el día que me quieras sabré que tengo que dejarte ir

Siempre supe que era la última opción.

Siempre supe que fui

ese pensamiento del medio:

ni el primero,

ni el último.

Sino ese que se queda a mitad,

pisoteado y olvidado.

Corrí descalzo,

mis pies sangrando

en aquel jardín lleno de espinas.

Galopé como un loco,

buscando apenas

una migaja de tu recuerdo.

Intento no olvidar tu olor.

Entonces me arrodillo

y entierro la cabeza en el barro

para oler esa tierra que una vez pisaste.

Me recosté en el sillón,

cansado de buscarte en toda la casa:

detrás de las puertas,

las cortinas,

y en ese armario que tanto odiaba.

Encendí un cigarrillo

y me lo apoyé en las piernas,

para sentir ese calor

que sentía cuando me abrazabas.

Me posé un cuchillo

en las muñecas que antes besabas

y pensé:

¿soy tan tonto como para morir de amor?