Con todo el peso del destino en mis manos,
temo nunca volver a encontrarme
o jamás recordar quién alguna vez fui.
El buen augurio es una construcción que no me acompaña;
ya no sé qué es lo que viene.
Me quedé varada en el medio del sentimiento de evolución.
A partir de hoy, siento que el futuro me observa.
No es mi aliado,
sabe mis conclusiones
y se ha apoderado de mis resultados.
El nulo control me hace desvanecer,
por eso me acompaña la nostalgia
de lo que pude haber hecho,
de lo que aprendí,
de lo que regresó,
de lo que no volverá.
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