comprendí junto al alba
dulce, famélica de sabiduría,
que había tiempo para reencontrarse
planté una semilla, porque creo en el mañana
la miel del naranja cálida me remediaba,
ladeando en terciopelo de pétalos silvestres
la cimera del resplandor se sume conmigo
el árbol, ferviente de frutos
el cielo, elevando susurros, atrae a las aves del cántico
el sendero abierto me acordaba mi alma fugitiva
pero había certeza en el avistamiento
había pasajes lustres,
donde la luz danzaba sin prisa,
envueltos en un velo de calma
como si el camino también recordara.
mi ser monádico estaba en el origen
se dejaba guiar,
hallaba su cauce
la pacibilidad de una voz que me dice:
irradia en tu corazón.
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