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    El Deshollinador

    Mateo

    Sep 5, 2024

    106
    El Deshollinador
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    "Y, contra el miedo

    que desata el miedo que el miedo me da,

    lo mejor es no estar solo.

    Entonces y siempre.”

    Unidos contra Drácula, Luis Pescetti

    En el año 2015, Navidad cayó un día viernes. Por lo tanto, Nochebuena se celebró un jueves. Cuando era niño, mi día favorito de la semana era el jueves. Lamentablemente, desde ese año empecé a disfrutar más los viernes, convirtiéndome en un esclavo más de la rutina de este mundo.

    Para los deshollinadores, el mejor día es el jueves. No estoy seguro de si todos prefieren ese día. Pero el Deshollinador sí. En la actualidad, hablar de el Deshollinador es como hablar de los deshollinadores en general. Hay dos motivos que han hecho que sólo él sea conocido como el Deshollinador. El primero y el más importante no es lo suficientemente relevante para ser mencionado ahora y solo algunos lo conocen. En el mejor de los casos, algún otro día hablaré sobre ese tema. La segunda razón es que él fue el último deshollinador.

    Siendo justos, quizás no haya sido el último. Definitivamente no lo fue. Pero si somos estrictos, podemos decir que sí fue el último de verdad. Los que vinieron después fueron y son deshollinadores a medias. Pero él era un hombre que no cedía a los vaivenes de la historia. Esa cualidad lo hizo estar en lo más alto del mundo y también saborear las peores desgracias.

    Después de todo, el Deshollinador era un idealista. Uno de esos hombres que es completamente optimista y completamente pesimista, ambas cosas simultáneamente, al mismo tiempo y en todo momento. “Me dedico a limpiar hoyos construidos por los hombres, ¿qué puede salir mal?”, solía decir.

    Cuando su profesión entró en un grave declive, le ofrecieron otras oportunidades, porque claramente era un hombre respetable en el ámbito. La más interesante de las propuestas que recibió fue de una agencia funeraria. Su conocimiento sobre chimeneas y manipulación de cenizas le otorgaban aparentemente una ventaja. El Deshollinador rechazó sin ningún tipo de dubitación esa posibilidad que se le presentaba, aberrante desde donde se la mire. Era un hombre honrado, que no entendía por qué la gente lloraba la muerte. No le gustaban los velorios. Y quería que su funeral, si es que algún día le tocaba morir, fuera una fiesta.

    Como ya he mencionado anteriormente, el Deshollinador amaba los jueves. Por eso prefería Navidad antes que Pascua. La Navidad se celebra un día jueves cada cinco o seis años. Pero la Pascua es siempre un domingo. Y por si alguien se lo pregunta, tampoco era un gran adepto del Jueves Santo, ya que prefería cualquier merienda antes que una cena, por más apetitosa que esta fuera.

    No hace falta explicar que era cristiano. Si no, ni siquiera se hubiese preocupado por estos asuntos. Como todo buen cristiano, se quejaba de los cristianos hipócritas, lo que irónicamente lo convertía en uno de ellos. Hay otra clase de cristianos que suelen quejarse de los tibios. El Deshollinador decía que la tibieza era una virtud. Virtud que le permite a las personas controlar las batallas que se libran en su interior entre las eternas dicotomías que agrietan a los hombres y al mundo.

    Sobre la Pascua había otro punto que no le convencía. La palabra “pascua” guarda un significado de paso, salto, cambio. Y al Deshollinador no le gustaban los cambios. Aún cuando su trabajo de limpiar chimeneas cayó en una crisis por el advenimiento de nuevos métodos y tecnologías, no quiso cambiarlo. Poco a poco, la falta de actividad lo hizo aislarse cada vez más. En su peor momento, llegó a pensar que su destino era acabar loco, solo y bebiendo whisky por las noches. La soledad que le tocó vivir le hizo darse cuenta de que debía hacer algo, por su bien. Era hora de que el Deshollinador cumpliera una última tarea. Era hora de que limpie el hollín que se estaba acumulando sobre sí mismo.

    No fue fácil, pero lo logró. Eso sí, no volvió a ser el mismo. Decidió dejar su oficio de toda la vida para dedicarse a otras cuestiones, las cuales no vale la pena mencionar ahora. Así, pasó a la historia como el último deshollinador. El último de verdad.

    Gracias a este cambio en su vida, el Deshollinador aprendió mucho. Principalmente, que la soledad es la peor de las enfermedades.

    La pandemia de la soledad es lo más devastador que puede pasarle a un mundo en el que lo único permanente es la impermanencia. Las personas somos seres sociales. Y las peores catástrofes son aquellas que nos hacen aislarnos. Nos destruyen por dentro y por fuera.

    Lo bueno es que cuando la pandemia termina, el mundo no vuelve a ser lo mismo. Tal como le sucedió al Deshollinador, que luego de vencer a la soledad pudo comenzar de nuevo. Cuando el aislamiento llega a su fin, la vida se vuelve a llenar, y se llenará, de primeras veces.


    Mateo

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