Las mujeres hemos aprendido a leernos en los silencios. A interpretar miradas, a descifrar lo no dicho, a sostener mundos en la palma de la mano sin que el peso nos delate. Pero, ¿qué pasa cuando nos detenemos a escucharnos? Cuando dejamos de ser el reflejo de otros y nos convertimos en nuestra propia voz.
Virginia Woolf nos susurró desde su cuarto propio que la libertad comienza en el pensamiento. Que la independencia no es solo material, sino también mental. Pero, ¿cómo reclamamos nuestra mente cuando ha sido moldeada por siglos de normas que nos dicen quién ser, cómo sentir, cómo existir?
La psicología, aunque alguna vez nos llamó misterio, también nos ha dado herramientas para descifrarnos. Nos ha enseñado que las emociones no son debilidad, sino brújulas. Que poner límites no es egoísmo, sino autocuidado. Que sanar no es olvidar, sino integrar nuestra historia con amor y dignidad.
Ser mujer es reconstruirse constantemente. Es desaprender el miedo a incomodar. Es romper la narrativa de la complacencia. Es escribir nuestra historia con la tinta de lo que sentimos, de lo que soñamos, de lo que ya no estamos dispuestas a callar.
No somos un misterio. Somos la respuesta. Y estamos aquí para decirla en voz alta.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión