El frío en tiempos de Marzo.

El frío entra por la abertura de mi ventana, en las noches donde no quiero abandonar la cama. En los días que duermo sin nada y me envuelvo en sábanas. El frío del invierno parece entrar a mi habitación, para irse de las calles de la ciudad y quedarse por mi espalda. Se acurruca a mi lado, mojando el colchón que ya había calentado, se hace un espacio cerquita de mí y pregunta "¿Puedo quedarme aquí?" Sin mas dejo que me abrace y se encarne a mi alma. Le he dicho que su compañía me quema y que debería quedarse afuera, dónde todo el mundo lo llama. Pero él prefiere bajar sus brazos a mi estómago y congelar mi hambre, tocar mis ojos y ponerme a dormir, besarme con lentitud para derretir mis labios y pegarse a mi lengua.

Todo empezó la primera vez que elegí abrir de par en par mis ventanas, por el intenso calor que la primavera había iniciado. Fue cuando el frío sintió la libertad de asomarse por mi cuarto, respirandome en el cuello y dándome un aire acalorado, una noche refrescante que repetiría una y otra vez. Posteriormente el frío se hacía más presente a tal grado de hacerme cerrar la ventana, y cuando lo hacía el calor de Marzo me obligaba a llamarlo. Hice un trato con él, pues ninguno estaba contento con la manera en que nos sentíamos. Yo iba a dejar que él me cobijará la pierna que dejaba fuera y envolviera el brazo que sacaba de mis sábanas, a cambio de un espacio en mi cama por las noches. Un intercambio entre mi cálido corazón y su ardiente frescor.

Ahora mismo no lo hallo en otra parte que no sea por toda mi habitación, el frío en Marzo se encuentra ocupando mí espacio, mi corazón y mi almohada.