El eterno retorno, para Sofía no numerada.
Nov 14, 2024
El eterno retorno, para Sofía no numerada.
Levanto la pluma del piso y pienso, no sólo cómo se habrá caído, sino en que hay tres etapas del olvido, y la tercera no me la acuerdo. No puede ser casualidad que aparezcas siempre justo cuando se va el sol. Y el realismo mágico se fue tiñendo de este clima, los árboles se estiran para mirarte, todo tiende a vos. Que como este texto, no vas a ningún lado y tocás todos a la vez. Pero a ver si dejás algo sin tu efecto para verlo sufrir tan simplemente entre tanta magia que lleva tu nombre.
Y te pararás en la esquina, donde ya no pasa el bondi, y vas a levantar la mano cinco cuadras antes por miedo a que no te vea, como si fuese posible, como si alguien quisiese pasarte de lado sin frenar a que te le subas, y lo saques a pasear un poco. A serte recorrida desde un mundo que se mueve entre vos y tus voces, tus apariciones y reapariciones que se interseccionan en un entramado donde todo parece evocarte sin decir nada a la vez. Nos susurramos en los oídos de todas las cosas las mejores palabras para no hablarte. Llenamos los frascos con algún que otro bombón o galleta para que no se incomode en el bamboleo estático del no tener nada. Del no temer también. Y debe ser que tengo sueño y que me pesa tu falta que se prepara el alfombrado para llegarte, como excusa, para no asumir que siempre te busca en algún que otro rincón tuyo, o en los bolsillos de tu saco rojo que me encanta.
Mirá cómo florecen los alelíes, cómo subversivamente picaflorean los picaflores que se vuelven hidrofóbicos por mirarte. Como para no levantar sospechas, ¿no?
Debe ser que tengo sueño o que estoy completamente drogado o incluso puede ser que sobrio, porque el primer olvido era el del ser; imaginate que te cuente cuando el segundo era el del sentido y ya no entiendas nada. Qué vergüenza, que el tercero trate del otro cuando no puedo diferenciarlo si estamos en la misma mesa, y no puedo no recaer en preguntarme ¿Qué es la patria entonces?
Cada vez lluevo más fuerte, y me siento el agua, So. Estoy cayendo, cumpliendo un ciclo, salto de cabeza pero no para morir, soy un eterno viaje a las nubes levantándome para lloverte la próxima. Qué pecado no poder haberte siempre sido los charcos donde enterrás tus huellas sin preocupación de que alguien pueda o no seguirte, las borro al instante, como todo el palabrerío que no quiero que leas pero dejo a tu alcance, soy el agua de ese charco o el fuego de estas rimas, que nos miran a los ojos, nos desposeen, y nos van deshabitando entre las risas que les dejamos en la gorra;
se vuelven llama, luego fuego, para terminar en humo del olvido.
Respiro un poco, dejo caer sin pretenderlo mi lapicera de estas manos, golpea el piso, mientras se va acomodando lentamente frente a mi zapato derecho.
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