El día martes 7 de mayo de 2019, los estudiantes de la materia "Teoría y Práctica Narrativa II", entonces a cargo de Jessica Ferradas, dijimos presente en el auditorio de la sede España. Todos estábamos esperando a que llegue el gran invitado que la docente había conseguido para una charla. Pero por supuesto, no fuimos solo los estudiantes de la materia: algunos cholulos de otras cátedras se autoinvitaron a presenciar el suceso.
Con un poco de demora, puesto que él había llevado a su hija al colegio, finalmente llegó: Leonardo Sbaraglia ingresó a la sede, al auditorio, y recibió los aplausos de los presentes. El icónico actor de películas como "Plata Quemada" o "La Noche de los Lápices" se acomodó para hablar un poco de todo con los alumnos, que debieron, o debimos, preparar preguntas como parte de su formación como periodistas. Esto era un paso en el aprendizaje sobre hacer entrevistas.
Las preguntas rondaron principalmente la vida y la carrera del actor, que en ese momento estaba trabajando, principalmente, en lo que fue "El Territorio del Poder", una obra teatral desarrollada junto al músico Fernando Tarrés, con la que dio funciones durante años. En esta charla, dejó algunos títulos interesantes sobre su trayectoria y sus, entonces, aspiraciones que comparto a continuación.
- Teniendo en cuenta la cantidad de personajes que has hecho en cine, televisión, ¿te sentiste identificado con alguno de los personajes que interpretaste?
- Yo creo que esos personajes son los más difíciles, porque son esos personajes los que uno cree que es lo más cercano que tiene. Tal vez los trabajos más interesantes que pude haber hecho son esos personajes que no tienen nada que ver conmigo, como en su momento fue “Plata Quemada” o “Salvador” en España… Son personajes que uno dice “¿por qué me lo ofrecieron a mí y no a otro actor?”, porque no tienen nada que ver con uno mismo, entonces uno hace un esfuerzo. En cambio cuando uno hace un personaje que está “a tres milímetros de mi vida”, que lo puedo conocer y entender perfectamente, probablemente requieren de mucha más atención, porque no sos vos ese personaje. Puede ser muy parecido, o de una clase social similar, pero no tiene nada que ver. Entonces hay que hacer un mayor esfuerzo de separarse de ese personaje. Pero siempre está la alternativa de identificarse, siempre está la posibilidad.
- En psicología existe el síndrome del actor en el cual la misma persona que simula ser alguien se lo termina creyendo y hasta termina siendo esa persona o personaje que interpretó. ¿Alguna vez esto te pasó? Y si no fue así, ¿cómo hiciste para que no te afecte o no cambie tu forma de ser respecto de esos personajes que eran más alejados de vos?
- Hay una película de Paul Thomas Anderson, “The Master”, que habla justamente de esa idea de tener como una guía. Los personajes resuelven el problema porque muchas veces uno no sabe qué hacer en esos aspectos de la vida y él te lo resuelve. Creo que hay una falsa idea de que uno queda atrapado en el personaje, y si eso ocurre es por una falencia personal, un momento donde necesitás agarrarte a algo. Son cosas que tiene que ver con falta de seguridad en sí mismo. Creo que en el caso del actor hay una problemática de que durante dos o tres meses está metido en una característica o una personalidad que son ajenas a uno. Estás tres meses conviviendo con ese personaje y vos establecés una relación con todo ese mundo. Eso no quiere decir que se te pegue, sino que uno entra en una relación de intercambio. Actualmente me pasa que estoy trabajando con dos personajes a la vez, y me psicoanalizo. Estaba con un personaje y con el otro, y me preguntaba “dónde estaba yo…” Es una problemática muchas veces de los actores porque en medio de tanta búsqueda hacia otro lugar, la propia voz a veces queda un poco alejada.
- ¿Cómo te llegaron las obras de Foucault y Elias Canetti que inspiran en lo que es “El Territorio del Poder”?
- En determinado momento me llamaron del Centro Cultural de Haroldo Conti para un homenaje. Se cumplían tantos años de la desaparición de Rodolfo Walsh y nos convocaron con Fernando Tarrés para un homenaje sobre unos textos de Walsh, que yo tenía que leer y que iban a ser intervenidos por imágenes y músicos. Hicimos eso y fue hermoso. Lo quisimos hacer un par de veces intentando conseguir los derechos y no pudimos. Entonces nos pusimos a buscar nuevos textos, y conviví muchos años con quien fue el papá de mi ex mujer, Lito Marí, hasta que falleció. Fue un sociólogo y casi un segundo padre para mí por sus textos y generosidad. Él fue quien me acercó esos textos a lo largo de 20 años. Muchos tenían que ver con Canetti, como “Masa y Poder”. Cuando fuimos buscando el material para seguir haciendo lo que nos gustaba, me acordé de estos textos y entre Fernando, Lito y yo fuimos armando esto que es “El Territorio del Poder”, y que venimos haciendo hace cuatro años.
- ¿Cómo tu mamá empezó a estudiar teatro?
- La verdad no sé, pero creo que ella tenía una vocación. Mi abuela era cantante de ópera y por razones de la época (ella nació en 1914), a los 15 quería ser cantante de ópera. Una mujer artista, algo que entre los padres no la ayudaron ni la estimularon para eso. Mi mamá debió haber mamado algo de eso, y también le costó dedicarse al arte de joven. Aprendió a tocar el piano y le enseñó a mi hermano (Pablo, músico), daba clases en una escuela primaria, y luego tuvo la gran necesidad de darle expresión a lo que ella hacía siempre. Son cosas que no había hablado con ella. Por suerte se dedicó y hoy se normalizó eso, y ella se animó.
- ¿Cuál fue tu principal disparador para dedicarse a la actuación y cuál fue tu referente en este rubro?
- Empecé a estudiar actuación y ya me sentía a gusto, encontraba mi lugar en el mundo. Después aparece la exigencia, los resultados, y eso te va sacando de tu camino. Aquello con la competencia, etcétera. Uno quisiera aprender más desde el deseo y no desde la exigencia pero el sistema es así. En mi caso en particular lo empecé a sentir más fuerte cuando empecé a trabajar en la tele, con esa exigencia de resultados para la cual no estaba preparado. Destaco como mentor a Luis de la Vega, con quien hice “Huérfanos” en el Payró cuando yo tenía 19 años, y fue en ese momento donde me daba cuenta que me había “recibido” de actor, y a Roberto Baldi, compañero en “Clave de Sol” que me ayudó a hacer esos trabajos en teatro.
- ¿En algunas escenas de riesgo tuviste que hacerla vos o hubo algún doble?
- Por cuestiones legales en determinados momentos hay cosas de la conducción que tuvo que hacer otra persona. Yo las quería hacer, pero había cosas que no podía porque implicaba a un tercero, y eso es mucho riesgo para el equipo. Si llegaba a pasar algo, “se pudre todo”. Para eso hay gente especializada en conducción en el cine, entonces se encargan de esas escenas. Para otras, como en “Relatos Salvajes”, sí las he hecho yo. En España una vez en una escena de una caída la ha hecho un doble porque ahí sí había mucho riesgo para el actor y hay gente preparada y entrenada para eso.
- Ya que has trabajado mucho en varias películas, ¿te verías en una película de acción con efectos como los estadounidenses?
- ¿Tipo James Bond? (Risas) Sí, me encantaría. Yo le dije a (Damián) Szifron tras hacer “Relatos Salvajes” si se podría hacer un “James Bond latinoamericano” (risas). Le pareció una buena idea. Pero es muy difícil en este tipo de cinematografías que hacen los americanos o ingleses, por un notorio presupuesto abultado. Aunque la española está creciendo, como por ejemplo lo que se hizo con “La Casa de Papel”. Pero sí, me encantaría. Cuando tuve que hacer de boxeador estuve entrenando cinco meses. Pero en Argentina no se ha explorado ese lenguaje. Eso tiene que ver con el presupuesto. Muchas veces por eso en las películas se termina cumpliendo el 70% del guion. Depende de qué se hace y cómo se puede hacer. Lo digo como testigo de que se hayan bajado escenas.
- Uno de tus objetivos era trabajar con Almodóvar, y cumpliste. ¿Fue lo que esperabas? ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cómo lo describirías cómo persona?
- Fue un sueño cumplido. A esta edad hay cosas que ya resignás, y pensaba “nunca voy a laburar con Scorsese o Almodóvar”. Siempre soñaba con hacer “Romeo y Julieta” o “Hamlet”, y tal vez nunca lo vaya a hacer, pero siempre estaba ese deseo de aprender. Sobre Almodóvar era un director con el cual siempre me gustó mucho, pero me decían que era muy bravo y me daba miedo, sobre todo siendo chico. Cuando me llamaron sentí que iba a poder. Hicimos una prueba y a los 5 o 10 minutos me di cuenta que iba a funcionar. Fue una hermosa y corta experiencia (solo dos semanas de trabajo), pero era tanta la emoción que tenía, y me acerqué a él desde mi mejor lugar, no como actor sino más como generoso. La película (“Dolor y Gloria”) fue hermosa, muy personal. Cuando trabajás con alguien que ha hecho muchas películas, notás la diferencia.
Así pasaron las horas de aquella mañana. Y si se preguntan qué pregunta, valga la redundancia, le hice yo a Leo, la respuesta es: ninguna. No estaba muy suelto para hacerla, pues timidez. Tras la charla, aceptó tomarse fotos con los estudiantes, mientras que quien les habla, o les escribe, tuvo que irse para cursar otra materia inmediátamente. Pero ha sido un regalo y a la vez una oportunidad, para quienes nos formamos en periodismo, de aprender sobre este bonito y espinado oficio.

Eze Fernández
Colaboro en Revista El Bondi cubriendo recitales y entrevistando a músicos. Acá vengo a compartir algunos textos que tengo guardados: anécdotas, ideas o entrevistas académicas.
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión