Vas a vivir en el fago toda tu vida.
Las arrugas dibujan en su rostro el pasado cruel de una voz.
De sus pliegues se deshace en otros.
Bajo sus uñas, sobre la carne, se esconde.
Tierra sucia, moho, escombro.
Restos de mísperos regando el malvón.
Sus hojas se acurrucan entre las espinas carnosas de un aloe vera,
la manguera azul acostada entre yuyos de pasto y tierra.
Los pasillos de cemento, bordados por tapiales de ladrillo y barro,
el jardín en el centro, vos parada al borde, a un costado.
En el límite exacto que separa. Adentro. Frente a la puerta de hierro roja, de rejilla y mediasombra, de enredadera invasora, desprolija. De afuera.
Los huecos se escuchan en silencios, grillos y chicharras.
La cocina es de paredes amarillas, es chiquita.
A la altura de mis ojos, un poco más alto, los cisnes azules que una vez pintaste danzan en secuencias infinitas, se miran, se juntan, se separan.
En una repisa grande, blanca, en la pared contraria a la puerta de entrada, justo donde estoy parada, en el segundo estante, a la derecha, la radio prendida enmudece la casa.
Te gusta estar en silencio. Escuchar el sonido del agua, mirar el agua, sentir como se desplaza, suavemente.
Le subo el volumen y salgo desde esa otra puerta.
Te miro, mi cuerpo cae como trapo seco sobre ese piso de baldosas amarillas que transpira humedad y antecede al jardín.
El pasto sigue mojado, la manguera se está inundando frente a tus pies descalzos, pero tu cuerpo quieto solo reacciona ante el movimiento de tus párpados,
dejando entrar la luz o no dejando hacerlo.
Lo otro, es involuntario.
Me despego un poco. Solo un poco.
Seguís ahí, en esa casa de paredes húmedas, de poco sol, de vidrios sucios, de techos altos y habitaciones
tan grandes y tan vacías.
Paredes rayadas, el baño roto, ventanas sin cortinas.
Los cisnes se están descascarando.
La Manguera sigue chorreando, el agua sube, y sube.
Te abraza los pies, los brazos, las manos. Te grito pero no escuchas.
Candela
¿Quién soy yo? En este mundo donde siempre termino escribiendo lo mismo. Dónde el texto necesita de mi Y yo de él.
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