Porque habré llegado borracho;
porque habré entrado a deshoras.
Y me acuerdo vagamente de apoyarme en el espejo,
De rozarlo con mis dedos repitiendo algún ritual,
de apoyarme en la batea como pude,
Con lo que quedaba de mí.
No me acuerdo mucho de la sangre que brotaba del reflejo,
Ni el conjuro que habré recitado ciertas veces.
Y debo confesar que me asombré con la estrella de sal en el piso,
Y que casi me quemo con alguna vela.
Fue una penumbra descolocada del calendario,
una bruma que se enmarañaba con el vapor de la ducha,
un goteo que intermitía entre la canilla,
y la cera que adornaría el contrato.
Un ojo profundo,
un particular olor a metal,
una luna que amagaba pispeando cada tanto expectante por la ventana.
Un estallido del vidrio junto con un señor tenebroso,
vestido de túnica negra sin dejar ver su cara,
Que ya había apoyado un tridente al costado del espejo despúes de atravesarlo.
Hice un pacto con el diablo;
Y no te voy a pedir perdón;
Fue para embebernos en aquel tipo de magia,
que pudiese retratar cualquier cosa,
Que no tuviese que ver con vos.
Usé la sangre como tinta,
Y pude entre términos superlativos, en aquel mismo instante,
Retratar cualquier tipo de abstracción;
Yo podía describir y contar lo que quisiera;
Pero a cada vez que hablase de vos;
Un poco más de mí cedería.
Un poco más de mi alma se iría con él;
Hasta agotar el tintero.
Hasta no tener más que decir.
Él siempre tuvo en claro que yo era un idiota,
Que ciertamente no iría a aguantar,
Pero también fue absurdamente ingenuo,
Se le pasaron por alto los términos y condiciones.
El dueño de las tinieblas nunca te había visto pasar;
El estúpido creyó que podría con vos;
Se le olvido detallar la letra chiquita del contrato;
Confió ciegamente que yo sería el único inepto incontenible.
Mirá como se llama su primer poema,
Tiene tu nombre:
Para Sofía.
No le tengo miedo al relato,
no le tengo miedo a la poesía,
no le tengo miedo a los cuentos,
yo le tengo miedo a lo que hable de vos.
Y no es por el contrato;
mira si te fallo tanto en el retrato,
como si me dieran unos acrílicos y unos paños y me pidiesen dibujarte.
Cómo me escaparía del desastre? Como no iría a irritarles los ojos.
Dejalo todo tiernito terminar el poema que se quede hecho un angelito. Mirá el mambo que le causas, boluda, cómo le va a ir a decir a los otros demonios que él es el que manda? Si lo tenes peinado y perfumadito esperándote en puerta de la casa.
Para Sofía, sobre el paraíso:
Y prometeme que no te estoy encontrando porque no tengo que reclamarte, y no me hagas recorrer los cementerios, decime que te fuiste al cielo y que sos lo que siempre me juraste, y no me mentiste en ninguna; que sos todo lo inalcanzable y alcanzable a la vez, que sos la maravilla que nos hizo siempre despertar sonrientes por la mañana; sin reparar ni en el clima ni el día en que nos encontráramos, en el medio de tantos quilombos y sos lo que me desprende de esta mundanidad de mierda, de este andar insulsto entre este infierno totalmente helado; desde que supo que no te recibió.
Yo le tengo terror a la poesía, y no tiene nada que ver con el contrato, y tiene mucho que ver con vos. Me estoy poniendo constantemente en juego para no fallarte.
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