Esta semana no tuve mucho tiempo para escribir.
Tampoco para leer.
Bueno, la verdad es que tampoco tuve ganas.
Desde el miércoles a la mañana me vengo despertando por los bullicios de la calle. Que los pibitos del colegio. Que la casa que están demoliendo enfrente del hospital. Que el camión de la basura. Que los vecinos que se gritan de una vereda a otra. Todo es perjudicial a mi sueño.
No estoy acostumbrada a estos ruidos. Para nada. En mi barrio de suerte escucho mi respiración.
Hasta que mi corazón deje de latir.
Los ruidos me atormentan. El silencio no tanto. Aprendí a hablarme cuando estoy aburrida o imaginarme cosas que no van a pasar. También aprendí a cantarme canciones para pasar el rato (obviamente cuando no puedo escuchar musica, no piensen mal).
En lo único que pienso cuando me interrumpen el sueño es: ¿cómo hace la gente que vive en la Ciudad de Buenos Aires? Entiendo que existen barrios no tan caóticos (que no conozco) pero me refiero a esa gente que vive en el medio de ese bullicio 24/7. Qué tortura. Una sola vez justificaron el sacrificio de vivir ahí con el hecho de tener todo más cerca.
No lo entendí.
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Comprar un cafecitoIvana Franco
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