Aún recuerdo aquel atardecer, cuando aún estabas presente. Platicábamos de lo bonito que era admirar cada una de las tonalidades de los atardeceres: rojo, amarillo, naranja… una combinación de colores. El sol se ocultaba en las montañas mientras admiraba lo más bonito del mundo: tu sonrisa. Dije que era lo único que quería ver por el resto de mi vida… Que me faltara el atardecer, pero no me faltara tu compañía.
Cómo pude ser tan ingenuo, porque no sabía que esa sonrisa sería la que me quitaría la vida. Estaba en vida, pero por dentro estaba falleciendo lentamente. Mi alma se estaba quedando sin luz, pero seguía aferrado a esa sonrisa, porque no quería romper mi promesa de nunca dejarla de ver. Creía que amar era estar presente, sin importar si el intento me fuera a matar. No había límite, solo sabía que con cada día perdía más mi sonrisa tratando de entender la tuya.
Y llegó el momento, porque me mataste. Murió aquella persona que pensaba que el amor era como un libro de fantasía. Te llevaste contigo todas esas creencias de que el amor es inocente, cálido, misterioso. Y dejaste a una persona con vacío, oscuridad para la proliferación de demonios, materia oscura y espacio vacío.
Nació mi nuevo ser. Se hizo más fuerte, capaz de controlar las tormentas, la oscuridad; cualquier deidad envidiaba esa capacidad. Pero carecía de amor. El amor pasó a ser segundo plano. Me resultaba muy difícil entender qué era el amor y cómo cuantificarlo en este tiempo-espacio; cómo era una fuerza para otras personas. Para mí resultó ser algo vacío, que ni el mismo atardecer que vimos en algún momento lograba despertar esa sensación.
Me pregunté por mucho tiempo qué es el amor. ¿Es una descarga de emociones o de sustancias? ¿Era algo que podíamos expresar? ¿O algo que podíamos sentir? Envidiaba a las personas que lograban entender qué era el amor, porque por más que trataba de darle un significado, me resultaba inútil. Y aquella tarde, en un nuevo atardecer, fallecí por segunda ocasión.
De la reencarnación nace el yo presente, que después de las tormentas, goza de un bonito valle soleado, sin huracanes, sin demonios por acechar. Un lugar de paz, de creatividad, que está en busca de resucitar el corazón de entre las ruinas… escuchando del otro lado de la montaña el eco de los cuerpos rotos, el eco de mis yo pasados…
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