Estoy buscando un hogar,
porque el mío se perdió en el tiempo,
quedó enredado entre los días
que pasaron sin dejar refugio.
Tal vez se escondió en una tarde de lluvia,
en la estela de una risa que se desvaneció,
o en los brazos que alguna vez me sostuvieron
y ahora son solo un rastro borroso en mi memoria.
Quisiera correr sin destino,
sentir el viento despeinar mi historia,
dejar que algún sendero sin nombre
me susurre el sentido
de cada paso que di en la niebla.
He caminado desde niña,
tejiendo sueños con mis manos,
sosteniendo con fuerza
la esperanza de hallar un puerto
donde el cansancio se vuelva descanso,
donde mi historia tenga un lugar.
A veces me pregunto si el hogar es un sitio
o si es un latido en el pecho de alguien,
si es una puerta que se abre al llegar,
o un abrazo que dice “te estaba esperando”.
Tal vez lo encuentre en una voz desconocida
que me llame por mi nombre con ternura,
o en un rincón donde el tiempo no pese,
donde el miedo suelte mi mano por fin.
Pero mientras tanto sigo andando,
construyendo con cada paso
un refugio dentro de mí misma,
esperando que un día, al mirar atrás,
descubra que ya había llegado.
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