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    El Guardián de La Calígrafa/14

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    Jul 24, 2024

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    El Guardián de La Calígrafa/14
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    Intentaron asaltarnos una vez más, saliendo de Morstad, el pueblo ganadero casi en la frontera con Degan. Con la insistencia de Davim respecto a que era un lugar intolerable debajo de su condición ( pero no lo es, aparentemente, raspar las ollas para comerse el pegado de mi comida) y lo estrambótico del pueblo pasamos de largo. Es un pueblito ganadero con calles inexplicables y estrechas atiborradas de animales sueltos, vacas pendencieras y cabras saltando en los techos: sólo nos detuvimos a comprar algo de carne, embutidos y leche.

    Salimos a media tarde, en el primer día nublado que hemos tenido desde que empezamos, y a plena luz nos atacó una banda que salió de entre los árboles, blandiendo un tubo de metal sureño y unos arcos. Los siete hombres se veían más duros y cerriles que los últimos, pero Arles metió una flecha en el tubo y Davim usó su látigo con la velocidad de un aguijón de avispa: mi Dama ni siquiera tuvo que bajar del carruaje, y Gertram se enfrentó valientemente a uno de los hombres, desarmándolo con su espada.

    Estando en las puertas del pueblo, Arles fue por un guardia y entregó a los asaltantes de los alcaldes, lo que nos retrasó más de una hora. Para suplirlo avanzamos hasta que salió la luna antes de buscar donde acampar, pero valió la pena porque encontramos un lugar inmejorable.

    Estamos llegando a la frontera de Haender y Degan, en donde la bajada de la colina marca el comienzo de las planicies marinas. No necesitas mirar un mapa para saber que es otro lugar: los bosques tupidos y el río ancho y torrentoso dan paso a una llanura de escasos árboles, rocas y pasto duro, tierra arenosa y riachuelos muy bajos y vadeables en curvos meandros dibujando todo a la vista de cintas plateadas. La vista desde la frontera es maravillosa, aunque intimidante: es descenso es de un centenar de metros, lo que hace el camino empinado y poco amigable para caballos nerviosos.
    Pero justo antes de la cuesta y sus curvas, al costado del camino hay una meseta que sirve de mirador, donde claramente muchos han acampado, porque tiene una zona para fogata ya rodeada de piedras, un manantial desbrozado y un espacio rodeado de arbustos para los caballos. Lo que lo hace tan hermoso es que, a la izquierda, tienes el estupendo espectáculo del río despeñándose en una cascada, un extenso velo de agua delicada que cae por el costado de la colina hasta una laguna al pie. El camino da muchas vueltas, pero al bajar acaba por llegar a ese lago: sin duda el paisaje te hace tolerar el mejor el camino.

    Gertram y yo hemos visto cascadas mucho mayores en Albión, pero ésta tiene unos rebordes tallados en la roca fantásticos para asearte, y Davim es el primero, a pesar de la hora, en quitarse toda la ropa y ponerse debajo con expresiones de contento. Podría criticar su desparpajo, pero supongo que nunca se acostumbrará a esta abundancia de agua fresca: se ríe alegremente mientras se jabona de pie en el reborde de piedras lajas bajo el chorro de agua.

    Mi Dama ignora su exhibición, a la que Arles y luego Gertram se unen con alguna timidez: es cierto que ha sido un camino polvoriento. Ella descarga el carro mientras yo me ocupo de los caballos, y cuando regreso, ya tiene el fuego encendido y está clavando salchichas en varas de asado.

    - Ellyse, ven a darte un baño, el agua está tibia!-

    - Lo dudo mucho.- dice ella en respuesta a las voces de Davim.- Tengan cuidado, un resbalón y llegarán al mar.- menciona, mirando a lo lejos. Entonces me doy cuenta que línea más clara en el horizonte, es el mar y el reflejo de la luna : ella se queda perdida en el paisaje, mientras yo coloco la tetera.

    - Puedes ir a bañarte, yo me ocupo del té.- dice Arles regresando con el pelo goteante y la ropa puesta sobre el cuerpo húmedo. Se sienta junto a Ellyse, y le palmea el hombro: me pregunto si esta sección del viaje les recuerda algo, porque ella está muy callada de nuevo. Comemos con hambre, pero con algún cansancio, y ella se va muy pronto a su vellón en el carro tras lavarse en el manantial.

    Davim hace algunas bromas y consigue que Arles le cante una melodía muy dulce mientras parte a cepillar a los caballos: cuando Arles calla al fin, Davim llena el silencio conversándole a los animales mientras continúa mimándolos. Arles pela unas raíces, con un aroma fuerte y ácido, que mastica con cierta frecuencia: se supone que ayudan con la voz.

    - Aquí nos conocimos. Aquí, en este mismo claro, conoció a Alain.- me dice tras una pausa. Suspiro: sospechaba algo. La verdad, el lugar no puede ser más romántico, festoneado con flores de tomillo por todas partes y la cascada bajo la luna - Yo, y otros dos marineros, lo acompañamos a encontrar al grupo de los D’Arzach. Ella y su hermano iban camino al Sur. Alain era el mejor guía para eso, y creo que Elliot le pagó una cantidad de dinero enorme. Fueron esos años que casi hubo guerra con el sur, y después de los Años Inquietos… Elliot había logrado que el reino de Izaya se rindiera sin guerra, sólo con diplomacia. Fueron a firmar los tratados, con Alain en la escolta, y cuando regresaron… él le estaba enseñando Sicha, el dialecto elegante del sur a Ellyse. Bueno, no era lo único.- agrega con odio en la voz.- En el momento me parecía tan romántico, pero yo era un niño idiota.-

    Su expresión es sombría, pero hay algo como un lamento en su voz. Me siento más cerca mientras mastica sus raíces.

    - Qué dijo cuando te reconoció? Reconoció a Ellyse?- pregunto al fin. Sé que no es mi asunto: ni siquiera debería pensar en eso. Pero no puedo calmar mi curiosidad. Arles arroja las mondas de sus raíces al fuego, en donde chisporrotean, y cruza los brazos en las rodillas.
    - Me dijo… me felicitó por encontrarme tan boyante y en la corte. Por ganar el favor de Dari. Cuando le hablé de Ellyse, no dijo nada. Sólo preguntó si se había casado, y cuando le pregunté porqué no había venido a buscarla, me miró… me miró como si bromeara, y me dijo “ Supongo que no habrás pensado en serio que iba a ir”.-
    Es como si algo me fuera a explotar en el pecho. Si lo tuviera cerca, lo desafiaría a duelo, y me aseguraría de partirle bien la cara para que no vuelva a seducir a otra niña con mentiras. Me tengo que callar, porque tengo miedo de gritar si hablo y espantar a los caballos, pero Arles asiente, como si mi furia lo satisficiera.
    - Lo buscamos tanto. Fui tantas veces, ella me costeó tantos viajes. Lloramos tanto pensando que estaba muerto.- Arles sacude la cabeza, se seca los ojos.- Aún me cuesta creerlo.-
    - Lo siento.- es todo lo que puedo decir. Él se muerde el labio pensativamente.
    - Por eso me cuesta creer en los Dioses. Si existen, son unos bastardos. Dónde está la famosa justicia de Tyr en esto? Cómo podría permitirlo?- me dice, en voz baja: pero sus ojos me interrogan con auténtico enojo. Le froto el brazo, tratando de tranquilizarlo.
    - Pero, Arles. Se nota que no te enseñaron teología. No voy a despertar a Gertram para explicarte esto, pero deja que te lo explique como lo me explicaron a mí siendo un niño todavía.-
    Arles asiente, pero me mira con desconcierto, sus ojos secándote, cuando le pongo una patata de nuestras provisiones en las manos.
    - Es… una patata.-
    - Yup. Y es real. La patata.-
    Me mira como si hubiera perdido la razón.
    - La patata es real, Arles. La justicia, no.-
    - … me vas a decir que no tienes fe en tu propio Dios?-
    - La fe es una cosa muy buena, Arles. Muy buena de tener. Pero unas cuantas patatas también lo son.- le digo, y le sonrío.- Puedo tener fe de aquí a Golfangle, pero esa fe no me va alimentar lo mismo que una patata siquiera. Igual que la justicia, o el amor. –
    - Estoy empezando a pensar que eres el sacerdote de las patatas.- dice Arles: está sonriendo al fin.- Considerando la magia que haces con ellas, que nos hace lamer los platos…-
    - Probablemente sería el sacerdote del ajo y el clavo de olor.- le digo, devolviendo la patata a su saco.- Arles, Tyr nos inspira el concepto de la justicia. Nos asegura que todos los caminos serán justos al final… pero hace eso, inspirarnos. Qué clase de Dios sería que no nos dejara elegir? Tú sabes lo que es justo, lo que está mal, porque Tyr te lo dice, lo hace sentirlo, si prestas atención. Y no eres una patata: a la patata puedes molerla, asarla, freírla. Plantarla. La patata no puede hacer nada para elegir cómo acaba. En cambio, tú tienes dos brazos y libre albedrío: tú debes tomar el concepto de justicia y hacerlo tan real como la patata. Sino, para qué existiríamos los sacerdotes de Tyr? Las leyes? Los jueces? –
    Arles asiente, los ojos aclarados.
    - Entiendo. Pero también me ha dado antojo de patatas fritas.-
    - Mañana.- le prometo, a lo que se va a dormir con una sonrisa. Cómo quisiera haber podido consolar a Ellyse de la misma forma: espero que ella no esté pensando en Alain en el carro, cuando me cuelo debajo a dormir. Hay un silencio total, excepto por algún bufido de un caballo y el rumor del agua.

    Me despierto antes de que se ponga la luna, extrañamente ansioso: no logro sacarme de la cabeza esa conversación con Arles. Ellyse está en silencio cuando abandono mis mantas: nadie parece despertar cuando tomo una túnica limpia, el jabón y voy a la cascada. No mentían: el agua es francamente tibia.

    Hace mucho tiempo que no estaba desnudo bajo las estrellas, y es una sensación liberadora. Las estrellas son diferentes en Albión: muy al norte veo Jessamin, la constelación florida, que para nosotros marca la estación del deshielo y el verano. ( Sí, “ la otra” estación; el clima es diferente al sur) Mirando esa única constelación familiar rezo a Tyr, agradeciendo nuestra seguridad y comodidad en este viaje. Tenemos comida y recursos abundantes, y ninguno ha caído enfermo ni se ha lastimado. Lo que queda de viaje se ve tranquilo: no será un camino difícil, no hay dónde emboscarnos, y aunque no hay pueblos ni granjas hasta llegar a la curva hacia los Puertos, parecen dos semanas muy tranquilas.

    El cielo está completamente despejado en todas direcciones. Los caminos de estrellas relucen perlados: en Albión una noche como ésta es un privilegio, pero aquí, creo que podré disfrutarla todos los días. Gracias por tu misericordia, Tyr…

    - Me permites?-

    Me quedo completamente mudo cuando Ellyse, con una camisola delgada por toda vestimenta, pasa a mi lado bajo la cascada de agua y se queda de pie en una piedra laja, frotándose ausentemente jabón en el pelo. Se ve medio dormida, y entre el shock de que me vea completamente desnudo y el temor que me verla levantar una pierna y lavársela concienzudamente de pie ahí sobre el vacío de la cascada, me paraliza el deseo antagónico de salir huyendo y cubrirme de pies a cabeza, y el deseo de colocarme aún más cerca, quizá agarrarla de la camisa de miedo a que se caiga. Pero ella no parece ni siquiera registrar que estoy allí, y procede a frotarse una pasta en la cara bajo el agua, momento que aprovecho de huir, secarme y ponerme la ropa tan rápido como puedo. Misericordia, somos adultos, porqué me horrorizo tanto de que me viera?

    No puedo evitar el temor a que se caiga y regreso, para vigilarla mientras sigue lavándose. Al menos ella se ha dejado esa camisola puesta.

    La que la verdad no hace mucho por cubrirla, porque es blanca, está a plena luz de luna y empapada, el lino es básicamente trasparente. Cuando se agacha para enjugar un aceite de su pelo, me enoja la fuerza de mi propia reacción: mirándola como un maníaco mientras se asea! Probablemente eligió esta hora para evitar los comentarios y la presencia de Davim, y soy yo quien se comporta así! Actuando como si fuera el primer cuerpo de mujer que veo, como un muchacho indecente! Ni Gertram sería tan imbécil!

    Tengo que dejar de comportarme así. Seguramente… pensé que estaba listo para un completo celibato, pero aparentemente, no lo estoy. Han sido tres años desde mi última noche acompañado, y parece que tendré que considerar conseguir otra en algún pueblo. Como todos, en mi primer año de guerrero aproveché todas las oportunidades que tuve, incluyendo algunos pecados con esposas de granjeros o mercaderes: pronto aprendí mi lección, y seguí las reglas, como corresponde.

    Pero no recuerdo, ni siquiera cuando era un adolescente alocado, haber sentido semejante impulso de quedarme admirando a una mujer. Ellyse no se parece en nada a las mujeres albionitas, que nos entusiasmaban tanto: debe ser simplemente que es una dama, yo soy un varón, y como la respeto profundamente y me siento cercano a ella mi cuerpo confunde las cosas. Por supuesto que las ideas idiotas de Arles no ayudan, pero me prohíbo siquiera pensar al respecto, y me prometo buscar algún alivio en el siguiente poblado. No es como si siquiera considerara actuar en estos pecaminosos deseos: pero sólo hecho que existan es un insulto para ella y un agravio a mí mismo.

    - Me permites, Conrad? Quiero cambiarme la camisa.-

    Cuánto, CUÁAANTO rato llevaba mirándola fijo como un halcón? Qué habrá pensado? Sintiendo que me salen los colores a la cara, le doy la espalda y la oigo secándose y cambiándose, ya fuera del agua, estrujando su pelo. Pasa a mi lado sin decir buenas noches: quizá está tan azorada como yo. Pero si hemos compartido una cama, no pensará que voy a faltarle el respeto! Lo último que quiero es que se sienta incómoda a mi lado!

    Amoscado y azorado, recojo la camisola mojada que dejó tendida en un arbusto, la estrujo con más fuerza, y la cuelgo de una rama alta, para que estile bien. Es gruesa y sencilla, y la lavó escrupulosamente: quito un cabello plateado muy largo enganchado en el cuello, y lo enrollo en mi dedo.

    Cuando me doy cuenta que estoy admirando el brillo de la luna en ese cabellito en mi dedo, lo arrojo al suelo, me froto la cara y me voy a mis mantas inmediatamente a punto de maldecir. Tyr, ten misericordia de mí. Me estoy portando como un niño.

    ________________________________________

    Bajar el carro por la Puerta de Haender, el brusco descenso al comienzo del camino toma toda mi experticia y la de Gertram en terrenos abruptos. Estoy agradecido de la presencia de Davim y su don con los caballos: en la parte más empinada, descendió del caballo, le ordenó a Dashi que fuera adelante y fue caminando entre Toronja y Lima, sosteniendo a los dos del belfo. Bastó con que clickeara la lengua para que Leila y el caballo de Arles se sosegaran, a pesar de que ese potro blanco imperial es muy nervioso: nos tomó toda una mañana bajar el camino a la planicie, pero seguro que a gente a la que se les vuelcan los carros o espantan los caballos les toma mucho más.

    Al avanzar por la planicie, podíamos admirar mejor la gigantesca mole que es la colina de Haender que dejamos atrás. Es el corazón de la península, tanto más elevado que el resto delos condados. Con los cielos despejados, podíamos ver a lo lejos hacia el Oeste el verde del bosque volverse mucho más claro descendiendo hacia los campos de trigo y alfalfa de Jion: en el horizonte, alcanzábamos la ver la Torre de las Alas, el hogar de las hijas del aire. Más al sur, en el límite con Jion, había una sombra en el horizonte: Arles me dijo que era Gaol Ethel, el fuerte en donde un escuadrón de Haender vigila el Encuentro de los Condados. Es el único punto en que todos los condados se tocan, en el mapa.

    Hay otros fuertes a través de la península, con los soldados de Haender a cargo. Hay dos en Albión, y alguna vez fueron enemigos de su población, opresores de su gente. Afortunadamente, eso ya ha terminado con el ascenso de Dario y ahora sólo son refuerzos de caso de ataque o desastre. La mayor parte de los soldados que son asignados a Albión lamentan vivamente su suerte, vaya, cuando llueve por quincuagésimo día seguido.

    Ellyse dejó el carro para irse a caballo charlando con Arles, o más bien, oyéndolo charlar a él: cuando acabamos el descenso y el terreno se niveló, Arles se puso a cantar una melodía simple y agradable, acompañándose con el laúd mientras Ellyse le llevaba las riendas. Algo sobre mensajes de amor en el viento, y cómo en el aroma de las flores sentía el amor de su amada. Estaba haciendo coros con Davim, que le cantaba a Ellyse con descaro, cuando oímos aplausos y vítores, y del camino de Jion vimos venir una caravana que aclamaba a Arles.

    No era una rica caravana de mercaderes, como la anterior: estos eran Vidan vagabundos, sus carricoches aún más modestos que el mío, sin más que burritos gruesos y robustos del desierto para tirarlos, sin caballos. Cada coche parecía llevar una docena de niños curiosos, y al menos cinco mujeres en cada uno, con faldas de vivos colores pero brazos huesudos. Los hombres, morenos y callados, afectaban ignorarnos: los hombres Vidan no hablan si no tienen que hacerlo, recuerdo haber leído. Pero la mujer que parecía la jefa, que guiaba el carro más grande, descendió al acercarse a nosotros.

    - Tú eres rico, en la garganta y el bolsillo y en el corazón.- le dijo a Arles, que se veía muy halagado.- Mis pobres moneditas no te harán ningún regalo. Pero pueden viajar un poco con nosotros, sí, y nuestra niña de la esfera les dirá sobre el futuro, sí, para que vayan con cuidado, con cuidado adelante…- agregó, palmoteando el brazo de Arles con manos llena de pulseras: su caballo estaba empezando a espantarse con el tinrtineo, pero Davim lo calmó con un sonido.

    Cuando la mujer volvió a su coche y empezaron a seguirnos, Davim me echó una mirada irritable. He leído que la gente del Imperio, aunque tiene un origen seguramente común con los Vidan, son terriblemente racistas contra ellos. Yo nunca había visto uno, y me alarma la flacura de esos pequeños, pero cuando me giro a Ellyse, ella asiente con un gesto pensativo, y le susurra algo a Gertram. No sé de qué se trata, pero tras una mirada a mí, Gertram les ofrece una de nuestras coles, una hogaza, una bolsa de harina y una caja de pescado ahumado que pensaba cocinar hoy, además de la bolsa de gomitas dulces. Protestaría, pero supongo que los niños flacos también la preocupan: los Vidan agradecen a Gertram besándole las mejillas, y en menos de una hora arman un campamento a la vera del camino, preparan un puchero enorme y nos insisten en sentarnos con ellos a comer. Ellyse acepta para mi sorpresa, a pesar de la mala cara de Davim.

    - Conrad, es muy temprano para que nosotros comamos, pero podríamos beber té?- me sugiere Ellyse. La obedezco, y mientras Arles se reúne con los viajeros de buena gana y les canta algo más haciendo bailar a los pequeños y a las muchachas, Davim hace un gesto de disgusto. Me señala apuntándose a los ojos que vigile a Ellyse y muy ostentosamente se sienta en el carruaje con las provisiones y el alfanje a la mano, comiéndose una manzana. Veo que Ellyse le lleva una bala de nuestro heno a los burritos, y le entrega a la mujer unas monedas, sentándose a su lado a oírla un rato.

    Para todo el disgusto de Davim, a mí me parecen pobres e inofensivos. Los hombres me miran con algún temor que no comprendo, pero cuando Arles acaba de cantarles y los deja comer, aceptando un vaso de un vino pálido que le sirven, la mujer de las pulseras trae de la mano a una muchacha descalza.

    Es ciega, y de sus pobres vestidos cuelga un vidrio tallado en esfera, además de un montón de abalorios y amuletos. La chica estira una mano adelante al caminar, y también está muy flaca, pero aunque no es bonita, su espesa cabellera oscura y rizada y un chal rojo le da cierta hermosura. Guiada por la mujer, avanza directo a Arles, que en vez de tenderle la mano como yo haría, pone una rodilla en tierra con una ostentosa reverencia y guía la mano de ella a su cabeza.

    - Ah, la visionaria! Háblame de mi futuro, de mi fama y fortuna, mi Dama!- canturrea Arles, dando palmadas. Se nota que se ha topado con gente como ellos antes, porque el grupo en pleno canta un extraño sonido, sin ilación, un ruido nasal por varios segundos, hasta que la joven ciega alza una mano y apunta, no sé cómo, a Ellyse.

    - La Dama… primero!-

    - Cuidado con tus joyas, Ellie.- dice Davim desde su percha, con desconfianza.

    - No llevo joyas.- dice ella encogiéndose de hombros. No se arrodilla, pero inclina la cabeza, y la muchacha ciega va hasta ella y pone una mano en su pelo.

    - … la dama está triste. Pero no todo está perdido, y el dueño de su corazón volverá sus afectos a ella, ya lo verá… un beso de verdadero amor sanará todas sus tristezas…-

    - Está bien.- dice Ellyse, aunque veo en sus ojos que pensar en Alain le ha hecho daño.- Ve con Arles…-

    - No, el hombre oscuro… el señor del desierto…- dice apuntándole a Davim. Seguramente no es ciega y todo esto es sólo espectáculo.- Velas rojas! Y una prometida que engaña en su corazón! Y una muerte, que hará que le ciñan las sienes!-

    - No me interesa nada que puedas decir.- Davim muerde de nuevo su manzana.- Nos vamos?-

    - Un momento.- dice Ellyse, asintiéndole a Gertram, que empieza a reunir los caballos, pero la muchacha apunta a él ahora.

    - Una espada rota, una carta, y las alas en el viento!-

    - Yo ahora, yo ahora!- dice Arles, yendo a la chica, pero la muchacha escapa de sus manos, y avanza a mí con tanta premura que ciega o no, temo que se tropiece y me acerco para tomarle las manos. Tiene las uñas muy sucias, pero la piel tibia.

    - Cuidado, no vas a pisar una rama…- digo manteniéndola lejos de los arbustos, pero ella pone su mano en mi oreja.

    - Vas a conseguir todo lo que quieras, pero no será tu Dios quien te lo dé… aunque primero tanto sol y tantas flores de áspide… antes de la sangre… tienes que abrazarla bien, llama oscura! Abrázala bien!-

    - Todo estará bien.- le digo, tratando de calmarla, pero la mujer que la acompaña se ve grave, aún más cuando ella se vuelve y al fin toca a Arles.

    - Si no cruzas el mar, tu voz se apagará.- le anuncia.- Tu buen corazón sin voz! Ten cuidado con el jabalí!- exclama. Arles me mira por un momento, tenso, pero luego sonríe.

    - Claro que si como demasiado jabalí ya no podré cantar.- dice con voz ligera, mientras a la joven se la llevan, sin que deje de tener sus ojos ciegos vueltos a él.- ya estoy bastante gordo…-

    Hay una pausa incómoda. Los niños están en silencio incluso, chupando sus gomitas.

    - Los dejaremos reposar. Vamos, Arles.- dice Ellyse: pero suena seria. Me subo al carruaje y lo echo a andar entre los adioses de los Vidan, pero cuando retomamos el camino de Degan a buen paso, me siento mucho más tranquilo. No sé si temía un asalto u otra cosa, pero me alivia que estemos de nuevo solos en el camino.

    - Seguro nos robaron algo, esos farsantes.- dice Davim, que sigue en el carruaje conmigo: Dashi nos sigue al trote sin necesidad de ninguna rienda.- Por favor, no gastes ni un segundo en esas idioteces. Nadie puede adivinar el futuro, sobre todo no esos muertos de hambre. No sé ni para qué les dieron toda esa comida…-

    - Es obvio que han pasado hambre. Iban a detenerse a comer de inmediato, y eso nos da bastante tiempo para adelantarlos mientras hacen la digestión.- dice Ellyse.- De esa forma, no nos alcanzarán aunque pretendieran perseguirnos y robarnos.- dice Ellyse, montando a Leila adelante. Davim la mira con curiosidad.

    - Me hubieras dicho y enveneno la comida.-

    - Su Alteza!- exclamo indignado.

    - Basta con la harina y pescado en un estómago vacío. Van a estar muy molestos esta tarde, pero tenían hambre.- dice Ellyse, y sus ojos son fríos.

    - Ellos tenían burros. Nosotros caballos. De todas formas no podrían alcanzarnos!- protesto.- Y no parecían malvados, sólo desesperadamente pobres…-

    - Los Vidan son crueles y miserables.- anuncia Davim con dureza.- Ellyse tiene razón en no querer que se nos acerquen. Venden a sus hijos como esclavos en el sur! Maltratan sus animales! Cómo me gustaría acabar con todos ellos.-

    Nunca había visto a Davim tan sombrío. Pasamos un día silencioso, pero productivo, porque el camino es muy liso y limpio: al atardecer, a lo lejos, vemos un lago rodeado de piedras no muy lejos del camino, y un pequeño rebaño de jabalíes bebiendo agua.

    - Ahí están tus jabalíes.- le dice Davim a Arles. El cielo se ha puesto color mantequilla: la brisa enfría. - Acampamos ya, y cazamos uno?-

    - No, quiero avanzar hasta que salga la luna.- dice Ellyse, que ha estado callada a la vanguardia.

    - Tú no ves la hora de deshacerte de mí en los Puertos, verdad?- gruñe Davim: ha quedado de mal humor. Cuando ella no responde, se ensombrece de nuevo, pero me vuelvo a él.

    - Es mejor que sigamos un poco más, hasta algún tributario del lago.-

    - Por?-

    - Porque si los jabalíes beben ahí, seguramente ellos y otros animales también defecan ahí, y no quiero acampar en eso.-

    - Ah.- dice Davim, y luego le viene la risa.- Ni me había preocupado de eso. Como en el desierto todo se seca y desaparece en medio día… Arles, quizás por eso hablaban de jabalíes, quizá pises guano de uno de ellos y te caigas…-

    Arles, que también venía pensativo, esboza una sonrisa alcanzándonos, pero me doy cuenta que no es sincera.- No me burlaría mucho. Los Vidan tienen… la Segunda Vista. Muchos son mentirosos, sí, pero muchos no, y he visto suficiente de ellos teniendo razón en sus predicciones para tomármelo con tanto humor.- dice, mordiéndose el labio. Sus ojos se han oscurecido.- Si perdiera mi voz, no sé qué haría…-

    - Tonterías.- Davim sigue irritado, pero cuando le alargo las riendas y empiezo a revolver nuestras provisiones, se anima un poco.- qué vamos a comer hoy?-

    - No el pescado que había apartado.- digo con un bufido.- Y no les dimos uno de los sacos de azúcar, pero ha desaparecido. También una calabaza.-

    - Lo sabía! Malditos ladrones!-

    Acabamos cenando un rápido tostado de mondas de pan, salsa de pimienta, calabaza verde y tocino: repartí las últimas naranjas después, y ayudé a Davim a reacomodar a los caballos entre los arbustos. El viento sí se había puesto frío, pero teníamos algún refugio en unos arbustos junto a un riachuelo que desaguaba en el lago.: Gertram prepara té de jengibre para prevenir resfriados de todas formas
    Con algún esfuerzo, pongo el carro en perpendicular del viento e instalo uno de los toldos de repuesto en su extremo, a ver si eso logra mantener el calor para Ellyse.

    Gertram se apega a mi espalda cuando nos acostamos, una vez que la Dama se hubo acurrucado en su vellón y Arles y Davim se quedan junto al fuego. El cielo es de un negro perfecto, las estrellas maravillosas en la inmensidad sin nubes.

    - No pensé que fuera frío acá en el sur.- dice Gertram, envolviéndose bien en su manta. Lo cubro con el extremo de la mía y se apega más, a pesar de que el carro nos protege bastante.- Conrad… qué opinaría Tyr de esas… predicciones? Me dio miedo. La gente es pobre, pero tiene la tierra en Albión. Ellos parecían… no sé, era diferente.-

    - La gente de Albión sabe que si todo lo demás falla, tienen la tierra.- le digo despacio.- Ellos son gente del desierto. Su tierra es cruel con ellos. Supongo que por eso vagan y prefieren fijarse en las estrellas.-

    - Dijo “ una espada rota, y alas, y una carta”- me dice en un susurro.- Qué significará? Y lo que te dijo a tí?-

    - Quizá si tu espada se rompe en el viaje, el Gran Maestre mande una carta con una Hija del Aire ordenándome que te dé una nueva y te haga un clérigo.- le digo, haciéndolo sonreír.- Cler Gertram. No te gustaría?-

    - Es lo único que quiero.- dice con pasión. Se ha calmado. – Qué crees que signifique… lo que te dijeron?-

    - Tyr se ocupa de eso. Duérmete, Gertram.-

    El chico se duerme al fin cuando le palmeo el hombro, pero siento a Ellyse revolverse en su vellón bastante más rato, y no puedo calmarla como a Gertram. Maldeciría a los Vidan, pero gracias al encuentro al menos sus pequeños comieron bien: no puedo enfadarme por eso.

    Caigo dormido al fin con la luna muy alta, pero siento que apenas he dormido una hora, acompañado por el rumor del río tributario ahí cerca, cuando me despierta un grito de Ellyse y me doy cuenta que el suelo se mueve, un profundo fragor que parece salir de la misma tierra viajando por mi cuerpo en el suelo, hasta que lo siento en los dientes. Qué diablos es esto?

    Gertram grita asustado y sale de debajo del coche: me doy cuenta que el movimiento lo ha hecho rodar, y me horroriza la idea de que el coche pueda caer al río con Ellyse adentro. Me abalanzo a sujetarlo gritando su nombre, pero ella aparece en el pescante en el mismo momento y salta. La atrapo en el aire: Davim está gritando algo, pero el suelo se sacude bajo mí y todo lo que puedo pensar es en proteger a Ellyse, así que la aferro contra mi pecho y trato de envolverla con todo mi cuerpo…

    El movimiento se detiene. En el silencio, me doy cuenta que Davim está calmando los caballos, Gertram llora de miedo, y Arles… está muy tranquilo, apilando más leña en el fuego.

    - Qué ha sido eso?- exclamo, a lo que Arles de endereza y mira hacia el Sureste..

    - Les presento a la Montaña de Fuego, el gran Altenberg. Eso fue un “hola”.- dice con humor en la voz. Por un momento pienso que está amaneciendo, y luego me doy cuenta que el resplandor al sureste entre las montañas no puede ser la mañana: es fuego. Es un volcán: nunca había visto uno.- En Jermaine deben estar sujetando la loza. Es habitual, no pasa nada…-

    - Conrad?- susurra Ellyse.

    - Mm?-
    - Perdona, pero… no puedo respirar.-

    Misericordia, aún la tenía en los brazos apretándola como una vid. La suelto, y me doy cuenta con desánimo que tiene mis manos marcadas en los brazos.- Mi Dama…-

    - Está bien… había leído sobre ello, pero nunca lo había experimentado…- tose ella.- Davim, los caballos…?-

    - No nos ha gustado eso, ni a ellos ni a mí, te digo!- exclama Davim desde los setos.- Se pueden guardar su montón de agua, suelos bailarines no nos gustan nada!-

    - Es sólo el carillón sureño. En el desierto Vidan y en Jermaine hay varios más.- dice Arles, sonriendo.- vengan, aún podemos dormir otro poco… Gertram, cálmate, aquí hay un pañuelo…-

    _______________________________

    Tenemos dos más de esos temblores durante la semana que sigue, pero no nos tropezamos más que con unos grupos de comerciantes rumbo a vender pescado ahumado y loza de concha camino de Jion. Los senderos vacíos son relajantes de día, y las canciones de Arles levantan nuestro ánimo cuando el silencio y el viento se hacen opresivos. Davim ha comprado un poco de esa loza para llevar al Imperio: yo he rellenado nuestra reserva de pescado seco, que según Ellyse huele terrible para dormir con ella en el carro, incluso cubierta de sal.

    Nuestras legumbres han bajado peligrosamente: había planeado alimentarnos sólo nosotros dos y no a Davim y Arles, que no hay cómo saciar. Debí comprar más en Gwohir y Hollander, pero hay un límite a cuánto pueden acarrear los caballos.

    Quizá la idea de cazar un jabalí no es tan mala, pero no soy un buen cazador. La mayoría de los animales salvajes de Albión son tal masa de colmillos, garras y odio, y tan poca carne, que el esfuerzo de cazarlos no justifica el riesgo, y hay un montón de vegetales comestibles. He vivido de raíces más de una semana en alguna ocasión, pero aquí no parece que haya nada semejante, y seguramente ponernos a cazar va a demorarnos un montón.

    Y hemos visto pocos animales durante nuestro viaje cruzando las planicies de Degan.

    – No hay ciudades en el sur de Degan?- le pregunto a Ellyse, una tarde en que en vez de acompañar a Arles, se sienta a mi lado en el pescante, arrebujada contra el viento frío, más frío mientras más nos acercamos al mar. Yo me imaginaba que al sur haría más calor, pero he tenido que ponerme la capa.

    - Pero si te vi consultando mapas…- me dice sonriendo.

    - Pensé que serían poblados muy chiquitos para aparecer en los mapas. Albión es una mancha verde en la mayoría de los mapas, pero hay docenas de poblados y granjas. En la costa, siguiendo los ríos…-

    - Me gustaría que me dibujaras mapas. No hay mapas detallados de Albión porque nadie se atreve a ir allá.- me dice ella con interés.- casi toda la población de Degan vive al norte, cerca de la capital y la ciudad sagrada. Pasada esta latitud, el viento y la sal marina hacen casi imposible cultivar la tierra y la vegetación no es muy buena para criar animales por la cantidad de sal, así que sólo en la costa hay poblaciones. – agrega, juntando las manos en el regazo. Las miro con sospecha, porque la había visto más rosada y habría jurado que había subido un poquitín de peso al comienzo del viaje, pero ahora… cuando la levanté en el temblor, era menos que una bala de heno. Y esas muñecas…

    Estoy a punto de maldecir como Davim a esos pobres niños Vidan por comerse nuestros caramelos.

    - Las visitaremos al regreso. Conoceremos la Ciudad Sagrada, que nunca he visitado. Me hace ilusión.- continúa ella con cierta dulzura. Asiento: me imagino conocer un lugar tan importante con asombro y reverencia. Y no estaré solo, estará Ellyse para evitar que meta la pata. No podría ser mejor.

    - Ellyse…- digo, en voz baja, porque no quiero que Arles o Davim me oigan.- Llegaremos a los Puertos pasado mañana, calculo: pero si no quieres seguir sola conmigo…-

    - Oigan, qué es esto?- oigo a Davin, que se trepa a la parte de atrás del carro y se asoma entre los dos. Porta algo que he visto en dibujos, pero nunca en persona.

    - Eso es un estoque de combate. – le digo, tomándolo con admiración. La espada, de acero antiguo oscuro por el uso, es del largo de mi mandoble, pero pesa virtualmente nada, aunque el pomo está exquisitamente balanceado con una guarda en forma de concha. La sostengo unos momentos, antes de caer en cuenta que no es mía, ni de Davim, y Arles prefiere el arco…

    - Es mía.- dice Ellyse, tomándola de mi mano y recogiendo la funda que Davim sostiene.- Guárdala.-

    - Pero… es un pincho de cocina grande… cualquier espada que se cruce la partirá! Es una jodida jabalina! Podría partirla con las manos, hasta con el cuchillo del pan…!- exclama Davim. Se ve muy preocupado.- Cuando dijiste que tenías un arma… de qué te sirve ese pincho? Puedo dejarte mi alfanje pero no creo que puedas levantarlo…!-

    - Tiene sus usos ..- dice Ellyse dismisivamente.- Pero no planeo combatir, no es lo mío… con Conrad a mi lado es totalmente innecesario.- dice volviéndose a mí, pero detecto algo falso en la forma que sonríe. Davim no se da cuenta: se pone a hablar sobre el precio que la antigualla conseguiría en los mercados del Imperio, y luego cambia de tema cuando empieza a nublarse.

    - Tendremos que armar una tienda esta noche, y un toldo para los caballos.- digo con un suspiro. Mientras más nos acercamos al mar, más húmedas son las mañanas: ese rocío salado empieza a entiesar nuestro pelo y el de los caballos. Cuando me paso la mano por la cara y la lamo, es increíblemente salado: he estado recogiendo un poco de rocío en las ollas por la mañana para cocinar con él y ahorrar nuestra sal.

    No parece que vaya a llover en serio, pero sobre el mar en el horizonte hay nubes negras bajas y densas: también sobre las montañas. Arles, que ha viajado por la zona, me dice que probablemente tendremos tormenta de relámpagos esta noche. Y yo que pretendía que llegáramos descansados a los Puertos.

    Davim ata a los caballos espaciados en los arbustos más grandes que encontramos a la vera del camino, y lo ayudo a crear una barrera con algunas ramas, un improvisado establo con telas embreadas. No es ideal: la verdad es muy pequeño, pero no nos atrevemos a apegarnos a los árboles más grandes, que aislados podrían atraer el rayo. Pero Davim les habla y les canta, hasta lograr que coman y se echen en grupo a su alrededor: sólo Soza, el caballo de Arles, sigue paseándose nervioso.

    Gertram recubre el toldo del carro con más tela embreada, que ayudará a protegernos del viento. Las primeras gotas nos golpean justo cuando Ellyse sirve un caldo que recalentó del día anterior, con pedazos de carne y galletón de viaje: se nos ha acabado el pan.

    - Cuando lleguemos a los Puertos, vamos a buscar la posada más grande y comer hasta que reventemos.- dice Davim con énfasis.- hay posadas de compatriotas… buena comida. Dari se comió tres cebollas fritas enteras cuando llegamos. Pero extrañaré tus guisos, Conrad. – agrega, de nuevo su mirada yendo a Ellyse con preocupación.- Y antes de zarpar, voy a poner este carro hasta arriba de provisiones. En los desfiladeros de Jermaine no hay comida, me han dicho. Quizá comprar una mula…-

    - Conrad y yo nos las arreglaremos.- dice Ellyse con confianza, pero noto que come poco y se ve preocupada. Un trueno lejano la hace saltar, salpicándose de caldo: Arles extiende una mano para calmarla y Gertram le ofrece un pañito para limpiarse. Pero pronto hay truenos, tan cercanos y fuertes que no podemos conversar sin interrupciones: y la llovizna, gotas grandes con viento helado, nos hace arrebujarnos en las mantas. Davim se ve cada vez más aprensivo: Arles bastante harto. A mí un poco de lluvia no me preocupa, pero le sugiero a Ellyse que se meta en el carro y se abrigue. Ella me obedece, pero se queda en el pescante, mirando afuera, y la verdad, hay algo impresionante en la tormenta sobre el mar. Me pregunto cómo será experimentarla en un barco, sin donde guarecerse.

    Davim se lleva una manta y se acuesta entre los caballos: Arles se mete con Gertram en el carro. No hay luna ni estrellas: la única luz son los relámpagos, cegándonos por momentos. No sé cómo ocurre, pero una mano de Ellyse en el pescante está debajo de la mía.

    - Qué ibas a decir, antes?- me susurra ella.

    - Ellyse, yo…- musito, y le ruego a Tyr por encontrar las palabras. Sólo quiero saber que está bien segura de que le basta con mi protección cuando se vaya Davim, porque empiezo a sentirme muy poquita cosa para tanta enormidad. Asaltantes, borrachos y licántropos puedo enfrentar, pero montañas que escupen fuego y hacen retemblar el suelo? No sé.

     

    Entonces, algo pequeño y peludo salta a mi pierna, luego a la falda de Ellyse, y ella pega un alarido como para despertar a los muertos. Oigo a Arles darse un cabezazo en las sombras del coche al enderezarse de golpe, a Davim maldecir, un relincho asustado, pero Ellyse sigue chillando y manoteando, aún cuando la levanto y la bajo del pescante. El ratón ya huyó hace mucho rato.

    - Qué le estás haciendo a Ellyse!!- brama Davim, cuchillo en mano, y Gertram aferra su machete inmediatamente al verlo ir hacia mí, pero Arles sujeta a Ellyse del otro brazo, y entonces se une al coro de chillidos.

    No es un ratón: será una veintena corriendo por el carro y alrededor. Gertram y yo nos miramos con desánimo y algo de vergüenza ajena mientras Ellyse y Arles se ponen histéricos, porque ni siquiera es que los ratones nos estén atacando a nosotros o las provisiones: sólo corren. Davim se había echado a reír a mandíbula batiente, pero tiene que volver con los caballos al oír relinchos nerviosos.

    - No me digan que ustedes también son unos ridículos con miedo a ratoncitos de campo…- les dice, pero un minuto luego, cuando los ratones han desaparecido y Ellyse y Arles se calman entre hipidos, vuelve con algo de las orejas.- Oye, esto no es un ratón, lo cocinamos?-

    Es un conejo. Un conejo grande y grueso, con ojos asustados. Los caballos siguen piafando, y a la escasa luz, de repente recuerdo que esos no eran ratones de campo, gordos y de largas colas: eran ratas de granja, oscuras y pequeñas. Pero no hay ninguna cercana Ese conejo tampoco parece de campo: está demasiado gordo, y no hay mucha comida en la planicie.

    - Davim…- musito, acercándome, y los caballos relinchan más ansiosamente. Una docena de conejos pasan corriendo: una zarigüeya detrás. Luego, un cabrito.

    Hay un rumor en el suelo. Una vibración que siento al poner la mano en tierra, y es diferente al volcán. Esto lo conozco…

    - Davim, ata los caballos a esos árboles!! Gertram, ayúdame a mover el carro! Arles, recoge el campamento, ahora! Detrás de esas rocas, ya!- bramo.

    - Pero y los rayos…?-

    - Me preocupa más de lo que sea que huyen esos animales!- les grito. Ellyse está con Gertram echando todo al carro, sin importar cómo caiga: aferro la guía, y lo arrastro a la sombra de unas rocas que nos darán alguna protección, espero. Por encima y alrededor de nosotros saltan unos ciervos, y luego, para mi asombro, una oveja.

    - DAVIM!- grito, en medio de un trueno, dejando a Ellyse, Arles y Gertram bajo las rocas para ir en ayuda del príncipe, que por muy talentoso que sea no puede calmar a siete caballos él sólo en medio de una tormenta y una embestida.- Suelta a los que no puedas calmar…!-

    - No, DASHI! DASHI, vamos, vamos! Si quieren correr, corremos!- grita él, montando a su caballo encabritado. Los demás están igual de enloquecidos: creo que más que truenos y relámpagos, más que la llovizna y los animales pequeños corriendo alrededor, lo que los aterra es un sonido que se acerca y se acerca, pero que me toma un momento reconocer: es el sonido que hacen caballos, vacas y toros cuando están aterrados. Nos caen encima como una ola furiosa, pero la roca nos protege: hay una piara de cerdos entremedio, y entre los cerdos a la luz de los relámpagos reconozco algunos jabalíes, que cornean sin compasión todo lo que se les cruza, aumentando la confusión, el miedo y el olor a sangre de esa estampida de pobres animales.

    Davim con una valentía que yo no tendría, monta en Dashi y galopa con los caballos, sin dejar que se pierdan a pesar de la oscuridad y de que no ve adónde pisa en terreno desconocido. Confía mucho en Dashi, el cual quizá con su jinete encima sea más circunspecto: de a poco los aleja de la masa de animales que huyen, y logra atraer al camino no sólo a nuestros caballos, sino que a algunos de los animales de granja prófugos también. Podrían haberlo matado: su talento de jinete es increíble.

    La mayoría ya ha pasado de largo o se ha calmado, sin más daños. Gracias, Tyr.

    Pero no alcanzo a sentirme animado, porque un cerdo choca contra mi pierna y me hace caer de rodillas en unas piedras, y en el mismo momento siento a Gertram gritándome por ayuda: no sé cómo, él y Arles corren desesperadamente por el descampado con unos pocos jabalíes persiguiéndolos, y dónde está Ellyse?

    Ella está agazapada detrás de un arbusto, y aunque hay una gallina picoteándola, corro detrás de Gertram y Arles sintiendo sangre en mis rodillas. Esta noche es un desastre: puedo ver a unas cabras metiéndose en el coche, quizá qué se están comiendo. La llovizna está pasando también.

    Davim va a salvar a Ellyse de la gallina: yo le grito a los jabalíes, que se apartan al fin de mala gana y siguen su camino con chillidos de malvada excitación, y chequeo a Gertram, caído en unas piedras, jadeante pero ileso.

    Los relámpagos se han acabado. En la casi absoluta oscuridad maldigo no ser Lester y poder invocar luz, pero Gertram se rebusca y enciende una cerilla y el cabo de vela que lleva para hacer el fuego. Muchacho listo.

    .- Arles?-

    - Estoy aquí… me caí…-

    Me giro a su voz para ayudarlo, Gertram se acerca con la luz y emite un gritito.

    Arles se cayó boca abajo en una pequeña quebrada, un poco de cabeza, un poco de costado, empujado por los jabalíes. Está consciente, pero pálido de dolor, porque aparte de un largo corte en la cara, un gran arbusto espinoso en el fondo le ha clavado dos ramas como agujas bajo la clavícula y entre las costillas. Salen por la espalda, y tiene sangre en los labios.

    Oh, misericordia.

    FX

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