¿Acaso no soy digna también?
¿No soy digna yo también de la mirada que nunca llega?
Ser quien en tu andar sereno haya hurtado tu oteada precavida.
Quien reciba en todos los destinos los abrazos abismales, donde nuestros hilos se confluyan siendo estos amantes.
Jugar a ser la mujer que entreteje tus cicatrices, que entre bacilos vaya embelesando tu corazón y no se despelleje o diga "adiós".
Vulnerable, me escondo, frágil, me asomo y muero por el escabroso delirio.
Déjame ser tu quimera, aquella que tanto ensueñas, pero, yo solo aspiro en querer, no logro ser.
No puedo colmar tus noches de desvelo, no puedo solo lacerarme con tu ternura dubitativa, no puedo solo vislumbrar o desentrañar con poesía tu corazón logrando una herida.
Reconozco, cabalmente, que no poseo total delicadeza.
Siendo un poema sin rimas, una nota discordante en una sinfonía única, una obra de arte inacabada con rasgos resonantes en el alma.
Siendo de bronce cálido, parte del sol dorado, un poema escrito en piel de tiempo.
Y yo reconozco muy bien la danza de tus rulos castaños, el rocío de tus pecas bien numeradas. Sin contar como enumere tus pestañas y desee tus labios.
Mis labios se retraen ante este amor irrefrenable, donde de palabras cortas tejo el alma de mis versos. Sin poder recitarte este poemario entre besos fugaces.
Comeré mis poemas antes de que los canten. Y cuando encuentres los versos dispersos, sabrás, cuán amado te has sentido, pero marcada yo por tus besos, no existía. Por ser una mujer doliente, siendo un ser ardiente, confundida con un ser valiente.
Y tú, un hombre de espinas salidas, taciturno en la vida, el veneno de invierno por mis sangrías.
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