Prendo la computadora y me siento frente a una hoja en blanco. Tecleo, borro, tecleo, borro. Busco una playlist que me inspire; la saco porque tiene letra. Busco otra, solo con melodías; la saco porque me da sueño.
Agarro un libro de escritura creativa. Ojeo las actividades que ya hice y decido empezar con la siguiente.
La siguiente actividad me aburre; mejor abro una página al azar.
No me siento inspirada para hacer este ejercicio.
Repito el mismo proceso tres veces, y las tres veces no logro escribir una sola oración.
Suspiro.
Me pongo a ver videos sobre motivación, sobre cómo desbloquear la creatividad, sobre cómo empezar a escribir.
Me canso de mirar videos. Me duele la cabeza.
Nada me genera la suficiente motivación para crear la mejor historia o el poema más hermoso. Entonces caigo en la cuenta de lo absurdo que resulta llenar mi ser artístico de expectativas, cuando lo único que quiero es crear un espacio seguro para seguir viviendo. Pero, en cambio, me descubro sobreestimulada por el demonio de la exigencia.
Hola, domingo depresivo. Soy yo, intentando salir un poco de esta angustia que me corta la respiración.
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francina
Si paso por acá es para declarar mis eternas bitácoras: de mi mente, mi rutina, mi vida. Dejar un… ¿Registro? Veremos qué sale.
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