el coro de tu amor resuena en mi cuerpo
como un eco eterno, una brisa ligera
que se atreve a entrar en mis ruinas,
rozando cada rincón olvidado.
lo siento crecer, como una vid ajena
en mi estatua hueca, tan quieta, tan tuya,
con esta piel de piedra que aún sueña
y estos brazos de mármol
que ansían volverse carne.
como si pudieras romper el hechizo,
traerme vida fresca y pura,
néctar que inunda sin quebrar mi fragilidad.
en mis manos ennegrecidas
reposa el poder de limpiar lágrimas de sangre,
las que trazaron el camino
hacia este amor que me resucita.
ya no me siento exiliada,
ya no hay frío ni distancia.
por fin, tengo un techo bajo el cielo,
sin muros gigantes que encarcelen,
sin suelos de vidrio que hieran.
solo un hogar eterno,
donde mis sombras se disuelven,
y mis piedras, al fin, se tornan polvo.
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