Qué verano tan largo y pacífico fue ése.
Dari dejó una doncella específicamente encargada de buscar, comprar y engatusar a Ellyse con nuevos dulces y golosinas a diario: y dejó un pobre sirviente, de origen noble para colmo, encargado de perseguirme todos los días y “ hacer alguna tarea por el pobre Cler Conrad, es injusto que se queden trabajando todo el verano, hazte cargo que se divierta”. La primera carcajada que le oí a Ellyse tras todo el despelote de Elliot fue cuando el pobre sujeto, que se llama Ulster y es un hombrecillo calvo de mediana edad, desesperado de mis rechazos a sus ofrecimientos de vinos selectos y ropajes finos, me trajo tres prostitutas del islote para que me bailaran y eligiera una para pasar la noche. Delante de Ellyse.
Le di las gracias, le expliqué que no estaba interesado, les pagué de todos modos, y lo mandé a otros asuntos mientras él balbuceaba que Dari lo había encargado.
Cuando se fue, Ellyse todavía estaba echada riéndose en su escritorio, y tuvo estallidos súbitos durante todo el día. Según ella, mi cara era siempre una fuente para su alegría.
Tyr sabe que por irritado que estuviera, celebro que algo al menos la haga reír.
Cuando llegamos a Haender, tras esos días en Degan en que Ellyse trabajó como un caballo para dejar todo ordenado y establecido mientras Antyan era retenido en prisión y quedaba un gobierno provisional durante la minoría de Arwyn, me había consolado pensando que cuando volviéramos a Haender ella descansaría. Pero sólo tuvo a guisa de vacaciones los seis días de viaje. Fue un viaje hermoso: traté de distraerla lo más posible de lo que nos encontraríamos al llegar a Haender con la traición y arresto de su hermano. Ayudaba que la ruta de la Ciudad Sagrada a la capital es hermosísima: ríos, lagos, bosques floridos, y un paso al subir a Hander que se llama las Cavernas del Cielo. Es un paisaje inolvidable, en donde dormimos en un islote rodeado de agua quieta bajo un techo de piedra fosforescente: el ascenso desde Degan al norte de Haender es muy turistico, y se ve Albión a lo lejos.
Algún día la llevaré a conocerlo. Deben estar floreciendo, los espinos albares y las rosas de té…
Cuando llegamos, Haender era un caos. Claramente Elliot nunca cumplió con las tareas que Ellyse le encomendó, y no era el único: había tal despelote en las finanzas del castillo que no se había pagado al personal, las tiendas del pueblo no tenían sus bonos y descuentos, los impuestos habían sido gastados en tonterías y una docena de encargados de alto rango se habían largado a sus casas por diferentes conflictos. El personal de Dariella, como Sett Sehayanka y el odioso de Lord Alain se habían vuelto tan detestables para los sirvientes del castillo que les hacían la vida incómoda a propósito, envalentonados por Lady Norbray: y una miríada de otros problemas tenían a Calvin al borde de un ataque de nervios y a Lester amenazando cocineras un día sí y otro también.
La jefa de las mucamas tuvo una auténtica rabieta contándole todo esto a Ellyse, a quien abrazó y bendijo el día que llegamos, y mi Ellyse me miró, rodó los ojos luego, y se puso a trabajar. El comentario de Dario?: “ Sí, oí unas tonteras, montones de quejas… hacías mucha falta, Ellyse”.
- Ha sido un caos. Cuando prendieron a Lord Elliot, pensé que Dario se había vuelto loco y lo había hecho arrestar porque llevábamos dos días sin vino y la lavandería no funcionaba.- me dice Lester la primera noche, en que nos sentamos a comer juntos. Avyr había crecido diez centímetros, y nos sirvió con perfectas maneras de Corte: pero a pesar de sus ropas nuevas y su elegancia su cara se llenó de envidia al oír las aventuras de Gertram. Thier y Kelvyn, a los que Ellyse convirtió en sus asistentes, están trabajando con ella, pero por lo que oigo, son los únicos que cumplieron con sus deberes asignados.
- Pero cuando se supo lo de la Dama Allyra… nunca había oído algo así. Tengo que decir que cambió algo la percepción del asunto.- continúa Lester, los dos sentados en nuestras habitaciones. Tengo que comer y regresar, porque seguro que Ellyse va a trabajar hasta que se caiga de nariz en el tintero si no la correteo a su cama como una gallina a medianoche.- Aunque haya sido traidora, nadie puede enojarse con una aeronauta. Sé que la mandaron con arresto domiciliario a su hogar familiar, igual que al señor Elliot, pero eso le dio una cantidad de material a los bardos… ya hay miles de canciones sobre cómo la “ terrible belleza” de Elliot trastocó su cabecita de pájaro y la capturó como “ mariposa en la llama”. La van a perdonar. Incluso hay canciones sobre cómo Elliot fue seducido por las palabras de Antyan Brahe y sólo fue un error… le echan la culpa a Dariella de su rebelión por la maldad del Imperio… no sé, es una estupidez, pero te apuesto que Elliot y Allyra salen de rositas mientras Antyan Brahe paga por los platos rotos. Dario es incapaz de cortarle la cabeza a alguien que conoce tanto tiempo. –
- Y mi Dama pensaba que lo iba a encontrar decapitado, te digo.- exclamo con frustración.- Yo tenía esperanzas…-
El cautiverio de Elliot, es desgracia y custodiado, en la casa de campo de los D’Arzach tiene el desagradable efecto de que Ellyse ya no se irá de vacaciones a ese lugar que ama. No que tenga espacio de vacaciones francamente tampoco. Me apena, pero sus bramidos cuando abre las cajas de dinero del castillo me dicen que no va a parar hasta que tenga todo ordenado, así que la dejo ocuparse de su trabajo, y yo me ocupo de mi trabajo, que es mantenerla razonablemente alimentada, presentable y cuerda. No es fácil: hay días que la fila de gente esperándola es tanta que tenemos que repartir té y galletas para que no se amotinen.
Esos días, suelo encontrármela dormida en el escritorio cuando regreso de hacer mis vueltas, y dos veces ha estado tan exhausta que la he tomado en brazos, la he ido a acostar yo mismo y me he quedado un rato vigilando que el sueño sea profundo.
Lord Calvin, el secretario real, había amenazado al rey con largarse, y también con colgarse, antes de que llegáramos: pero cuando llega una de esas mañanas con las órdenes de que Ellyse planee y prepare la ruta para la progresión del viaje veraniego real, casi lo cuelgo yo. Realmente hay docenas de cosas que arreglar antes, pero Ellyse asiente dócilmente y me hace buscarle mapas de estantes altos.
- Lord Andreith nos ha escrito a ambos, y a Dario. Su proclamación de paz con una velada amenaza a Behrnardt creo que ha funcionado: no se oye ni mus de Jermaine, afortunadamente.-
- Espero que tengamos carta de Jorgen pronto. Gertram dice que estaba escribiendo una.- le digo a Ellyse cuando Thier nos trae el correo. Lord Dudley se ha muerto en estos meses: hay un nuevo encargado, que parece mucho más concienzudo. Me siento sumamente importante recibiendo cartas selladas de Jermaine y Degan: me ha escrito Amory también, relatándome cómo de los hermanos de Antyan de Degan, Arwyn se ha ido a Golfangle a empezar sus estudios como clérigo de Tyr y Cartyan ha sido coronado con un consejo apoyándolo. El pueblo ha celebrado: aparentemente, el chico es muy popular.
En Jermaine, Gertram está educando a Jorgen lo mejor que puede, a pesar de que el chico ignora lo que es disciplina y constancia. Su carta es muy mesurada: creo que temía que alguien más la leyera, pero entre líneas noto que no confía en los Duques ni pizca. No ve señales de guerra al menos: aparentemente, la proclama de Lord Andreith los ha sosegado.
Lord Andreith me escribe: el honor me apabulla un poco. Pregunta mucho por la salud de Ellyse y me desea paz: su bendición, por escrito, es un tesoro que nunca me abandonará. Esas letras me devuelven la energía, y con bastante alegría le digo a adiós a buena parte de la Corte, que parte en su peregrinaje de verano usual, rodeando toda la península, primera parada Arthina, Capital de Jion. Dario se lleva a Dari a su tour de verano con faralaes y banderas, y un séquito de doce nobles, veinte sirvientes personales y veinte guardias, entre ellos Alain, el filósofo de Uvaine( que ahora me entero se llama Steffon), Dorcas y Lester con Avyr, por supuesto.
Ahora entiendo el que Ellyse sacara fuerzas de no sé dónde para armarles el viaje: cuando ellos se van ( y el servicio celebra, porque de verdad detestan a Sett Sehayanka) el resto de los nobles se va también. A sus casas de campo o castillos de ciudad, a pasar el verano en el sur de Jion o en las playas de Degan, qué se yo: pero con eso el castillo queda prácticamente desierto, excepto por los sirvientes de siempre, uno que otro mayoral y una guardia básica, ya que a ellos también les dan el verano libre. Así es mucho más fácil ordenar y enderezar todo: se acaba lo de servir banquetes, se prepara un solo menú para todo el mundo, y las habitaciones reales y las formales de los nobles se cierran hasta el otoño, al igual que la mayoría de la barracas de soldados. Es asombroso cuánto más grande y bello me parece el castillo a la mañana siguiente: su silencio tiene algo respetuoso, algo elevado que antes no parecía tener. Con el sol, las paredes blancas se ven de un amarillo suave, y las ventanas se doran al sol de la tarde: los días son largos y calurosos, increíblemente pacíficos. Yo podría ser muy feliz así, la verdad.
Se ha quedado una de las doncellas imperiales junto con un par de chambelanes contratados específicamente para cuidar al gatito Suleimán, ya que Dari no quiso arrastrarlo de aquí para allá lejos de su camita de seda en el palacio: Ellyse bromea que dado que es el hijo de Dari, es el ser con mayor rango en el palacio y a él debería reportarle. Pero como el animalejo es alocado, con frecuencia está todo el palacio revuelto buscándolo o tratando de bajarlo de algún sitio, lo que se vuelve la única entretención durante todo ese largo verano mientras la Corte fiestea de viaje.
- Para ser el único noble en el palacio, molesta más que todos los demás juntos.- me dice Sal, el físico, encargado de parchar la pierna de uno de los guardias, que se cayó de un árbol rescatando a Suleimán.- Ayer se metió la pajarera y tuvo un duelo con una lechuza. Suerte tiene de estar de una pieza. Deberían soldarle una cadena en cada pata…-
Sal se nos ha unido a las calistenias matutinas con Thier y Kelvyn, los que con muchas quejas han recuperado su avance y ahora las usan como un rato de esparcimiento lejos de sus obligaciones para relajarse. Nadamos mucho en el río, sobre todo en las tardes calurosas: tengo poco aguante para el calor como todo albionita, y soy yo el que se queda dormido en la otomana de la oficina de Ellyse con cierta frecuencia. Ella me deja dormir y sigue trabajando, pero es que el rumor de su pluma y el tictac de su reloj de campana es tan somnífero.
- Voy a convencerla que venga a nadar un poco. Necesita sol. Ustedes pueden leerle informes mientras nada.- le digo, a lo que Thier cruza una mirada con Sal.
- Te vas a enfadar pero en el pueblo… bueno, en el islote… algunos andan diciendo que está embarazada y por eso no sale de la Torre.-
- Y de quién va a estar embarazada?- bufo.- Basta con que le pregunten a las pinches de cocina, con lo que come no se sostiene una persona, mucho menos dos…- me giro y veo sus caras, lo que me hace echar la cabeza atrás.- De mí?-
- Es que hay canciones…-
- Voy a matar a Arles.-
Arles escribe, y promete llegar a la fiesta de Solsticio de Verano, por supuesto. Habrá una feria de campesinos, un festival en el islote realmente inapropiado para que yo vaya, que voy a ir igual, como todo el mundo, y bailes y comida típicos. Es una fiestita de pueblo: la gran fiesta de Haender no es hasta el Equinoccio de otoño, Megaria, cuando se abre la corte y empieza el año real, con una semana entera de bailes y escándalo. Ellyse ya ha separado el dinero y hecho un programa tentativo para eso, pero se ve mucho más ilusionada con encontrar esas horribles tortitas en los mercados sureños del Solsticio, y hasta ha encargado un vestido bajo las presiones de Vania. Si hasta Suleimán estrenará ropa.
Volver a ver a Alain la afectó, a pesar de todo el descalabro de Elliot cuando regresamos y el caos en el castillo. Ellyse se encerró a trabajar tras una larga reunión con Dario y una mañana entera con el consejo, pero poco antes de que se largaran en su veraneo, tuve el disgusto de ver al tipo rondando por la Torre. Lleva meses acá y sigue luciendo esas túnicas imperiales enseñando el pecho enjoyado: no es raro que al pueblo ni él ni su mujer se les hagan simpáticos. Sobre todo porque Sett Sehayanka y Dari son imperiales nativas y es algo comprensible, pero él no es más que un sureño mezclado advenedizo. Y eso es lo que menos me molesta de él.
- Ah, Cler Conrad.- me llama al verme pasar.- Mis parabienes en ver que han regresado sanos y salvos, sin duda gracias a sus esfuerzos, de su viaje. Necesito ver a Ellyse.-
Lord Alain necesita tanto ver a Ellyse como yo necesito una flecha en el ojo. Mi cara debe decir algo, porque él se echa atrás el largo pelo liso y se inclina a mí con lo que quiere ser un susurro cómplice.
- Ellyse y yo somos viejos amigos y he sido remiso en … reanimar nuestra amistad. Considerando que su posición nos pone en contacto y que ella tiene más importancia de lo que creía en las funciones del castillo… muy encomiable, su posición, siendo una mujer, aunque lo de Elliot…-
- La Dama está ocupada. Le avisaré si tiene tiempo para usted.- le largo con una frialdad que espero que sienta. Sus ojos rasgados se empequeñecen: sabe que la verá cuando se congele el infierno, si depende de mí.
- Quizá debería hablar con el rey.- me dice con orgullo, levantando su perfecta nariz aguda.
- Como quiera.- le digo, haciendo mi mejor impresión de un bulldog. No oí nada más al respecto, y tampoco noté que empeorara el humor de Ellyse, que ya estaba bastante ocupada escribiendo, planeando y recibiendo gente como para notar nada. Pero una semana después de que se fuera la caravana real, con Alain entre ellos, la oí emitir un suspiro de satisfacción, y la vi estirándose, y poniendo la pluma en su tintero, los dedos negros. Cuando se echó atrás en su silla, sonreía.
- He acabado con los nuevos inventarios. No falta nada ya, todo el mundo está pagado, los tenderos de pueblo tienen sus recortes, las rentas están ordenadas… sólo falta archivar los comprobantes de la mercadería de mañana, y estará todo como debe de ser.-
- Tarde libre, entonces?-
- Tarde libre. Pregúntale a Vaiti dónde podemos ir a comer algo dulce…- me dice levantándose y enderezando la espalda con un esfuerzo. Oh, mi Ellyse.
Olvidaba mencionar a Vaiti.
Vania estaba en el castillo, con su hijo haciendo mandados en las cocinas cuando llegamos: Lester había sido tan confiable como esperaba en recibirla y conseguirle una situación. Pero pronto notamos que la chica era tan lista como ágil, y tras perseguir a Ellyse con el asunto conseguí que ascendiera a Vania como su mensajera y asistente y a Vaiti como el mío, ya que no tengo escudero. Vaiti se ha hecho popular con los educandos por su disposición a correr al pueblo por cualquier cosa que necesiten, pero Vania, posiblemente por su llamativo colorido y el precioso ropón de seda celeste que le regaló Dari al enterarse de su historia, se ha vuelto realmente conocida como la " mensajera de la calígrafa". He revisado, más porque no quiero que Ellyse sufra otro disgusto que por dudas, pero tanto ella como Vaiti son escrupulosamente probos, aunque estoy bastante seguro que panaderos y queseros están engordándolos a ambos a marchas forzadas para que sus peticiones y solicitudes sean las primeras en las que Ellyse pose los ojos cada mañana.
La mayoría de las doncellas de Ellyse dieron noticia o se largaron directamente, lo que en verdad no me molestó, porque todas habían sido elegidas por Elliot: pero Vania tomó control de un modo eficiente que le ganó la simpatía del resto de los sirvientes, porque vaya que trabaja duro. Ellyse me comentó algo confusa que su cama parecía más blanda, que súbitamente su cuarto estaba alfombrado y que habían aparecido túnicas de verano como hongos en su armario: cuando di una ojeada, ciertamente su cuarto ya no parecía un purgatorio por algo. Yo seguía ocupándome de sus comidas y de pastorearla para que descansara, pero Vania era un gran apoyo, aunque por Tyr, qué mujer tan mandona para ser tan chiquita y esmirriada. No tengo idea de porqué hay tan poco espacio en su cabeza entre el “ quiero hacer” y “voy a hacer” pero no parece que nunca haya un “ debería hacer?”. Con decir que un día Ellyse bajó con el pelo suelto, y tan aireado y brillante que cuando me quedé mirándolo, ella se encogió de hombros y se vio algo azorada.
- Vania insistió en ponerme unos aceites y me bañó como si tuviera cinco años. Y luego me peinó y me puso lazos. Me da miedo discutirle…- agregó con una risa. Olía maravilloso, no a gardenias solamente, sino a algo dulce… caramelo, tal vez. Tuve que forzarme a ignorarlo.
En esos días de paz, la serenidad de saber que el Santo Padre sabe que la amo y no me lo reprocha calma las angustias de mi corazón. Puedo amarla, lo he decidido, con honor y sin vergüenza, y servirla honestamente, porque sé que cualquier otra cosa es… imposible. Me tiene afecto y confía en mí: me distingue con una ternura que no he visto que le ofrezca a nadie excepto Arles. En estos días lentos y soleados me encuentro en un pequeño cielo, en donde no me importaría nada quedarme para siempre: un verano eterno, en que el castillo resuena vacío y tibio, conozco a todo el mundo, y ella, ella está contenta en su oficina, sana y salva, bebiendo jugo de frutas conmigo por la mañana y aceptando té conmigo por la tarde, a solas, leyendo cartas o discutiendo las nimiedades de cada día. Cada mañana amanezco con una paz tan grande que el corazón parece latir más lento en contentamiento: y si alguna noche sueño algo atrevido, o recuerdo el contacto de su cuerpo en mis brazos esa mañana de lluvia en la cueva de Jermaine, lo acepto como un regalo de Tyr y no me culpo por ello. Ella está segura a mi lado como en un templo, y sus ojos me dicen que lo sabe.
Todo lo que pido es que este verano no acabe…
Vania le ayuda con una túnica lila y Vaiti nos recomienda una nueva tienda de masitas en las afueras. Es plena tarde cuando salimos, pero ninguno ha almorzado, y ella insiste en sacar a Voisir y su nuevo caballo, una yeguita esbelta que le mandó Davim de regalo, que se llama Lis y supuestamente es descendiente del famoso potro de las canciones.
Cuando leí en una carta de Arles que Elliot trató de negociar con Davim por carta ofreciéndole la mano de Ellyse a cambio de su ayuda para derrocar a Dario, al mismo tiempo que se la ofrecía a Antyan, me indigné: pero Arles procedió a contarme que Davim le envió una larga nota diciéndole que él no necesitaba que ningún familiar le vendiera a la mujer que quisiera, que ellas se arrojaban sobre su pene solitas, muchas gracias. Con una impresión en tinta de su órgano, para que lo apreciara. Francamente, lloré de risa.
La capital se ve… ocupada, pero no frenética: el calor del verano ha enlentecido todo. Ellyse se ha puesto una gasa en los cabellos, pero la gente la identifica al reconocerme a mí: y hay muchos “ Buenas tardes, Cler! Buenas tardes, Milady!” y sombreros quitados, reverencias. Vania no ha sido nada discreta en decirles quién firma sus órdenes de pago, supongo: yo me hincho de orgullo como un sapo a su lado. Cuando llegamos a la tiendita prometida, que tiene mesas y sillas, hay gente que se ofrece a vigilar nuestros caballos, y que ayudan a Ellyse a desmontar: cuando entramos, me quedo un poco desconcertado.
Es una tienda de comida albionita. No que nuestra región tenga lo que llamarías una cocina típica, Tyr sabe que con comer la mayoría se siente más que pagado, lo que sea, pero Ellyse está tan radiante que es imposible que no lo haya planeado.
- Esto es…?-
- La única en todo Haender.- me dice ella.- Vamos, cuéntame que es todo esto, quiero probarlo…-
Nunca dejaría pasar una oportunidad de meterle comida, y la simpática albionita que atiende, una mujer alta y canosa por la edad muy sonriente, se deshace en amabilidades y nos sirve lo mejor que comería alguien con medios en Albion: pan de trigo delgado con queso y carne, salsa de raíz verde con hojas secas y fritas en el bol, y una taza de caldo de melaza con masitas fritas dentro. Ellyse prueba todo, pero no deja de mirarme, y al fin bajo mi sándwich.
- Porqué planeaste esto?-
- Todo el mundo ha recibido bonos, sus sueldos corregidos, mejoras en su cargo, atenciones… Dario se ha ido de vacaciones, todos los nobles… hasta Elliot está disfrutando nuestra biblioteca.- me dice, dando un sorbo a la sidra albionita, que es bastante fuerte.- Y tú… no has parado de trabajar. Me pareció injusto. Tyr se enfadaría conmigo.- me dice, bromeando.- Así que quería al menos una comida que te gustara… no sé qué más darte, Conrad. No pides nada, nunca, no quieres nada que esté en mi mano de darte, y eso… me frustra. Necesito que sepas lo mucho, que yo…- Ellyse suspira.- Lo mucho que te aprecio. Salvaste la península, me salvaste a mí, a Jorgen, a Vania y Vaiti… no sé cómo más premiarte.-
Oh, Tyr, Albión, y misericordia. Yo hablando como un idiota de lo perfectamente bien que estoy con quererla como la quiero en silencio, y unas pocas frases suyas me hacen tener ganas de saltar sobre la mesa y comérmela salpicada de la salsa de melaza. Hay una docena de cosas que consideraría el premio de mi vida, ninguna decente, y cada vez que me sonríe con esa ternura, sus ojos en los míos, siento que cuelgo de un abismo y se me resbalan las manos. Le ruego a Tyr desesperadamente por un poco de cordura: se me humedecen los ojos, y me trago la sidra al seco antes de ser capaz de hablar.
- Se podría decir exactamente lo mismo de ti y no he visto a Dario darte ni las gracias. Debería honrarte como a nadie por la paz en la península, y también por ordenar ese despelote que tenían ahora.- suspiro, aferrándome a mi irritación por eso.
- Éste es mi premio.- me dice ella, pero se ve sospechosamente conmovida mientras muerde con ganas una masita.
- Cómete la carne antes de los dulces, no creas que no te veo…-
- Algún día, quiero que me pidas algo. En Mittani existe algo llamado… el “ favor de toda la vida”. Algo que los caballeros de los señores pueden pedir, una vez, y su señor no puede negarse.- me dice, muy seria.- Quiero que lo pienses bien y cuando lo hayas decidido, me lo pidas, y yo encontraré cómo conseguirlo. Te lo prometo. Y no puede ser para otros, me has oído? Que ya sé cómo piensas, hombre exasperante!-
- Traer a Vania y Vaiti fue una gran idea, no critiques!-
- Te dieron de latigazos, nunca voy a perdonar eso…-
- Esos no eran latigazos, latigazos son cuando… ya, está bien, no digo nada, cómete ese pan antes que se enfríe, voy a pedir más…-
Thier ha dado un estirón y ha adquirido mucha más seguridad y prestancia en su elegante camisa y jubón veraniegos anaranjados y calzas beige: sé perfectamente quién ha aconsejado a Lester y convertido a Avyr en un figurín, tan elegantes cuando se fueron con la corte. Pero no parece molesto de no ir con ellos en su peregrinaje: nos lee las cartas del filósofo de Uvaine, Steffon, que está encargado de notificarnos los avances y necesidades reales ( porque Tyr no permita que Dario tenga que tomar una pluma) sin aparente envidia, echado abanicándose en la oficina, y nos enteramos que Dario y Dariella fueron recibidos y honrados por la Condesa Esther e Iryna: que fiestearon “ siete días y siete noches” antes de una ceremonia druida en la que ungieron a Dari y la iniciaron en los misterios de las Hijas de la Tierra, y aparentemente Iryna y ella se han hecho tan amigas que la vizcondesa seguirá viaje acompañándolos rumbo al sur cuando partan, tras dos semanas de jolgorio. Steffon menciona elegantemente que para los mayores de la caravana real, se ha dispuesto una casa de campo en donde descansar mientras los jóvenes, en donde menciona a Lester, se destruyen a fuerza de vino jionés.
- Si Lester se está portando así, Avyr debe haber perdido completamente la cabeza.- gimo con las manos en la cara, recostado en mi otomana favorita mientras Thier pliega las cartas.- Comprendo que debe participar junto a Dari, pero está para cuidarla, no para emborracharse!-
- Puede que Steffon exagere para encocorarte. Ya sabes el sentido del humor de los filósofos.- me consuela Ellyse, que ha estado contestando una carta de Jorgen, en donde le corrige un montón de ejercicios de lógica y retórica: le está enseñando lo mejor que puede a distancia, y el chico se está revelando tan dotado como para las armas. – Ahora se detendrán en la Torre del Aire… apuesto que perdona a Allyra. Pero no va a conseguir mucho con eso. El que él la perdone, no significa que el resto de la orden lo acepte. Nunca había habido semejante baldón sobre el honor de la Torre: la Madre de las Aves debe estar lívida. No envidio su destino, máxime cuando dudo mucho que Elliot se case con ella al final.-
- Pero…- digo yo incrédulo.- Ella arruinó su reputación, su carrera, su misma alma por él! No podría…- miro a la cara cínica de Thier, y la entristecida de Ellyse, y meneo la cabeza.- No se puede ser tan bastardo…-
- Para Elliot siempre hay un componente que él llama honor y yo llamo ansias de poder.- suspira Ellyse. – Allyra le era deseable cuando le sumaba, no cuando le restaba, por honesto que haya sido el cariño que le tuviera. Espero de todo corazón equivocarme, pero…-
- Si Dario la perdona, aunque la despidan de su misión, no le faltarán nobles ansiosos de recibirla. Sigue siendo una Hija del Aire aún en desgracia, y además es tan bella…- dice Thier con tanta calurosa admiración que Ellyse y yo intercambiamos una mirada.
- La viste reunirse con Elliot?-
- Sí. Y nadie pensó nada raro, como mandabas tantas cartas todos asumían que le escribías a Elliot con indicaciones…- dice Thier abriendo las manos en un gesto impotente.- Suponían que eran cosas importantes, y como ella incluso se encerraba con él…- Thier se detiene y parpadea.- por Uvaine que somos todos idiotas.-
- Nunca me dijiste cómo adivinaste… bueno, todo.- le digo a Ellyse intrigado. – No sé en qué momento…-
- Tú me diste la pista final.- me dice ella, sellando la carta para Jorgen con su anillo de sello, y mostrándomelo.- Pero no fue tan listo como lo haces sonar. Llevo años sabiendo del rencor de Elliot, lo he oído discutiendo que tiene más sangre real que Dario… y desde hace como un año que ha estado muy callado y resentido. Varias veces hablé el tema con su Majestad… pero Dario no podía aceptar que un hijo de nuestro padre pudiera ser problemático. Creí que dejarle más tareas al irme, más responsabilidad era una buena idea, pero claramente eso llegó muy tarde.- suspira, y me muestra la carta a Jorgen.- Esta fue la primera pista que me intrigó: había un montón de restos de lacre celeste de sello en el papelero de Antyan. Yo sólo le había enviado tres cartas, y era el celeste D’Arzach, un tono muy especial Pensé que quizás había puesto demasiado sello, pero no me cuadraba, y nadie más usa ese color, el lacre es específico de cada noble. Después, Antyan empezó a actuar con ciertas libertades que yo nunca le he dado, con una seguridad que no… bueno, no había nada en nuestra relación que sugiriera esa actitud, y desestimó todo lo que le explicaba sobre la política de la Península, como si supiera que eso iba a cambiar. Era irrespetuoso en comentarios sobre Dario, lo oí repetir frases crueles que le he oído a Elliot sobre él… pero estaba tan preocupada por Jermaine y nuestra entrevista con el Santo Padre que no caía. No fue hasta que dijiste que habías visto una Hija del Aire que todo tuvo sentido de repente. Las Hijas del Aire no vuelan por cualquiera, y si había una carta de esa importancia, la única posibilidad para que Antyan me la ocultara… - se encoge de hombros.- Supe. No me gustó, pero supe.-
- Lo siento, Ellyse.- musito. Sé que lo de Elliot se ha dolido, aunque aparente estar bien con ello.
- Dario lo perdonará eventualmente, supongo…- dice Thier con un bufido.- pensemos en cosas más alegres. Ayer vi entrar un cargamento enorme de arenques de Degan: la gente ya se está preparando para el solsticio, voy a suponer que el castillo participará…-
- Se lo he encargado a Kelvyn.- le dice Ellyse, su risa interna de cara de palo chispeando en sus ojos.- No te imaginaba disfrutando los juegos de los campesinos…-
Thier hace un sonido de disgusto: es muy presumido. Lo que es yo, voy a ir a mirar, y arrastraré a Ellyse como sea.
- Edvar ha amenazado con venir, si alcanza después de que Dario visite Gaol Ethel.- me dice ella pocos días luego. Desde la ventana de su oficina se ve ya el río atiborrado de barcas decoradas, grandes y pequeñas, y hay banderines tendidos en todas las calles: ha habido una trifulca en que tuve que ayudar cuando Kelvyn tuvo que explicarle a unos mercaderes que decorar sus tiendas de MADERA con tela EMBREADA, vender VELAS y poner BANDERAS DE PAPEL por todas partes al lado de las TIENDAS DE SALCHICHAS ASADAS era literalmente pedirle a los dioses acabar con sus salchichas bien asadas: definitivamente historias y canciones me han hecho una reputación sumamente inmerecida, porque me vieron, desarmaron su puesto y lo armaron a un metro del río sin un alegato más. En las cartas de Albion, Ferdinand me ha dicho que Wolfang y Bertram planean hacer equipo para darme una paliza cuando vuelva, para que no me empiece a creer mis propias alabanzas. Todo de la forma más altruista, porque el orgullo es pecado. Me los imagino asintiendo santurronamente diciendo eso, al trío de bastardos.
Pero las decoraciones multicolores y los grandes lazos de papel blanco que se ponen en todas partes, además de montones de girasoles y flores amarillas, que son el símbolo del solsticio, se ven muy bonitas en verdad. Faltan una semana para la noche especial, pero ya han empezado a cantar por las noches y vender la comida típica. En la celebración del solsticio, la noche más breve del año, se baila toda la noche y se brinda al amanecer: y es de buena suerte hacer un trueque al menos durante la fiesta, doce si quieres un año realmente bueno. Los tenderos han cargado sus puestos y sus vitrinas, hay mercaderes de toda la península y viajeros llegando, docenas de bardos… sí, va a ser maravilloso.
El islote también se está preparando, lo que tiene bastante revolucionada a la población, ehm… de tipo masculino. Se rumorea sobre nuevas prácticas y debutantes, y aunque me entero con un poco de espanto de que Ellyse también recibe los impuestos, ordena los pagos de colaterales y hace mantener las calles y espacios públicos del islote, he tratado de mantenerla a salvo de lo más soez de los comentarios. No ayuda que los guardias no hablen de otra cosa que de los precios especiales y de los dos por uno que Thier tiene que explicarme y que me dejan bastante asombrado. De verdad una chica puede dilatarse tanto No le dolerá, vaya?
Arles llegará ese día, y sin duda va a tener mucho que hablar con Ellyse. Anhelo verlo, pero luego, cuando estén entretenidos juntos… si tengo la oportunidad, he decidido que me disfrazaré e iré al islote tan privadamente como pueda. Entre el montón de visitantes quizá pase desapercibido, y encontraré cómo ocuparme … de mis necesidades. Mis sueños están pasando la barrera de lo que considero aceptable, y algunos ensueños me han sorprendido aquí en la otomana, dormitando en plena tarde, a metros de ella… no, es irrespetuoso, insultante. Me ocuparé del asunto, y una vez haya perdido esta tensión, seguro que podré volver a servirla con la cabeza limpia como corresponde. Lo único que me inquieta es que a veces Vania me mira largamente, y puede ser mi conciencia culpable, pero tengo la vaga idea de que sospecha algo. No ha dicho nada, pero tengo esa paranoia, típica de una mente culpable.
Es Vaiti quien me ha ido a comprar unas calzas y camisa de campesino, que he sumado a mi notable cantidad de vestuario. Con otro paquete que me ha enviado el Lord Murat, tengo veinte veces más elecciones de las que tenía en la abadía, en donde todos teníamos “ la ropa de diario, la de fiesta, y el otro traje”. Tengo tantas cosas como un Lord: el clérigo simple que solía ser parece estar muy lejos. Rezo con sentimiento para no volverme un idiota presumido, pero no negaré que estoy muy entusiasmado con lucir una de las túnicas de gala que me envió el Lord Murat para el solsticio. Como Vania ha hablado de poner a Ellyse muy elegante, quiero estar a la altura para escoltarla y que se divierta. Es roja: nunca en mi vida he tenido una prenda de ropa roja. Bueno, una vez sangré tanto…
- Lord Conrad, una palabra…- me dice Vania, asomándose a la oficina esa mañana mientras yo esperaba a Ellyse con el desayuno.- La Dama no bajará. Deme la bandeja para llevársela, por favor.-
- Qué?- digo asombrado. Ellyse nunca ha fallado en bajar en meses, aunque sea unas horas, a la oficina: es como un rayo en un cielo despejado.- Ocurre algo?-
- No se siente bien.- me dice Vania, y hay un deje de preocupación en sus ojos oscuros.- Quise llamar al físico, pero me dijo que sólo quería dormir un poco más.-
La alarma que esto provoca manda todas mis ganas de celebración de paseo. Le entrego la bandeja y bajo a buscar a Sal, porque quiero que esté enterado: le pido un reconstituyente, y luego rondo hasta el mediodía, en que toco la puerta del cuarto.
- Ellyse?-
Está acostada: se ve pálida. Será un problema femenino? Tendrá suficiente de esas hierbas que hacen té las mujeres para sus molestias? Seguro que Vania ya le ha preguntado…
- Hay alguien esperándome?- me dice, y tose, apoyándose en los codos. La bandeja del desayuno está intacta en el escritorio: tomo el jugo de frutas y el reconstituyente, y al ver la botellita ella hace una mueca.
- Sí, yo.- digo atrayendo una silla. – Qué ha pasado?-
- Sólo… dormí mal.- dice ella, dándole un sorbo al jugo y tosiendo de nuevo.- me dolía la cabeza. No es nada más que eso, no tenías que preocuparte…-
- Tenías fiebre?-
- Puede ser. Me sentía rara, pero se pasó ahora…- me dice, acabando el jugo e intentando dejar la botellita en el velador.
La tomo y se la entrego de nuevo. Me mira con exasperación.
- Me mejoro de la cabeza y quieres lograr que me descomponga.-
- No me muevo de aquí hasta que te lo tomes.-
Se lo toma. Hace otra mueca. Le ofrezco un puñado de esas frutitas traslúcidas, y ella sujeta mi mano y se come una directo de mis dedos.
Oh, al CARAJO. Islote, ahí voy.
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Arles llega al anochecer, y Ellyse parece perfectamente normal, arreglada por Vania para esperarlo con un vestido verde claro y chignon. Vania me mira alarmadísima cuando Arles desmonta a la carrera en pleno patio, extremadamente escandaloso con nuevas trenzas de colores, veste azul brillante y ropas amarillas, collares y abalorios, y con un chillido los dos se abrazan y él la gira en el aire como un héroe romántico entre risas. Ella le echa los brazos al cuello y se quedan pegados, susurrando, meciéndose en la mitad del patio. Lo envidio, pero me alegra verlo: está perfectamente recuperado, tostado y saludable.
- Son amigos.- le digo a Vania, que se ha puesto ambas manos en la cintura y me enarca ambas cejas.
- Mi señorita con un bardo itinerante?!-
- Son amigos, sólo eso. No hay nada de lo que preocuparse.-
- Mmmn.- me dice ella cruzando sus largos brazos morenos. Supongo que como Vidan, no puede sustraerse de la desconfianza por la herencia mezclada de Arles: no le hemos dicho nada sobre Alain, pero ella parece tan perceptiva que tengo curiosidad de ver cómo reacciona cuando el tipo regrese, si intenta volver a acercarse a Ellyse. Pero por ahora ellos dos están meciéndose abrazados, las narices juntas, y siento una alegría enorme de ver al chico bien y a Ellyse tan contenta.
- A que estoy precioso?- me dice al fin Arles yendo a hacer un giro delante de mí, antes de abrazarme. Con sus nuevas ropas que añaden el imperial a sus estilos, mechas cortadas en sus cabellos mezclándose con trenzas teñidas de verde, azul y rojo, y brillante delineador azul en sus ojos castaños. También lleva un gran arete enjoyado con plumas colgando, y la piedra que le regaló Dari en el pecho: cuando lo rodeo con los brazos, su cuerpo está sólido y firme.
La de locuras que habrá hecho en el Imperio…
- Cómo estás tan guapo, Conrad? Y qué has hecho con mi Ellyse, que por fin se está arreglando, saboreé carmín…- me dice, sotto voce.- Es cosa tuya?-
- Agradece a la señorita Vania.- le digo, presentándola, a lo que él hace un barrido con su sombrero emplumado y una brillante sonrisa, que tiene el efecto de que Vania doble su arriscada de nariz.
- El bardo Arles de la Tour, para servirla!- dice con gran elegancia, para luego soltarme en voz alta cuando subimos las escaleras rumbo a la Torre.- Esta es tu mujer, entonces? Haber sabido que te gustábamos los Vidan…-
Diez minutos y ya tengo que darle un soségate. Misericordia.
Los escolto después de un té y de que Arles vacíe una alforja enorme que traía cargada de regalos para los dos, de parte de Davim. Hay una caja de música preciosa para Ellyse, unas sedas estampadas y un ábaco matemático muy complicado que la ponen muy contenta: pero me sorprendo cuando para mí hay unos metros de seda purísima gris plata, y un cinturón con funda de algún tipo de hilo negro que atrapa la luz al moverse.
- No está enojado contigo.- me dice mientras Ellyse y Vania admiran las sedas, y se las prueban, pensando en vestidos: Ellyse ya le ha regalado a Vania su favorita.
– Me costó un poco convencerlo, pero ahora entiende que si él no logró secuestrar ni hacerle nada a Ellyse contigo en medio, nadie lo logrará, y que hasta que ella no decida quedarse con él, tú no dejarás que nadie más la seduzca. Ahora está muy apreciativo contigo y le cuenta a todo el mundo que eres el mejor espadachín de la Península y que si quieren ser algo, vengan a desafiarte…-
- Pero por Tyr…-
Arles se ríe malvadamente. Ellyse ya le ha hecho el resumen de nuestras aventuras, pero cuando elaboro con lo de Degan, se tensa. Puedo sentir su preocupación por ella, y se lo agradezco.
- Tú y yo nos vamos a tomar un trago en algún momento.- me dice, con asombrosa seriedad.- Pero hoy puedes darte la noche libre, tu Dama y yo vamos a ir a probar todo lo que haya pre solsticio, que mañana seguro voy a estar cantando toda la noche…!- acaba riendo.
- No la metas en problemas!-
Arles me alza una ceja sarcástica.- me dices eso después de casi matarla con una avalancha y una rebelión?-
- No es…-
- Davim te mandó otra cosa.- dice buscando en sus bolsillos, y sacando una bolsita de seda, que contiene una pulsera de mujer. La miro sin entender: es un bello trabajo de piedras semipreciosas, seda, metal y lo que parece un medallón de oro al centro.- Es un brazal de baile, muy avaluado por las damas imperiales. Davim opina que no hay nada como las cortesanas imperiales, y diablos, concurro…- me dice con un guiño admirativo.- Digo que si te daban ganas, con esto ni la más encopetada dama de pago del islote iba a decirte que no. Así que te dieras el gusto… como se pudiera, considerado…-
Lo miro con exasperación, pero luego él se ve sorprendido al verme guardar la pulsera.
- No le has aclarado esa idea errada que tiene sobre mí? Te costaba mucho?-
- No. Me divierte tu cara cada vez que sale esa historia. Cuando se entere de la verdad va a ser tan épico.-
-… no me sorprende que tú y Ellyse sean tan amigos…-
El caballero Ulster me ronda cuando preparo nuestro carro, y a Toronja y Lima, para sacar al par de paseo: Vania ha mostrado total desinterés en la diversión, y ha dejado a Vaiti juntándose con otros niños del pueblo.
- Oh, si hubiera dicho… que tenía una túnica tan bonita…- me elogia, con una falta de sinceridad que es obvia, creada totalmente por el encargo de Dari de atenderme.- le falta dinero para las diversiones, Cler Conrad? Mi familia tiene cuenta en algunos establecimientos, puede poner sus consumisiones a nuestro cargo…-
- Gracias, Lord Ulster. Tengo más que suficiente.-
El hombre se mesa las manos, trata de traerme otro par de riendas.- Esto podría hacerlo un palafrenero, le llamo uno…-
- No, Lord Ulster. Prefiero hacerlo yo, por seguridad.-
- Eso esté muy bien… muy encomiable…- continúa, nerviosamente.- Eh, Cler Conrad… he encargado que limpien sus habitaciones a fondo mientras sale, quizá necesita un lacayo además de ese… muchachito…-
- No, misericordia.- me río.- Lord Ulster, me basto para limpiar y ordenar mi cuarto yo, no necesito un lacayo. Paso mucho tiempo con la Dama, no necesito que me atiendan extra.-
- Pero…- para mi sorpresa, el viejecito se ve realmente inquieto.- Pero es que no he hecho nada por usted, y la princesa, la princesa dijo…-
- Dariella no va a molestarse con usted, ya ha sido muy atento. Si algo necesito, se lo diré.-
- Es que… necesito algo para demostrar que lo he cumplido! Si no…- balbuceo, y empiezo a inquietarme al ver que se le humedecen los ojos de angustia.- No he hecho nada y ya es final del verano, y si regresan y se enfadan…-
- Dari no va a enfadarse por una tontería así, Lord Ulster, por favor…-
- No entiende! Dynnata está empacando para huir, porque la Dama Ellyse está cada vez más delgada y pálida y no come las golosinas! Pero tengo a mi familia, no quiero huir, y usted tampoco acepta nada que le prepare…!- exclama con frustración, para luego verse espantado de haberme revelado esto.
- Pero cómo que va a huir esa doncella? – exclamo al fin alarmándome de verdad.- Pero qué creen que les va a hacer la princesa si no nos… “ dan en el gusto”, misericordia?-
Lord Ulster se ve realmente asustado.- Por favor, no diga que yo le dije…!-
- Hable, mi Lord. Es lo más importante que puede hacer por mí.-
- No es la princesa, es su tutora… Sett Sehayanka. Ella y su marido son muy… estrictos. Las niñas de compañía no les duran nada a la princesa porque les pegan, y dicen… bueno, dicen que un lacayo que le derramó algo a la princesa… desapareció. Y que el Lord Alain a veces se encierra con las doncellas que no le gustan y ellas se tienen que ir… y si hacen magia mala, del Imperio? Y si le hacen algo a mis hijas?
No puedo imaginarme a Dari haciendo algo así, pero ciertamente lo creo de Alain. La tranquila brutalidad de Davim y su desprecio de los consentimientos también me viene a la memoria: no es raro que les teman. Pero la idea de este viejecito tratando de contentarme por temor me enoja de verdad.
- Lord Ulster.- le digo con tanta firmeza como puedo.- Usted y la señorita Dinnata sirven a la casa de la Dama Ellyse en este momento, y por muy princesa que sea Dariella, Ellyse tiene mucha más influencia con el rey que los asistentes de la princesa. Resolveremos esos rumores cuando regresen sin mencionar su nombre, pero por favor tranquilice a la doncella y cálmese usted. La Dama no permitiría que nada les sucediera, ni yo.-
El anciano casi se echa a llorar. Por Tyr, que pánico que les tienen a los Imperiales! Tengo que hablar esto con Ellyse, pero lo último que quiero es que piense en Alain!
Dejo a Arles y a Ellyse cada uno con una enorme naranja confitada, ambos ensuciándose como niños pequeños, en el barrio más lleno de luces y banderas esa noche: hemos comido y bebido a gusto, y Arles ha arrastrado a mi Ellyse en una danza regional muy coqueta, bailando y cantando con un entusiasmo que atrajo todas las miradas y francamente no deja dudas de la recuperación de sus pulmones. Qué feliz la pone, por Tyr. Por algún motivo, verla reír en sus brazos no me da ni envidia ni alarma…
Me prometen volverse al castillo antes de que se ponga la luna, y poniéndome un pañuelo en el pelo, me dirijo al islote, a pie. Misericordia, está atiborrado: se ve que hay espectáculos, libaciones de alcohol, hasta un poco de teatro callejero… y en los establecimientos, muchos con sus pequeños balcones de madera iluminados, bellas muchachas con el pecho descubierto hacen bailes e invitan a los transeúntes. Me siento bastante absurdo con la pulsera de Davim en el bolsillo y mi bolsita de monedas en el otro, haciendo fila para dar mi nombre al guardia de la entrada al islote: pero el guardia se ve tan aburrido que ni mira a las chicas y le está dando empanadas de carne a su perro de compañía cuando me anota y me deja pasar.
No tengo idea cómo uno pregunta adónde se va en busca de una chica de pago. En Albion hay sólo un par de lugares para eso, y todo el mundo las conoce: aquí parece que hubiera medio centenar de casas, y no tengo idea cómo distinguir… cómo se elige esto? Camino hasta que vea una que me guste? Esto es tan extraño…
Por lo que veo, las casas de chicas, repartidas entre los restaurantes, teatros y bares, se identifican por sus banderas rosadas dobles enfrente, las cuales… oh. Claro que tienen una forma sugestiva. Cada casa se ve iluminada y atiborrada de gente: hay filas de hombres hasta la calle frente a cada bandera. La idea de ponerme a una de esas filas me disgusta intensamente, pero qué más se puede hacer? Pobres chicas. Ojalá las alimentes e hidraten, y las traten bien. Supongo que estarán acostumbradas, pero no me gustaba ni cuando llevaban toros para las vaquitas de la abadía, esto me parece aún más animal…
Al fin veo una casa con banderas rosadas, casi al borde del agua entre dos restaurantes, que no tiene fila. Inspiro y me hago el valor de entrar, aunque la verdad, la anticipación y los nervios me han casi borrado el interés que tenía: y enseguida entiendo porque está vacía. En vez de las bellas chicas jionesas, curvilíneas y de pelo rizado de las demás casas, deganesas con piel como leche y ojos azules, o las Vidan con su pelo negro y piel dorada, la docena de chicas que veo paseándose con poca ropa parecen ser de Jermaine, rubias lechosas y robustas, con pocas curvas. Aún así me parecen muy guapas, pero están en menor demanda, está claro.
Hay unos cuantos hombres charlando con ellas, y han servido vino: hay risas, comentarios. Se me acerca la dueña, que es una Vidan pequeña y tan mandona como Vania, y me mira de arriba abajo.
Quizá debí vestirme menos lujoso, quién sabe lo que me va a pedir…
La chica que me llama la atención al fin no es por su belleza o lo artísticamente que esté arreglada: hay muchas más llamativas. Pero lo que me intriga es que está sentada separada de las demás en una silla alta, rodeada de sillas vacías: claramente, ha sido la única aún no seleccionada por ninguno de los hombres que llenan el lugar. Puedo ver el sonrojo de la mortificación en su cara cuando unos hombres que entran conmigo le echan una mirada y se sientan a esperar que se desocupe otra: y eso me irrita, porque la chica parece albionita.
He oído suficientes chistes sobre que los albionitas somos los más grandes y huesudos del continente, y que tenemos cara de caballo: pero las mujeres albionitas son muy avaluadas en nuestro condado, simplemente porque no son muchas y porque son sumamente hábiles. Una esposa albionita es indispensable para un hombre allá, porque si pretende trabajar la tierra, necesita una esposa en su casa: mientras ellos laboran de sol a sol, las mujeres crían los niños, cosen, tejen, bordan, lavan, cocinan, cuidan enfermos y ancianos, crían animales, hacen pociones, crean redes de trueque, y en caso de necesidad, cazan y aran... la lista es infinita. Una esposa robusta con buena salud y manos gastadas es un ideal allá: pero aquí, la chica maciza con el pelo del castaño cenizo ( la leyenda que es de tanto vivir bajo cielos nublados) típico albionita y ojos grises no llama la atención. La verdad se ve bastante incómoda con un vestido amarillo con cortes y escotes que no le sientan nada.
- Eres de Albión?- le digo, acercándome. La chica me mira, veo el reconocimiento en sus ojos, un poco de alivio, y también una dosis no menor de miedo.
- Sí, señor Cler...- me dice tímidamente, bajando la vista. Creo que piensa que vengo a enrostrarle en cara su profesión, pobrecita!
- me llamo Conrad.- le digo sentándome.- Si no estás ocupada y no te molesta... mira, no sé cómo se hace esto aquí, pero me gustaría contratarte por la noche. Está bien?-
- Sí! Por favor!- dice ella, y luego se sonroja violentamente.- No, no es así, tengo que... debería besarte, darte una agarrada y luego mandarte con la dueña...- balbucea, como tratando de recordar lecciones recientemente aprendidas. Oh, misericordia, es tan novata en esto como yo.
- Cómo fue que llegaste... no importa. Hablo con la dueña y vengo.- digo, levantándome. La mujer Vidan es muy directa y simple: por la mitad de los galeones que le ofrezco, puedo quedarme con ella toda la noche, me dan cena y desayuno, me atiende en un baño y puedo hacerle lo que se me antoje.
- Todo lo que quiera.- me dice la dueña con un mohín que no me gusta nada.- Por eso las elegimos grandotas y tenemos un físico...-
Nup, no me gusta nada. La chica me está esperando para llevarme escaleras arriba: apenas camina con unas diminutas absurdas chinelas de tacón. El cuarto es decente, pero triste en su absoluta falta de personalidad: no puedo menos que encontrar todo esto muy deprimente. De verdad la mayoría de los hombres se entusiasman con esto? No recuerdo que me pareciera así cuando era adolescente. Quizás ya he visto demasiado, no lo sé. Ella me muestra la cama, la mesita con dos sillas y la tina de latón al fondo.
- Uhm, quieres... comer o bañarte o... lo otro primero...?- me dice torpemente. Me imagino que mi cara dice lo poco entusiasta que me siento, porque se ve tan angustiada que me recuerda al caballero Ulster.- Por favor, sé que hago todo mal pero no te vayas... haré lo que quieras, soy muy resistente, pero por favor, si te vas me echarán...-
- Tienes que pagar una cuota o algo así?- le pregunto, y ella me sirve apresuradamente vino cuando me siento a la mesa.- Cómo te llamas, y cómo llegaste a la capital?-
- Ehm... Lirio...- baja la vista.- Me pusieron Lirio pero en verdad me llamo Fredda. Me... me escapé de la granja cuando murieron mis padres y la tomaron unos tíos que me hacían trabajar mucho. Me enamoré de un vendedor ambulante y él me trajo acá y me puso en esta casa, con la señora Jacinta...-
Oh, pobre Fredda. Habrá sido una chiquilla. Un rudo despertar, y ya ha pagado su desobediencia con creces. Seguro esto es mucho peor que trabajar en la granja.
- y te gusta aquí?-
- No, pero no puedo volver hasta que pague lo que debo.- me dice tristemente: se le ha corrido el abundante maquillaje.- casi todas las chicas pagan su manutención y adornos y ropa y les sobra dinero para ahorrar y golosinas, pero yo estoy muy atrasada... no... no soy del gusto de los hombres de acá. Pensé que tal vez con las fiestas habrían más, con gustos diferentes...-
Misericordia.
- Comamos algo.-
- Claro, no quería aburrirte con mis quejas, te traigo la cena enseguida, hay un guiso bueno...!- exclama, casi corriendo de la habitación. Yo suspiro, me quito las botas y reviso mis finanzas, porque ésto no va a ser barato y de verdad que no puedo ir con esta historia a Ellyse, definitivamente.
Aunque tengo una idea.
Como con ella: es obvio que tiene hambre, así que la incito a comerse la mayor parte. Luego le pido que se lave bien la cara y se ponga algo cómodo: lo hace sin ninguna vergüenza, y es tanto más bonita con la melena suelta, la cara limpia y una simple túnica rosa. Lo trágico es que en Albión, habría sido llamada una belleza, con su figura fuerte y sana, su gran sonrisa blanca y abundante cabello.
Insiste en que me bañe: me imagino lo que ha tenido que aguantar, para esa insistencia. Intenta lavarme el cabello: como sea, es más agradable que en Mittani, ciertamente. Cuando me toca íntimamente, le sonrío, pero retengo su mano.
- Tienes unas tijeras?-
- Te gusta... cortarme?- dice ella con desmayo. El horror en sus ojitos, misericordia. Si ya no lo hubiera decidido, en ese momento habría sabido que la sacaré de aquí.
- No, querida. Me preguntaba si sabes cortar pelo. Está muy largo y me da calor.-
- Soy muy buena! Le cortaba el pelo a todos los hombres en mi familia!-
No miente: cuando me corta la melena húmeda sin apenas rozarme las orejas, lo hace con habilidad y cuidado, Cuando acaba, me presta su espejito, y veo que me ha hecho el mismo corte que solía hacerme Ferdinand, liberando mi cuello.
- Quieres… acostarte ya?- me dice ella, tímidamente sacándome algún mechoncito pegado al cuello. No puedo evitar pensar en lo feliz que quizás habría sido ella haciendo esto por un esposo en Albión: no logro dejar de pensar en cómo se sentiría sentir las manos de Ellyse así, en mi cuello y me estremezco. Creo que ella malentiende ese estremecimiento, y retrocediendo, se sienta en la cama, se quita la túnica, y me espera, dócilmente.
La simple idea de Ellyse tocándome me eriza de un modo que toda su desnudez, hermosa como es a mis ojos tendida en la cama, no logra. Me he vuelto un aristócrata engreído que sólo se entusiasma con piel de leche y manos de alabastro manchadas de tinta? Que ya no aprecia la solidez cálida de Fredda, lo cálida que se sentiría abrazada en las noches lluviosas de Albión, y desea en cambio la cascada de seda fría de mi Ellyse?
Soy un idiota. Me niego lo poco que puedo tener por lo que jamás tendré, pero mi cuerpo no oye razones, y cuando me tiendo junto a Fredda, que me abraza, la retengo cuando intenta iniciar algo que no va a salir bien.
- No, está bien. Estoy muy cansado. La cena, el baño y el corte de pelo estuvieron muy bien.- le digo, y ella apoya su mentón suave en mi hombro, su cuerpo desnudo como una manta cálida contra el mío. Por un minuto me imagino lo que sería haber sido un simple campesino, haberme casado, dormir así noche tras noche bajo un techo de piedra y césped, una familia dormida a mi alrededor…
No, Tyr es sabio. Si hubiera sido así, nunca habría conocido a Ellyse.
- Ella es muy bonita?- me dice Fredda después de apagar la vela, su pecho contra mi espalda. No sé cómo sabe, pero qué liberación es poder hablar por fin de lo que siento.
- Mucho.-
- Cómo es?-
Es probable que la reconozca si la describo. Basta con que averigue mi nombre: hay muy pocos clérigos albionitas en la capital, vaya. Pero estoy muy cansado de repente, y me siento muy triste.
- Su pelo es como la primera lana del invierno, blanca y sedosa. Y sus ojos son como el cristal en los lagos congelados, grises y profundos… y hay mucho en ella que es como esos lagos congelados en las montañas. Pero a veces… sólo a veces, cuando la tengo cerca, es como una de esas lámparas de porcelana iluminadas por dentro, tan suaves y cálidas, y tan frágiles que todo lo que quiero es protegerla…-
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Lord Ulster casi se muere del alivio cuando lo saco de la cama a la mañana siguiente, mientras Arles y Ellyse desayunan entre bromas y bostezos, con indicaciones de pagar, rescatar, educar y preparar como doncella de mano a una prostituta llamada Fredda del islote. Supongo que piensa que es mi amante, pero no vale la pena tratar de explicarle otra cosa: él y Dinnata se ocuparán de sacar a Fredda de ahí y educarla, y con suerte, podré mandarla de regreso a Albión cuando tengamos para comprarle una pequeña granja como dote, lo que la va a hacer muy popular entre hijos segundones. Ella volverá a su camino, y yo al mío.
Hoy es Solsticio, y no quiero pensar en mi fracaso de anoche, que al menos ayudará a Fredda: no quiero pensar en nada, excepto ver lo feliz que está Ellyse al ver el éxito del festival, lo libre que se permite ser con Arles, el modo en que los dos se abalanzan cuando encuentran un carro que trae esos pastelitos de miel de árbol. Puedo oírla reír, puedo tomarla del brazo en las multitudes, la siento apoyarse en mí con total confianza cuando subimos al carro… no importa que nunca pueda besarla, acostarla en mis brazos, hacerle el amor. Tyr me ha puesto aquí, y tengo que ser feliz con lo que tengo, que no es poco.
- Arles, inténtalo!- dice ella, energizada por los pastelitos, en un puesto en donde arqueros prueban su suerte, con una anilla colgada muy alta en un árbol y flechas atadas con cordones de seda. Él no se hace de rogar, y ensarta un anillo tras otro, hasta ganarse el premio de una enorme pluma multicolor que añadir a su sombrero: según él, que “ ningún agujero esté a salvo de su puntería, no es ninguna coincidencia.”
Aún el público se ríe de sus agudezas cuando Ellyse ya me está arrastrando a otro puesto, en donde la competencia es de levantar unos pesados troncos. No soy el más fuerte de la abadía, ése era Bertram, pero supongo que puedo intentarlo: el premio son unos broches de ágata blanca, un par de gemelos muy bonitos para camisa.
Pero con sus ojos en mí, supongo que de algún sitio saco fuerza, y aunque sea tambaleándome un poco, levanto hasta el último tronco. La gente hace un escándalo loquísimo, y le alargo los broches a Ellyse.
- No!- me dice ella, sacudiendo la cabeza.- Los ganaste tú, se verán muy lindos en la veste negra…-
- Pero si los gané para ti.- protesto. Ellyse se sonroja, y su rostro se suaviza, el rosado dándole tanta calidez a su expresión.
- Entonces… uno cada uno.- me dice, prendiéndolo del cuello de su vestido verde de verano.- Es justo.-
Cuando lo prende en el bolsillo de mi pecho, en medio del jaleo, las risas, la alegría… no puedo mirar a otro sitio. No quiero mirar nada más, que tenerla tan cerca, mis manos cubriendo las suyas, sus ojos en los míos. Es un momento que me arrebata sin anuncio, sin defensa posible: el aroma de su pelo, ese dulzor extra que le puso Vania, el roce de su falda en mis piernas… todo, todo se confabula y me siento indefenso como una barca en el río, arrastrado inexorablemente. Mis dos manos han cubierto las suyas: la atraigo hacia mí, y no puedo evitarlo…
Un violín. Varios violines. Oigo la voz de Arles empezando una canción, coreado por muchos, y Tyr me da una hebra de cordura.
- Es una java jionesa, tú me la enseñaste…- le digo, llevándola entre exclamaciones a una pista improvisada. Hay suficientes parejas y suficiente descalabro y caos para que entre todos los bailarines pasemos más o menos desapercibidos mientras la hago dar vueltas, saltos, la levanto de la cintura, hago revolear su falda. Ella ríe, me da indicaciones, y a veces tropezamos con otros bailarines, pero a la luz de las lámparas de colores, todo parece parte de la diversión.
En un giro de la tercera pieza, sin embargo, ella pierde el paso, choca con mi pecho y empieza a toser. Tose hasta que le consigo una botella de agua: respira en grandes bocanadas que me asustan. La he hecho correr y practicar mucho más que este baile: qué está pasando? Es un resfrío, entonces?
- Ese dolor de cabeza, ahora tos… Ellyse, te has enfermado y no dijiste nada?- me irrito cuando nos sentamos aparte, en lo que recupera el aliento: Arles se nos ha unido, sus ojos muy preocupados.
- No quiero arruinar la diversión, estaba tan feliz…- dice ella, acariciando su prendedor de ágata, pero cuando le toco la frente, doy un respingo.
- Estás hirviendo!-
- Me dolía un poco…-
- Nos volvemos al castillo de inmediato.- dice Arles aún antes de que yo diga nada.- Te acuestas y ya.-
- Pero tú ibas a cantar!-
- Puedo cantar en lo que te duermes.- le dice Arles dulcemente, y su seguridad lo hace crecer mucho en mi estimación.- No recuerdas que Dari me prestó para ti como su caja de música? Crucé el mar para venir a cantarte a ti, es mi deber…-
- No digas esas cosas…- suspira ella, pero se va apoyada en él hasta el castillo, y no protesta cuando Vania la acuesta ni cuando yo le consigo poción analgésica, lo que me dice lo mal que se siente. Una vez que se duerme, muy rápido, y la arropo, me encuentro con Arles sirviendo dos copas de licor en el estudio, frente a los ventanales, para que podamos ver los fuegos artificiales.
- Te iba a decir que no me gustaba esa palidez incluso en pleno verano.- dice alargándome una copa: es el vino oasis imperial.- Sé que pasó todo el verano encerrada aquí con el despelote de Elliot, pero algo me parecía raro.-
- No me gusta esa tos, sonaba… muy profunda, como de sus pulmones.- digo sentándome a su lado con frustración.- me encargas cuidarla y el primer día la encuentras volando en fiebre…-
- No es algo que puedas derrotar a espadazos, señor Cler.- me dice con un suspiro.- Pero siempre he pensado que su salud iba a fallar de un modo u otro. El trabajo, la pena de Alain, la magia, y ese viaje que se dieron ustedes dos. Y justamente hoy, todos los físicos bailando borrachos en las plazas. –
- Seguro es sólo un resfrío. Buena comida, reposo, té de saúco, y se recuperará. Asumo que compraron todas las existencias de esos pasteles horribles, forzosamente toda esa miel ayudará.-
Arles sonríe, pero sus ojos se ven atribulados. – Me quedaré. Quiero verla de pie. Cuando la abracé la sentí… no sé. No más flaca, pero como si la piel estuviera más delgada, no sé cómo decirlo. – suspira, antes de calmarse a la fuerza.- Bueno. Si es serio, Davim nos mandará médicos del Imperio por docenas si hace falta. –
- La quiere de verdad.- murmuro, y Arles sonríe, con algo en su expresión.
- Sí. No malentiendas por su modo expansivo de gritar de los techos lo que opina el que no sea sincero. En el Imperio son así: sus vidas son a veces cortas y brutales, por lo que hacen un tema de honor el no guardarse nada, comer, beber y fiestear todo lo que pueden, pero también amar, mostrar cariño… creo que Dariella le hará mucho bien a la Península cuando sea reina.-
- Oí algo alarmante.- le digo, antes de repetirle la historia del caballero Ulster. Arles, para mi alarma, no se ve sorprendido.
- Ésa no es Dariella, por supuesto. Pero allá… su trato es muy clasista, y son muy apegados a su palabra. Si el Emperador da una orden, por imposible que sea, la cumples o mueres en el intento. Vi muchas cosas hermosas, pero también mucho horror. No es raro que Davim ame a Ellyse, Conrad, y no tiene que ver con su belleza. Es su bondad lo que lo enamoró, además de su inteligencia. Allá las mujeres están tan aterradas de ser reemplazadas en los harenes, o de perder prestigio, que son crueles entre ellas y con los sirvientes: aprendí un montón de canciones sobre envenenamientos y asesinatos en la cuna de rivales y sus hijos. No me sorprende que Sett Sehayanka tenga esa fama acá, y Alain…- Arles se muerde los labios, y se empina la copa, sirviéndose otra.
- Ellyse parece haberse olvidado de él.-
- No lo va a olvidar nunca.- me retrueca, y hay un odio intenso en sus ojos.- Allá escuché un poco más de la historia, y es obvio que sedujo a Sehayanka igual que a Ellyse porque quería ser un señor, dejar de ser pirata, y ella le ofrecía mejores prospectos que Ellyse, o al menos, era menos complicado. Acá iba a tener que pelear con Elliot y Dario y el baldón de que ella era tanto menor: allá, Sehayanka era viuda y se mandaba sola… fue una decisión netamente mercantilista. Se vendió como una puta. Y mientras él rodaba en divanes bordados de oro, Ellyse y yo llorábamos a mares por no encontrarlo y asumirlo muerto… años de nuestra vida perdidos esperándolo! Qué idiotas, por Hemma!- maldice, con auténtica cólera.- Ellyse rechazó hasta a Alaric Delaney cuando pudo casarse, tener una familia, o irse al campo como quería… -
- Y pensar que en el otoño vamos a tenerlo aquí. Estuvo tratando de acercarse, antes de que partiera con el rey.- musito. La cara de Arles se ensombrece.
- Que trate. Yo estaré aquí y no voy a permitirlo. Si intenta algo…- susurra.- No otra vez. Tan mal gusto que tengamos en los hombres, Ellyse y yo!-
Eh?
Oh.
Misericordia, qué lento soy.
- También contigo…?- murmuro delicadamente.
- Deberes del grumete. No que no los haya hecho con gusto, pero tenía catorce años…-
Oh, voy a matar a ese tipo!
Ellyse amanece mucho mejor, aunque Vania insiste en chales y tisanas: la vigilo, pero parece no ser más que un enfriamiento. Edvar aparece el día siguiente tras pasar la noche fiesteando en el Solsticio con sus lugartenientes, pero está exquisito con Ellyse: los dos pasean mucho del brazo por las terrazas, supongo que hablando de Elliot. Yo aprovecho de ir a ver a Fredda, que se ha hecho amiga de Dynnata, una chica con mucho buen sentido, y está tan agradecida que hasta me besa, pobrecilla: pero está bien instalada en la casa Ulster de la ciudad y aprendiendo muy bien nuevas habilidades: me elogian su diligencia y fortaleza, y el caballero Ulster está feliz de haber cumplido tan concretamente lo que Dari le encargó.
- Podemos arreglarle un cuarto especial, si quiere quedarse con ella esta noche, o por las tardes…- me dice guiñándome un ojo. Lo corregiría pero me lo pienso mejor: supongo que si creen que es mi amante, nadie se tomará libertades con ella, espero. Así que siento, me tomo un té con Fredda a puertas cerradas esa tarde, y descubro que siguiendo sus líneas familiares, es una pariente lejana de Bertram y Gertram. Ya me parecía familiar esa carita cuadrada.
- No tengo duda que sin usted, mi hermana ya se habría hecho matar una docena de veces.- me dice Edvar cuando al regreso lo encuentro en las caballerizas.- Tengo una deuda de gratitud con usted, Cler Conrad.-
Ha cargado sus alforjas: pensé que se quedaría.
- Cumplo con mi deber.- murmuro, desensillando a Voisir.- No se quedará?-
- No. Con la caída en desgracia de Elliot, tengo que darme una vuelta por nuestras tierras, tomar control de algunas cosas…- suspira.- No estoy cortado para ser un Lord, Conrad: soy un soldado. Nada me interesa menos que los campos de remolacha. Pero es injusto echarle más cosas encima a Ellyse.-
- Ha estado… delicada.- asiento. Edvar suspira.
- Por favor vigílela. Mi padre era igual. No sé a quién se le puede olvidar comer. Por Uvaine, el puñetazo que quiero darle a Elliot, que está de arresto cómodamente en la casa de campo! Con suerte se lo daré en persona, si alcanzo a pasar. Pero me voy más tranquilo, sabiendo que Ellyse te tiene, Conrad.- musita, y cuando me mira a los ojos, creo que quiere decirme algo, pero no sé qué es. Tras una pausa, añade.- A ver si Dario le da vacaciones cuando regrese en otoño. Podrías llevártela a ella, y a ese bardo de marras quizás, a nuestra casa en la frontera. Allí se demora un poco el verano, no está muy lejos de Gaol Volk y de Arthina, y estarían solos y tranquilos. Yo podría ir a verlos. Me avisan por carta, y les hago preparar la casa, yo me quedo allí a veces, es pequeña pero cómoda, si no te molesta atenderla…-
- Mi Dama me honra con apreciar mis preparaciones. En especial mi tortilla de champiñones.- le digo con orgullo. Edvar se echa a reír: tiene esa misma risa que hay en los ojos de Ellyse.
- Gracias, Conrad. Eres un buen hombre.- agrega, apretándome el hombro con su mano de guerrero. Lo enfatiza, y siento la forma en que trata de que capte sin equívocos su aprobación, pero no sé qué intenta decirme con eso. Como sea, lo agradezco.
La tercera vez que Ellyse cae enferma me asusto de verdad, porque se desploma delante de mí, en la oficina: un minuto estaba hablando, luego se apoya en el escritorio llevándose una mano a la cabeza, y un segundo luego es un montoncito de ropa en el suelo. Arde en fiebre. Corro con ella en brazos a su cuarto: casi llevo a Sal en vilo a verla, que se ve tan asustado como yo, pero a fuerza de pociones y fricciones con aceite de menta y alcanfor, conseguimos que le baje la fiebre por la noche y duerma bien. Su tos ha empeorado, y tiene los ojos irritados: cuando intenta levantarse, se mueve lento como una viejecita. Se me parte el corazón, y aunque ella lo achaca al extra trabajo que le está dando planear el regreso de Dario y Dari, que ya están en Degan con el Santo Padre tras sus días en Jermaine, Vania y yo nos miramos con franca aprensión. Esto no está bien, aunque Sal se da por satisfecho cuando al día siguiente está sin fiebre, sólo un poco de tos y debilidad.
- Va a usar esto, se lo conseguí en el mercado.- le dice Vania, sacando un cordón, con un colgante en forma de hoja verde y pequeñas perlas amarillas.- Y lo va a usar todo el tiempo. Lo conseguí con las druidas. A lo mejor alguna de las mujeres que quiere con Conrad la maldijo.- dice severamente mientras nos sirve el almuerzo. Ellyse, que sigue en su escritorio trabajando en la compra de pienso para los caballos de la caravana que llegará desde Degan, suspira pero no se opone. Voy a preguntar de qué mujeres está hablando, cuando noto que Ellyse, incluso enferma, ha prendido la ágata blanca en su túnica azul, y me derrito.
Es con temor que veo empezar a amarillear y caer las hojas: Dario anuncia su llegada directamente al gran festival de Megaria, lo que significa doble trabajo, pero Calvin regresa a sus deberes de mayordomo de la corte, y Thier y Kelvyn toman buena parte del trabajo práctico del regreso. Saben que Ellyse no está bien de salud, y nadie hace ningún comentario a que en las tardes la secuestre de su oficina, ponga a Toronja y Pomelo en nuestro carrito y la saque a dar una vuelta al sol. La llevo al río, a ver las barcas, a buscar cualquier cosita que se le antoje comprar: revisamos las obras en las reparaciones de una iglesia de Hemma, que se quemó en un matrimonio que se salió de control, chequeamos el avance en una nueva plaza en las afueras, incluso la reparación de los muelles en el islote… Ellyse se ve recuperada por las mañanas y normal por las tardes, pero cuando cae el sol, una debilidad se apodera de ella y me duele ver como busca disimularla, fingir que todo está bien cuando apenas se tiene de pie. En las tardes, cuando regresamos, me la llevo al balcón de una habitación vacía junto a su oficina, en donde instalo una otomana para ella, una silla para mí, y una mesita en donde apoyar té y alguno de su reserva de pastelitos. Cuando muerde uno y luego lo deja de lado, me alarmo de verdad.
Allí dormita un poco, abrigada, mirando el río, el paso de la gente del castillo, la entrada siempre llena a toda hora. Yo me quedo a su lado, y según avanza el otoño, por mucho que me engañe, veo la vida retroceder de su rostro. Con el sol parece irse el color de sus labios, el rosado de sus párpados: es un dibujo a tinta de la mujer que dorada y vigorosa se sentaba a mi lado en el carrito camino a Degan, hace tan pocos meses. Yo quería que este verano durara para siempre, y mientras todo el mundo se prepara para Megaria y las fiestas del regreso del rey, yo estoy empezando a desesperarme.
- Ellyse…- le pregunto una de esas tardes, sus manos en las mías mientras trato vagamente de hacerla entrar en calor.- Te parece bien si le escribo a Ferdinand? Tu salud me tiene preocupado…-
- Ya no tengo fiebre, ni mareos.- me dice ella con poco interés: no sé si es fatalismo o realmente no nota cómo ha ido perdiendo fuerzas.- Pero haz como desees.-
Como deseo? Lo que deseo es cogerla en brazos, subirla al carro, y en vez de volver al castillo llevármela lejos, a un lugar tranquilo en donde estemos al sol, pueda obligarla a comerse mi comida más saludable y dormir en mis brazos. Tengo la vaga y estúpida idea, que es casi un convencimiento, de que si la rapto y la obligo a aceptar mi contacto como esa tarde en la cueva, la volvería a tener sana y salva, recuperada.
Tyr, no soy mejor que Davim.
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