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    El barrio prendido

    Jul 20, 2024

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    El barrio prendido
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    Visto desde la ruta es, apenas, un barrio "residencial". Se observan casas bajas, techos de tejas, un buen fondo o patio delantero, quizás alguna pileta, quizás algún quincho que sobresale del pasto bien cortado. La quietud de los jardines cuidados, de las plantitas brillantes, de las manos ancianas que cuidan de los perros de la calle solo es interrumpida por una orquesta de ladridos que señalan la llegada del churrero en bici. Pareciera ser un barrio viejo de Los Polvorines, uno de esos que quedan en las estadísticas de Malvinas Argentinas por su buena contribución tributaria.

    Ese mundo de porcelana se inquieta cada semana, de lunes a viernes, cuando se vuelve un barrio repleto de actividad, de gente que va, otra que viene, a pasos rápidos, ofuscados, mentalizados en buscar esto y luego hacer aquello. Cristina camina, tranquila, junto a su carrito de compras por las calles de Los Pinos sin los apuros que manejan los autos que transitan a su costado.

    Cristina es una señora amable, un pan de Dios como se suele decir. La inconfundible doña de la casa alpina sabe, a sus 67 años, atravesar las luces y sombras de este barrio. La ruta 8 funciona de auxilio y de huida, de ingreso y egreso para albergar todas las circunstancias propias de la vida en sociedad. Vivir en este barrio es vivir en esta ruta, soñar con su asfalto, comer y amar gracias a sus dones. No hay excusas: la publicidad de su loteo, hace 60 años, declamaba en letras grandes “Parque Los Pinos Ruta 8 KM. 33”.

    Un hospital, la dirección de tránsito, una fiscalía, una plaza, un polideportivo, una escuela, varios supermercados, una canchita de barrio. Mujeres trans en venta, un campo deshabitado, motos tirando corte, otras haciendo "willys", autos corriendo picada, silencios que se parten por ambulancias y policías. Todo junto, a escasos metros de distancia, hacen de Los Pinos un barrio prendido las 24 horas.

    Los Pinos tiene la vitalidad, la explosión, el respirar de una zona de frontera. Lugar de paso, su cercanía con la ruta es su cercanía con San Miguel y unas pocas cuadras más allá con José C. Paz, encuentro oportuno de las tres localidades que hace 20 años conformaban el ex partido de General Sarmiento. Quizás de allí viene la poca identificación con el lugar, su escasa circulación de la palabra, su negación constante a formar parte de algo así como una comunidad, lo que se dice, un Barrio en mayúsculas.

    No se sabe a ciencia cierta quién decidió la escasa expansión del barrio y el nacimiento de uno a su lado bastante parecido: Los Eucaliptus. Los árboles, una vez más, como hace siglos, insistiendo en ordenar nuestras vidas. En el desierto significan que allí hay agua. En la ciudad significan que allí hay un “pulmón verde”. En Los Pinos significa que estamos en este barrio, y no en aquel otro. 

    La calle Cayetano Rodriguez es el sendero ideal para quienes quieren conocer Los Pinos. También lo es para el lento caminar de un carrito de compras. A lo largo de esas cuadras eternas, los troncos se extienden en el horizonte, las copas de los árboles techan la calle como una alerta natural, una advertencia para saberse dentro de una fiera que duerme con los ojos abiertos.

    La belleza de la mañana, del viento pegando en las hojas, del cantar de los pájaros merodeando, acecha cuando cae la tarde, y los grandes árboles que caracterizan al barrio atraen una plena oscuridad por las noches. "Me robaron el celu y la mochila en la esquina de Cayetano Rodriguez y Beazley. Eran dos en moto con casco" dice el grupo de whatsapp que hace dos horas preguntaba por el número del plomero del barrio. La alarma vecinal agita las madrugadas con un penetrante sonido y solo los perros, que hasta hace un rato ladraban al churrero, pueden quedarse con un ojo cerrado después de ser pulsada.

    ¿Cómo caminar Los Pinos? Cristina ya lo sabe por su antigüedad, pero no se tarda mucho en entenderlo. De mañana, las veredas funcionan a modo de obra de arte, de contemplación del espacio urbano, parece tener sentido no utilizarlas. Si el refrán popular sugiere que "tenes menos calle que Venecia", acá parece decirse "tenes menos vereda que Los Pinos". De noche, la oscuridad del margen es la mayor aliada para escurrirse en silencio y sin ser visto por el peligro. 

    En un barrio caracterizado por el contraste entre su silencio dominical y el tránsito vibrante, los pájaros asustados celebran la noche tanto como los motores cuando se pone la luz verde en el semáforo de la ruta. Allí vive Cristina juntó a todos sus vecinos que, silbando bajito, esperan que pase el churrero para contemplar una tarde más en Los Pinos.

    Juani Rivero

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