El amor es un desorden

(I. Desorden)

Qué rápido se desordena la habitación cuando estás aquí, las ideas se desbordan y ya no sabemos de qué tema central hablar, con el paso de las horas tus rizos se alborotan y mi cabello se desordena, quizá mis trenzas o mi peinado se deshaga, al cabo de unos minutos ya nada tiene un orden, ni tus risas, ni las mías, tampoco hay un hilo de nuestras palabras: cualquier tema es bueno.

Las llaves se pierden y lo demás también. Las cobijas se desdoblan y la sábana se arruga, el sueño se desacomoda y las miradas se vuelven caóticas, me miras los labios, los ojos y el cuello, yo intento observar y apreciar cada uno de tus rizos. Tocas mi cabello, luego mi espalda, después tus dedos se deslizan hacia mi cintura y finalmente se quedan miles de caricias amontonadas en mi cuerpo, yo en cambio toco tus brazos, tu torso firme, enredo mis dedos entre tus mechones y pego tu cuerpo con el mío, como si de un imán se tratase, tras el deseo nos besamos en desorden, con una pasión descontrolada, la ropa se riega y no nos damos cuenta de nada de lo que sucede a nuestro alrededor. Somos tú y yo, y nuestro nuevo mundo creado por el desacomodo de ideas.

Cae la noche y nos enteramos de nuestro desastre: en la mesa ya están tus lentes y los míos (si tuvimos suerte, esta vez no los perdimos), cada vaso o taza que usamos para beber tiene un poco de nuestra esencia, un beso, un resto de risa ininterrumpida o un bocado lleno de ternura.

A la par de unas horas, ya nada tiene el mismo lugar, y ahora estamos en un rincón distinto, uno nuevo donde todo tiene nuestro amor y esencia. Hemos creado un amor nuevo. Un amor desordenado donde lo único que abunda es la necesidad de crear caos para amar, porque eso somos: amor caótico, irreparable e intenso, un amor digno de destruir.

(II. Orden)

La depedida eventualmente llega, el cielo se viste de luto y nos tenemos que decir adiós. Exclamo que no ordenes, que yo lo haré después, en tu terquedad lo haces y me das besos fugaces mientras doblas mi ropa, esos donde muy apenas rozan nuestros labios pues el tiempo se nos viene encima pero te aeguras de demostrar que aún sigues ahí, a mi lado, amándome.

Te despides y estoy sola de nuevo. Dejas una camisa que seguro se quedará aquí y ya tengo una prenda nueva, olvidas tus lentes pero regresarás por ellos al día siguiente, abandonas tus besos en mi piel pero el recuerdo de tus manos tocándome permanece.

Acomodamos las cosas para volverlas caos y crear un nuevo desorden, pues el amor es transfromacion: nace un nuevo mundo cada día, un amor insoportablemente humano, descontroladamente caotico, eternamente nuestro y mutable, capaz de destruir.

Llegas a desordenar mis cosas y yo te doy las gracias.