la comida en el refrigerador se pudre
por no cocinarla,
se queda sellada, empaquetada, intacta
igual que ese último beso que me diste,
se queda sellado, empaquetado, intacto
en mis labios para no olvidarlo,
pero cada noche se pudre más
a la par de la comida que pensábamos preparar,
la caducidad me mantiene al tanto de tu ausencia,
todo se pudre, incluso yo;
lo que no se cocina: muere,
y la comida y el beso
son carcomidos por la muerte
al punto de no ser nada,
terminan siendo algo que desechar:
sin pensarlo, sin culpa, sin opción,
como si la comida y tus besos
no fueran lo más sagrado del universo.
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