12/ De Conrad teniendo un montón de conversaciones edificantes antes de matar a alguien.
- Cuando Ellyse sea mi mujer, vivirás con nosotros y me cocinarás así todos los días. La cuidas mientras voy a la guerra, y me la pones gordita... y a mí también!-
Me esfuerzo en ignorar al príncipe Davim, que está regodeándose con un segundo plato de mi guiso albionita de habas, el que lo ha puesto de buen humor. Arles, que no hay nada que no devore, también va por el segundo plato, pero para mi alegría, Ellyse ha acabado el suyo. Es una cosa muy simple de carne seca, habas y patatas, pero Davim no ha cesado de elogiarlo.
- Cocinar así es un talento mucho más importante que la espada.- asevera, rascando el plato con una rodaja de pan
- El Cler es bueno, pero no tan bueno como los cocineros del Imperio…- empieza Arles, a lo que Davim asiente.
- Oh, eso es obvio, pero no es su culpa. Cocinar es cosa de mujeres, pero además… aquí tiene… todos esos ingredientes y frutos de la tierra y el mar. Supongo que es un talento, pero los cocineros…- Davim traga el pan.- … del Imperio tienen que usar un arte increíble para que carne, grasa, sal, azúcar y zuleikh parezcan alguna otra cosa. Miel, a veces. –
- Qué es zuleikh?-
- Es una planta verde y gorda. Hojas como machetes, filosas, pero guarda adentro un aceite que usamos en medicina, y la hoja se seca y se muele, se macera, se fríe… en cada casa hay una planta, o varias, que se mantienen por generaciones. Está penado matar una de esas plantas. Se cría en el jardín del harén, es cuidada por mano de mujer…-
- Es cierto entonces que encierran a sus mujeres?- dice Gertram curioso y luego se ve espantado de haber interrumpido al príncipe, pero Davim, en su honor, es muy amable, apuntándole con el hueso de costilla que roe.
- Encierran… estás pensando como un peninsular. Acá, que tienen jardines en todas partes, toda esta comida, agua hasta para bañarse por gusto… eso es muy peninsular. Pero allá, pequeñín, el viento de arena puede arrancarte la carne de los huesos si te atrapa. El sol te cocerá como un cacharro de greda al fuego hasta que quedas todo negro y tieso. El frío de la noche te dormirá como un mazazo. No encerramos a nuestras mujeres: un hombre, porque eso es ser un hombre, apila todo lo que tiene de precioso, construye un refugio en donde haya agua, comida, belleza y seguridad, y ahí pone lo más valioso que tiene, su amada, lejos de la mugre de las calles y la maldad de otros. Qué tan grande y lujoso sea depende de su amor y de sus capacidades, pero es el remanso de paz adonde llega al caer la noche.-
Arles se ve fascinado y Gertram emocionado por la elocuencia del príncipe. Davim sigue chupando el huesito, pero cuando le ofrezco otra porción a Ellyse, ella mueve la cabeza.
- Aún así, una mujer no es un canario. No siento que un amor pueda ser verdadero si sólo eres un reposo, y no su compañera en sus esfuerzos. Cómo podrías comprenderlo, si no experimentas su realidad?- musita. Es justo lo que yo quería decir, pero no tenía las palabras.
- Yo no puedo experimentar el parto. Justo es que tú no experimentes la guerra. – dice Davim encogiéndose de hombros y sacando un botellón de metal de ese vino dulce del imperio, del que junto con una pata de cerdo entera ahumada, eran todas sus provisiones. Asumo que planeaba comérsela a dentelladas de aquí hasta los puertos: no tengo idea cómo estos imperiales son otra cosa que pelotitas de grasa.
- Es como tratar… a niños o mascotas. Separados, protegidos, pero no iguales.- dice Gertram, antes de ocuparse pelando unas naranjas y repartiéndolas con toda la timidez de atreverse a opinar entre los adultos que se puede.- Mi mamá… mi mamá tiraba del arado, cuando mi papá lo guiaba.-
Sí, el chico tiene un buen sentido instintivo. Davim no lo rebate, prefiriendo meterse una naranja entera en la boca con un sonido de delicia, pero Ellyse parece pensativa. Arles, que ya ha acabado de atiborrarse, busca una flauta en su mochila, pequeña y tradicional.
- Hay una canción sobre eso… quieren oírla mientras hierve el agua para el té?-
Arles les canta una graciosa y tierna canción sobre dos zapatos que tras mucho caminar juntos, se declaran su amor y sufren angustias cuando el dueño de ambos se lastima la pierna izquierda y pierde un pie, dejando a un zapato en casa mientras sigue usando el otro. La separación angustia a los acordonados amantes de cuero, que cantan tristemente : eso es, hasta que el dueño muere, y aunque temen ser enterrados con él, al menos estarán juntos. Su canción es interrumpida cuando son robados por un sobrino, al cual le vienen de maravilla, que también roba dinero del muerto y se va con los zapatos a bailar, en un final feliz para los traicioneros zapatitos enamorados.
Me estoy riendo para mí mismo a la estupidez mientras lavo los cacharros de la cena encuclillado en una roca junto al río. Hemos acampado a la vera del camino, en una cómoda hondonada que huele a tomillo, y un poco más allá los caballos beben agua en piño y se acomodan en la arena calentada por el sol. Excepto el caballo de Davim, que actúa como un perro, insistió en probar la cena y ahora está echado a su espalda, sirviéndose de reposera.
- La cena ha estado de verdad muy buena, Conrad.- dice Ellyse apareciendo a mi lado, volviendo a llenar la tetera vacía aguas arriba de mí, y luego enjugando su plato y jarrito.- y hemos avanzado a excelente paso. Revisé los mapas y hemos cubierto más de día y medio de viaje…-
Es posible que haya presionado un poco extra a los caballos, pero no tenía nada más que hacer luego de que ella montara a Leila para irse junto a Arles hablando todo el rato, dejándome solo con Pomelo y Toronja de compañía. Gertram iba adelante revisando el estado del camino, muy orgulloso en su posición de vanguardia: y Davim revoloteaba a veces haciéndolo correr, haciéndome preguntas impertinentes o interrumpiéndolos a ellos. El día se pasó muy rápido así: y reconozco que con la experticia de Gertram en hacer una fogata, la de Arles y Ellyse descargando lo que les pidiera y acarreando agua, y la habilidad de Davim con los caballos, que es asombrosa, armar un campamento fue cosa de una hora. La luna recién ha salido e ilumina el río como un reflector: no necesitaremos lámparas.
- Conrad, dónde pongo tu rollo de dormir?- se asoma Gertram, con el suyo y el mío en brazos. Me levanto sacudiendo los platos de lata.
- Bajo el carro. La dama dormirá encima.-
- Encima de ti?-
- Encima del carro. Tú y yo debajo, las armas a la mano.-
- No vamos a ser una pila feliz junto al fuego?- pregunta Davim, que ha oído todo, asomándose con una botella sujeta del cuello.- yo no soy nada regodeón, pero si Ellyse quiere...-
- Haz lo que diga Conrad.- dice Ellyse, que ahora se lava la cara inclinada sobre el río.- A la velocidad que vamos, en dos días dormiremos en la hostería camino a Gwohir.-
Hay tres pueblos en el camino real hasta los Puertos: será un buen descanso para los caballos también dormir en buenos establos. Davim tuerce el gesto, y veo que se queda pensativo, mientras Ellyse se trepa sin chistar al carro, extiende el vellón y se hace espacio entre la calabaza y la caja de especias. Verla hacerse bolita ahí, sus botitas a un lado, me hace sentir raro: ahí está una de las damas más encumbradas de la península, dormida junto a un col, la cabeza en su morralito. Debí darle al menos unos dulces…
Quizá Lester y el rey tenían razón y debimos viajar con un coche elegante y doncellas. Al menos se ha dormido y no pasará frío.
Algo de la animación de Arles y Davim se apagan cuando ella se acuesta: me pregunto si estaban aparentando un poco, para animarla. Davim en especial se ve serio, y se sienta en el extremo más alejado, sacando una cimitarra tan larga como mi pierna y empezando a aceitarla y afilarla, mientras Arles se envuelve en una manta y su capa cerca del fuego en silencio.
- Entre Gwohir y el pueblo que sigue, Halloran, tuvimos el último asalto. Tuve que ir a rescatar a tu colega.- me dice Davim en voz baja.- No te ofendas, pero no iba a dejar a Ellyse sin más protección que tú cruzando esos caminos.-
No me ofendo: miro a Arles, que está despierto, pero no agrega nada. Gertram, que alimenta el fuego, se ve algo preocupado, pero no hace preguntas.
- Cuántos eran?-
- Ocho. Tenían uno de esos… tubos de metal del sur. Como lo de los piratas.-
Eso sí me preocupa. He oído hablar de esas armas, que disparan unas flechas pequeñas de metal con más fuerza que ningún arco, a distancia mucho más cercana. Al menos, toma un tiempo prepararlos, pero si nos emboscaran…
- Asumo que ese grupo al menos ya no podrá atacarnos.- le digo, a lo que esboza una sonrisa dientona.
- No, a no ser que ande por aquí un mago necromante de los nuestros…-
- Eso es horrible.- musito.- Es ilegal usar esa magia en la península!-
- No se supone que toda magia es ilegal?- protesta Davim, señalando mi pelo y vagamente el carro donde duerme Ellyse.
- Es diferente.- digo, sentándome a su lado.- La magia es una herramienta, como todo. Se juzga por sus fines. Y sólo se enseña para fines específicos.-
- En el Imperio, la gente con talento aprende a usar magia desde niños.- dice Davim con acidez.- Pero todo el mundo tiene el derecho…-
- Gertram.- digo, levantando la vista mientras saco mi daga de diario y empiezo a limpiarla, porque tiene calabaza pegada.- Quieres explicarle la teoría moral de la magia clerical, al príncipe?-
Gertram se sonroja, y por un momento parece azorado, pero luego se concentra y asiente. Ha estudiado esto por varios años.
- La filosofía de la justicia sugiere que cada acción tiene una reacción y un costo, y lo que cada persona haga, repercute en la sociedad. La magia, como se manejaba en la Época Dorada, tenía tintes de inmoralidad, antes de que los clérigos la estudiasen.-
- Porqué era así, Gertram?-
- Porque una gran cantidad de jóvenes dotados estudiaban magia, por años. De todos esos dotados, sólo una docena iba a los Jardines. Habían años de estudio que esos jóvenes perdían, y muchos perdían sus vidas, literal y figurativamente, y sus mentes, también. Y eso se debe a que la magia, en sí misma, es inmoral.-
- Debido a?-
- La magia consiste en intentar conseguir un efecto por métodos antinaturales. Conseguir la Llama, por ejemplo, toma entre uno y tres años de estudio para alguien talentoso. Cuando usar yesca y un pedazo de madera toma cinco minutos.-
- Por tanto?-
- casi todos los efectos de la magia pueden conseguirse mucho más fácimente por medios naturales. Utilizar los esfuerzos y los talentos de mentes jóvenes de forma tan inútil, cuando podrían estar estudiando arte, medicina, religión, leyes, construcción… es inmoral e injusto. Además de estar documentado por los físicos, que usar la magia consume la vida humana: ningún mago vivió nunca más allá de los cincuenta años, contadas excepciones.- Gertram asiente, como dándose ánimo. Su perfil duro se dibuja a la luz de la fogata y de la luna en una dualidad blanca y roja.- La filosofía de la magia, de conseguir cosas por otros medios que los naturales, inspira además un pensamiento de trampa e injusticia que no es sano para la sociedad ni para el espíritu.-
- Pero ustedes usan magia!- exclama Davim. Me da la impresión de que ya ha oído algunos de estos argumentos, pero está disfrutando el debate.
- Hay una diferencia documentada e ineludible con la magia de los clérigos y físicos.- dice Gertram. – Los clérigos, druidas y otros que invocan el poder de seres superiores al usar la magia, no sufren el daño y envejecimiento de los magos. Hay escuelas de pensamiento que lo achacan a fe, o solipsismo, pero los clérigos creemos que tocamos una fuente espiritual diferente de nosotros, que viene de nuestros Dioses. Por eso un clérigo no tiene límites en la magia que puede usar, ni es considerado inmoral la magia que aprenda para los usos de su religión.-
- Ustedes aprenden combate, no es así?- dice Davim. Gertram asiente, pero se retiene de explicar más al captar mi mirada. Ya ha dicho suficiente.
Tyr enseña cuatro caminos de combate. El primero es la espada y las armas, que toma años de entrenamiento, vigor y energía. Todo sacerdote de Tyr lo toma: todos deben ser capaces de proteger al inocente. Los que lo superan, pasan al camino de la Fuerza, en donde recibimos dones de vigor, resistencia y resiliencia, y estamos listos para convertirnos en sacerdotes guerreros.
De la docena que completa esta etapa, algunos eligen el camino de la Luz, como Lester y Hailei, que en misericordia descanse. Luz y calor nocturnos, proyectiles, resplandores cegadores. Y otros elegimos la Sombra.
- Sí, pero exclusivamente para proteger inocentes y vencer la injusticia.- le digo acabando la conversación.- Y ninguno de esos conjuros reemplaza un buen hacha. Duerma un poco, señor príncipe. Partiremos al amanecer.-
- Siempre eres tan simpático, Conrad.- me gruñe, bebiéndose un sorbo de su vino y ofreciéndole a Gertram, que niega con timidez.
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- No debería haber más gente en los caminos?- me dices Arles al mediodía siguiente: no nos hemos detenido, limitándonos a unos sándwiches de queso y embutido que Gertram ha preparado mientras guía el carro. Ellyse va a atrás, discutiendo de filosofía con Davim: Arles me ha alcanzado en donde voy a la vanguardia en Voisir. Tiene razón: llevamos una mañana entera sin cruzarnos con nadie, a pesar de estar viajando en plena primavera por el camino principal.
- Al menos deberíamos ver mercaderes una vez al día desde los Puertos.- le digo, sacando mis cuentas.- Quizás los granjeros tomen caminos alternativos.-
- He hecho este camino muchas veces y no recuerdo haberlo visto tan desierto.- me insiste Arles, que veo lleva su arco tensado en el costado de la montura.- No estoy muy tranquilo, francamente.-
- Arles…- le digo, en voz baja.- Ellyse usa magia, verdad? Es magia de combate?-
Arles me mira fijamente. Hay una seriedad, que es casi temor en sus ojos color ciervo.- No podría explicarlo. No estaba consciente la única vez que… lo usó, que yo sepa. Pero me salvó la vida…- me dice, al fin sacudiendo la cabeza.- Además tiene una espada corta y sabe usarla…-
- En serio.- le digo. No sé porqué eso no me llena de fe: estoy seguro que podría sentar a Ellyse en mi brazo y levantarla. Dudo mucho que esa espada baste para protegerla.
Voy a tener que preguntarle cosas a las que no tengo ningún derecho, maldita sea.
Nos cruzamos con una caravana de carros en media tarde: es grande, y llevan guardias. Al vernos, antes de decir nada, un jinete en armadura se dirige directo a Davim, que supongo asume es el jefe, con sus ropas lujosas.
- Señor.- le dice, con una inclinación.- Permítame hacerle una recomendación. Está a dos horas de una granja siguiendo el camino que se encontrará al seguir por la ruta, cruzando un puente sobre río. Pernocten allí en vez de seguir solos de noche o acampar en el bosque. Hay vagabundos y malos elementos rondando. Y cuando llegue a Gwohir, únanse a una caravana. Es peligroso.-
- Agradecemos su recomendación, señor.- dice Davim con sequedad.- pero no somos unos cobardes, sabe?-
El guardia no dice nada más y se larga ofendido. Le ruedo los ojos a Arles, que está empezando a verse asustado.
- Conrad, crees que deberíamos seguir ese consejo?- me pregunta, siguiendo con la vista la gran caravana. Es claro porqué no hemos visto más viajeros: se han metido todos en este grupo.
- Nos atrasaría al menos una mañana.- suspiro.
- Venga, no somos unos mercaderes cobardes. Ojalá nos asalten.- dice Davim, y se ríe, sacando la lengua.- Mi cuenta de imbéciles que solucioné permanentemente de venida fue veintisiete. Espero llegar a treinta antes de irme, y así, mi Ellyse me ve lucirme limpiando su península. No te gustaría verme ser heroico, linda?- añade, caracoleando el caballo.
- Me gustaría más verte ayudando a Conrad a limpiar cacharros. No es tu empleado.- dice ella con acidez, a lo que él rueda los ojos. Cuando reiniciamos el camino, Ellyse se acerca al carro, y aprovecho de ofrecerle un caramelo de goma. Lo acepta, pero no con el entusiasmo que querría: revolví todo el bazar, pero no pude encontrar esas frutas anaranjadas y trasparentes, como uvas grandes, que la emocionan tanto. Si me hubiera comido alguna, sabría a qué saben y, le habría comprado algún dulce semejante, pero no se me ocurrió. Debí haber preguntado…
- Está bien, mi Dama. No me importa cocinar.-
- A mí no me importa que cocines, es fantástico!- corea Arles del fondo.
- Eso es cierto, pero ellos lavarán después. Y yo serviré el desayuno.- dice Ellyse, asintiendo para sí.- Había leído reportes sobre algunos ataques a mercaderes, y dos asaltos serios en Haender, pero no esperaba que hubiera tanta inquietud. Habría enviado guardias, aunque…-
- Prefiere regresar?-
Ellyse me echa una mirada francamente desconcertada.- No. Estaba preguntándome porqué, tan cerca de Haender, con tantas buenas granjas donde trabajar y tantas oportunidades en la ciudad, alguien preferiría arriesgarse a ser bandolero. No tiene mucho sentido, no es así?-
Tiene razón. Davim, que se coloca al otro lado del carro, mete la mano literalmente abandonando las riendas y sentándose a través de su montura, sin que su caballo siquiera pestañee. Sea lo que sea, es excelente con los animales.
- Hay gente… que en realidad no es gente.- dice Davim, mordiéndose el labio grueso como si tratara de encontrar la palabra.- gente quees… efrit. Diablo. La gente que no es gente, lo más rápido es mandarlos al infierno con los suyos de inmediato. No tienen arreglo y sólo quieren hacer daño, no necesitan razones.-
- Así es la justicia en el Imperio?-digo con algún interés. No había leído al respecto.
- No. La justicia en el Imperio es más… disuasoria.- dice Ellyse con delicadeza, a lo que Davim suelta una risita.
- Si robas o dañas la propiedad de otro, pierdes una mano y un ojo. Si tomas una vida…-
- Te matan de inmediato?-
- No, pierdes las dos manos, los dos pies, y un ojo. Luego, te dejan en el desierto de noche para las bestias. No hay sentido es desperdiciar tu carne, a ellos les sirve.-
- Por Uvaine, Davim, cállate ya.- dice Ellyse, como si temiera que esas historias me horrorizaran. Lo que de verdad hacen es intrigarme, porque una niña criada con esos valores, va a ser nuestra reina.
Davim hace exagerados pucheros a la reprimenda de Ellyse, y a un comando suyo, su caballo imita el gesto, agachando la cabeza y caminando melancólicamente. Cuando eso la hace reír, otros comandos hacen que el caballo imite a una pizpireta señorita, avance en dos patas y luego se persiga la cola como un perro: tengo que reconocer que es asombroso.
- Cómo lo entrenan así?- pregunta Arles, interesado en el espectáculo.- Ganaría dinero exhibiéndolo por la península! Podríamos enseñarle a bailar al ritmo de música!-
- Dashi es el bebé de mi primer compañero, Lian. Él me llevó a la guerra cuando era joven.- dice Davim, rascando la melena de su caballo.- En la batalla, se enamoró de una caballita enemiga. La secuestramos, la sedujo… los dos vivieron en los pastizales de Miri hasta la vejez. Los caballos de guerra sirven cinco años, y si sobreviven, luego son protegidos y cuidados con honor. Lian y su esposa han seguido poblando los establos reales: la yegua de Dari, que nació el mismo año que ella, también es hija suya.-
- La princesa fue nombrada así en honor al rey Dario, no es así?- dice Ellyse. No se me había ocurrido.
- Fue cuando él y sus amigos derrotaron a villano ese. El Imperio perdió la cabeza con esas historias, hay docenas de chicos con esos nombres. No mentiré diciendo que no me esforcé más en mi esgrima para ser como el joven Luc…-
Me callo: no hay necesidad de que sepa que el Maestre Lucien fue mi maestro. Gertram mantiene la boca cerrada: este chico tiene tanto buen sentido.
- Tu padre era su compañero, no?- le dice Arles a Ellyse, que menea la cabeza.
- No, mi padre no era un espadachín heroico. Mi padre era el contador que se quedó a cargo de la capital y de hacerles llegar provisiones mientras guerreaban. En vez de una espada, él contaba cebollas.- dice ella, pero hay afecto en su tono.- Alguien tiene que hacerlo.-
Supongo que haber crecido con el maestre Corwin, el maestre Lucien y Lord Romwen debería haber hecho que yo fuera un experto en Los Años Inquietos, pero supongo que por eso mismo es la última cosa de la que ellos quieren hablar. Tengo una idea muy general, la verdad. Ni siquiera sé quién era el famoso cabecilla enemigo.
Davim y Arles siguen hablando de caballos: cuando Davim le cuenta que compuso una canción al nacimiento de Dashi, Arles muestra interés en aprenderla, y se van cantando atrás. Davim toca muy bien el laúd, pero Gertram casi se cae de su caballo adelante cuando Davim empieza una estrofa entera alabando el potente y enorme atributo masculino de Lian, con poéticas descripciones. Lo haría callar por la indecencia, pero cuando miro de reojo, Ellyse se está muriendo de la risa y no puedo enojarme.
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- Me van a cobrar triple en los Puertos.- dice Davim esa noche, desplomado junto a la fogata. Literalmente no puede comer más: Arles no está mejor, pero ver incluso a Ellyse rebañar el plato con pancito me ha puesto contento. Mi guiso de esa pata de cerdo y patatas ha sido un éxito.- Voy a pesar más que Dashi cuando llegue!- agrega con un pataleo feliz. Su aprecio por las bondades del viaje es tan notorio que es imposible resentirlo. Ellyse acepta un sorbo de vino, pero cuando se levanta a lavar su platito en la orilla del río, la noto demorarse, su perfil de pie, mirando las estrellas.
- A pesar de los versos sobre venas pulsantes, me han gustado los aires del Imperio. Sus melodías son… alegres.- dice Arles sonriendo, limpiando una pera en su camisa. – Porqué esa cara? Esperabas que limpiáramos la olla con la lengua? Yo me ofrezco…-
- Crees que esté recuperándose?- le digo, aún mirando la silueta de Ellyse. Arles entrecierra los ojos, con una mueca, y se tiende de bruces en su manta, masticando pera.
- No todavía, pero porqué no la ayudas tú?-
- Si tienes alguna sugerencia con la que pueda ayudarla…-
- Sí. Me llevo a Davim a dar un paseo, y tú la seduces y te la llevas a la cama…-
No sé qué cara tengo, porque cuando me giro a Arles él retrocede en codos y rodillas como si hubiera aparecido un búfalo de agua,- Por Hemma, cálmate, monstruo!-
- Cómo te atreves… te dices su amigo… cómo bromeas con una cosa así?- siseo, mi ira hirviente.- Cómo le faltas el respeto…?!-
- No pretendo faltarle el respeto, ese sería tú trabajo… ya! Ya, soségate, animal! No pretenderás que lo haga Davim? –
- No voy a seguir hablando contigo.- gruño levantándome, pero él me agarra la manga, y de repente… está serio?
Está hablando en serio, misericordia?
- No ves que es perfecto? Davim, o cualquier otro, van a querer casarse con ella, hacerla tener hijos, llevársela…-
- Soy un sacerdote de Tyr!-
- Precisamente! Puedes darle gusto y que se olvide de Alain sin sacarla de su trabajo, sin casarte… no ves que es perfecto?-
- Estás completamente loco. – suspiro, soltándome de su mano.- Te ruego que no vuelvas a expresar una idea tan… tan… absurda. Ella es una dama de la más alta alcurnia, yo soy un sacerdote, y si piensas que es una… revolcada barata…- musito con ira, mirándolo a los ojos.- Lo que le hace falta, pues preséntate tú con la idea…-
- Yo la quiero, Conrad, pero no estoy enamorado de ella. Tú sí.- me dice el muy indecente, y se va a enterrar el corazón de la pera. Me quedo helado de rodillas en mi manta, preguntándome porqué siento que me falta el aire y al mismo tiempo que quiero ahogarlo en el río, cuando me volteo y…
Ellyse no está en la orilla del río. No está en el campamento tampoco. Ni junto al carro. Ni con los caballos. Ni con Davim, que seca las ollas lavadas de muy mala gana. Me levanto, sintiendo una inquietud molesta como un dolor de estómago. Por favor, que esté entre los árboles usando la letrina que cavamos… pero no, Gertram viene de allí, abrochándose la veste. Dónde está? Dónde se ha metido?
- MI DAMA?- llamo en voz alta, mirando hacia uno y otro lado. Nada. Encima, se había puesto una capa violeta a juego con el jubón, que la camuflará en las sombras, si se ha caído o la ha arrastrado el río…- ELLYSE?-
Davim se endereza conmigo, volteándose también: Arles vuelve a la carrera, buscando.
- No puede estar muy lejos, adónde…- maldigo, corriendo a la orilla del río. Y entonces tengo el susto de mi vida, porque de pie en el centro mismo de la corriente, encaramada en una roca baja, está Ellyse, sin capa, los brazos goteantes: y acechándola en la orilla, uno ya intentando vadear hacia ella, hay cinco hombres grandes y gruesos, cargando picas y un machete.
Porqué no gritó? Porqué no me llamó?
Antes de que alcance siquiera a planear algo, a preguntarles algo, a decirle a Ellyse que no descienda de la roca, que la corriente es muy fuerte allí, Davim atraviesa unos arbustos y se arroja sobre los hombres a puño desnudo. Es rápido: agarra al del machete, y a tan cercana distancia, las picas no hacen más que golpearlo con las varas. Pero es uno contra cinco, y aunque se mueve velozmente…
Su caballo se suma a la pelea, derribando a uno de los atacantes: se vuelven con las picas a él, pero el caballo retrocede ágilmente. Davim le grita algo, y entonces oigo a Gertram:
- Conrad!-
Es mi espada. Iba a lanzarme con una rama y una piedra pero esto es mejor. Hay un tuang, y uno de los hombres cae de rodillas en las piedras, con una flecha en el costado: el caballo (Dashi, recuerdo) de Davim regresa… con su cimitarra en los dientes, y un momento luego Davim se enfrenta con el del machete, hablando y humillándolo a voces. Gana sin mucho esfuerzo: yo desarmo a los otros cuatro.
- Perder y por tan poca carne…- dice tristemente uno cuando Arles le ata las manos a la espalda, mirando mi espada.- Un sacerdote de Tyr en el camino principal…? Es el colmo…-
Davim, como un héroe, se mete al río con Dashi y sube a Ellyse a su montura con una sonrisa, regresando con ella cruzada delante. Ella se ve normal, aunque un poco pálida de frío.
- Y el otro…?- pregunto, no viendo al oponente de Davim.
- Para que coman los pescaditos.- dice él. Me vuelvo a los cuatro que quedan, que parecen maldecir el momento en que vieron a Ellyse.
- Asaltando a viajeros a un día de la capital? Realmente les pareció una buena idea?- les digo, a lo que esquivan mi mirada.- No, enfréntenme, díganme sus razones para atacar a una mujer que creían sola. No les da vergüenza? No podían trabajar en una granja, buscar suerte en la capital…-
- Aah, mercaderes… dinero…- balbucean, hasta que uno le echa una ojeada frustrada.-… pasarla bien un rato…-
Davim le da un puñetazo. Ellyse, que se ha bajado del caballo de un salto, se ve indignada.
- No tienen hambre. No tienen frío. Pueden trabajar, pero aún así eligen ser ladrones y asesinos. No se merecen la libertad, ni los frutos del trabajo de otros.- dice ácidamente.- Ni siquiera merecen que los envíen a Albión.-
- Qué planeas hacer…- pregunto en voz baja, pero ella alarga la mano, pidiéndole a Gertram su daga.
- Soy parte del Consejo y como tal poseo los poderes del rey. Mi nombre es Ellyse D’Arzach, prisioneros. Les suena ese nombre?-
Siento alguna misericordia por los tipos. Sus caras dicen que su mala suerte les parece inhumana. El más joven está aterrorizado, cojeando con la flecha de Arles aún metida en costado.
- Pueden aceptar un castigo. Jurar mejorar en el futuro. Enfrentarse a nuestra merced, o encontrar la muerte inmediata en este río. –
- No quiero morir!- gime el más joven, echándose de rodillas.- Lo siento, lo siento!-
- Porqué lo hacías?- pregunto yo, a lo que él gime.
- Parecía… fácil… más fácil que… bueno, muchos lo hacen…-
- Ahora vas a entender lo que es fácil.- dice Ellyse, y desatándolo, toma su mano derecha. La oprime en la suya. Hay un silencio, y el chico da un gritito, alejándose de ella, estremeciéndose de pies a cabeza.- Vete y gánate la vida como corresponde.-
El chico huye en la noche, gritando. Miro a Davim, que se ve igualmente desconcertado, pero Arles se ha cruzado de brazos y parece disgustado.
- Aléjate de mí, bruja! – brama el más grueso del grupo.- No me toques! Debimos ahogarte en el río, debí…-
- Si no aceptas tu castigo, entonces enfrentas la justicia de Tyr.- digo yo, enderezándome.- La Dama te está mostrando misericordia.-
- Bruja y más que bruja! Dame una espada si no eres un cobarde, yo te mostraré…!-
Lo enfrento en duelo. Dura menos de dos minutos. El siguiente intenta huir: Davim lo atrapa.
El último acepta la mano de Ellyse, y cuando huye luego, blanco como un papel, veo que el brazo derecho le cuelga inútil y helado. Al menos tiene ánimo de hacer una broma.
- Suerte que no intentamos metértela…- musita al huir. Davim hace un gesto de perseguirlo y el hombre huye, pero Ellyse se ve deprimida, helada y exhausta.
- Eso es magia? Eso es tu magia?- pregunta Davim.
- No.- dice Ellyse, y se ve muy disgustada.- Siento… lamento todo esto. Buenas noches, nos moveremos al amanecer. Quiero llegar a Gwohir lo más pronto posible.- dice dándonos la espalda y yendo a meterse en el carro. No sé qué decirle: tampoco esperaba esto. Estará ofendida por el ataque? Porque fallamos en protegerla? Por que maté a un hombre delante suyo?-
Davim arroja el cadáver al rio y se queda allí un minuto, antes de mirarme. Arles está destensando su arco, y Gertram, con mucho buen sentido, ha puesto agua al fuego.
- Cler Conrad…- me dice Davim, y se muerde el labio, sacudiendo las manos tras lavarse en el río.- me desdigo de lo que dije.-
- Eh?-
- Sobre proteger a Ellyse. No me necesita.- dice, y sonríe de oreja a oreja.- Verlo combatir… vaya, vaya. Y sin magia. Me iré tranquilo a casita, sí, sí. Pero extrañaré su comida.- me dice, dándome con el puño en el hombro, antes de echarse en su manta, como si no hubiera hecho nada de particular. Arles se sienta a su lado, y conversan algo: Gertram, que ha rellenado la tetera, me alarga dos tazas.
- Hice una para la Dama, pero no me atrevo a ir a dejársela… se habrá asustado?- me dice dudoso. Le palmeo el hombro, conmovido por su dedicación. Su rostro a la luz del fuego es pensativo, pero no tan afectado como me temía: Gertram no me había visto matar antes.
- Ve a dormir. Yo se lo llevaré.- musito. Me acerco al carro: Gertram ya había puesto mi rollo de dormir entre las ruedas. Pero me asomo en la oscuridad del toldo, que envuelve el carro como un dosel.
- Mi Dama? Le traje té.-
- Conrad…- suspira ella. En la sombra, la siento moverse, y me doy cuenta que está envuelta en el vellón, y a la luz de la luna, tiene las mejillas húmedas.
- Por favor no llores por esos hombres. No lo merecen…- empiezo, y cuando ella roza mi mano al tomar la taza, me inquieto.- Estás muy helada! Te traigo otra manta?-
- No sé dónde quedó mi capa. Me agarraron de ella pero logré soltarme…- Ellyse alarga la mano al ver que estoy quitándome el manto.- No, no es eso. Es… la magia. Lo que les hice es temporal, pero me hiela, y me cuesta volver a sentir calor…- suspira.- no lloro por ellos. Lloro… por mí, la verdad.-
- Porqué? Te duele usar esa magia? Es el frío…?-
- No, Conrad. Pero en el palacio trabajamos día y noche para que tengan acceso a oportunidades, trabajo, comida… nos esforzamos por ellos, y aunque tienen todo, prefieren las timar inocentes… no puedo entenderlos. Trabajamos para nada, acaso? No me vengas con las historias de efrits de Davim. Qué estamos haciendo mal?-
- Nada.- le digo, y sostengo su mano helada en las mías.- Haces más que nadie. Y si ellos desprecian las oportunidades que tus esfuerzos les ofrecen, merecían ciertamente encontrar la justicia hoy. Tuviste miedo, Ellyse? Porqué no me llamaste?-
Su voz se hace muy tenue.- confié en mi magia. Y temía que te lastimaran. Habían estado tan contentos, no quería…- suspira. – Lo siento. Descansa, por favor.-
Asiento, dejándola con el té. Pero desde debajo del carro, la siento removerse inquieta hasta muy tarde, y qué ganas tengo de ir a cazar a los tipos que dejó vivos y acabarlos. Había vuelto a sonreír, y ahora la hacen dudar de sus esfuerzos? Al siguiente que encontremos voy a partirlo sin ningún remordimiento, antes de que a ella se le ocurra usar de nuevo esta magia que le hace daño.
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