"El festín de lo anormal"
Jun 8, 2025

Dicen que la normalidad es el refugio de los cobardes. Un rancio abrigo que el alma temerosa se cuelga sobre los hombros para no estremecerse ante el frío absoluto de su autenticidad. ¿Y qué es ser normal sino repetir una coreografía impuesta por cadáveres sociales, danzando en círculos sobre la tumba de la individualidad?
Fue Ivan Sotelo quien lo dijo, con la sangre aún fresca en la punta de la lengua:
“Nunca he sido normal, esa palabra me asusta, regularmente está ligada a la rutina, la locura y la rareza son parte de mi personalidad.”
Y cuánta razón tenía… Porque lo normal es un culto a la repetición, una religión de horarios y sonrisas forzadas, una cárcel con barrotes de cortesía. Y en ese templo de la rutina, la locura se convierte en una herejía —y la rareza, en una amenaza.
Pero hay quienes se alimentan de esas herejías. Quienes encuentran en la rareza no una maldición, sino un festín. En el oscuro salón donde la cordura fue degollada como cordero ante los ídolos del sistema, estos individuos —retorcidos para los ojos comunes— celebran con carcajadas que desgarran el tejido de la moral. Se visten con lo grotesco, se perfuman con lo absurdo, y brindan con copas llenas de sinsentido. Son los bufones del universo, pero también sus filósofos más auténticos.
La locura no es un defecto, sino un privilegio: ver más allá de las máscaras, atreverse a bailar mientras los otros apenas caminan recto para no tropezar con sus propias inseguridades. El raro no busca ser aceptado, porque su esencia no cabe en etiquetas, ni se arrodilla ante el juicio del promedio. Él es el cuchillo que no encaja en la gaveta, el que corta cuando todos sólo sirven para untar.
Ivan Sotelo no sólo huye de la palabra "normal", la mutila en su camino, y deja su cadáver expuesto como advertencia. Su frase no es un consuelo para inadaptados, es un manifiesto:
"La rutina es una muerte lenta, y yo prefiero morir de locura que vivir en paz siendo otro reflejo insípido del montón."
Y entonces, la reflexión final llega con un tinte cruel pero necesario:
Tal vez, los verdaderamente cuerdos son los que enloquecen, y los enfermos son los que siguen instrucciones. Porque lo "normal" es la mentira más compartida de nuestra especie… y no hay nada más sádico que vivir en ella, creyéndola virtud
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