Pensé en vos toda la noche. No lo vas a saber, y está bien: así tiene que ser de ahora en adelante… cada uno con su vida, a la distancia, como si nunca hubiésemos estado lo bastante cerca para rozar el corazón del otro. Y aun así, no pude evitarlo: quería desearte un feliz cumpleaños, aunque sea en silencio, como quien guarda en secreto el verdadero nacimiento de la primavera. Hoy vuelvo a escribirte, en esta fecha, como prueba de que alguna vez te miré con tanta ternura que te regalé un universo entero… y aunque ahora solo queden restos de lo que fuimos, todavía brilla, como polvo de estrellas, todo el amor que compartimos.
Todavía recuerdo cómo olía septiembre cuando reías para mí, y juro que, por un instante, pensé que la primavera había nacido solo para vos. Y aunque ya no seamos lo que fuimos, me gusta creer que, en algún rincón del universo, la luna todavía nos reconoce y baila en secreto para nosotros.
No me queda más que desear que este día te encuentre rodeado de todo lo que alguna vez soñaste, porque aunque ya no seamos, sigo regalándote el sol en cada cumpleaños.
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