Recuerdo con cariño lo mucho que me gustaba el verano. La calidez de los días se reflejaba en el tacto de mi piel junto a la tuya, y tus caricias hacían de los días casi tan ardientes como el sol. Supongo que era una buena excusa para amarnos con la piel.
Amanecía enredada a ti entre las sábanas, con la timidez de las primeras veces y la intensidad del primer amor. Mis manos se movían inconscientes, ansiosas de rozarte. Trazaba caricias en tu rostro hasta que al fin abrías tus ojos, esos que tantas veces me robaron el aliento y que otras muchas me lo devolvió.
Una mañana encontraste una cámara vieja entre los trastes de la casa. Y fue entonces cuando descubrí tu devoción por mí, cuando descubrí tu admiración hacia el templo de mi cuerpo. Quisiste guardar sonrisas, miradas, secretos, confesiones. Quisiste llevarte ese verano y guardarlo hasta enseñárselo a nuestros hijos.
Y hoy, que has comprado una nueva cámara, que me miras con tanto amor, no puedo siquiera imaginar un mundo en el que no sea tu musa.
Firmado: TSFI, tu siempre fiel inspiración

Blanca Bermúdez
Escribo para sacar del alma lo que no se puede decir en voz alta. No soy perfecta, pero cada poema es una parte real de mí. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
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