mobile isologo
    buscar...

    El Guardián de la Calígrafa/21

    FX

    Aug 19, 2024

    0
    El Guardián de la Calígrafa/21
    Empieza a escribir gratis en quaderno

    Me despierta el aroma de la gardenia, muy tenue. Unos ruiditos como de un animalito que protesta. Algo se mueve en mis brazos, y con una sensación vaga y perdida de no querer despertar, de estar en un sueño que no quiero perder, abro los ojos.

    Está amaneciendo. Aún nieva, pero tenue. Los caballos duermen: el toldo del carro se ha hundido por el peso de la nieve. Y Ellyse…

    Parpadeo, despertándome al fin de golpe, enderezándome en los codos. Ellyse, tendida bajo mi cuerpo, la túnica enredada en el pecho, me mira curiosamente, sus brazos aún atrapados bajo los míos.

     

    No sé qué decir. Está viva.

     

    -… no eras tú el que estaba preocupándose por comprometer mi reputación?- me dice al fin, mordiéndose el labio. Y enloquezco. Ladro de risa, me caigo de espaldas al suelo sin soltarla, pierdo la razón, apretándola contra mi pecho, cubriendo su pelo de besos, meciéndome en el suelo con ella sobre mi cuerpo, el alivio tan inmenso, tan mareante, que me siento borracho. Ella se está riendo también, no resistiéndose, y tampoco parece horrorizada de despertar así.

    Los caballos nos relinchan, seguramente irritados de que los despertemos con nuestras carcajadas. Ellyse apoya el brazo en mi pecho para levantar la cabeza y mirarlos.
    - Nada de “ shush”, equinos! Me deben no acabar como témpanos con riendas!- dice alegremente, apoyando el otro brazo y mirándome de hito en hito.- Se congeló, verdad? Lo detuve?-

    Toda mi alegría se va de golpe. Me enderezo tan busco que acaba de espaldas en la manta, mirándome con sorpresa, y yo… podría estrangularla. No recuerdo haber estado jamás tan enojado.

    - Estás completamente loca! Casi te matas! En verdad, te mataste y literalmente tuve que traerte de vuelta!- estallo.- No puedes ser tan irresponsable…!-

    - Esa avalancha iba a matar a los caballos, el carro, hasta a nosotros…!-

    - Los caballos estaban huyendo, y habríamos recuperado algunas cosas…- empiezo, pero ella sacude la cabeza.

    - Si perdíamos todo, aun si sobrevivíamos, nos moríamos de hambre y frío aquí en la montaña! Los mapas, el agua…! Y tú! No iba a dejar que esa avalancha te matara!-

    - Para mejorarlo te pusiste al medio, para que te matara a ti, mejor?-

    - Tú te enfrentaste a ese monstruo por salvarme, te podría haber matado! No es lo mismo?_

    - No, no es lo mismo, el guardián soy yo! Yo estoy hecho para eso, es mi deber!-

    - No estás hecho para que te lastimen, eso sí es absurdo, estoy harta…!-

    Estamos gritándonos cuando ayer estaba sollozando de miedo de que se me muriera. Esto es idiota. Me retengo, me refreno, y me doy cuenta que es mi miedo, mi pánico hablando: el origen de mi enojo es el miedo que pasé ayer, y el origen de ese miedo es el amor que le tengo.

    - Pasé un pánico horrible.- confieso al fin, sentándome en los talones cansadamente. - Creí que te morías. Tuve que usar la llama para traerte de regreso, no sabía si podías perder manos, pies por el congelamiento, si tu mente volvería sin daños… creí que enloquecía. Soy tu guardián, Ellyse, y la idea de que algo te pase me destroza.- confieso, tan honestamente como puedo. Eso parece desarmarla, y extiende las manos, acariciando las mías. Están tibias, gracias a Tyr.

    - Perdóname. No pensé que iba a ser tan… no pensé que me dañaría tanto. No pensé en nada, punto, sólo que tenía que parar esa avalancha porque iba a matarnos. De verdad lamento haberte asustado.-

    - Gracias a ti yo tampoco soy un témpano con túnica.- le digo, a lo que sonríe al fin.

    - Tú ya me has salvado tantas veces, te lo debía.-

    - No me debes nada. Es mi deber, y lo hago con gusto…- musito, mis dedos aún entrelazando los suyos.- Gracias por salvarme. Por favor, no te arriesgues más.-

    - Sólo si me prometes lo mismo.-

    - Es mi…- cierro los ojos.- De acuerdo. Es justo. –

    - Conrad?-

    - Mn?-

    Se ha sonrojado.

    - Eres realmente muy agradable para dormir.- me dice, apoyándose en mi brazo. Sé que no debería: sé que es la mayor estupidez que puedo hacer. Pero no puedo resistirme, y la rodeo con mis brazos, me quedo recostado a su lado, y ella pasa sus brazos por mi costado, apoya la cabeza en mi pecho. Inhalo su pelo, y cierro los ojos, apretándola contra mí con un segundo de miedo horroroso a que todo esto sea un sueño, y despierte con ella muerta a mi lado.

    No: está viva, porque inspira, sus pestañas cosquilleándome la piel, pero se queda quieta, en silencio. No hay otro ruido por un largo rato que la aguanieve cayendo furiosamente afuera: es claro que no podremos movernos aún, la tormenta primaveral creando un verdadero río en el camino. Me quedo inmóvil, dándole las gracias a Tyr por esos momentos, dándole las gracias por devolvérmela, dándole las gracias por… por estar vivos y poder tener estos instantes. Con su cuerpo tibio contra el mío, no hay nada más en el mundo que necesite, y ella se adormece de nuevo, su respiración tranquila. Confía en mí, confía tanto en mí, y yo nunca voy a fallarle.

    Es verdad que no hay nada más en el mundo que yo desee, pero mi estómago protesta. Ellyse abre los ojos con leve confusión, porque tenía la cabeza casi apoyada en mi vientre, y luego la
    endereza.

    - No has comido? Y usaste tu poder?-

    - Ninguno de los dos ha comido y los dos usamos nuestro poder.- la corrijo. No somos los únicos con hambre: Voisir me recuerda que su heno y avena no se sirven solos.

     

    Cómo comemos ese día, misericordia. Los caballos se acaban la alfalfa: y Ellyse y yo atacamos las provisiones como si no hubiéramos comido en meses, casi sin esperar que las cosas se enfríen antes de morderlas. Uso la harina, la carne seca, el arroz, todo lo que podía haberse humedecido: hacemos pan de rescoldo, pan frito, arroz con carne y zanahorias, una espesa sopa de arvejas, col y jamón. No había necesidad de bebernos una botella entera de vino, pero lo hacemos: me alegro mucho cuando encontramos un tarro de turrón con nueces, y lo devoro mientras ella descubre con alegría una última tortita, seca pero comestible. Su felicidad es tanta que casi hace que esa cosa se ve apetecible.

    Ella pasa parte del día leyendo acostada en el vellón, y la dejo descansar, sirviéndole té para que se recupere: yo reordeno nuestro carro, reviso riendas y herraduras, y chequeo mapas, sentándome a su lado para hacer planes. La naturalidad con la que se apoya en mi brazo para seguir una línea o para tomar otro mapa me conmueve. Estamos solos, lejos del mundo, y una parte de mí casi desea que esta tormenta nunca se detenga: qué traidor soy.

    Pero escampa, por supuesto, al final de la tarde: el atardecer es radiante y dorado, y nos asomamos a verlo. Hace frío aunque las colinas cercanas están limpias de nieve: la lluvia se ha
    llevado todo, y el camino, aunque húmedo, ya no está inundado.

    - Podemos partir mañana muy temprano.- le digo asomándome a otras cuevas más pequeñas, y recogiendo algunas ramas y hojas para la hoguera.- Con suerte y si el último paso está expedito, cruzaríamos hacia Degan en cinco o seis días, a no ser que quieras desviarte en los Puertos…-

    - No. Tenemos que recuperar este día.- me dice ella, pero no parece disgustada por la demora.-Nada que hacer. Supongo que a Toronja y Lima les viene bien el descanso, pero el heno…-

    - Es primavera, Ellyse. Habrá pasto en abundancia, y en el primer poblado nos reaprovisionamos. Con el inventario que tenemos, deberíamos llegar a la Ciudad Sagrada sin problemas.-

    Ella asiente, viéndose muy aliviada de que tenga todo eso bajo control. No se ha quitado la túnica blanca, aunque le queda enorme: sólo después de regresar de hacer unas abluciones con nieve, me la trae plegada, devolviéndomela sin decir nada. La ropa congelada que llevaba ayer la había tendido a secar cerca del fuego, pero al ir a tomarla por la mañana, se me deshizo en las manos. Supongo que la congeló hasta la destrucción del tejido: no se lo menciono, pero pienso lo que eso le haría a un ser humano…

     

    Esa noche hablamos… de nada importante. Historias, poesías, leyendas del Imperio, cuentos de Albión: esos cuentos siempre eran historias precautorias con moraleja. Ella me habla de las cartas que quiere componer a Jorgen, a Darío: me habla de Antyan Brahe, el Conde de Degan, el Ty de sus cartas: aparentemente tanto él como la vizcondesa Iryna estudiaron con el padre de Ellyse de niños por unos veranos, y por eso los recuerda bien. Debe haber sido un erudito muy respetado.

    Habla de él con cariño: se supone que es un gran legista, y reina junto con dos hermanos menores, atendiendo además al Sumo Sacerdote, Lord Andreith. Pensar que vamos a verlo en persona me inunda de emoción, y soy yo quien le pide que me dé clases de etiqueta sobre Degan: realmente no quiero avergonzarla a ella ni me abadía ante alguien tan excelso.

    He avivado el fuego, y puesto mi manta no muy lejos de la suya. Ellyse se bebe su té y se duerme, y yo me duermo con un vacío en mis brazos. Pero no importa: tengo un recuerdo que me va a durar toda la vida, y eso tiene que bastar. Bastará, verdad, Tyr? Le pediré su compasión al Sumo Sacerdote, le pediré su comprensión, y me confesaré ante él: él me dirá cómo hacerme perdonar por mis transgresiones. Pero he sido feliz, a qué negarlo.
    _______________

    Las planicies de Degan ya me son familiares: cuando dejamos las montañas, a través de un pequeño valle muy hermoso con árboles salvajes, el toldo bamboleándose arreglado con ramas porque se quebró uno de los radios, el viento y la soledad no nos molestan. Avanzamos en diagonal: me sorprende lo muy lejos de Gaol Ethel que salimos de la cadena montañosa, mucho más cerca de la cascada en el paso de Haender: pero según el mapa vamos bien, y los caballos tienen abundante pasto, aún si son en su mayoría cardo y rómula, con el ocasional tomillo sabroso. Hay zonas en que el sendero casi se pierde entre todo ese pasto alto; el rumor de la brisa en él es como olas en el mar un día de verano. Huele áspero, seco y fresco a la vez: es un aroma que no identifico, pero que recordaré siempre: y tenemos sol, algunas ocasionales nubes y mañanas grises para tener tardes celestes y atardeceres dorados y rosas. Atravesar la planicie podría ser aburrido, o monótono, pero es tan agradable viajar con Ellyse. Volvemos a entrenar, y ella usa el día para enseñarme más maneras de corte, más refinamientos de etiqueta, más idiomas e idiosincrasias de cada uno de los condados: es algo que le gusta, la hace feliz. Cuando me quejo de la miríada de costumbres absurdas de Degan, que es un lugar de verdad muy formal, ella parece pensativa.

    - Es más fácil recordarlas cuando conoces su historia, sus leyendas… todas tienen un motivo de ser. Es por ese tipo de cosas que la Península resistió la invasión Imperial, dos veces, la invasión del Sur… la península tiene tanta historia, tanta memoria en sus costumbres que… eso, eso me dolería que se perdiera. Uno de los muchos crímenes de los colonizadores es arrebatar a los pueblos su identidad, las canciones de sus ancestros, sus costumbres… por absurdas que sean…- Ellyse se encoge de hombros.- Ty es un tipo razonable, pero en público, en su corte, tú eres hombre y sacerdote. Yo tendré que aparecer supeditada a ti.-

    - Es absurdo. Tú eres la estadista y la Dama, yo soy el albionita bruto.-

    - Los albionitas no son brutos. Conozco cuatro y son perfectos caballeros.- me dice ella muy airosa. – No hables así de mis favoritos…-

    Sí, es tan agradable. Soy yo quien le pide que practiquemos más bailes, aunque sólo sea por hacerla reír y poder tenerla en mis brazos más no sea por momentos. Voy a confesarme cuando lleguemos a Degan: qué gano con resistirme tanto? No le diré nada, no intentaré nada, y no puedo siquiera considerarlo: pero hay una paz que es como un deleite y a la vez es calmante y satisfactoria de sentirla viva, sana y salva en mis brazos. Durante el día, también se ha puesto a hacer un mapa detallado de Albión, según mi memoria: se ha asombrado de toda la gente que vive allí, y se ha enojado porque los informes muestran mucha menos, lo que redunda en menos colaterales de los impuestos para el condado, sea lo que sea eso. Pero son días pacíficos, mientras los caballos se atragantan de pasto y el viento nos trae el aroma del verano, y las noches están tan llenas de estrellas en un cielo inmenso que a veces, cuando ella duerme y yo rezo, que podría creer que Tyr nos ha suspendido en un mundo especial para los dos, sólo para mi felicidad.

    Por supuesto, no podía durar. Al final del quinto día empezamos a ver más árboles, que pronto se volvieron un bosque agreste de pino oscuro, y el camino subió ligeramente, el aroma a pino llevándose el olor de las planicies. Pasado el bosque, empezaba una carretera empedrada que se bifurcaba, a la costa y al sur, siguiendo a los Puertos, y al norte, que tomamos, nuestro pobre carro al fin dejando de bambolearse tanto, y al anochecer nos cruzamos con las primeras personas que veíamos desde dejar Jermaine: dos marinos , con un carro de velas plegadas, que nos saludaron alegremente y nos comentaron que el camino estaba perfecto hasta Valas, un pueblo mercante, y luego, un día de camino a la Ciudad Sagrada. Eso nos dejaba tres días más de camino, pero miré a Ellyse con nerviosismo.

    - Tenemos que encontrar una buena posada en Valas, en donde pueda bañarme a fondo, afeitarme bien, repasar mi ropa… crees que haya tiempo de visitar Goldfagle? Mi espada está llena de mugre…-

    - Ty nos dará todo eso, no te preocupes.-

    - Vamos a ver al Sumo Sacerdote, no puedo presentarme como algo que trajo el gato!- le digo. – necesito un corte de pelo además!-
    - Pareces una debutante, en serio. Quieres una corona de rosas para tu cabello?-

    - En serio vamos a hacer chistes con coronas de flores después de la última vez?-

    Ellyse se ríe, revisando el arconcito de monedas de oro que tiene en un rincón.- Podemos comprarte un traje nuevo completo y pagarte todo el tratamiento de belleza que quieras, Conrad. Tus habilidades culinarias han hecho que gastemos mucho menos de lo que había calculado, te lo mereces.- dice pensativa.- Quizá me busque un vestido también. En Degan son muy exagerados con la limpieza y la modestia, y las damas solteras sólo pueden usar algunos colores... sí, veremos.- agrega poniéndose seria.- necesito convencer a Ty y a Su Santidad. Todo ayuda, supongo. Mi vida era más fácil cuando sólo escribía cartas...-

    - Estás cansada de viajar, verdad?-

    - No. No es esta parte la que me cansa.- me dice dulcemente. La miro de reojo: está sonriendo, y la verdad, el pan frito, el viento de la planicie, las noches tranquilas... tiene las mejillas llenas, el seno redondeado, la piel rosada. Se ve mucho mejor y saludable que en la Torre de Haender: y me felicito, porque hay una leve curva de músculo en su bracito que sostiene las riendas mientras mezclo la avena para la tortilla de esta noche: se nos han acabado los huevos.

    Nos cruzamos con más gente rumbo a los puertos: mercaderes, marinos, bardos, granjeras de Degan muy serias con tocas blancas y bellos ojos azules que asienten al verme. Están acostumbradas a ver sacerdotes de Tyr, supongo: Goldfagle, nuestra abadía principal, está más al norte, pero hay muchos en Degan. Ellyse vuelve a ponerse velo después de que dos hombres a caballo se quedan mirándola fijo, y finalmente se mete en el carro. Yo les echo una mirada poco amistosa, la verdad: disfrutaba tenerla a mi lado charlando.

    Poco antes de Valas, los campos alrededor se empiezan a llenar de granjas. No son las prósperas productoras de Jion: sus casas son blancas y pequeñas, con techos grises y muros de piedra delimitándolos, unas pocas cabras o vacas a la vista, huertas protegidas del viento a la sombra de los pinos. Se nota que es duro vivir aquí, pero la gente se ve orgullosa y robusta, trabajando desde el amanecer en esos campos: y cuando vemos a una pareja cosechando frutillas, Ellyse nota mi interés y baja a comprarle un balde. Son las más deliciosas que he comido, dulces por dentro pero salpicadas de un deje salado por el viento marino por fuera.

    - De aquí en adelante vas a tener que hablar tú cuando nos pregunten algo.- me dice ella, envuelta en su manto gris: ha guardado la llamativa capa de Arles, lo único que sobrevivió, aunque maltrecha, a su magia en la nieve.- Sugiero que esperemos a cruzar Valas para escoger posada. Las mejores están del otro lado.-

    - Como digas. Perdón, como usted diga, mi Dama.- me corrijo, recordando sus lecciones sobre Degan. Ella bufa de forma muy poco Dama a mi frase, pero me estoy esforzando.

    - Hala y misericordia, hermano Cler!- me gritan cuando apenas hemos entrado a la ciudad, un curioso amasijo de calles empedradas muy antiguas y grandes casas de muchos niveles, de piedra y madera pintada blanca gastada por el viento. Detengo el carro, y veo a un sacerdote de Tyr, alto y macizo, con espada al costado, yendo a nuestro encuentro a través de una plazoleta. Desmonto con emoción, pero un poco de vergüenza: no me he vuelto a poner la túnica blanca, y mi traje gris está muy maltratado.

    Al hombre no le importa: me abraza con naturalidad, choca nuestros brazales luego. Estoy sonriendo como un idiota, sospecho.

    - De dónde viene, hermano? Soy Cler Anry. Si necesita posada o reposo, tenemos una casa en el centro, va camino de Sagrario? O a Golfagle?-

    - Soy Conrad, de Leyfagle.- le digo, a lo que él eleva mucho las cejas.- Vamos camino al Sagrario y al palacio de Degan...-

    - Al Palacio? A Caer Langdon?- dice con asombro.- has pedido audiencia? O te han mandado llamar? Qué pasa? No reciben gente así como así...-

    - Sirvo a la Dama Ellyse D'Arzach.- digo con orgullo, levantando la cara.- Ella debe ver al Conde...-

    Anry... se enfría. Es notable. Creo que he cometido un paso en falso espantoso, pero no sé qué dicho. Él le echa una mirada que no es nada amable al carro, y luego me mira de frente: sus ojos son duros.

    - Entonces no necesita quedarse con nosotros, veo. Le recomiendo, Cler Conrad, que después de dejar a su Dama con los notables se cuestione acercarse a Goldfagle a pedir la guía de Tyr. Creo que le hace falta.- me dice, antes de hacer una mínima reverencia y largarse. Me quedo con un palmo de narices y desconcertado, preguntándome qué he hecho.

     

    No hay problemas en el mercado, en donde me venden y con ventaja numerosas provisiones: un par de mujeres se niegan a cobrarme unas castañas al darse cuenta que sirvo a Tyr. Compro pescado y miel, y varias cosas más, hasta que llego una esquina en donde hay odres de vino, y me encuentro con dos sacerdotes más de Tyr, mayores, rubicundos y sonrientes, que insisten en regalarme unas botellas y enviar una a Caer Langdon.

    No menciono a Ellyse, y son extremadamente cordiales. Qué está pasando aquí?

    _________

     

    Tengo que escoltar a Ellyse a las tiendas de ropa, pedir yo y pagar yo: a pesar de que veo algunas mujeres moverse solas por el pueblo, con chales azules y unos añadidos a las faldas de maravillosos bordados blancos o negros, Ellyse se mantiene silenciosa y velada a mi lado hasta que compro todo lo que me indica. Los precios son altos: casi me saltan los ojos de las órbitas a lo que cuestan unas nuevas botas, pero las mías se están desarmando ya a pesar de todos los parches. Y lo que cuestan unas enaguas, que me sonrojo de pedir... el bulto es tan grande que no veo cuando caminamos por la calle y ella tiene que guiarme sujetándome la manga.

    - Señor Cler! Señor Cler! El ladrón!!- grita una voz, y Ellyse me da un tirón. Veo a un muchacho Vidan correr como el viento por el empedrado, derribando a una anciana, con algo en los brazos: Ellyse sujeta nuestras compras, y me atravieso en el camino del chico, alzando un brazo contra el que choca tan brusco que cae de espaldas en las piedras.

    Sí, es un muchacho Vidan, no tendrá más de quince años, y se ha robado... vaya que es prolífico. Dos bolsas de dinero, una caja de masitas, y una bolsa de caramelos. Lo sujeto mientras dos guardias vestidos de azul corren a nosotros, pero él se ve aterrorizado, y trata de soltarse de mi mano para echarse a los pies de Ellyse.

    - Sálveme, doncella, sálveme!- grita agarrándose a su falda: sólo por eso lo sujeto del cuellito, que cabe en mi mano: está muy flaco.

    - Gracias, señor Cler...- me dice uno de los guardias, acezante. También son jóvenes, uno un poco mayor que el otro, pero no tendrán treinta años.- Estos malditos Vidan corren como ratas... se te acabó la suerte, mocoso!- exclama agarrándolo, a lo que el chico sigue gritando. Unos mercaderes y una dama con la falda toda bordada de negro viene caminando detrás, y entre gritos de que ése es el ladrón, el guardia más joven devuelve las bolsas de dinero y demás cosas: la dama recoge su bolsa de dulces con mucha satisfacción.

    - Dejen pasar, a la plazoleta contigo...!- grita uno de los mercaderes, a lo que el muchacho se echa a llorar, y la multitud que se ha formado a mirar me empieza a dar mala espina. Miro a Ellyse, pero ella se ve tan desconcertada como yo.

    - Qué le van a hacer?- pregunto siguiéndolos, a lo que uno de los mercaderes se vuelve a mí con una expresión satisfecha.

    - La mano derecha, para que aprenda a no agarrar lo que no es suyo! Es un reincidente, se lo ha buscado!-
    - Pero si es un niño!- exclamo horrorizado, abriéndome paso entre la multitud. Al chico, tan pequeño y flaco que parece de diez años, lo han puesto de rodillas frente a una mesa de piedra, y uno de los guardias trae un grueso mazo, mientras el otro lo sujeta.

    - Se han vuelto locos?- estallo.- No van a mutilar a un niño por algo semejante! Tyr no lo permitiría!-

    - Es la justicia para todos los ladrones! Tyr es el Dios de la justicia, esto es justicia!- grita agudamente la mujer de los dulces. Cómo la desprecio!

    - La justicia debe ser temperada por la misericordia. Soy un Cler: no me venga a decir a mí lo que es Tyr, señora.- le suelto, arrodillándome enfrente del chico.- Cómo te llamas, niño?-

    -... Vaiti...-

    - No voy a dejar que te lastimen. Yo te atrapé, no dejaré que mi acción acabe en sangre.- le digo, oprimiéndole los hombros.- Han recuperado lo robado, no pueden dejarlo trabajar para pagar una multa?-

    - Nadie va a emplear a un sucio Vidan!- exclama uno de los guardias, riéndose.- Va a tener el castigo que se merece!-

    - Podemos pagar la multa por robo y rescatar su vida.- ofrece Ellyse, a cuya voz hay susurros, y creo detectar disgusto de que hable.- Cuánto quieren?-

    - La justicia pide sangre, no dinero! Tiene que tener su lección!- exclama la mujer, a lo que el resto de la multitud empieza gritar a coro " sangre!". Es un sonido tan horrible que miro a Ellyse con una sensación de impotencia, incluso cuando el niño se suelta y se aferra a mis rodillas.

    - Quieren sangre? Pues tendrán sangre!- exclamo exasperado..- Vaiti está bajo mi protección. Si tanto quieren sangre, aplasten mi mano, entonces.- le digo al guardia, plantando mi mano en la mesa de roca. Se hace un silencio: los guardias parecen anonadados, los mercaderes en súbito shock. Espero a que llamen a alguien más, alguien con quien podamos razonar; pero Ellyse hace un sonido de indignación cuando tras conferenciar, el guardia se acerca arrastrando el mazo.

    - No pueden lastimar al Cler, qué se han creído!- exclama uno de los sacerdotes que vi vendiendo vino.- Esto es absurdo, es una abominación!-

    - Alguien tiene... que pagar... por lo que hizo ese chico?- dice, dudoso y confuso, el guardia: está asustándose, pero el otro guardia, el mayor, me echa una mirada, otra a Ellyse, y su rostro se carga de desprecio.

    - Si tanto quiere pagar, que pague...-

    - Cómo te atreves, imbécil!- dice furiosamente el Cler vinatero, yendo a mi lado y apuntándole al guardia con un dedo amenazante.- Hermano, deje que castiguen a ese chico, no es más que un Vidan, no atraiga infamia sobre nosotros...-

    - Que Tyr te muestre lo que es compasión.- le digo a la cara, a lo que él bufa disgustado.

    - Podemos... conmutar la sentencia.- dice el guardia joven, que parece estar buscando desesperadamente alguna salida a todo este caos.- A las mujeres no se les rompen los huesos, se las latiga... quizá a los sacerdotes también? Podemos darle... cinco latigazos y ya?-

    Pobre tipo, está traspirando. Ellyse se ve a punto de vomitar, pero palmeo la cabeza del chico, voy hasta una pared de piedra y me quito la túnica. El público hace sonidos de interés y horror, pero siendo honestos, recibí peores latigazos una vez por contestarle al Maestre Lucien. El brazo del guardia es patético: son apenas leves roces de un simple látigo de cuero sin pinchos, el último el único que logra romper la piel con un cortecito digno de papel. Cuando me pongo la túnica y me vuelvo, el pobre guardia parece que se va a desmayar.

    - No pasa nada.- le digo, con una sonrisita. Debería decirle que haga un poco de calistenia, pero me callo, y siento una mano como puro hielo en la espalda, durmiendo el leve ardor.

    - Cálmate.- le digo a Ellyse, porque irradia frío en todas direcciones.- En serio, no ha sido nada.-

    - Se van a arrepentir de esto.- dice ella en voz baja y temible. Se le ha movido el velo, y el guardia que me latigó nos mira como si realmente estuviera teniendo un pésimo día.

    Vaiti ha desaparecido en la confusión: de verdad espero que no lo agarren de nuevo. Tomamos el carro y salimos de allí, y en cuanto encontramos una posada, Ellyse se mete conmigo ignorando la etiqueta a un cuarto y empieza a forcejear con mi túnica.

    - Pero si te he dicho que no ha sido nada...- protesto, mientras me empuja boca abajo en un camastro y se monta en mi rodilla.- Ellyse, ese hombre no podría espantar un gato...-

    Ellyse vacía su pomada en mi espalda desnuda, y la desliza delicadamente con las manos: no sé para qué, si ni siquiera está hinchado. Un momento luego, siento unas gotas de agua, y me estoy preguntando qué poción me está poniendo, cuando me doy cuenta que son lágrimas.

    - Ellyse, no llores...- le digo, conmovido de que derrame sus lágrimas por algo tan pequeño, cuando esa mano como un cepo se cierra en mi brazo y aprieta.

    - Dices que eres mi guardián. Si eres mío, te ordeno que este desprecio por tu propio pellejo se acabe aquí y ahora. Si no dejas de aceptar daño con tanto entusiasmo, te mandaré de regreso a Albión, me has oído? No lo soporto más!-

    - Ellyse...-

    La mano va a mi cuello, y siento el hielo.

    - Te lo ordeno!-

    Suspiro. Giro la cabeza, para poder mirarla, y está roja, los ojos llenos de lágrimas. La he hecho llorar, misericordia.

    Todo sigue pareciéndome una tontería absurda, pero me giro, y me siento para abrazarla: ella se queda ahí montada en mi regazo, y hace amago de abrazarme antes de emitir un sollozo de rabia y apoyar delicadamente los dedos en mis brazos, sus labios en mi pelo. Esto es estúpido, y nunca jamás he querido que llorara por mi causa, pero llora abrazada a mi cabeza, amargamente.

    - Oh, perdón!- dice una voz, y la puerta, que se había abierto un momento, se cierra. Se me cae el alma a los pies: nos han visto, abrazados en una cama, con ella sentada en mi regazo, abrazando mi cabeza. Me imagino exactamente cómo se ve: y ahora ella sí parece irritable, bajándose de la cama con un revoleo de faldas y yendo a abrir la puerta de par en par.

    - Sí?- dice con la voz como escarcha.

    - Traíamos… sábanas limpias…- dice una sirvienta, la vista baja, las mejillas rojas, aunque parece más divertida que enojada. Ellyse las recibe, las arroja en una silla y sale sin mirarme siquiera, y yo me dejo caer tan brusca y frustradamente en la cama, que ahora sí me duele la espalda.

    ________________________

     

    Una nota, en respuesta a una carta, le dice a Ellyse que tendremos la audiencia a la hora de almuerzo al día siguiente en Caer Langdon: tendremos que salir al amanecer. Ella no baja a cenar en la hostería, y cuando le subo un bol de sopa y una rodaja de pan, los recibe sin mirarme siquiera y cierra la puerta de su cuarto. Supongo que se ha enojado por la situación en la que la puse, o quizá le avergüenza lo que esa doncella habrá pensado de ambos: quizá, y Tyr no lo permita, se ha hecho la idea de que yo siento algo cuando la toco, aunque de verdad estoy casi seguro de no haber sido obsceno con ella en mi regazo…

    La dejo en paz: ya hablaremos por la mañana. Pero cuando regreso al salón de la hostería a buscar mi propio bol de una exquisita sopa de mariscos y pie de pimentón, me siento… observado. Eso me quita tanto el apetito que estoy vaciando la sopa de un sorbo y envolviendo el pie en una servilleta para comérmelo en el cuarto, cuando un bardo se sienta a mi mesa.

    - La Dama no bajará a comer con usted?-

    - No.- digo, señalando lo obvio. Me estoy levantando cuando continúa.

    - Es usted un verdadero sacerdote de Tyr? Nunca conocí uno que viajara, menos acompañado por una Dama maga.- me dice recostándose en la silla.- Seguro que eso amerita una canción al menos…-

    No se me escapa que en Degan, es Ellyse quien me “ acompaña” a mí. Recuerdo algunos comentarios que he oído, veo sus ojitos calculadores, y me vuelvo a sentar.

    - Seguro que tú podrías cantarme dos o tres que ya han compuesto sobre Ellyse D’Arzach y su guardián.- le digo, mi voz sombría. Él tiene la gracia de verse muy levemente cogido en falta antes de esbozar la sonrisa desvergonzada de los bardos, que Arles me mostraba con frecuencia.

    - Ajá. Entonces lo saludo, Cler Conrad. Hay… alguna notoriedad adosada a su nombre, sí.-

    Misericordia, y tengo que ver al Santo Padre. Es peor de lo que me temía.

    - No importa mi nombre. Pero la Dama es intachable: su reputación debe ser considerada impoluta. He sido testigo de su corrección y su honor. No merece…-

    - Se ha hablado de su disposición a proteger a Lady D’Arzach.- me dice con una sonrisita que me irrita.- Se ha hablado mucho más de su habilidad con la espada, francamente.-

    Eh?

    El bardo toca un laúd imaginario, meneando la cabeza a un ritmo lento, un aire jionés. Tiene voz educada, pero no es como la de Arles, ni tiene su viveza.

    “ Hielo y magia… guardado en la alta Torre al viento frío…
    … un secreto de Dario… vidente que tormentas presagia…
    De Albión vino aquel… con alma y manos heladas…
    … en cuya custodia… la nieve sigue blanca y pura…
    Pero si ofendes a la Dama en sus aventuras…
    Su espada no te dejará más madrugadas…”

    Ha sido Arles? La letra suena como Arles. Al menos no pone en entredicho a Ellyse, espero, aunque si verdad piensan que ando por ahí partiéndole la cabeza al que la ofenda seguro no me ha cantado la peor que haya. Está acabando con unos gorgoritos de ritmo que imitan una flauta cuando veo que hay gente detenida junto a nuestra mesa, pero en vez de mirarlo a él, me miran a mí.

    - Largo, bardo.- le dicen con aspereza, y el joven huye con tal premura y cierto temor que me asombra que mis visitantes sean tres sacerdotes de Tyr, uno de ellos el calvo que vendía vino en el mercado.- Cómo está su espalda, Cler Conrad?-

    Soy INCAPAZ de guardar un secreto, está claro. Con razón hago llorar a Ellyse, si debo tenerla harta con mi incapacidad de mantener un perfil bajo, misericordia.

    - No pasó nada.- digo, conciliadoramente, mirando mi pastelito con tristeza. Ya se habrá enfriado.

    - Nos permite una palabra?- me preguntan retóricamente, porque ya se han sentado. Cuánto terciopelo y plata llevan encima, vaya. Asiento, porque aparte de salir corriendo…

    - Nuestro superior nos ha encargado que le exprese el deseo de una visita a la brevedad posible. Su… exhibición en el mercado fue considerada inapropiada, pero intercedimos recordándole a nuestro superior que usted viene de Leyfagle y seguramente no ha tenido los beneficios del apoyo de su comunidad durante un buen tiempo. Entendemos que ha tenido que tomar sus propias decisiones, sin una guía… nuestro superior, Lord Orsted, es comprensivo y desea verlo a primera hora para conversar su situación.-

    Ah, Tyr. Normalmente, que un superior de la Orden me llamase sería un honor, pero ahora…

    - Pido su misericordia. Me es imposible obedecer. Mi Dama tiene audiencia con el Conde de Degan mañana y debo escoltarla.- declaro, levantándome.- Suplico entreguen mis excusas más sentidas a Lord Orsted.-

    - Pero…- empieza el calvo, irritándose.- Pero cómo va a tener…-

    - Cler Conrad? Lo buscan afuera.- me llama una doncella de la hostería, y su rostro es… curioso. Afectuoso? No tengo idea quién puede buscarme a esta hora, ni en este pueblo, pero todo está bien para escapar de mis arrogantes colegas. Los dejo ahí con la palabra en la boca y sigo a la doncella, que me lleva por las entrañas de la hostería, un pasillo, una despensa, unos dormitorios de servicio, y finalmente a las cocinas, en donde veo que varios cocineros y sirvientes hacen corro para mirarme pasar. Qué está pasando aquí?

    - Por aquí, Cler Conrad, antes que nos vea la dueña!- me dice la doncellita, y por un momento creo que me han tomado el pelo porque salgo un callejón estrecho y oscuro, en donde hay un par de palafreneros, una fregona de faldas oscuras, y una mujer con una túnica gastada, sin bordar pero muy limpia. Tiene sólo dos anillas en las trenzas, pero es obvio que es Vidan.
    Está descalza, pero mantiene la cara en alto, y al verme, sonríe con dulzura.

    - Es Cler Conrad? Vaíla massa caride. Cler Conrad, venía a darle las gracias, que el sol lo acompañe… Vaiti es mi hijo…- murmura, y se echa de rodillas al suelo, o lo habría hecho si no la sujeto.

    - Cómo te llamas?-

    - Vania…-

    - Vania, aquí es claro que no están seguros. Porqué no van al sur? O a Haender? Los tratan brutalmente… puedo dejarte algo de dinero para que se vayan…-

    - El Cler es demasiado bondadoso. Yo le traía… un pago por salvar con su espalda la mano de mi hijo!- musita la chica. No es más que una niña: me espanta pensar a qué edad tuvo a Vaiti. Abre la mano, y tiene un puñadito de monedas de cobre, y un broche de mujer, de nácar, posiblemente robado. Es todo lo que tiene, y me duele el corazón.

    - Aquí tienes unas sobras, Vania, pero váyase antes de que la vea la dueña!- dice una viejecita cocinera, entregándole un cestito.

    - Tenía que darle las gracias…- empieza ella, intentado poner en mi mano las moneditas. Oh, esto es intolerable. Ellyse se va a enfurecer conmigo, y con mucha razón.

    - Guarda las monedas, toma éstas… y viaja a Haender a la brevedad posible. Te daré una carta para un Cler llamado Lester que va a ayudarte. Yo estaré allí en un par de semanas, y te conseguiremos trabajo. Búscanos en el palacio, todo el mundo nos conoce.- le digo, y un doncellita asiente y me trae papel y lápiz a la carrera. La escribo rápidamente y se la doy, y la chica se echa a llorar mientras los palafreneros la felicitan y hacen bromas respecto a la suerte de Vaiti, pero cuando le doy la carta, se seca los ojos.

    - Dele esto a su Dama… de mi parte…- musita, entregándome la florecita.
    _______________________

    - Así que es por eso que no nos queda cambio.- me dice Ellyse a la mañana siguiente, poniéndose la florecita al final de la trenza que se ha retorcido sobre la cabeza.- Eres incorregible, Conrad.-

    Supongo que es demasiado temprano para enojarse de verdad. Salimos entre la niebla por una excelente carretera, el aroma del mar intenso, y atravesamos a buena velocidad los campos entre Valas y la ciudad sagrada, que en verdad tienen tantas casas, mansiones y granjas en sus colinas que no merecen ser llamados campo: hasta hay un brazo de mar, con cigüeñas paseándose, que nos detenemos a admirar y comer un bocado para que los caballos se apacienten mientras se levanta la niebla marina.

    Qué país tan bello. Qué azul y alto se ve el cielo, qué amplio es el horizonte. Las dunas son blancas cuando nos acercamos al mar, no negras como las de Albión: cada tanto hay radas y pequeñas pescaderías, barcos pequeños de gran belleza en cada muelle. El agua es más verde que azul, y los pájaros son blancos y ruidosos, a veces haciendo piques para elevarse con pescados plateados en el pico.

    - Te vi con la… señorita cuando bajé a devolver los platos a las cocinas que me llevaste. Por un momento pensé…- dice, meneando la cabeza.

    - Porqué no nos hablaste? Estaba pensando que quizás podrías contratarla como doncella. Tyr sabe que las que tienes nunca jamás hacen nada! Nunca las veo siquiera atendiéndote…-

    Ellyse no parece oponerse a la idea, pero frunce las cejas con alguna incredulidad.- Conrad, nunca las ves porque te tienen miedo!-

    - A mí?!-

    - Sí, te tienen pánico, por eso nunca se acercan cuando estás a la mano.-

    - Pero…- protesto asombrado.- porqué? Si nunca les he hablado siquiera…-

    - Creo que es eso, la paliza que le diste a Dorcas, y el que eres tan diferente a Lester. Supongo que las quejas de Thier y los demás sobre tus entrenamientos hicieron el resto.- me dice con un encogimiento de hombros.- Si aparece, veremos. Pero por favor abstente de más caridad extra y exhibiciones por los mercados.- acaba con acidez. Se envuelve bien en su manto y tose un poco. Es cierto que el viento marino es frío: le ofrezco una naranja, a lo que se niega y se conforma con un sorbo de agua miel.

    - Pasaste frío anoche?-

    - Me enfermas tú con los disgustos que me das.- gruñe, frotándose la frente.- Seguro que les diste dinero suficiente? Si no llegan y todo es una estafa, vas a estar culpándote de que los hayan matado por el camino o algo así…-

    - Estás de un humor encantador. No quieres dormir un poco?-

    - Me peiné con mucho cuidado, me puse carmín, la falda es blanca… no quiero arruinar esto.- me dice, volviendo a sus papeles.- No he visto a Ty en años.-

    _____________________________

    Ah. Por eso tanta trenza y carmín. Antyan Brahe es un hombre joven: debe tener mi edad, aunque por supuesto, se ve más joven que yo, planta de jardín que es. Tiene el elegante colorido de los Degan, con tez clara, pelo negro intenso, casi azulado, y los brillantes ojos azul índigo que veo por todas partes aquí. Es casi de mi estatura, con la figura de alguien que no es extraño a las armas: pero se viste como un sacerdote, con túnica y manto, y una delgada tiara de acero azulado en el cabello para señalar su nobleza, supongo.

    Está dando audiencia, asintiendo a lo que le explica una pobre mujer con chal negro, sentado en un sitial de madera y madreperla: se levanta al final, le habla a la mujer y sus acompañantes, y hay autoridad pero también amabilidad en la forma en que toca sus brazos, da órdenes, los envía aparentemente contentos. Hay una majestuosidad en él que Dario no tiene, una severidad incluso cuando sonríe: pero al ver a Ellyse su sonrisa se hace más amplia y honesta, y viene a nuestro encuentro tendiendo las manos.

    - Mi querida Ellyse. Desesperaba de saber de ti cuando oí de esas tormentas de primavera. Tu mensaje me devolvió el alma al cuerpo. Están bien? No están heridos?- dice muy naturalmente, mirándome de arriba abajo.- Un viaje muy duro cuidando a Ellyse, estimado Cler?-

    - Cumplo mi deber con gusto.- digo con cierta frialdad. Siento la distancia que pone el brazo de Antyan rodeando los hombros de Ellyse, mientras habla sobre la línea comercial que han abierto entre ambos entre Degan y Haender, los nuevos barcos que ha comprado y que quiere mostrarle, la carta con que Iryna describió nuestra visita. Los sigo como cualquier guardaespaldas haría, manteniendo una distancia respetuosa: pero Antyan se detiene y me mira por sobre el hombro.

    - Oh, Cler Conrad, debe estar exhausto. Por favor, diríjase a las cocinas y haga que le sirvan un buen repaso: enviaré a alguno de mis mayordomos para que lo acomoden a gusto.- agrega con ligereza, volviendo su atención a Ellyse, que parece sumida en sus pensamientos y no registra mi ojeada de consulta. Me dejan ahí, la alta y elegante figura de Antyan guiando a Ellyse a un estudio con grandes puertas de madera tallada: cuando las cierra, todo mi ser se rebela a dejar a Ellyse con él en esa sala, lo contrario a lo que sentí con Edvar.

    Pero no parece que tenga opciones.

    Paso la tarde paseándome por Caer Langdon: es grande, aireado, moderno, aún con olor a barniz en las ventanas, aunque el edificio en sí debe tener siglos por su columnata clásica y lo lleno de cristales de sal que están las paredes por fuera, que llegan a ser ásperas. El aroma del mar inunda todo, entrando por ventanas muy altas y delgadas siempre abiertas, con apenas un velo blanco o celeste evitando que entren gaviotas también: y se oye el rumor del mar como una canción lejana, la respiración de algo inmenso. Es mucho más un aula de estudio y una corte de justicia que Haender: hay salones en donde se reúnen estudiantes, legistas, inmensas bibliotecas o archivos, anfiteatros al aire libre en donde veo a sacerdotes de diferentes teologías, y también filósofos, rodeados de alumnos y acólitos. Las mujeres, que son escasísimas, llevan todas la falda profusamente bordada, sea blanca, azul o negra: ya he aprendido que blanco con bordados azules es casada, azul con bordados blancos es madre, y azul con negro es viuda. Ellyse es la única que he visto con faldas blancas con una línea azulada en el borde, que significa doncella de alta alcurnia: igual que Jermaine, no ves a muchachas solteras por ahí. Incluso las sirvientas jóvenes llevan las faldas bordadas, y velos plegados con elegantes broches de bronce.

    Me quedo solo, sintiéndome un poco inútil, después de que me dan sopa de pescado y pan. Me asomo a las caballerizas, pero nuestro carro y caballos han sido atendidos y hasta encerados: alguien se ha llevado el morral de Ellyse y el mío, incluso mis armas. Qué perdido me siento…

    - Cler Conrad? Soy Arwyn Degan.- me dice un muchacho con el mismo colorido de Antyan: debe tener la edad de Jorgen, y en vez de la túnica de legista de su hermano lleva calzas y jubón de combate.- Es un honor conocerlo. Mi hermano espera verlo en la cena, por supuesto, pero me preguntaba si antes podía contar con unos minutos de su tiempo.-

    Sí, Ellyse mencionó que eran tres hermanos. El tercero, un adolescente llamado Cartyan, se nos une cuando Arwyn, que claramente nunca ha salido de la Ciudad Sagrada me hace emocionadas preguntas sobre mi viaje, la geografía y los paisajes. Me es familiar: es como hablar con Haynden en la abadía, siempre soñando con nuevos horizontes y aventuras, aún retenidos por sus responsabilidades. Casi chillan de gusto cuando menciono a Jorgen: no sabían que había otro joven de su edad en Jermaine.

    No sería bueno que se conocieran, y simpatizaran? Habrían menos guerras, pienso para mí. Pero me pasean por buena parte del castillo, y me llevan a un mirador redondeado que da al mar, blanco de sal, en donde se aprecia un atardecer espectacular.

    - Hemos oído mucho sobre su espada, Cler Conrad.- me dice Arwyn, tallando el suelo con el pie.- No nos daría una demostración?-

    - Ordénaselo.- dice una voz, y aparece otro Cler, tan forrado en terciopelo gris y detalles de plata como los que vi en Valas. Este parece más sonriente, al menos, y es algo más joven.- Cler Conrad, es un placer. Soy Amory. Lo han estado molestando los polluelos?-

    - No ha sido ninguna molestia.- le digo cortésmente, inclinándome a fondo.

    - Oh, para mí ha sido un alivio. Soy el tutor de estos dos pichones, así que me ha hecho el trabajo de la tarde, estoy en deuda… ustedes dos, dejen en paz al Cler, que tiene que arreglarse para la cena. Ya habrá tiempo para demostraciones… ustedes dos, a la tina y a vestirse, no querrán darle mala impresión a la Lady D’Arzach. Antyan los va a tirar al mar si lo hacen quedar mal con ella!- exclama con una risa, echándolos entre protestas.- hala, largo, y lávense detrás de las orejas…-

    - Parecen buenos muchachos.-

    - Y muy inteligentes. No son genios como Antyan, pero no son malos chicos. Uno probablemente será de los nuestros en el futuro.- me dice confidencialmente.- El Santo Padre dará audiencia por la mañana, creo que Antyan ya les ha conseguido que los atienda a última hora. Lord Andreith y él son muy amigos, son primos lejanos…-

    Tyr, me hielo de pensarlo: voy a presentarme ante el Santo Padre. Necesito rezar esta noche, prepararme, no estar de cenitas con los nobles: pero creo que Amory lee algo en mi cara, porque sonríe.

    - No pienses que es una fiesta. Aquí no se hacen muchas fiestas. Es simplemente una cena breve y luego tendrás tiempo de entrenar, o meditar, como quieras… la capilla está abierta día y noche. Y no creo que tu Dama te requiera, no dudo que Antyan la tiene la mar de entretenida…- agrega con un susurro conspirativo. Mi nerviosismo a mi audiencia mañana me atenaza y se mezcla con la ansiedad que me provoca ese comentario, y miro a Amory de hito en hito.

    - Entretenida cómo?-

    Ese parpadeo me pone en alerta total, el modo en que desvía la vista.

    - Bueno, dicen que la dama es una antigua amiga y también es legista o algo así? Tendrán mucho que hablar…-

    Ahora soy yo el que está de un humor de perros, aunque no tengo ningún derecho, y me lo repito en el dormitorio en donde encuentro todas mis cosas ordenadas e impecables. Me pongo por un momento mi túnica azul de Mittani, con la vaga idea de recordarle todo lo que hemos pasado juntos, pero es de idiota. La túnica blanca es hermosa y lo más lujoso que tengo, pero… no la he lavado desde que durmió en ella y no planeo hacerlo. Probablemente es un pecado inhalar el aroma de ella mezclado con el humo en esa cueva, pero es tan dulce para mí…

    Al fin me pongo la sobreveste negra sobre la túnica que compré en el pueblo, una cosa muy simple verde oscuro, y bajo al gran salón que mira a esa terraza curva sobre el mar en cuanto suena el gong de las ocho. Parece que nadie es muy puntual, porque sentada en la terraza está Ellyse sola, vestida con las grandes faldas y las mangas de encaje de un vestido de gala blanco de Degan: se ve muy hermosa, pero esas mangas y cuello calados me hacen pensar que tendrá frío.

    Se ve distraída, pero cuando llego hasta ella, me sonríe, y parece aliviada.

    - Me preguntaba dónde estabas. Rescatando más señoritas Vidan? Seguro tienen un término que aplicarte para añadir a tu colección, le preguntaré a Arles…-

    - Has sabido de él?- le pregunto, porque su sonrisa es innegable. Ella asiente con tanta energía que una flor blanca de seda en su pelo le cae en la falda.

    - Davim me escribió y Arles añadió una nota. Está perfectamente, los físicos del Imperio hicieron su trabajo de maravilla. Ha compuesto canciones y tocó para el Emperador y su hijo…-

    - Incluso una sobre nosotros.- le digo, a lo que rueda los ojos. Lo sabía, conozco sus versos.

    - Lo ha hecho por molestar a Davim. No hagas caso a sus tonterías…- dice, agradeciendo cuando le alargo la flor, le ayudo a colocarla en una de sus trenzas.- Mañana tenemos audiencia con el Santo Padre, al que le rogaré que haga una llamado a la paz y escriba a Jermaine y los sacerdotes de Rhun. Ty ha tenido que armarse por problemas con el Imperio, pero ya estoy solucionándole el jaleo, es tan buen legista pero tan mal banquero, es increíble el lío de préstamos en que se ha metido…- agrega meneando la cabeza.- le vendría bien tu sentido común…-

    - Ellyse, Cler Conrad.- nos llama Cler Amory, que ha bajado con los dos muchachos, que miran a Ellyse como si nunca hubieran visto una mujer. Hacen una reverencias torpes y se están peleando por escoltarla a su silla cuando baja Antyan, resplandeciente un traje plateado, y ofrece su brazo a Ellyse, hablando sobre la audiencia de mañana. Se nos unen un par de “señores de la Torre” que entiendo son ejecutores de justicia, y un anciano que presentan como “ Lord Arau” y parece ser un experto en idiomas y también tutor de los chicos. El grupo lo completa un filósofo con sus ropajes morados, que se llama Ivolde.

    Y todos ellos miran a Ellyse y a mí con una curiosidad que me pone los pelos de punta. Lo curioso es que si hay un interés medianamente amable en mí, todos parecen… sí, irritados con Ellyse. Qué les ha hecho?

    - Puedes dejar de hablar de mercaderías? Pareces un burgués gordo… gordo y aburrido.- protesta Arwyn tras un rato.- Yo quiero oír algo emocionante de las aventuras de la Lady y el Cler!-

    Antyan no se enoja, sólo mira a Cler Amory.- Te hago personalmente responsable de su grosería.-

    - Los muchachos son muchachos.- dice pacificadoramente el Lord Arau, señalando con su tenedor: yo he perdido el apetito, el pescado está muy soso.- E incluso los hombres viejos también fuimos muchachos alguna vez, y también tenemos curiosidad. Cler Conrad, quiere contarnos alguna anécdota de su viaje? Qué hacen dos magos… solos… en el camino, uhm?-

    Ellyse sigue cortando su brócoli como si nada de esto le interesara a ella. Todos me miran a mí.

    - He escoltado a la Dama lo mejor que sé hacerlo.- digo tan claramente como puedo, aunque todas esas miradas quieren hacer que mis hombros vayan a mis orejas.

    - Ha salvado mi vida varias veces.- dice ella, vista baja, pero voz perfectamente audible.

    - Pero habrán tenido alguna emoción? Cómo ha salvado su vida? Con la espada?- insiste Cartyan.

    - No hemos viajado siempre solos. Mi escudero, Gertram, el bardo Arles de la Tour, el príncipe Davim del Imperio nos han acompañado en trechos…- digo, rastrillando mi cerebro respecto a qué decir.- Una vez… nos encontramos con una estampida de animales de granja.-

    Mi frase parece desinflar el interés de los chicos, que se distraen cuando traen lo que parece más pescado, esta vez frito.

    - Animales de granja, hmm?- oigo que le dice Antyan a Ellyse, que mueve la cabeza sin elaborar. No sé porqué me siento humillado, pero entre eso y que la comida no tiene ningún aliño, sólo deseo que esto se termine pronto.

    - Su Dama es muy bienvenida acá. Antyan se ha hecho lenguas de su poco común talento para la diplomacia y los números. Es una habilidad que hace mucha falta en Degan.- me comenta el filósofo, sus ojitos oscuros muy agudos.

    - Ellyse es…- me corrijo.- Mi Dama es la persona más inteligente que conozco.-

    - No ha habido una Dama en la corte de Degan desde que falleció la madre de los muchachos, la Dama Orella. Le falta alegría a una corte sin damas, no cree que es así? Oh, perdóneme. Se me olvida que ustedes viven en abadías sin mujeres…- me dice el filósofo, con un bufido humorístico. No estoy seguro si se está burlando de mí: es probable porque Amory le echa una mirada ácida, pero entonces oigo a Ellyse murmurar algo y se hace un silencio al otro extremo de la mesa.

    - Qué has dicho?- la interroga el anciano, a lo que Ellyse al fin levanta la vista del plato.

    - He dicho que invertir todo el dinero en comprar más barcos sería una tontería, porque los aseguran con el mismo banco imperial que les ha hecho el préstamo. Los barcos se hundirán y envejecerán antes de que acaben de pagar los intereses.-

    - La pesca…-

    - La pesca se consume y se acaba, no pueden sembrar más pescados. Eso diferencia la agricultura y la ganadería de la pesca. Por eso, se diversifican, invierten en Jion o en Haender, o tus hijos van a heredar poco más que un montón de anclas.- acaba, irritada de verdad. Los chicos parecen asombradísimos y los sacerdotes espantados, pero el filósofo a mi lado asiente.

    - Lo que yo decía. Hacía mucha falta una Dama. Espero que el Conde tome a bien mi sugerencia de no dejar escapar las oportunidades. Brindo por su discernimiento, Dama Ellyse.-

    Ellyse bebe un sorbo y vuelve a concentrarse en su plato: no sé qué ha motivado ese exabrupto. Pero después de un postre paupérrimo de pasta de leche y arroz, los muchachos se van con el Lord Arau, y Amory toma una copa y va a sentarse a mi lado, mientras Ellyse habla con Antyan sentada en la terraza. Él estará disfrutando pasearse, pero ella se está enfriando, si supiera dónde está su cuarto le traería un maldito chal.

     

    - Supongo que podemos retirarnos, es claro que tienen mucho que hablar. No te preocupes, encargaré que la cocina les traiga té.- me dice Amory, alargándome otra copa de vino, que me bebo casi sin saborear.- Mis disculpas por Ivolde. A todos los filósofos les gusta encocorar sacerdotes, es un pasatiempo de ellos, yo me callo y luego lo mando a la mierda en privado, lo que le divierte mucho…- agrega sorbiendo la suya.- Qué pasa, Conrad? Tan feo le parece Caer Langdon?-

    - El castillo es muy hermoso.- digo torpemente.- Sólo desearía preguntarle a mi Dama hasta cuándo estaremos aquí. Debemos volver a Haender…-

    La cara especulativa de Amory no me gusta mucho, pero en ese momento Ellyse y Antyan vuelven al salón, él sosteniendo la mano de mi Dama entre las suyas.

    - Buenas noches, Cler Conrad, Cler Amory. Nos veremos mañana en la audiencia con el Santo Padre.-

    Amory hace una reverencia: yo trato de capturar los ojos de Ellyse. Pero ella parece pensativa y se va sin más que una inclinación, y yo podría dar patadas.

    No pude dormir de la ansiedad, y serían las cuatro de la mañana cuando me asomé a la ventana, mirando la luna sobre el mar, esa sensación de desasosiego en mi corazón manteniéndome inquieto. Recé a Tyr: le supliqué por paz, por comprensión, claridad en mi deber, y en ese momento levanté la vista. No contra la luna, pero contra el resplandor de la luna en las nubes vi una figura inconfundible, volando desde el castillo, yendo en dirección de la Península. Había una Dama del Aire en el castillo y no la invitaron a cenar? Nadie la mencionó? No son amigas de Ellyse?

    FX

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión