Era blanca, pura, etérea,
como un suspiro hecho de luz.
Los cielos la llamaban a gritos,
pero nunca pudo alzar su cruz.
Sus alas, vastas como el alba,
eran sueños de otro ayer,
pero negras eran las cadenas
que la ataban a su deber.
Fingía ser un ángel tierno,
el alma más noble y fiel,
pero su pecho estaba roto,
y su canto era un cruel papel.
Todos la amaban, todos creían
en su dulzura sin error,
sin ver la sombra en su mirada,
sin ver que ardía en su dolor.
Quiso volar, ver otros cielos,
tocar el horizonte azul,
pero el hierro de su jaula
fue su dueño y su ataúd.
Y así murió, sin alzar vuelo,
con sus alas sin batir,
siendo el ave más hermosa…
pero sin poder vivir.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión