“La evolución toma caminos insospechados. Creíamos que sabíamos todo, pero realmente sabemos muy poco… este descubrimiento nos demuestra lo equivocados que estuvimos tanto tiempo. Es fácil y sencillo experimentar en el laboratorio… muestra A y muestra B, luego se cotejan los resultados… pero en el estudio de la evolución, nunca tuvimos esa chance… Si un ser primigenio es aislado y separado de sus congéneres las divergencias luego de millones de años pueden ser inimaginables, por no decir espantosas… y hoy conseguimos nuestra preciada muestra B…”
Cansado de verse y escucharse en el monitor Sergei aprieta al botón de stop, haciendo que se detenga la cinta. La pantalla queda estática, dejando la imagen congelada de un hombre en bata blanca. Con la vista nublada toma la botella de vodka y le da un largo trago.
Apretando el puente de su nariz cierra los ojos, intentando así aliviar el agudo dolor de cabeza, parte culpa de la resaca, parte culpa de lo que ha vivido…
Quizás los recuerdos algún día se desvanezcan del todo, se consuela… el descubrimiento de la criatura… el inesperado ataque… la espantosa muerte de Alexei…
Al evocar este último evento sus ojos se dirigen hacia el techo en donde una horrible mancha de sangre coagulada resalta entre las tuberías de calefacción. Un escalofrió recorre su cuerpo al recordar el crujido que hizo el cráneo de su colega al quebrarse cuando la criatura irrumpió y lo miro fijo. Luego como Alexei comenzó a correr por la estancia cómicamente sin cabeza y derramando sus sesos por doquier, como aquellas gallinas que su abuela ajusticiaba para el puchero en su Siberia natal. Como científico creía haberlo visto todo, pero esto ya era demasiado para su debilitada cordura…
Con un bufido de impotencia recuerda la última imagen… la materia gris de su colega entrando en el sofisticado ordenador y friendo sus circuitos en un explosivo cortocircuito…
—Maldito Alexei, hasta muerto me has cagado la vida…
Ahora que el ordenador se negaba a funcionar estaba condenado a morir asfixiado en un habitáculo en el fondo del lago Vostok… y eso si podía seguir conteniendo a la criatura.
La Criatura… El descubrimiento del siglo… mejor dicho de la historia, y él, Serguei Grisiloff lo había hecho… ¡Que mierda importaba, ya nadie lo iba a saber! Podía irse olvidando del Nobel…
—¡Por dios Alexei! Tienes que oler tan mal, maldito bastardo…
Frunciendo la nariz se acerca al cuerpo decapitado y le arroja una frazada encima. Torpe debido a su embriaguez resbala con un trozo de hueso temporal que aún conserva parte de la sedosa cabellera eslava y cae sobre un mejungue de tejido encefálico y fluidos viscosos. Un grito inhumano sale desde el fondo de su garganta y dominado por el asco vomita el magro desayuno tras agónicas arcadas. Con el gusto de la bilis en la boca se arrastra y se acurruca como un niño en un rincón. Rebusca con manos temblorosas en sus bolsillos y extrae las ultimas capsulas de Clonax, el potente barbitúrico que lo pondría fuera de combate por un largo tiempo…
“… todo parece indicar que el organismo llamado 46- B es un cefalópodo… simetría bilateral a lo largo de su eje dorso-ventral, con la masa visceral en la parte posterior. Cuatro pares de tentáculos, rodeando la boca, que presenta un pico quitinoso… Si, un maldito pulpo… pero hay algo que me tiene confundido… esa frecuencia que es capaz de producir, volvió loco el electroencefalograma…”
Un sonido, como de algo reptando lo hace volver del paraíso en el que estaba y lo pone en estado de alerta.
Un trozo de carne sangrante se arrastra haciendo contracciones hacia él. Frunce el ceño y trata de enfocar con sus cansados ojos la monstruosidad, no dando crédito a lo que está viendo. Su mente alcoholizada puede recordar algo… en un alarde de valentía para salvar a Alexei tomo un hacha y secciono uno de los tentáculos de la criatura. Ahora es innegable, el trozo esta vivo y se está transformando en algo.
“Reproducción asexual y crecimiento acelerado, tenías razón Alexei hijo de puta, lástima que no te puedas cobrar la apuesta que me has ganado… “
Imprevistamente la radio comienza a transmitir. Serguei se abalanza sobre los controles y manotea el micrófono.
—Aquí, Grisiloff…
Una voz que se pierde en la estática le contesta:
—…recibido su llamado de auxilio profesor… cúpula militar al tanto de su descubrimiento… posible extracción… no desespere…
—¡Aguarden, aguarden!... Ha fallado el ordenador, no logro abrir la escotilla de escape… deben abrirla ustedes desde el centro de control.
—…copiado… eh… espere instrucciones… cambio y fuera…
Cuatro mil metros arriba, en lo más inhóspito de la Antártida, los altos mandos de la KGB observan a Serguei en los monitores del circuito cerrado.
—Abra la escotilla Roveg —ordena el coronel Gregov.
El soldado acerca su dedo hacia el interruptor, pero es detenido por la voz autoritaria de su superior.
—Esa escotilla no, Roveg… la otra.
—Disculpe señor… es la escotilla donde está encerrada la criatura….
—Lo se…
—¿Señor?
El coronel Gregov se mantiene en silencio con la vista fija en los monitores, mientras el soldado asiente… y aprieta el interruptor de la escotilla.…
Un tentáculo se deja ver, tanteando alrededor. Las ventosas se aferran al marco y la criatura hace su aparición.
Los cromatóforos de su cuerpo la hacen cambiar de color, y la confunden entre la maquinaria y los monitores, por lo que Serguei debe entrecerrar los ojos para distinguirla. Dándose cuenta de que hay un ser humano en la estancia se le acerca con su ágil paso octópodo, con sus tres corazones bombeando la azulada hemocianina.
Serguei cierra los ojos con toda la fuerza de la que es capaz.
“No la mires, por favor… no la mires”. Pero es en vano… es como cuando uno sabe que no debe rascarse, pero es inevitable hacerlo.
La curiosidad gana y abre sus ojos. Lo primero que ve es el iris de la criatura, alargado y fino, una hendidura con el poder fascinante de la hipnosis.
El ojo lo está mirando fijo.… y su cuerpo se paraliza en un instante.
Sabe que su mente ya no le pertenece, pero su vocación científica es tan grande que se obliga a analizar el cerebro múltiple de la criatura, que se ve a través del traslucido cuerpo. Una gran masa neuronal que alimenta varios ganglios periféricos. Una maravilla, un milagro de la evolución… El sofisticado cerebro central comienza a vibrar con un agudo silbido y Serguei comprende que ya está condenado.
Siente primero un entumecimiento en los dedos de sus pies y manos que se va desperdigando por el cuerpo. La presión intracraneal ha crecido tanto que imagina que su cabeza es un globo con helio que saldrá volando en cualquier momento. De inmediato pierde la capacidad del habla y varios segundos después escucha como si todo proviniera desde muy lejos. Luego no es capaz de controlar sus esfínteres y siente el pantalón húmedo y pesado; increíblemente se avergüenza de estar cagandose encima frente de los pulcros militares. Queda ciego y sordo al reventarse los vasos principales del rinoencéfalo y por ultimo pierde su noción de humanidad al volatizarse el profundo hipocampo. Convertido su cerebro en una sopa gelatinosa se transforma en una bestia idiota que no es capaz ni siquiera de sentir dolor, una bendición bien venida, sabiendo lo que vendría luego… Alexei había sido buen ejemplo y maestro.
La criatura vibra en frecuencias tan altas que no son audibles para el ser humano, pero los aparatos de la sala de control las captan y comienzan a pitar con un sonido ensordecedor. El coronel pega la nariz contra la pantalla, sabe que en un instante ocurrirá el gran final.
Serguei entra en un paroxismo histérico y se contorsiona como una marioneta, adoptando sus miembros posiciones fantásticas. Se ha convertido en una triste caricatura de hombre, con los ojos en blanco y la mirada vacía, la lengua salivosa colgando y balanceando como un péndulo, los miembros agarrotados por la parálisis mientras el torso se debate en frenéticos espasmos. Diversos fluidos escapan por sus orificios naturales ocasionando flatulentos sonidos, mientras el olor nauseabundo del contenido de los intestinos invade el habitáculo… no es un espectáculo para estómagos sensibles…
Su espina se dobla en un ángulo increíble y luego se parte con un seco chasquido. El rostro se eleva hacia la videocámara dejando en evidencia una calavera hinchada con las esferas oculares colgando de un manojo de nervios…
—Señor, los valores son máximos, en cualquier momento… —informa el soldado viendo como bailan las agujas de los medidores.
Y finalmente el esperado clímax…
El Coronel brinca de sorpresa y se lleva la mano a la boca con un gritito de excitación al ver reventar la cabeza como un tomate muy maduro, mientras el torso expulsa un potente chorro de sangre que impacta el techo, como cuando se abre una gaseosa que se ha agitado demasiado.
Lo que alguna vez había sido un científico llamado Serguei Grisiloff cae de rodillas en medio de su propia inmundicia, convulsionando hasta que los impulsos del sistema vasculonervioso se detienen para siempre…
El coronel se estremece con un jadeo de placer, como luego de un orgasmo. Con el corazón acelerado y el sudor goteando por la frente se desploma con una sonrisa de satisfacción en los labios. Sacando un puro del bolsillo de su guerrera se dirige a sus subordinados.
—Pobre camarada Grisiloff… lo podríamos haber salvado, pero teníamos que ver de lo que es capaz la criatura… ataques psíquicos… había que verlo para creerlo…
Un soldado entra en la sala y deja una caja blindada. Dentro el trozo de tentáculo se contornea frenéticamente. Entrecerrando los ojos el coronel analiza la aberración.
—Una belleza… es sabido que en la Guerra Fría los yanquis habían experimentado con delfines para usarlos de armas contra nosotros… pero esto es extraordinario, nuestra Madre Rusia no tendrá rival … el Kremlin estará satisfecho…
Andy Klein
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