El espejismo del regreso

Dicen que si dos personas lo quieren, si lo anhelan y tienen interés, todo es posible.

Pero… ¿qué es ese "todo"? ¿Es un renacer genuino o solo un eco de lo que fue?

Las palabras son dulces, las promesas suaves, envueltas en la certeza de que esta vez sí.

Pero ahí, en la grieta silenciosa de la realidad, algo susurra:

"No será diferente."

Porque el deseo no basta cuando las heridas no han cerrado.

Porque la esperanza se transforma en espejismos, en fantasmas que acarician la memoria pero no la transforman.

Se dice que habrá cambios. Se jura que todo será mejor.

Las palabras tiemblan con convicción, pero las raíces del pasado siguen ahí, intactas, aferrándose a los mismos errores.

Y entonces, nos engañamos.

No solo yo.

No solo él.

Ambos, atrapados en la ilusión de que querer es suficiente.

Nos aferramos a la idea de que el amor todo lo puede, pero el amor sin evolución es solo nostalgia disfrazada de esperanza.

Si regreso, si nos encontramos otra vez en ese punto,

¿seremos los mismos que se quebraron o los que alguna vez fueron felices?

Quizás la verdadera pregunta no es si debemos intentarlo, sino si realmente algo ha cambiado más allá de las palabras.

Porque el querer, sin transformación, es solo un eco en la distancia.

Y si alguna vez vuelvo, si alguna vez el destino juega con nosotros una vez más,

¿seremos capaces de romper el ciclo?

Porque el amor no debe ser una repetición de despedidas, una historia escrita en la misma tinta que borra su propio final.

Si ha de haber un regreso, debería ser con nuevas versiones de nosotros mismos, con cicatrices que enseñen en lugar de pesar.

De lo contrario, sería solo un espacio sin salida, una historia que se repite sin cambiar.

Una ilusión que promete algo nuevo, pero al acercarse, desaparece.

Si el amor alguna vez fue hogar, entonces volver no debería sentirse como una sombra del pasado, sino como la certeza de que hemos crecido, de que esta vez no es un regreso, sino un nuevo comienzo.