3/ De cómo Conrad conoció a Ellyse.
Por supuesto que no estaban decentes al día siguiente.
No puedo llevar a dos muchachos vomitando a la rastra a la Corte: así que con Gertram tan nervioso que en vez de ayudarme tuve que vestirlo yo antes de vestirme en el bendito traje violeta, y con Avyr al que tengo que recordarle que cierre la boca cada tres pasos, cruzo la ciudad mientras los tenderos aún están abriendo sus puertas, con Rosie de la brida cargando el montón de cestos y alforjas. Ella es quien mejor se porta y se ve menos impresionada, la verdad.
Nos detenemos para que beba agua, y obligo a los muchachos a comer un durazno cada uno, de un puesto callejero. La anciana vendedora es tan amable de señalarme el camino al castillo, y tras cruzar dos puentes y un tercero levadizo, me encuentro en un inmenso patio de piedra, decorado con árboles, en donde ya hay una veintena de personas y un guardia de capa blanca de acerca a mí, deteniéndose al ver mi espada.
- Necesita una audiencia, Cler?-
- Venimos de Leyfangle, por órdenes de Lord Romwen, con cartas para el rey.- le digo con una reverencia. El guardia me mira un momento, y algo en su gesto me hace pensar que le doy lástima.
- El rey los esperaba ayer. Haré que los pasen delante, había mandado a preguntar por todas las puertas de la ciudad...-
No me gusta como suena eso, pero agradezco con otra reverencia y lo sigo. El patio se abre a un montón de pasillos, de un mármol blanco amarillento: otro giro nos lleva un gran salón, y aunque me gustaría preguntar si pretenden que suba escaleras con Rosie, atravesamos una sala llena de gente muy elegante, que se abre al vernos pasar. Entre ellos detecto a una sacerdotisa de Orcy, con la túnica azul noche, y a un seguidor de druida, con el manto verde: los dos se inclinan, y me arrepiento profundamente de no venir en mi vieja túnica gris.
Hay algunas risitas, pero no crueles, cuando Rosie se suelta de la mano de Gertram para ir directo a comerse un arreglo floral y resiste todo reproche.
- Déjala que se lo coma. Lo botarán mañana y no le servirá a nadie.- me dice una voz amable. Me vuelvo para ver a un hombre bastante mayor, con jubón y bata, con melena canosa y una ancha sonrisa. Acaricia el anca gorda de Rosie y asiente, antes de apoyar un codo en su lomo.- Veo que el camino no fue tan malo, si pudiste bajar esta pelota desde Albion. Oí rumores sobre muchísima lluvia en el paso.-
- No fue tan terrible.- digo, a punto de ir a pisar a Gertram, que gime por todo comentario.- Es un honor, señor... -
- Darion. Tú eres Conrad, no? El protegido de Romwen?-
Casi se me doblan las rodillas. Oh, misericordia. Porqué no anda con la corona para poder identificarlo?
- Su Majestad... su Alteza, lo siento, no sabía...- me quedo ah+i patidifuso, cuando debería haber hecho una reverencia, pero el rey ríe amablemente y me toma del brazo como si fuéramos los mejores amigos, arrastrándome a una puerta cercana.
- Calvin, que le den todas las rosas que quiera a esa mula, la descarguen y la instalen en el mejor establo. Un buen desayuno para estos muchachos, y cancela mis audiencias de la mañana. Cler Conrad y yo tenemos muchísimo de lo que hablar!-
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Nunca he conocido nada cercano a un rey: lo más cercano supongo que sería cuando tuvimos a un príncipe de Jermaine, Werner, haciendo una especialización en lanza por unos meses, y aunque talentoso, era retraído y distante. Este hombre es muy natural y sencillo, y se sienta a una mesa conmigo como si fuéramos dos amigos con una cerveza, su expresión relajada. Sus ropas son sencillas, aunque de excelente calidad: sus manos están desprovistas de anillos, y lo único que lo separa de los demás es que su cadena del Consejo Real tiene una pequeña gema al centro.
Pero sus ojos, pequeños y hundidos, muy oscuros entre el pelo canoso y la barba manchada de gris, son muy despiertos y agudos, y me siento examinado por unos momentos antes de que hable.
- Le ha gustado la capital, Cler Conrad? Puede imaginarse viviendo con nosotros por un tiempo?-
- Estoy para servir, su Majestad.-
- Me imagino que quieres saber a qué peligros has venido a enfrentarte. Esto no es precisamente ir a sacar a un lobo salvaje que se come los niños de un villorrio, no es así?-
- Me gustaría entender mejor mi misión. Para hacerlo lo mejor posible.- digo, cruzando mis manos y tratando de quedarme quieto, como en unas vísperas. la salita, muy íntima y soleada, es mucho más un estudio u oficina que nada de aspecto real, y el rey me inspecciona unos momentos más. Creo que está decidiendo qué decirme.
- La familia D'Arzach ha servido a la corte por tres siglos. Tienen sangre muy antigua: aunque quedan muy pocos, siempre se las han arreglado para ser útiles a la corona de la península.-
- Lo sé, su Majestad.-
- Elliot es un remarcable estadista y es parte de mi Consejo. Su hermana Ellyse es mi calígrafa.-
Asiento. Así que vengo a cuidar a una... persona que sabe escribir bonito.
No sé si mi parpadeo es insultante o qué, pero el rey enarca las cejas espesas.
- Por ahora todo lo que necesitas saber es que algunos nobles han recibido amenazas. Sospechamos de una facción extranjera, y no puedo perder a Ellyse. Ella lleva una vida reposada: todo lo que tienes que hacer es vigilarla durante el día, acompañarla si sale por la ciudad, o escoltarla en las reuniones de Consejo o las fiestas de la Corte. No deseo que esté sola con mucha frecuencia.- dice, acariciándose la barba.- Y si puedes prestarle alguna ayuda a sus doncellas con cuidar su salud, también te lo agradecería.-
- Es parte del Consejo?- digo un poco confuso. No había oído nada sobre una mujer, por muy noble que fuera, participando en algo así.
- Toma notas para mí.- dice él tras una pausa.- Se te asignarán habitaciones para tí y tus escuderos en el castillo y en su casa de la ciudad, así como se prepararán en el estado campestre de los D'Arzach. Trato de que Ellyse viaje una o dos veces al año a descansar a su casa.-
- De cuánto tiempo...- se me ha salido: compongo mi expresión.- Estas amenazas podrían ser resueltas en el futuro próximo, no es así?-
- Vaya, Cler Conrad. Le parece un arreglo muy intolerable?-
No pretendía irritar al rey. Me quedo callado, porque siempre que abro la boca la riego, parece.
- Es... muy generoso, Su Majestad.-
- Entonces está arreglado. Haré que te la presenten en cuanto se levante: debe estar pronta ya...- me dice, un deje de ternura en la voz.
- La Dama es casada?- musito, preguntándome si voy a tener que lidiar con un marido y unos hijos.
- No.- me dice el rey como si le sorprendiera mi pregunta.
- Qué edad tiene?- continúo, pacientemente. Si no pregunto, nadie me dirá nada, veo.
- Diecinueve. No, veintitrés. Veinticuatro? Cómo pasa el tiempo.- dice el rey con un suspiro. - Ahora vas a contarme todo lo que se sepa en Albión y lo que te haya mandado a informarme Rom. Cómo está? Aún se come las patatas con cáscara?-
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Es casi la hora de almuerzo cuando el rey se cansa al fin de historias sobre Lord Romwen ( la de cuando se enfrentó con Lucien a espada y logró tirarlo en la pileta lo hace dar pataditas de felicidad como a un niño gritando " Resentido bastardo, pobre Luc!) y manda al que parece ser su secretario, un tipo larguirucho y flaco llamado Calvin a escoltarme a la presencia de Ellyse D'Arzach.
A diferencia del rey, este tipo sí lleva todos los perifollos que me enseñaron a identificar: la gorguera de encaje, la escarapela del servicio real, el manto irisado de la Corte propiamente dicha, un medallón con el sol de Aether que le permite entrar a todos sitios. Eso aparte de suficientes joyas como para dar de comer a una familia modesta por un año. Casi apostaría que el montón de gemas, terciopelos y metales pesan más que él.
Calvin me echa una ojeada levemente despectiva con sus ojos saltones, pero luego echa a andar con un gesto que dice " sígame" por pasillos internos adornados con cuadros. Ni idea cuándo voy a aprender a andar por aquí.
- La Dama Ellyse está en su estudio ya.- me dice, señalando con un dedito huesudo.- Este pasillo lleva al patio de las wisterias, este pasillo lleva a las cocinas, éste lleva a las salas de trabajo. Allí hay una escalera, que lleva a sus salas particulares: enfrente, su oficina. Te habían preparado habitaciones en las barracas de los guardias, pero el rey ordenó que te den un suite junto a la mía.- dice con un suspiro de irritación.- Lo que necesites saber, me lo preguntas a mí.- agrega con un ofrecimiento que claramente le obligaron hacer.
Me quedo tan callado como puedo, hasta que subimos escaleras de más mármol amarillento, y nos encontramos con un pasillo al final del cual hay una gran puerta doble de madera clara, con una medialuna de vidrio encima.
- Ellyse?- llama, y algo en la dulzura de su voz me hace levantar una ceja. Tengo que proteger a la chica de éste también, parece.- Ha llegado el clérigo de Tyr. Podemos entrar?-
- Adelante.- dice una voz que suena joven, pero no tanto como esperaba. La sala es grande, muy soleada y espaciosa: hay pupitres junto a las ventanas, y varios anaqueles de libros. Junto al ventanal principal que mira a la ciudad y al río, hay un escritorio francamente masivo, con varias lámparas de luz blanca, la porcelana casi traslúcida: es el mayor lujo que he visto hoy. Un fuego mezquino arde en la chimenea de piedra en la esquina, y sentada frente a un montón de papeles en un gran sillón de cuero, está el montón de chales más grande que he visto en mi vida. La Dama lleva una diadema de cordón trenzado que sujeta un velo gris sobre sus cabellos, y su cuerpo desaparece bajo varias mantas que la envuelven: pero las manos son muy delgadas, sosteniendo hojas de papel pluma en mano, y su cara también es angulosa, blanca de solemnidad, casi cerúlea. Sólo sus ojos tienen alguna vida y belleza: son muy grandes, alargados, de un curioso gris metal.
Hago la reverencia más exagerada que me enseñaron, mi patita atrás. Ella me echa una mirada que no es hostil, pero tampoco parece la mar de feliz de verme aquí.
- Cler Conrad, lamento la miríada de molestias que lo han obligado a tomarse para venir a la capital y fungir temporalmente como mi guardián. Sus asistentes han sido instalados en habitaciones adecuadas, y dos de mis educandos se ocuparán de que aprendan cómo funcionar en el castillo y serte útiles. Habrán dos hombres de servicio puestos a tus órdenes también para lo que estimes conveniente. Mis horarios de servicio son entre diez y doce del día, y tres y siete de la tarde. Puede tomar su tiempo libre como guste, por supuesto.-
- Es un honor, mi Dama.- digo con una nueva reverencia, y ella regresa su vista al papeleo como si la caligrafía fuera sumamente interesante ( Copiará cartas para el rey?) pero cuando continúo, me clava la vista.- Pero me temo que no son condiciones aceptables.-
Ella parece intrigada por un minuto.
- Tu estipendio es 25.000 soles. Te parece bajo?-
- No se trata del dinero, y ésa es una suma...- me quedo un poco asombrado, porque nadie ha hablado de eso y nunca he visto esa cantidad de dinero junto.- Se trata del horario.-
- Puede arreglarlo como le plazca .-
- Entonces estaré en su puerta con el desayuno, si me indica dónde recogerlo.-
La Dama parpadea, y luego se apoya en el respaldo de su silla. Un chal se ha movido, y tiene unas clavículas a las que claramente le hace falta un desayuno sustancioso.- Cómo?-
- El Rey y mi Maestre me han indicado que debo estar a su lado en todo momento. Y en todo momento estaré.-
Ella no parece saber cómo tomárselo. Se nota que tiene costumbre de mandar, porque el flaquito a mi lado se encoge cuando habla al fin.
- Eso no es necesario. En verdad, prefiero que no lo hagas.-
- Me pone en una difícil posición. No puedo desobedecer al Rey ni al Gran Maestre. Si esas órdenes no son revocadas...- digo extendiendo las manos.- Pero no tiene que hacerme caso.-
La dama aprieta los labios como si contuviera una docena de cosas que quiere decirme. En el silencio que sigue, le echa una mirada a Calvin, que hace una reverencia y se larga.
Sus ojos son muy fríos.
- Puedes ocupar uno de esos pupitres. Tengo para largo aquí.- me dice, volviendo a sus papeles.
- De acuerdo.- digo yo, y me siento, dejando mi espada apoyada en el escritorio. Son unas sillas muy cómodas.
Pasan tres horas antes de que vuelva a dirigirme la palabra.
- Puedes ir a almorzar. Las cocinas están siguiendo la escalera, dos pisos más abajo. Hay una sala enfrente en donde come la guardia.-
- Y su almuerzo?-
- No almuerzo.- dice secamente. Ciertamente tiene aspecto de no almorzar.Luego flexiona los dedos, que son muy largos y blancos.- Sus aprendices serán atendidos por mis educandos, usted puede bajar ya mismo a las salas de la guardia. Si tiene preferencias alimentarias...-
- Me basta con que esté cocido y con sal.- le digo, pero no le saco ni un parpadeo de humor. Qué fríos son sus ojos, de un gris muy claro.
- Puedo asegurarle eso al menos. Puede irse.- me dice severamente. Como no quiero pelear ahora mismo, bajo una escalinata de caracol muy ancha, y efectivamente en las cocinas, que parecen muy ocupadas pero ya están terminando de servir, unas amables mujeres regordetas escuchan mis peticiones con caras de más y más sorpresa, pero una se echa a reír y me llena una bandeja hasta los topes. La más anciana añade unos frutos pálidos y trasparentes que no he visto nunca en un platito, y con caldo, pan, una jarra de jugo y un bandeja del porte de un trinchante subo la escalera de regreso, balanceando todo con cuidado.
La cara de la Dama es como si yo fuera un gato regalón que llega con algo destripado.
- No es apropiado que coma aquí, Cler Conrad. La sala...-
- No hay otra sala? Las señoras de la cocina le mandaron especialmente extra caldo. Y frutas.- digo tan campante, logrando que ella se vea muy descolocada. Pero al fin veo un pequeño destello de vida en su expresión, al ver la fruta. Se lame los labios.
- Hay una sala contigua aquí que uso como archivero temporal, debe tener un poco de polvo...- suspira. Es oscura, pequeña y atiborrada de pergamino, pero descorro cortinas, limpio una mesita, acomodo dos sillas y sirvo rápidamente. No por nada cuando estaba recuperándome iba a ayudar a las cocinas, detesto estar sin nada que hacer.
La observo mientras se acomoda en la silla con aire de querer acabar con esto pronto, pero mira las benditas frutitas como un pájaro mira un gusano. Le sirvo caldo, pan y carne del trinchante, y la verdad es una excelente comida, que encomiendo a Tyr y me zampo con entusiasmo. Si yo tuviera acceso a esta comida todos los días y no hiciera más que escribir pergaminos, sería más ancho que alto.
Ella al fin se echa una de las frutas a la boca, y cierra los ojos de gusto, relamiéndola. Pero entonces se me quita el apetito: se ha descuidado, y su velo se ha corrido, revelando que las raíces de su pelo son tan grises como el mío.
Yo tengo el pelo gris tras tantos años de parar con el cuerpo magia salvaje y oscura, un década casi combatiendo. Porqué una mujer que no hace sino jugar con tinta tiene el pelo del mismo color? Qué magia le ha caído encima?.
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