La lluvia cayó sobre el dibujo de la rayuela,
anteriormente mi rutina,
después de mis tempranos años de vida.
Hoy la lluvia cae sobre el asfalto grisáceo,
borrando, en efecto, el dibujo de la rayuela.
La última vez que jugué en ella quizás fue hace años,
pero recuerdo visitar las calles que supieron de mí,
a veces por accidente,
y otras por mi intrínseco apego a la nostalgia.
Y veía ahí el dibujo de la rayuela.
La forma había cambiado,
los colores de las tizas eran otros,
y ya entonces habían otros niños saltando sobre sus números.
Pero a pesar de los cambios,
indudablemente,
se trataba de mi mismo dibujo de rayuela,
creado por mí una tarde
donde no corría ni el viento en la calle,
y solamente necesité un montón de tizas,
con otro montón de ganas.
El pecho se encogió al ver
cómo los colores que supe pintar
se desvanecían en la tarde nubífera.
Mi dibujo de rayuela quizás pasó muchas lluvias antes de esta.
Incluso en tiempos donde me sabía aún dueño de su forma y exclusividad.
Pero en estás caminatas accidentas
O quizás arrastrado por el recuerdo
Se me dió por pasar por esta calle durante este día lluvioso.
Ante mis ojos se marchó dejándome conmovido.
Acaso es por verla desaparecer
O por saber que en algún momento existió para mí
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