocentemente. No sé cómo mi cara no me traiciona, pero asiento, y él asiente para sí, pensativo.
- Crees que una chica pueda… enamorarse de mí, entonces?- dice tímidamente, mirándose los pies. Es un muchacho hermoso: incluso las pecas le dan un encanto juvenil a ese brillo de su primera hombría.
- Hazte digno de su amor, y ten paciencia. El amor no se obliga. Pero si te haces lo suficientemente admirable, alguien te amará.- le digo con dulzura. Su cara se ilumina, y me agarra el brazo.
- Es casi una pena que seas sacerdote, Conrad!- barbota, su cara honesta dejando de concentrarse en sí mismo, preocupándose por mí: está aprendiendo, sí. Está madurando.- harías muy feliz a una mujer, seguro, con lo guapo y lo sabio…-
- Elegí a Tyr hace muchos años.- le digo, tratando de mantener el rostro ecuánime. – hala, vete, que tengo que acabar estas botas e ir a cambiar las herraduras de Voisir… vete, y no hagas rabiar más a Ellyse ni a la Dama Rhea…-
Jorgen se va con una risa: yo recojo mis botas y el betún, saludo a un par de personas y me apresuro al establo improvisado en donde están nuestros caballos. Esta noche llegaremos a la cascada en la frontera, ese hermoso campamento en donde Ellyse me vio bañándome. Sigh. En el momento me azoró, pero esa pelea con Davim me hace recordar que me quedé mirándola mientras se bañaba ella, y si se sintió acosada… oh, Tyr. Soy un enfermo: no tengo nada que hacer dándole consejos a los jovencitos sobre amor y sexo.
La cascada y su manantial son tan bellos como recordaba: Dari da chillidos de gusto, y se mete de inmediato a chapotear con los chicos: incluso veo a Dario, sosteniendo de la mano a Rhea, que levanta sus enaguas y mete las patitas. Gertram se lanza de cabeza: Arles, riendo, nada directamente bajo la cascada. Estoy pensando en meterme yo también, cuando me doy cuenta que no he visto a Ellyse hace rato: me giro para buscarla, pero al adentrarme en el bosquecito, me encuentro con la Dama Iryna, sus calzas empapadas, vomitando furiosamente al pie de unas rocas. Bert, que está a su lado, se ve espantado.
- Necesitamos un físico, puede ser veneno, es la segunda mañana que…!- empieza Bert.- Seguro la viuda Jermaine está expandiendo alguna enfermedad!-
- Bert, no seas ridículo. Esto es muy natural.- digo encuclillándome junto a ella y sosteniéndola con una mano en el vientre y otra en la espalda, echándole el pelo atrás.- Consígueme un limón o una naranja, Bert.- solicito, a lo que mi amigo trota al campamento, tan rápido como sus viejas piernitas con reuma le permiten.
Iryna jadea, y se apoya sudorosa en mi brazo. Su rostro está transido de disgusto.- No es… como me gusta… que me vean los… hombres guapos…-
- Esta es la consecuencia de un hombre guapo, que comanda Gaol Ethel?- le pregunto despacio, una vez que Bert se va.
Ella rueda los ojos.- Supongo. Muy probablemente. Si me sale niña, creída y ñoña, la ahogo al nacer.-
- Lady Iryna, qué pretende hacer?-
- Casarme contigo, si te dejas. Bota esos votos tuyos y vente a Jion. Serías mucho mejor Conde que la mayoría!- me dice, enjugándose la boca y la cara en un arroyuelo del manantial. No muchas mujeres podrían flirtear creíblemente en esta situación, pero ella lo logra.
Se me sale una risa.- Se le olvida que no soy noble? Ni el padre de su bebé?-
- No me importa y…, tampoco me importa. Eres tan decente que seguro a Jion tampoco le importa nada, y además, para eso soy la Condesa, diablos.-
- Apenas me conoce…- le digo, riéndome y ofreciéndole mi pañuelo para que se seque la cara. Iryna se limpia y trata de enderezarse, pero noto que aún está mareada.
- No te olvides que te vi cuando murió mi tía, tratando de defender a Ellyse aunque tenías más sangre en la ropa que adentro del cuerpo. Eres un tipo decente, Conrad, y tampoco molestan esos bíceps. Pero la verdad…- suspira.- Eres comprensivo, contigo se puede hablar… o sea, andas por ahí con ese erizo albino enjaezado… no creas que soy la única que se da cuenta lo buen hombre que eres. Sobre lo que te vayas a Jion, lo digo en serio.-
- Y Edvar, mi Dama? Y el amor que han compartido?-
Iryna frunce la nariz. Le está volviendo el color.- Mira, yo no lo llamaría amor…- dice atándose el pelo, aún con movimientos lentos.- Edvar y yo nos conocemos de toda la vida, y simplemente… teníamos ganas. Muchas, muchas ganas, y como nos conocemos tanto, éramos lo que estaba más a mano, y ahora…- bufa.- No sería la primera noble que tiene un hijo sin casarse, pero me apena traerlo al mundo a pasar tantas humillaciones. Yo soy fuerte y puedo aguantar, pero él…-
- Pero, mi Dama…- musito, haciendo que se siente en una roca, sosteniendo sus manos.- Edvar hará lo correcto con respecto a usted y su hijo, no lo dude.-
- No me hace ilusión casarme con alguien por obligación, Conrad.- me dice ella, soltándose de mí y enderezándose con dignidad.- Si soy la Condesa de Jion, no tengo que hacerlo, no es así? Jion no es Albion ni Jermaine con sus manías anacrónicas y sexistas…-
- Ser la Condesa no es sólo un privilegio, es una responsabilidad.- le digo con firmeza. – Si los hombres de Jion ven que alguien puede poner a la Condesa en esta situación sin cumplir con su obligación, qué respeto espera que tengan por todo el resto de las mujeres?-
Los ojos de Iryna flashean: es realmente muy hermosa y temperamental.- No me hables así, albionita!-
- Le digo la verdad. La justicia tiene que ser para todos, o son sólo concesiones. Mi Dama, con todo el debido respeto, la corona la convierte en un parangón que es observado. Su arbitrio es suyo, pero tomar decisiones libremente no significa no enfrentar las consecuencias.-
- Eres tan guapo y hablas como un maldito sacerdote de pueblo.-
- Soy un maldito sacerdote de pueblo.- le digo plácidamente.
Iryna menea la cabeza, lo que parece que la marea de nuevo. Alargo la mano para sostenerla y se apoya en mi brazo, con un suspiro.
- Pensaré lo que voy a hacer. Cómo sabías esto? Si Ellyse sabe no me ha dicho nada. Acaso Edvar se confesó contigo?-
- Los sacerdotes de Tyr no oímos confesiones, excepto entre correligionarios. Pero lo mencionó en mi presencia, con preocupación y ansiedad por su bienestar, mi Dama. Por favor, déle una chance con su corazón.-
- Tú dices, ahora que le he dado chance con todo lo demás?- me dice Iryna y se echa a reír. En ese momento regresa Bert, como siempre con su ansiedad por ayudar con dos limones y una bolsa de naranjas, y Iryna toma una, y se va pelándola. Bert me mira con desconcierto, hasta que ve mi sonrisa mientras pelo una para mí.
- La Dama Iryna… está en estado grávido?- Y ha estado guerreando!- dice mi amigo sentándose en una roca sudoroso, secándose la cara con un pañuelo.- Por Henma, qué bueno es para el linaje de Jion! Pero qué malo es porque no está casada!- agrega incoherente.- Es tuyo, Conrad?-
Casi me atoro en la naranja.- No, Bert. –
- Pero si dicen que Tyr ha bendecido tu amor!- me dice, asintiendo con énfasis.- primero Fredda, que embarazaste y tuviste que casar en Albión. Vania, que se tuvo que ir lejos a tener su bebé, y si ahora una Condesa…-
- Bert, por Tyr que estoy harto de chismes!
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Al atardecer, cuando todo el mundo ya ha tenido su gusto en la cascada y está desperdigado charlando, oyendo a Arles cantar o comiendo sandías heladas en el manantial, me alejo de los demás. Me he dado un chapuzón y he comido, pero sigo con una sensación de inquietud, y la verdad también me preocupa el que no he visto a Ellyse. No creo que quiera pasar todo el día encerrada en el carrito leyendo, supongo. Los carros están estacionado al otro lado de la colina, en sombra, junto al establo improvisado, y sigo esa curva, pensativo. Las sombras ya son largas, y siento una extraña necesidad de alejarme, de rezar, de tener un momento para mí. Estoy… descolocado es la palabra?
Es primera vez que Ellyse no comparte sus planes en detalle conmigo, y aunque no me atrevo a buscarla o presionarla, siento que se acumulan las cosas que no hemos dicho, y cuando todo lo que quiero es tenerla cerca como antes, siento que no confía en mí como antes…
Con un siseo, aparto la mano de la roca en la que estaba apoyado. No sé cómo tras un día a pleno sol, la roca se siente tan fría que sentí como si me quemara la mano. Me giro estúpidamente, buscando de dónde viene ese hielo, y entonces comprendo, al darme cuenta que la roca brilla de escarcha al sol. Mide al menos seis metros de alto y tres de ancho: toda la cara pétrea está congelada, y a un lado, alguien la golpeó con algo, creando una larga trizadura.
Ellyse ha estado practicando, ya lo veo. Meneo la cabeza con orgullo, aún con un deje de inquietud, porque toda esta magia, es mucha magia. No se habrá desmayado, o algo así? Lo único que falta es que se desmaye a pleno sol y aparezca luego con la cara negra e insolada, qué clase de guardián soy…
Hay un bosquecito cerca de las rocas, de hayas doradas con tronco blanco, entre las que corre un arroyuelo. Me asomo entre ellas, esquivo una gran roca que bordea el agua, y… oh. Vaya.
Ellyse está de espaldas contra uno de esos blancos troncos, y Davim, apoyando una mano en el árbol la rodea con la otra, abrazándola contra sí mientras la besa. Ellyse no se está resistiendo: se ve muy quieta, sus manos en sus brazos desnudos, claramente acquiescente. Davim inclina la cabeza para besarla con más voracidad, su mano yendo a su pecho: ella gira la cabeza, pero veo que él le ocupa de besarle la oreja, el cuello.
Con la sensación de que voy a descomponerme como Iryna me doy cuenta que son los mismos besos que le di yo en Gaol Ethel: Ellyse también se dejó así, sus manos quietas? También me dejó que la tocara como la toca ahora Davim, en esa inmovilidad paciente? Recuerdo mal que me devolvió los besos, o es sólo mi conciencia mintiéndose? Tyr porqué me haces ver esto? Con que pasión, con qué ternura la toca él! Cómo la ama, y él es noble y no aherrojado por ninguna promesa. Es mejor que Alain, mucho mejor.
Pero mi estómago se siente peor que cuando me clavaron esas flechas: no puedo respirar. Huyo de ahí con tanto sigilo como soy capaz, y cuando llego a la roca helada, me apoyo en ella, apretando los puños, y mis lágrimas dibujan oscuros círculos en la evidencia de su poder. Es mejor así: es mejor así: Tyr ha quitado la tentación de mi camino, y tengo que alegrarme, porque son mis amigos, y ella se merece todo el honor y el amor que él puede darle. Todo lo que yo no podría…
Me giro, desenvaino, e invoco la llama contra esa roca ya trizada. La mezcla de hielo y fuego hace que la roca se deshaga en pedazos, las resquebrajaduras llegando hasta el fondo, deshaciéndola. Jadeo: no pretendía usar tanto poder, y nunca lo uso en cólera, en descontrol. Me avergüenzo de mí mismo: pongo una rodilla en tierra para pedirle perdón a Tyr, pero no tengo fe, ni fuerzas: es como si el vigor me hubiera abandonado.
- Conrad? Estás bien? Te has insolado?- oigo a Arles que me llama, y que aparece chorreante y risueño, sin más que unos pantaloncillos indecentes encima.- Dónde está Ellyse La buscan…-
- Quién la busca, es la Dama Larissa de nuevo? Está… ocupada…- musito levantándome, pero algo debe inquietar a Arles, que se acerca y me agarra del brazo.
- Estás bien? Que pasa? Estás muy pálido…-
- Quién la busca, Arles?-
- Es Vania. No te creerás la pinta, si. Alain casi la hace echar por el precipicio cuando apareció…-
- Qué?-
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