Fui la carne, la piel, el calor, fui la casa, el tránsito y el adiós, la puta, el amor, el hogar, el sostén, la columna vertebral.
Fui el fuego, el aire y el agua, nunca la raíz ¿por qué huyo o busco donde no? el pájaro libre, el ciervo, el amo y el señor, la presa que tiembla de miedo y la mano que pone la tensión. Fui la paz para algunos y la ferocidad que devora todo, el impulso que arrasa y el silencio que queda después.
A veces llanto, a veces la risa y la reflexión: el pensamiento que muerde y no suelta, el lugar de paso, el destino al que no se llega o que pesa en las piernas, que frena sin detener o hace que se lleven todo puesto. También la herida fui y quién alguna vez hirió, la marca y el golpe, lo malo, lo bueno, lo sucio, la asfixia, las manos que devuelven vida al final.
Los grises.
La ternura.
El hambre.
Fui tantas cosas, demasiadas, hasta perder la forma ¿eso realmente soy yo? lo que se tambalea, lo que queda firme incluso cuando todo arde, el caballo que va ciego y avanza igual. No me molesta ya, aprendí a golpes a quererme en esta piel, en el fondo yo soy mi propia tierra.
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