El barco

El diminuto barco, en el inmenso mar, desea abarcarlo todo. Teme estar ausente en algún banquete histórico, en algún paisaje preciso o en algún orden predeterminado e insostenible en el tiempo. Teme el desperdicio de lo único de lo que siempre queda menos: el tiempo.

Teme, por sobre todas las cosas, permanecer en soledad eterna, anclado al fondo de un mar inhóspito, alejado, iconmovible. Teme ser resquemor en la despedida final. Teme la quietud y debido a ese temor la genera al mismo tiempo.

Teme y teme cada vez más. No logra resolver el acertijo que permita torcer las cosas (alterar el orden, desconfigurar la mira) para, de esa manera, reconocer que el tesoro no depende de un parpadeo desconocido en el horizonte, sino del combustible insoportable que nace desde dentro del corazón.