debería, quizás, siempre, y para siempre, agradecerte
por haber sido eterna e insaciable fuente de inspiración
de donde arranqué mis más moribundos tumores
fibra hecha de un amor, siempre el mismo, que jamás sentiste por mí
el rozar de mis pestañas cuando apretaba mis ojos y rugía mi panza
al oír tus pasos sentirse cada vez más lejos de mí
que como en un canto de sirenas
me envolvió en desdicha y horripilantes trazos que dibujaban, a mi alrededor, tu ausencia
con la misma rapidez con la que corro en un sueño donde mis piernas no se mueven
mi corazón eligió curarse con el poder de tu arte
y aunque hoy ya no duelas —tanto como antes
vuelvo siempre a tomar del brebaje que dejaste en cada recuerdo
que habitará por las eternidades
en cada parte de mis huesos y de mi carne
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