De ese marzo viejo
no quiero más que el viento
que recorre este pasillo.
Ni aunque me gane el recuerdo
de un amor otoñal
y olor a cigarrillo.
De mis grandes
ojos, barren sueños
furiosas cascadas
y en mi pecho desembocan
heridas profundas
de aguas saladas.
Mi corazón, turgente
se esconde bajo pieles
de cebra y durazno.
Extraño la inocencia
de las velas, el susurro
al cumplir dieciséis años.
Arde tu ausencia,
como antes ardía,
tu inmadura esencia.
El impulso brota
y allí cuelga el fruto
de miles de guerras.
Cansada, me arrastro
por rosas tiñendo
mi cuerpo de espinas.
Soy un pequeño anillo
deslizando en una larga
e inevitable espira.
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