Estos días se sienten como
volar entre nubes,
atada a fantasías que no dejan
de llenar mi mente de ilusión.
Siento tanto amor,
tanto deseo y tanto miedo.
Debería ser valiente y
decirte cuánto te amo,
porque juro con mi mano,
como un juramento a Dios,
que te amo con una fe ciega
que podría iluminar mundos enteros.
Y desearía tener la valentía para
aferrarme a tus manos sin miedo,
sin inseguridades.
Dejar de resistirme al cambio,
dejar el temor a perderte de lado
para tenerte.
Y te amo desde mucho antes de saberlo;
te amo desde los dieciséis años,
y creo que jamás lo acepté
porque era demasiado tonta.
Ahora estoy lista,
y por primera vez en mi vida quiero
gritarle al mundo lo que siento.
¿Es mucho querer decirle a todos que te amo?
¿Es poco lo mucho que lo hago?
Me gustaría saber qué sentís realmente,
si deseás ser tan intenso como yo
o si te tengo harta con tanta pasión.
Me gustaría aferrarme a tus manos,
aquellas que venero como mi dios.
Sos el ángel de mis infiernos,
tan puro y maravilloso
que sana cada grieta de mi pecho.
Iluminás los cielos más oscuros en un
dorado tan deslumbrante que a
veces me asusta y,
otras,
me enamora más de lo que ya lo estoy.
Quisiera saber si voy muy rápido,
muy lento,
o qué pensás de mí en este momento.
Necesito saber todo,
como si mi mente no pudiera
convencerse de que alguien como vos,
tan brillante,
pueda sentir algo por mí.
Soy la luna en medio de la noche,
rodeada de estrellas brillantes que
opacan su luz grisácea.
Pero, de alguna manera,
pareciera que eso te resultó fascinante,
y no puedo evitar sentirme
tontamente enamorada.
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