El corro de la patata.

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El corro de la patata.

Y aquí estoy, en la Estacion Orbital Mienai. Una vuelta alrededor del planeta cada seis horas. La belleza pierde sentido cuando nada lo tiene.

Hace tres rotaciones que cesaron todas las comunicaciones con la Tierra. Se veía venir, pero siempre queda la esperanza. Quedaba. Ahora ya no.

La Tierra se ve todavía azul, aunque las nubes tóxicas van opacando las partes directamente afectadas por las primeras explosiones.

A estas horas ya queda muy poca gente con vida allá abajo. O allá arriba. Según creo, en no más de cinco rotaciones, toda vida no microscópica, y quizás se salven también algunas cucarachas u otros insectos, habrá sucumbido a los efectos de la contaminación radiactiva.

Por lo que a mí respecta, aquí tengo reservas de alimentos para cinco meses terrestres. En realidad unos ciento sesenta y tres días. Si establezco un régimen de racionamiento quizás pueda doblar esa cifra.

Pero... ¿para qué?

No hay ninguna esperanza de ser rescatado y además no hay ningún sitio al que ir. La Tierra será invivible durante cientos, quizás mil años. Este absurdo, frío e incómodo espacio lata de sardinas, es el único lugar al que puedo aspirar.

Oxígeno y agua suficientes. Y nada que hacer.

Veo otras estaciones orbitales, pero creo que no hay ninguna en la que haya otro estúpido como yo. En todo caso, nada podríamos hacer para reunirnos; ni siquiera para comunicarnos.

Mirar.

Pensar.

¿He de sentirme afortunado?

Puedo rezar. Pero nunca he creído en ningún dios. Sería hipócrita por mi parte...

Creo que no voy a hacer nada especial. Comer y beber (lástima de alcohol u otras drogas; sería un buen momento para dejarse llevar por lo que fuera). Pero aquí no hay nada que no sea sano y legal.

¡Mierda!

El planeta es bonito. O lo era. Y con el tiempo volverá a ser un buen lugar. Espero que tenga mejor suerte con lo que le depare el futuro que la que ha tenido con la Humanidad.

Otra vuelta más.