El balcón

Una estrella solitaria me hace compañía, y el fuego del último pucho que me queda me hace de reloj de arena. Mientras me tomo un tiempo para mirar el horizonte oscuro desde el balcón, aprovecho para bajarle el volumen a los pensamientos. Tantas fueron las noches como esta en la que mi cabeza escupio ideas baratas a mansalva. En la que las reflexiones, pensamientos y opiniones salieron a la luz desde mí interior, iluminando a veces, oscureciendo otras. Cuando tengo un silencio me permito dar un respiro solo para entrar en lo profundo cual ballena en el mar. Dentro de lo más profundo uno pensaría que todo es tranquilo, pero en el interior los sentidos son más agudos. En oscuridad, sumergido en lo profundo del ser, uno siente el doble aquello que si lo dice no sería tan doloroso. Ahí, justo ahí, es dónde uno siente lo que las palabras no expresan, no hay lenguaje que pueda, siquiera intentando, retratar ese sentimiento que uno guarda. Las palabras no expresan, los llantos no demuestran, los gritos no se escuchan y el arte por más expresivo que sea solo nos dá una imagen borrosa de lo que uno siente. Querer escribir me llevo a ordenar el barullo interno, a darle forma al caos, pero fue cuando acepte la incertidumbre, el desorden y el no saber, que pude ver lo inútil que era expresar sentimientos con palabras. El lenguaje, sin importar cual sea, es totalmente limitado a la hora de expresar algo tan ilógico y sobrenatural como lo es un sentimiento. Creo que la forma más fácil de expresar los sentimientos es sintiendo, sintiendo con fuerza eso que en palabras no llega. Restandole importancia a la labor de querer encontrarle un sentido a lo que, inherentemente, no lo tiene. Dentro, en lo profundo, en lo oscuro, donde los sentidos que usamos en el día a día paradójicamente no sirven, ahí es dónde se encuentran emociones que se mezclan para dar lo que solo podemos nombrar, más no explicar. El amor y el odio son ejemplos, no existe un consenso, no existe una definición arbitraria, no podemos siquiera acercarnos a una definición, menos a una explicación. Lo sentimos pero no lo definimos y en mí opinión no hace falta, cada uno guarda dentro suyo un sentir que lo hace único. Mí reloj de arena me dice que se me terminó el tiempo y la estrella me ve revoleando la colilla por lo que, en palabras puedo decir, sería mí lugar, mí balcón.