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EL FORASTERO

Dec 12, 2025

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EL FORASTERO
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                                     EL FORASTERO

Lo conocí la misma tarde en que apareció por el pueblo con la pompa y el boato de un timador profesional, por lo que no me sorprendió su aspecto de resignado filibustero con sus pantalones de lona gastada, camisola floripondeada y zapatones verde agua: ineluctable tributo al incordioso tatuaje de la mujer gorda y desnuda que ornaba su antebrazo ensanchado por tanto sacudir la tierra de sus andares. Parado ahora en medio de la abarrotada plaza, el desconocido sacudió los brazos como si se removiera sus siglos estancados, y se presentó como Nemesio, el egipciano más viejo y sabio de todos los tiempos, versado en el oscuro arte de escudriñar los pensamientos de las personas; y agregó que si no lo recibían con los honores reservados a un hombre de su alcurnia, no tendría más remedio que comenzar a escudriñar en  las cabezas de todos los habitantes para luego repetir en voz alta sus inconfesables secretos, comenzando por los del alcalde, por lo que los presentes, que era casi la totalidad del pueblo, huyeron hormigueando hacia todas direcciones, mientras que el primer mandatario, advertido del barullo, al acercarse y conocer las intenciones del exótico forastero, para evitar las consecuencias que le podrían acarrear sus desnudados pensamientos, no perdió tiempo en envestir a Nemesio con el rimbombante rótulo de:  “Honorable y Eterno Visitante Vitalicio del Arrumbado Pueblo de Santos Pocos”, pudiendo también hacer uso indiscriminado de todas las instalaciones públicas, incluido del santificado putanal que llevaba el solemne y eclesiástico nombre de: Casa de señoritas expósitas, donde, por casi dos semanas, Nemesio anduvo desbraguetado de pieza en pieza, hasta que agotado por tanto parrandeo, decidió que ya era tiempo de encomendarse a su labor primordial, por lo que se dirigió con pasos faenosos hacia el Palacio Municipal, donde me encontré de frente con él pero no por vez primera, ya que cuando Nemesio encaró hacia  donde yo me encontraba ayudando al alcalde en sus tareas, el mandatario, esbozando su mejor y tonta sonrisa diplomática, le preguntó a Nemesio qué coño necesitaba, mientras que el reciente embestido en ilustrísimo, sin prestar atención al mandatario me miró directo a los ojos, y trasponiendo  la línea de la cordura, aseguró que no había esperado volverme a encontrar en tan pronto tiempo, a lo que yo le respondí que así es la vida en el mundo terreno, cosa que lo ofendió al punto de aplicarme un solemne mamporro que hizo palidecer al alcalde, quien le preguntó por qué carajos había cometido tan salvaje felonía con su secretaria ejecutiva, y él, señalando a mi persona, con sordidez de prestamista en día de cobro, exclamó: o le saco el diablo, o comienzo a desempolvar secretos… por lo que acorralado en su acciones del pasado, el alcalde, resignado accedió, y los tres nos dirigimos hacia su oficina donde Nemesio desfuelló el cortinado de la ventana, dejando a la habitación en una eclesiástica penumbra, en la cual, en plena comunión espiritual, inició con el ritual cristiano, cosa que me pareció una tontulez… si igual todos siempre terminan haciendo lo que los energúmenos con sotana ordenan… de todos modos, cansado de ser un destronado espiritual, cuando el crepuscular anciano inició sus babélicas oraciones, raudo me salí de la muchacha y me apoderé de su enjuto cuerpo de animal moribundo… y así andamos ahora: transitando juntos las borrascas de los tiempos, sin pausa pero sin prisa… algunas veces me salgo de él y me apodero de algún descuidado cachalote para sumergirme hasta el fondo marino, mientras Nemesio me espera adormilado hasta que regreso y de nuevo me le meto dentro, porque así me gusta andar…  y así andaremos juntos hasta el día en que yo le deje libre, o sea, jamás.

 

Roberto Dario Salica

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