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    El Guardián de la Calígrafa/18

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    Aug 6, 2024

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    El Guardián de la Calígrafa/18
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    Agradezco la llegada al puerto de Jion, Illión, un día antes de lo esperado: sospecho que hasta los Vitan estaban hartos de nosotros. Debería haber sido un viaje triunfal, unas vacaciones casi, con la excelente comida, los bellísimos paisajes, las horas enteras sin tener que hacer nada excepto ejercitar a los caballos, descansar, leer un poco.
    Pero ha sido un viaje amargo para mí, porque Ellyse… bueno, claramente he bajado mucho en su estimación. No me sorprendería que me mande con carrito y todo derecho a Albión después de esto. Los Vitan me miraban con pena cada vez que ella me echaba de su camarote cuando intentaba asomarme con tecito...

    Jorgen es efectivamente el príncipe de Jermaine, uno de tres, me dicen. Él fue quien le enseñó a ese Mittani las groserías en el idioma de Jermaine, su única diversión con sus captores, que era prepararlos para hacer el ridículo cuando fueran a devolverlo, si lo hacían algún día.
    Por supuesto, está eufórico por su audaz escape: ha comido hasta enfermarse, ha aprendido a bailar la jiga con los marineros, ha correteado por todo el barco y poco le ha faltado para hacer cabriolas por cubierta. Y no puedo culparlo: sinceramente no puedo. Me sigue como un perrito desesperadamente tratando de caerme en gracia, pero entre la cultura agresiva de Jermaine( "Y cuánta gente has matado? Una docena? Más? Y cómo los matas?") y la visión de casta y clases estrictas de Mittani ( "Soy un príncipe, yo debería usar el camarote de popa, porqué se lo dan a ella!"), es muy difícil que sus opiniones me despierten interés. Tiene la misma arrogancia de Davim, pero nada de su calidez y generosidad: su insistencia a que abandone a Ellyse y lo lleve a Jermaine para que me “ cubran de oro” no lo va a llevar a ninguna parte.

    Ellyse… ha estado encerrada en sus habitaciones desde entonces. Dos veces he tratado de colarme a las horas de las comidas y dos veces me ha echado sin apenas mirarme. Está sentada a la mesa trabajando, de regreso a sus horribles horarios: la luz de su camarote se refleja en el agua detrás de nosotros toda la noche. A veces he sido a sentarme ahí, en el castillo de popa en donde puedes mirar el reflejo, y he visto su sombra pasearse inquieta bajo la luna

    El quinto día, vi unos grumetes lavando hojas de pergamino para poder reutilizarlos, porque no le quedan más. Ver la letra pequeña y regular de Ellyse tachada, escrita en bordes, en frases incompletas, me dice mucho más sobre el estado de su mente que ninguna otra cosa. En las cartas inconclusas que vi, al Taiko, a Dario, a su hermano, al Conde de Jermaine, y a alguien llamado Ty, suplicaba por comprensión, pedía disculpas, amenazaba con el espectro de la guerra, razonaba contra el expansionismo, citaba historia, peroraba sobre filosofía… era un esfuerzo desesperado, aterrado, de salvar esta situación.

    No hablamos hasta el último día de viaje, en que ya se veían las colinas amarillas y verdes de Jion, en que cuando me levanté al amanecer para ir a hacer mis ejercicios. (Solo. Jorgen dormía a pata suelta en un camastro a los pies de mi cama, tras una noche tardía bebiendo con los marinos)
    La vi sentada en la proa, envuelta en la capa de Arles, mirando la península. Su rostro se veía tranquilo al menos, aunque ojeroso y cansado, y cuando volvió esos ojos tristes a mí, habría tirado a Jorgen al mar muy a gusto.

    - Buenos días.- me dice, voz tan serena como si nada pasara.- Mañana llegaremos a Jion. He hablado con Van para que las cocinas nos compartan un poco de sus provisiones. Tenemos poco menos de un día desde Illión a la capital de Jion, Arthina.-

    - Por supuesto.- digo estúpidamente, asintiendo.- Ellyse, lamento…-

    - Jorgen será tu responsabilidad: que no se escape, que no nos meta en problemas, y que no se lastime. Alimentarlo no va ser sencillo tampoco, por lo que me dicen.- agrega con cierta irritación, pero me parece nada más normal que un chico en crecimiento, casi muriendo de hambre con las raciones de Mittani, se haya logrado comer una pata de cerdo él solo.- Vamos a ir a entregarlo a su casa tan pronto envíe unas cartas y hable con la Condesa Esther. Con un poco de suerte, nos saldrán al encuentro, porque no nos sobra el tiempo. –

    - No podemos ir en barco a Jermaine?-

    - Jermaine no tiene puertos. Todo alrededor es farallón costero.- me dice, su voz cansada.- El único camino es el paso de las montañas. Al menos es verano, casi... supongo que será sencillo.- suspira, al fin humanizándose para frotarse la cara.- No tienes que ir si no quieres…-

    - Ellyse, sé que estás molesta conmigo, pero de verdad que no podía hacer otra cosa, es un horror que lo tuvieran prisionero. Por supuesto que iré a devolverlo a su casa, y estaré a tu lado para enfrentar lo que pase, tiene que haber una manera…- suplico, tomándole las manos, inclinado en el escalón de proa. Están tan frías. Ella me mira a los ojos y se ve exhausta.

    - No estoy molesta contigo. Actuaste… como quien eres. Pero estoy muy harta, Conrad, es todo…- musita. Quisiera que siga hablando, que me diga cómo ayudarla, pero no dice más, soltando sus manos de las mías. – Iré a abogar con el Conde de Jermaine, si me escucha, y pasaremos por Gaol Ethel a buscar a Gertram. Si todo sale bien… si consigo apagar este incendio, quizá Dari pueda empezar su viaje en el Solsticio y yo irme al campo.- suspira.

    Iré contigo adonde vayas, quiero decirle, pero ya no me está escuchando, envolviéndose en sus chales a pesar del verano y volviendo a su camarote. Dijo “ yo irme” no, “ nos iremos” y eso me dejó con un vacío en el pecho todo el día, toda la noche, e incluso cuando en un día maravilloso de sol y cielos azules desembarcamos en Illión. Ellyse fue la última en bajar el barco, cuando Jorgen y yo ya teníamos el carro instalado, los caballos ansiosos, todo mi inventario completo. Ella descendió la plancha sola con un marinero llevando su baúl y su morral, y vi que le trajeron un magnífico potro negro tan grande como Leila, con guadralpa blanca.

    - Qué bonito! Quiero uno!- me dice Jorgen dándome un codazo, a lo que le echo una mirada envenenada.

    - Tú no tienes dinero.-

    - Pero lo tendré!-

    - Yo tampoco tengo, y si molestas a Ellyse con tonterías, caminando te vas, me oíste?-

    Jorgen ocupa su espacio en el pescante, pero ella podría haberse ido sentada en el carro, o echarlo a él atrás… en cambio, se ha comprado un nuevo caballo, y se va adelante, mostrándome un camino que parece conocer. Illión no es el profundo golfo de Los Puertos: es un estrecho arco entre dos puntos de granito, con unas cruces de piedra blanca en vez de faros, y las casas están pintadas de azul, los barcos, mucho más pequeños, de blanco. Por lo que veo, lo que más cargan es semillas, frutas y verduras, y traen mucho pescado: los stands en la rada son extremadamente abundantes en comida, empanadas de verdura y grandes manzanas secas en alcohol, clavadas en varillas.

    Es mucho más ordenado y sencillo que Los Puertos: a Jorgen se le salen los ojos de las órbitas a cada rato, porque las mujeres de Jion son famosas por su belleza, sus blusas muy escotadas en verano y largas faldas en capas que dejan ver atléticas piernas desnudas en las aberturas de los lados. Casi todas tienen espesos cabellos rizados, castaños, rojos o dorados, y sus grandes ojos oscuros o verdes se fijan con honesto interés en nosotros, saludando o sonriendo, sin nada de la timidez de las mujeres de Mittani o la seriedad de las de Degan o Albión. Los hombres son esbeltos y atléticos, pero más bajos y morenos, con unas sonrisas luminosas: admiran nuestros caballos y nuestro carro, y saludan a Ellyse con una inclinación respetuosa. Con la capa roja y un severo traje negro, una tiara en su cabeza, es muy obvia su nobleza.

    Jorgen, que ha sacado un puñado de esas frutas traslúcidas de una de las bolsas, me da una ojeada cuando partimos detrás de ella.

    - Arreglada no es fea. Crees que se ha puesto joyas y todo eso por mí?-

    - Se los ha puesto porque va a ver a la Condesa de Jion, creo.- le digo.- Puedes dormir, o ir a atrás. No tengo ganas de conversar.-

    - Pero yo sí. Cómo es que un sacerdote de Tyr sirve a una chica, dime?-

    Es sólo el tener alguien que me escuche? Es para no pensar en la espalda de Ellyse tan rígida y lejana en su nuevo caballo? No sé, pero con torpeza acabo por contarle toda la historia, o al menos lo que no es privado, a Jorgen. Me escucha: cuando menos es bueno escuchando. Avanzamos rápido y no paramos a almorzar: Ellyse niega con la cabeza cuando le ofrezco unos sándwiches, que Jorgen devora, pero las alforjas de su caballo tienen fruta, creo.

    Es un día precioso al salir del puerto azul y blanco, los campos de Jion, bordeados de girasoles en vez de cercos, son enormes extensiones verde brillante de alfalfa, dorado luminoso de trigo, verde oscuro de maíz o blanco brillante de cebada en colinas generosas, pespunteadas con riachuelos guiados por la mano del hombre, y granjas sin cercos tampoco, graneros rojos, molinos con aspas que se mueven flojamente en el aire tibio. Hay manzanares y montones de campos de vid, con los frutos ahí al alcance la mano, en el sendero: Jorgen se roba unos duraznos y limones sin que pueda detenerlo, y se los traga sin que aparezca nadie a afearnos el robo. Las uvas, muy grandes y negras, o pequeñas y rosadas, cuelgan en profusión aunque recién se acerca el verano.

    Es una tierra bendita: con sólo lo que posee unas de esas granjas todo Albión podría aguantar un invierno. Hay caballos bajos y regordetes, cochinillos aún más regordetes, cientos de vacas pacíficas pastando que nos ignoran, gallinas asomándose con descaro a la vera del camino. A los lejos a veces vemos alguna vaquera o lechera con grandes faldas cortadas de colores vivos llevando a sus animales de un campo a otro: hay nubes gruesas en el cielo, que pasan a veces como sombras.

    Parece increíble mirar este paisaje y pensar en guerra: Jorgen, tras atracarse de duraznos, se duerme entre los sacos de avena. Tratando que no se note mucho, espoleo a Toronja y Lima, y me acerco a la vera de Ellyse, que sigue cabalgando a buen paso.

    - No estás cansada? Han sido varias horas y esa montura es vertical…-

    - Estoy bien.- me dice sin mirarme. Tyr, tienes que ayudarme, no soporto esta frialdad entre nosotros.

    - Crees que la Condesa Esther pueda ayudarnos? Quieres que averigüe algo mientras te espero o debería escoltarte o…-

    - Hala, los viajeros!!- dice una voz alegre y sonora. Ellyse levanta la vista y veo un deje de fastidio en sus ojos. Montada en un caballo bayo majestuoso, hay una mujer tan bella y tan parecida a Sussanah de Norbray que no puede ser sino una pariente próxima. Con unas curvas mareantes y un magnífico moño alto del que caen largas trenzas rojas, es más joven, y se ve muy pícara con pecas y una naricita respingona. Le muestra una gran sonrisa dientona a Ellyse, y luego la dirige a mí, pero en vez de parecerme atractiva entonces, a pesar de su amplio escote, me hace pensar en esos peces que son todo dientes y puedes sacarte un dedo incauto fácilmente.

    - Iryna.- dice Ellyse con un pequeño suspiro.- Recibió tu tía mi nota?-

    - Es un encanto verte, qué linda tarde, cómo te has puesto de bonita, preséntame a estos hombres tan guapos… mmm, lo de bonita es mentira. Podrías saludar, pero sigues con esas maneras arrogantes de niña bien, veo…- dice la joven desmontando un revoleo de faldas rojas.- por Dios, no te tintas el pelo? No te da vergüenza?-

    - Y tú sigues sin sujetarte el busto.- le dice Ellyse con voz pasota, a lo que Jorgen hace un gorgorito emocionado.- debe ser terrible andar por ahí toda suelta…-

    - Sí, es terrible, qué bueno que nunca te enterarás por qué no tienes nada que mover… hola, señor Cler. De dónde salió este clérigo tan atractivo y ante qué Dios hay que prosternarse de rodillas, mmm?-

    - Necesito ver a tu tía. – dice Ellyse espoleando su caballo, que se encabrita agresivamente.- Sé una buena dueña de casa y atiéndelos en el palacete mientras hablo con ella, Iry.-

    - No soy tu empleada, señorita presumida.- le responde la Dama Iryna, que comprendo de súbito es la vizcondesa de Jion. Ellyse se ha ido galopando y dejándonos atrás, y la verdad me siento muy huérfano, pero la Dama ya ha subido al pescante y se ha instalado entre los dos con un empujoncito de sus caderas.- Pero no importa, se han quedado conmigo, y nosotros nos vamos a divertir, Jion sí sabe tratar a sus visitas!-

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    Nunca había entendido la guerra expansionista, pero ver los campos de Jion al atardecer, sus alegres pobladores reuniéndose para beber y celebrar, las pirámides de fruta y grano, los campos llenos de animales nadando en pasto verde… sí, entiendo porqué alguien de las llanuras de Degan se preguntaría porqué su vida es tan diferente, si acaso es justo. Alguien de Mittani seguramente se preguntaría porqué a alguien como yo le sirven un plato con cuatro carnes diferentes y una patata asada del porte de mi puño chorreante de mantequilla y a ellos no. En Albión, y no somos nada remilgados, con lo que me sirvieron para una cena una familia come una semana añadiéndole legumbres y hojas.

    Pero aquí hay obvia riqueza, Jion siempre ha sido el Jardín de la Península. Su huerta, más bien, diría yo, viendo como Iryna premia con monedas de oro al campesino que le trae la manzana más hermosa, roja y casi del porte de su cabeza, y luego sacan violines y bailan hasta no poder más bajo unos tejadillos decorados con banderines y cintas bebiendo vino a destajo. Parece una vida muy dulce: las parejas se besan y acarician abiertamente, los ancianos bailan o tocan música con mejillas rubicundas, los niños corretean hasta dormirse ahítos de fruta en mantas en el pasto.

    Pensaba que Dario era anormalmente llano con la gente, pero Iryna claramente conoce a cada uno de sus campesinos como a un familiar, y pica fruta con las mujeres, sirve vino a los hombres y sin ningún miramiento saca carne del asador y la muerde directo del cuchillo. Me gusta esa sencillez en los líderes, una especie de relajo que no concibe mal porque no tiene ninguno en el corazón. Jion es muy afortunado de tenerla, y cuando se ríe con su gente, siento ese amor. Supongo que la conocen de pequeñita...

    Ellyse no es así: carece de este fácil carisma, esa risa coqueta y traviesa: mi Ellyse pertenece a su sala en la Torre, a largos silencios, a sus meditaciones junto a las lámparas blancas, tarde en la noche. Puedo admirar a Iryna y su chispa, cualquier hombre lo haría: Jorgen está embobado, vaya.

    Pero lo que amo de Ellyse es precisamente esa reserva. Amo que su risa, su humor, su ternura y sus preocupaciones, que nadie sabría leer en su cara, son para mí, exclusivamente para mí. Ganarme su confianza en este viaje había embriagado mi corazón como un licor selecto, un privilegio, y pensar que la he perdido, que no volverá a enseñarme bailes o contarme historias cuando estamos solos me desconsuela.

    Reconozco una de las melodías como algo que me cantó Ellyse mientras ensayábamos: sólo por eso acepto la mano de la Dama Iryna cuando me saca a bailar entre aplausos y exclamaciones. Creo que no lo hago tan mal porque las danzas jionesas, aunque rápidas, son repetitivas. La cintura de Iryna es firme y ligera en mis manos al levantarla sobre mi cabeza: ella danza con muchísima animación entre los aplausos de su gente, y al terminar me echa su chal de encaje por el cuello para bajarme a su altura y darme un beso en la mejilla. Hay aplausos y vivas, pero también carcajadas: miro un poco desconcertado alrededor y no veo a ningún otro sacerdote, aunque no dudo que habrá. Habré infringido alguna regla? O quizás la gente tan próspera no siente necesidad de la religión? Quizá he hecho mal en unirme a su fiesta?

    Bueno, ya está hecho; y Jorgen se une también con el ánimo de la juventud, en donde bebe mal y baila peor, pero lo disfruta locamente. Cuando el cielo se pone negro y aterciopelado y lleno de estrellas, hay canciones más lentas y sentidas, pero son todas de amor, y aunque no entiendo todas las palabras, logro hacerme una idea. Son muy dulces.

    Como la fruta en la rama, maduro y espero, porque el viento te ha llevado, y debe devolverte a mí
    No era más que flor cuando nuestra primavera vino, pero al fin del verano, la dulzura te espera…

    Ahora entiendo porqué Arles ama tanto la música de Jion, esta cultura feliz y relajada. Su música trasmite la misma sensación: que hay tiempo para enamorarse, para admirar las flores, para reír y compartir, porque el mañana no traerá nada más que la misma abundancia y seguridad de hoy. Las canciones de Jion son todas de amor, porque no hay otra preocupación: e incitan a bailar, a celebrar, a vivir. No es raro que un chico criado en la peor casta de Mittani acabara por reinventarse como un jionés: la fruición con la que Jorgen disfruta es encomio suficiente. No puedo imaginarme vivir en semejante abundancia: el albionita en mí arrisca la nariz en preocupaciones sobre virtud y moral. Pero supongo que si no conoces otra cosa está bien: qué lugar tan perfecto para criar niños, amar a una mujer sin que nada amenace con dañarlos jamás...

    - Y cómo fue que pusieron a un clérigo a acompañar a la cargante, mmm? Nadie más quiso por dinero? Tuvo que ser un voto religioso para obligar a alguien…?-

    - Lo mandó el rey Dario.- le dice Jorgen, que está claramente encantado con Iryna.- Porqué no la sirves a ella mejor? Es más linda y es tan amable.-

    - Jorgen.- suspiro.

    La vizcondesa hace un gesto con lo que nos traen enormes jarras de latón llenas de cerveza hasta el borde, y se sirve una sin ningún aspaviento.- Mira, he oído hablar muy bien de los clérigos, pero aquí sólo hay druidas y la ocasional servidora de Hemma para los matrimonios. Como no hemos tenido monstruos ni problemas desde los Años Inquietos, supongo que se aburrían mucho aquí. Pero yo estaría encantada, cuando tome mi corona, de tener un par, aunque sean simbólicos. No está bien que Degan, Jermaine y Haender los acaparen todos.-

    - Nosotros tenemos buenos clérigos. Te mandaré una docena cuando llegue a mi casa.- dice con principesca seguridad Jorgen. Iryna lo premia con un besito, pero luego suspira.

    - Supongo que no queda de otra que irnos al palacete ya, mi tía se queja mucho cuando soy la última en irme de los bailes… bueno, al menos me llevo diversión conmigo!- exclama, tomándonos a cada uno de un brazo.- Vamos a ver qué ha hecho la antipática…-

    ________________________

    Bueno, tomar té, aparentemente. El palacete es eso, una gran casa de campo, majestuosa y delicada, con ventanas hasta el suelo y torrecillas, pero no un castillo, ni mucho menos un fuerte o algo defendible. Cada espacio que se pueda tallar está tallado, cada escalón embaldosado es más elegante que el anterior, y hay montones de sobredorados, espejos y cortinajes colgando desde un techo a tres metros de alto cargado de lámparas de cristales. El exterior es fino y femenino, pero el interior es mucho más rico y decorado que el castillo de Haender: supongo que miro todo como un campesino, pero Jorgen parece igualmente impresionado, y al entrar, da unas vueltas al llegar a un pasillo en el que desembocan unas escaleras airosas y curvadas.

    - Pero… dónde está el patio de armas? La tronera? No tienen… porqué no tienen foso?-

    - Hay una laguna para cisnes atrás, a mi tía le encantan, pero en verano huele terrible.- dice Iryna, guiándonos escaleras arriba. – para qué querríamos un foso?-

    - Para que se caiga la gente que venga a atacarlos, supongo.- le digo, a lo que Jorgen agita los brazos en el descansillo, sus rizos rojizos rebotando como jacintos.

    - Pero es peligroso! Dónde se encierran si viene alguien a atacarlos? Tienen un sótano al menos? –

    - Para el queso.- dice ella, a lo que Jorgen me echa una mirada de horror. Es cierto que no he visto ni un solo guardia, sólo sirvientes: pensaba que el castillo de Hander tenía una seguridad muy laxa, pero esto es una ostentación de descuido.

    - No tienen nadie que los proteja?- musita Jorgen sin poder contenerse, cuando atravesamos un pasillo ricamente alfombrado en verde y entramos a una sala atiborrada de cuadros y adornos.

    - Mi tía es maga. No te había dicho?- dice Iryna, y entonces veo a la Condesa de Jion, una mujer muy anciana y delgada con el pelo como nieve auroleándole la cabeza bajo una tiara de piedras negras, vestida delicadamente con encajes negros y crema, sentada frente a una mesita con ruedas llena de porcelanas y té, hablando con Ellyse, la cual se ve bastante más tranquila, con una tacita de flores en las manos.

    - Así que éste es tu Cler.- dice la anciana con voz melodiosa, pero más firme de lo que esperaba para su fragilidad de pajarito.- Acércate, muchacho. Eres un discípulo de Romwen, me dicen.-

    - Así es, Su Gracia.- digo inclinándome. Ellyse deja su tacita y se levanta.

    - Gracias por su hospitalidad, tía. Nos iremos en cuanto entregue mis cartas.-

    - Creo que es el mejor camino que podrías tomar, querida.- le dice la Condesa, dándole una ojeada a Jorgen.- Y éste es el príncipe de Jermaine? Acércate, muchachito. Eres el hijo de Stephanus?-

    Jorgen asiente. Por fin encuentra a alguien que lo calle, parece. O quizá lo que lo calla son los tatuajes de magia, azules y verdes, que cubren todas las manos, muñecas y brazos de la Condesa, disimulados con mangas de encaje.

    - Sabrás que él y su padre hicieron sufrir mucho a la Península, hace años. Espero que no intentes seguir el camino de tu familia, o vas a acabar con ellos, en un espacio muy plano bajo una roca.-

    - No, Señora.- dice él bajando la vista, pero se ve resentido. Asumo que no se atreve a contestarle a alguien con ese nivel de magia. Incluso los ojos de ella están tintados por la magia: ese tono verde amarillento no es natural.

    - Vas a hacer todo lo que Ellyse te diga, y si tienes muchísima suerte, aprenderás algo de ella en este viaje. Dile a tu tío abuelo que Esther no ha olvidado, y que el Cónclave de Dario aún está vivo y dispuesto a terminarlo, si empieza algo. Y esta vez con harta menos piedad que la vez anterior, porque no está Clary para sujetarnos.-

    Jorgen asiente, aún más sombrío, pero Iryna lo abraza por detrás.- No amenace a mis invitados, vieja!-

    - Cállate, Iryna. Si tuvieras un dedo de seso… Ellyse, pida que la aprovisionen bien, queridita, que alimentar hombresy muchachos no es fácil. Le hemos estado mandando unas cositas a Edvar para que no pasen hambre en su vigilancia, pero creo que ahora mandaremos otras cosas contigo. Sí, va a ser necesario.- agrega severamente.- Iryna, dile a Clive que venga a verme de inmediato. –

    - Tía Esther, cree que sea necesario?- dice Ellyse. Nunca la había oído sonar tan deferente, ni con el rey.

    - Espero que no. Espero que logres tu meta y mantengas la paz. Eres tan parecida a tu padre, mi amor!- le dice ella, con dulzura.- Pero no nos pillarán boquiabiertos de nuevo, tesoro. Así que a esperar lo mejor y prepararnos para lo peor.- agrega, besándole la frente largamente.- Y ahora a dormir, que viajar tanto no es bueno para tu salud.-

    Ellyse asiente con una reverencia, recibe una bendición y sale: Iryna se lleva a Jorgen, pero cuando me inclino ante la Condesa, ella extiende una mano, y al enderezarme, mira fijamente en mis ojos. Larga y fijamente, pero no tengo nada que ocultar, y espero con paciencia.

    - Eres un buen escudo y una buena espada para Ellyse, Conrad. Ella te tiene en mucha estima.-

    - Servirla es mi honor y mi deber.- digo, aliviado de que no le haya dicho a la Condesa que iba a echarme o algo así.

    - Pero a veces Ellyse… su padre era igual, sabes. No pedía ayuda hasta que se caía de nariz. A veces, incluso los grandes estadistas necesitan un edredón y un plato más que espadas y escudos.-

    - También soy muy bueno con tazas y sartenes, Su Gracia.- digo impertérrito. Ella sonríe: debe haber sido muy bella de joven.

    - Me alegra escuchar eso. Me gusta que cuides de ella, Conrad. Porque además de que se haya hecho de enemigos ahora, también tiene enemigos en Haender. Incluso en su propia casa… - murmura mirándome a los ojos, y sé que piensa en el rencor de Elliot D’Arzach. Estoy seguro que no llegaría a hacerle daño a su hermana, pero la expresión de la Condesa me inquieta.

    - Sobre mi cadáver.- digo, de corazón. Ella asiente, satisfecha.

    - Gracias, muchacho. Pero quédate vivito, que ella te prefiere así y eres más útil y lindo de ver. Muy lindo, francamente…-

     

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    Jorgen se acostó borracho en la cama con dosel que le asignaron, en una habitación para tres en donde a mí me asignaron la más cercana al ventanal: Iryna me ofreció seguir bebiendo por ella, pero me disculpé recordándole que Ellyse había dicho que saldríamos temprano. Bufó y digo que nunca le duraban los hombres guapos, pero cuando se fue, sonreía.

    Le pregunté dónde estaba alojada Ellyse, a lo que rodó los ojos.

    - Arriba tuyo, mmm. Justo arriba de esta habitación está la suite real de mis tíos… nada menos no es apropiado para la señorita, como si fuera una princesa.- gruñe Iryna.

    - Ellyse es una gran estadista.- digo con suavidad. Ella me echa una mirada, que parece leer en lo más hondo de mi alma y rueda los ojos con auténtica exasperación.

    - Su padre era un gran estadista. Y es por su prestigio que todos le hacen caso, y bum, más de la mitad de ser estadista es que te hagan caso. Listo. Es puro prestigio y privilegio, eso es lo que es…-

    - También servimos los que lidiamos con los problemas diarios.- le digo con dulzura, pero ella me echa una mirada sarcástica.

    - Si pudiera lidiar con mis problemas a espadazos como usted, Cler, eso me gustaría mucho más…-

     

    - Conrad…-

    Me despierto creyendo por un momento que Ellyse me llama: creo que estaba soñando con ella, porque alargo una mano confusa a la figura de pie junto a mi cama, y alcanzo a felicitarme por lo sólido de su brazo antes de caer que en la penumbra, es Jorgen.

    - Qué pasa, Jorgen?- pregunto sentándome. Sus manos están transpiradas: su aliento es rápido, un poco tembloroso. Por favor, no me digan que dejé que se intoxicara en alcohol el príncipe de Jermaine…

    - Estaba soñando.- dice en voz muy baja. Suena quebrada, como el niño que debiera ser, no el hombre que pretende ser: tiene una lágrima en su nariz aguileña. - Soñaba que… estaba soñando. En el sueño tenía tanta hambre…-

    - Soñabas con Mittani, Jorgen?-

    - No. Despertaba en Mittani y todo esto había sido un sueño.- dice en voz baja.- Me dolía el estómago de hambre… me había olvidado de cómo era no tener hambre…-

    - Debe ser terrible soñar que te mueres de hambre tras un melón entero y toda esa carne asada.- le digo, con lo hace un gorgorito húmedo: ha llorado dormido, parece.

    - No es un sueño, verdad?- dice, y va a la ventanita que da a esos campos inmensos, su figura demasiado delgada contra el vidrio.- No sabía siquiera que podían existir lugares como éstos…-

    - Jorgen.- digo, bajando mis piernas cansadas de la cama.- No tengas miedo. No dejaremos que Mittani te lleve de nuevo con ellos, y si en Jermaine… no te quieres quedar, hay otras opciones.-

    Él me mira como nunca se le hubiera ocurrido la idea. Regresa a mi lado, y le ofrezco un vaso de agua de la jarra que me han puesto en el velador. Jorgen se sienta a mi lado, y creo que mira nuestras piernas desnudas con alguna curiosidad, como si comparase mis cicatrices y pies gastados y sus delgadas piernitas peludas.

    Es un muchachito, por alocado que parezca. Un niño aún que creció en tierra hostil y con todo su privilegio, sabía que la muerte podía venir mañana. Su perfil tosco y demasiado agudo tiene las señales del cautiverio: la angustia el fondo de sus ojos, ese deseo de caerle en gracia a sus captores, no es más que miedo, y los niños no deberían tener miedo.

    - A ti… nadie te dice qué hacer. Excepto un Dios. Debe ser genial ser el… que lleva, y no el… llevado…- musita, su voz aún quebrada. Creo que aún está algo borracho.

    - Para eso tienes que entrenarte. Cuerpo y mente. Si eres dueño de ti, nadie más puede serlo.- le digo, una de las primeras frases que me dijo el Maestre Corwin mientras me curaba el raquitismo. Jorgen asiente, y lo arrastro de vuelta a su cama, en donde cuando lo arropo como un niño, de repente agarra mi mano.

    - No quiero estar encerrado nunca más, Conrad. No dejes que me encierren, por favor…-

    - Voy a hacer algo mejor, y es enseñarte a abrir cerraduras. No tengas miedo, Jorgen. No estás solo.- le digo afectuosamente. Me tengo que quedar un rato ahí: no me suelta la mano hasta que se duerme.

     

    Lo que nos esperaba por la mañana de día soleado era una comitiva, y si Jorgen estaba fascinado aún en su resaca viendo la procesión de carros cubiertos de madera barnizada y toldos blancos, yo me sentía un poquitín avergonzado con nuestros diminuto carrito en medio, Toronja y Lima pareciendo mulitas entre los enormes caballos de guerra que tiraban los carros. Le conseguí un jubón y calzas decentes ( rojas, lamentablemente, pero gruesas y de buena calidad) a Jorgen, pero yo, en mi túnica de viaje gris porque guardé las lujosas de Mittani, supongo que parezco un palafrenero entre tanto guerrero espléndidamente vestido. Jion trabaja el cuero y el metal bellamente: hasta los arreos de los caballos están bordados y decorados. Los guerreros lucen capas fluyentes de colores brillantes, medias armaduras de acero y tabardos de cuero pintado que me parecen dignos de reyes. “Clive” resultó ser un arquero de melena castaña, bigote y la sonrisa fácil de los jioneses, brillantes ojos celestes, la musculatura de alguien que jamás ha tenido que vivir de raíces.

    Reconozco que me hizo un poco de gracia que Jorgen lo mirase y arrugase la cara a las flores pintadas en su preciosa armadura de cuero y metal, pero expresaba tan bien lo que yo estaba pensando: el tipo ni siquiera nos saludó, echándome una mirada peyorativa cuando vio mis ropas gastadas, supongo. A pesar de su juventud, Clive era el jefe del escuadrón de arqueros que nos escoltaba, y la mitad de los carros, en vez de tomates y calabazas, llevaban armas.

    Me inquietó esa obvia preparación para la guerra: se supone que los sacerdotes de Tyr no deberíamos, en justicia, pertenecer a un bando o al otro, sino sólo actuar para defender a los inocentes en caso de invasión de un territorio: pero no tuve tiempo de explicarle eso a Ellyse, porque se fue adelante con Clive, muy guapa con un casacón nuevo de cuero y placas de metal bordadas protectoras, peinada por doncellas en una profusión de trenzas altas y con diamantes en las orejas. Clive parecía encantado de tenerla consigo y charló todo el día: no tengo idea cómo un tipo puede hablar tanto y reírse solo. De qué humanamente se puede charlar y reír por ocho horas seguidas? Le recitará libros?

    Bueno, no tengo idea. Ellyse sonreía a sus aspavientos: el muy presumido llevaba las riendas atadas y gestualizaba con las manos, seguro para demostrar lo buen jinete que era y cómo guiaba su enorme caballo de guerra con las rodillas. Cuando a la hora de la cena se quitó la armadura y anduvo paseándose arriba y abajo a torso desnudo para luego echarse agua encima y luego ir a molestarla mientras comía, me harté y agarré una hogaza con carne seca y salsa.

    - No puedes comer sólo fruta.- le digo, ignorando al gigantón mojado.- Te prepararé el vellón en el carrito.-

    - Gracias, Conrad- me dijo ella, como si recién recordara que existía. Mordió obedientemente la hogaza, pero “ Clive” me echó una ojeada irritada: tiene los pectorales tan grandes que casi puede apoyar su gigantesco mentón en ellos.

    - Un sacerdote mendicante… algo me habían dicho. Toda una curiosidad. Y cómo lo hacen para rendirle pleitesía a ese Dios suyo, tan lejitos de su abadía, hmmm?-

    - Donde quiera que esté mi espada puedo servir.- le digo fríamente. Pero ahora que tengo ganas de que me reten a duelo, el muy desgraciado no lo hace. Ah, misericordia, Tyr dame paciencia.

    - Su tienda está preparada, Lady Ellyse.- le dice, con toda prosopeya.- Por favor, sígame. Y no tema por su seguridad, está junto a mía.-
    Me vuelve el alma al cuerpo y la paz al espíritu cuando detecto esa sonrisita invisible en la voz de Ellyse: se está riendo del tipo, no con el tipo.- Oh, ni siquiera había pensado en eso, Sir Clive. Gracias, me siento mucho más segura ahora.- agrega con otra sonrisa, ésta totalmente deshonesta.- Conrad?-

    - Mi Dama?-

    - Vigila a Jorgen, y por favor, despiértame al amanecer. Necesito que hablemos de nuestros planes.-

     

    Nuestros planes! Me ha devuelto la sonrisa. Le echo una mirada triunfante al tipejo, y me voy con la cara en alto.

     

    Por supuesto, estaba vestida y poniéndose los guantes cuando me acerqué al rayar el alba, y su cara se iluminó cuando vio que le traía una de las tortitas sureñas de nuestra provisión en el carro: afortunadamente, Jorgen también opina que son una obscenidad. Se la traga antes de cerrarse el chaquetón, y luego echa a caminar conmigo por la vera un río que se ilumina lentamente de sol. Es tan extraño pensar en guerra en esta tierra encantada: el mismo sol parece más dorado y mágico.

     

    Mi mundo se centra de nuevo cuando estamos solo, caminando juntos en este paisaje tan hermoso. La espero que ordene sus pensamientos dando una ojeada por el campamento: abierto y amplio, con hermosas tiendas de lona pintada, no tiene guardias ni fogatas nocturnas, y hay un silencio total aunque ya ha salido el sol. Se nota que se saben a salvo en una tierra gentil: pero no voy a criticar, porque sus arcos son grandes y poderosos, y parecen francamente amables.

    Excepto Clive, que se me ha atravesado, vaya.

    - Dos días a Gaol Ethel, ocho días a Jermaine. Estoy considerando lo accidentado del camino, aunque iremos por la entrada principal, lo más abiertamente posible. En Gaol nos esperarán las respuestas a mis cartas, espero: seguramente Allyra o Edyta ya nos tendrán alguna contestación...-

    - Le escribiste al Taiko? Le dijiste la verdad?- pregunto curioso.

    - No. Habría sonado como mentira, Conrad.- me dice, mirando el agua que refleja el cielo del amanecer.- Mira, no soy una buena diplomática en persona, hago lo que puedo y esto es nuevo para mí. Pero sé escribir cartas: eso sí lo sé, y debe sonar creíble, no sólo serlo. Le expliqué que Jorgen se había acercado a nosotros y pedido pasaje en nuestro barco, y se lo habíamos dado de buen grado. Ahora me escribirá señalando que era un rehén y que vulneramos un tratado, lo que me da tiempo para darle mis más sentidas disculpas y expresar que Jorgen está de vuelta en su casa. Todo con tal de que no vaya a Haender espada en mano pensando que robamos su rehén como contrapeso o soborno...-

    - Porqué toman rehenes, Ellyse? Es un muchachito! Y si mataron a su hermano...-

    - Eso... no lo sabía, Conrad.- dice Ellyse mordiéndose el labio. Ha salido el sol, dorando la niebla: se disipará pronto, pero por ahora me gusta, me siente como un velo envolviéndonos discretamente.- Tomar rehenes normalmente actúa como un seguro. Un pacto de no agresión. Jermaine y Mittani han sido aliados por décadas: son países muy semejantes, militares y clasistas. Antes de la época dorada, se dice que guerreaban tanto que eso gatilló el ascenso de los magos: como nadie lograba sosegarlos por las armas, finalmente los magos formaron su coalición y los invadieron con la magia brutal de esos años. Eso nos dio mil años de paz, pero ahora que sólo queda Haender… hace muchos años ya que nuestra autoridad es básicamente nominal. Si en los Años Inquietos hubieran ganado, ya no habría Península.-

    - Y crees que Jorgen era un rehén para asegurar que no se atacaran entre ellos?-

    - No, creo que era algo más.- dice ella pensativamente.- No estoy segura. Pero sospecho que hay cosas de Jermaine que ignoro, y quiero enterarme. Y creo que aunque Jorgen no tiene idea, tiene más importancia de la que cree. Si Mittani se sentía capaz de matar a un heredero de Jermaine sin repercusiones, aquí hay mucho que no sé. Si yo le he mentido al Taiko en mi carta, él no lo ha hecho menos con Haender y Darío.-

    - Entonces vamos a Jermaine, entregamos a Jorgen y luego qué? Interrogamos a alguien? Hacemos preguntas?-

    En la niebla dorada, ella sonríe, levantando su cara al sol.- No sabes cómo me calma saber que dices “ hacemos”. Sé que no tengo derecho a pedirte nada después de gritarte en el barco, pero me tranquiliza tanto saber que irás conmigo.-

    - No dudes de mí, Ellyse. Por favor.- le digo con dureza.- Hice una promesa, y yo cumplo mis promesas.-

    Ella asiente, pero se ve enternecida, antes de apartar la vista.- Además prometiste proteger a Jorgen de la maga loca. Debes entregárselo a su familia sano y salvo…-

    Ahora sonríe, y me hace sonreír a mí.

    - Le debo protección a Jorgen, porque me la pidió en nombre de Tyr y es justa. Pero es por ti por quien hago todo, Ellyse.- sigo muy simplemente. Casi temo haber dicho demasiado cuando clava los ojos en los míos: hay un reborde pizarra en sus pupilas de plata que me intriga, parece llamarme. No sé cómo el extremo de una sus trenzas me roza la mano, y me doy cuenta que ha ido sola a su cintura sin un pensamiento consciente, pero entonces ella se aparta al oír una sonora trompeta que anuncia retreta y al fin oímos movimiento en ese lacio campamento. Ellyse hace amago de echar a caminar al encuentro de los arqueros, pero le tomo el brazo.

    - Creo en lo que haces, Ellyse. Creo que prevenir guerras es mucho mejor que ganarlas.- musito, bajando la vista.

    Ella asiente con la cabeza, parece que va a decir algo, pero la trompeta es más insistente, y rueda los ojos.

    - Pudiste dormir algo?- al fin suspira. – Por Dios, se supone que son guerreros, y han jaraneado hasta el amanecer. Dudo mucho que se muevan hasta las diez. – Yo gruño en asentimiento y queja a la vez.- Sí, iríamos más rápido sin ellos, pero eso ofendería a la Condesa Esther. Como sea, sólo nos acompañarán hasta Gaol Ethel: dependiendo de las cartas que me esperen allí, partimos con Jorgen a Jermaine de inmediato.-

    - Puedes darte una siesta en el carrito hoy y dejamos que Jorgen intente montar. Tengo la sensación que todas sus historias sobre ser un gran jinete son dudosas.-

    - Es una idea.- dice Ellyse, e inesperadamente sonríe.- Extrañé mi vellón. Esa cama colgante de seda era horrorosa, me resbalé toda la noche…-

     

    Ella se duerme tan profundamente que se pierde a Jorgen cayéndose nueve veces del potro negro, pero volviendo a montar diez sin quejas y con persistencia de gato enojado. Voluntad es más importante que habilidad, pero la verdad no le presto demasiada atención y voy bastante atrás en la columna para que las charlas no molesten a mi Dama, hecha una bolita en su vellón.

    Nos toma dos días dejar Jion: el camino empieza a descender y las granjas a estar más espaciadas y menos lujosas, con más campos salvajes y bosques. La frontera de Jion es un bosque tupido cuyo camino apenas nos deja mirar afuera, pero el camino es claro y recto. Cuando al fin abandonamos el bosque y nos encontramos de nuevo en las planicies de Degan, veo a nuestra izquierda, a lo lejos, la Torre del Aire, y hacia el sur, directamente enfrente de nosotros, Gaol Ethel.

    - Fue construido en la época dorada, con ayuda del Imperio. Fue la gran obra del último Creador y su Fuente. Creo que su tumba aún está en los sótanos. En los años inquietos, fue el único baluarte que resistió al ataque combinado de Mittani, los Vidan y Jermaine: más al sur están los restos del campo de batalla de Rogen.- me dice Ellyse, acomodada detrás de mí entre los pepinos.- Los soldados sirven tres años por vez, pero es muy cómodo, es mucho más codiciado con la comida y las visitantes de Jion que…-

    - Que Albión y comer nieve, me imagino.- le digo con fingida ofensa. Ellyse se echa a reir.

    - Iba a decir la Ciudad Sagrada y sus monjes pero también.-

     

    No es sólo una Torre: es un fuerte de piedra, más grande que Leyfangle, mi abadía, con almenas altas y regulares, muros con protrusiones para hacer imposible escalarlos, puente levadizo, la cuatriflama de Hander en alto, y un alegre banderín azul con un diseño plateado debajo. En la Torre hay una cruz negra en una estrella amarilla pintada: se supone que ayuda a las Hijas del Aire a posarse mejor la planicie está salpicada de grandes piedras cuadradas, que asumo tendrán algún uso, y hay que negociar con cuidado el paso de la columna en descenso hacia Gaol Ethel. Ellyse se vuelve a dormir tras una de sus tortitas adoradas, y yo ayudo a enderezar un carro cargado de flechas que habían volcado, antes de volver a mi carro.

     

    Ya estamos cerca, y deben habernos visto, porque han bajado el enorme puente levadizo y viene a caballo un guerrero en armadura, con espada y pendón, arreos azules en su caballo, penacho de crin en su yelmo. Debe ser un capitán por lo menos: su caballo de guerra es enorme. La columna de arqueros y sus grandes carros siguen adelante, y oigo voces, conversaciones, saludos. Me giro para despertar a Ellyse y decirle que hemos llegado a Gaol Ethel, y que han salido a recibirnos, cuando oigo una voz tonante.

    - Dónde está el sacerdote de Tyr?-

    Me giro asombrado. Jorgen me está apuntando con el dedo, muy solícitamente, y los arqueros se han abierto dejándome bien a la vista, Clive girándose en su montura para mirarme.

    - El comandante de Gaol Ethel lo llama, Cler.-

    - Pero si no lo conozco…- musito con desconcierto, dejando las riendas para bajar del carro y hacer una carrerita a la planicie, pero oigo otro grito, esta vez ininteligible, y Clive sonríe más ampliamente.

    - Dice que lleve su espada.-

    - Qué?-

    No sé qué está pasando aquí. Le hablo a Ellyse, pero ella recién está en la etapa de enderezar la cabeza y mirar alrededor. Otro grito, y me apresuro, pero la cara de los arqueros no me gusta mucho, porque hay una expectativa inquietante en sus ojos.

    Cuando llego a la llanura, el hombre de armadura ha desmontado y ha tomado su espada, dejando el pendón azul en la montura. Tiene una brillante sonrisa blanca, y una expresión determinada: es muy guapo, con el pelo castaño y los ojos grises, mucho más alto y aún más atlético que los jioneses. Su aire es absolutamente marcial, y se mueve como alguien que ya no registra que las armaduras pesan.

    - Tú eres el famoso Cler Conrad, entonces?-

    Famoso? No sé si asentir. Debo parecer algo idiota, en mi túnica gruesa y mi espada en mano, enfrentando a este noble caballero a pleno sol, frente a todo el mundo. Qué puede querer?

    - Soy Conrad, clérigo de Tyr.- digo tan sencillamente como puedo.- Cómo puedo servirlo, señor?-

    El hombre me mira de arriba abajo, y esboza un gesto severo, llevándose el pomo de la espada a la cara, en un saludo anticuado de esgrima.- Tú eres quien custodia a la Dama Ellyse D’Arzach?-

    - Sí, señor.-

    - Entonces…- me dice, arrojando su capa con un revoleo a un montón de pasto, y asumiendo la posición de ataque de esgrima de un maestro entrenado.- Ponte en guardia, Cler Conrad!!-

    FX

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