Busco, bajo la mirada de mi yo, mi yo anterior: el que domina el arte de ser (no el de no ser), alguna razón por la cual volver a ese niño, ese lienzo rebosado de colores, de sentimientos, de amor. Ese dibujo, lleno de trazos gruesos, fuertes, con definición, extranjeros de lo que soy. No lo encuentro, no encuentro cómo. Y él me mira, desangrado de la ilusión. Y yo siento la sombra de mi error, el peso de mi culpa. Me amparo en la sombra, con la voz de mi conciencia que busca justificarse, que me entienda. ¿Cómo puedo volver a ser tú, yo? ¿Cómo, si me encuentro en un laberinto de espejos, de caminos que no puedo descifrar, ni recorrer?
Perdóname, fui intemperie cuando debí ser casa. Solo quería sentirte, sentirte una vez más. Te busco en cada momento, en cada alegría trato de agregarle un poco de tu esencia, de tu brillo. Pero, ¿cómo ponerle algo tan sagrado como tu nombre, a memorias no merecedoras de tu esplendor?
Fuiste incendio. Tus palabras ardían en cada rincón, y ahora, mis silencios solo saben ser ceniza.
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