Ya no despiertan los días oscuros.
Parece que una luz intensa se haya apoderado de la inmensa bóveda celeste. Parece que el día tenga un motivo para sonreír.
Y yo creí que nunca lo encontraría.
Creí morir de la agonía, entre el huracán y la oscuridad que traía consigo el eterno invierno. Creo que le gustaba burlarse de mí, pues me juró nunca encontraría la luz.
Pero la conocí. Te conocí. Sólo tuve que mirar tus ojos y comprenderlo. Aunque la primera vez que lo hiciese fuera de noche. Brillaban como estrellas. Iluminaban cada parte de mi alma, arrancando mis sonrisas y robándolas como un bandido.
Noté tu intención cuando los días volvieron a ser oscuros, cuando el silencio volvió a reinar. Desde entonces supe que mi amor no era mío.
Y también lo supe cuando volviste, cuando la mañana despertaba cálida en otra ciudad y de otras tonalidades.
Y desde entonces mis días ya no despiertan oscuros.
Y sé que me lees y que quizá no me sea lícito hablar de nuestros días y de quién es mi sol, pero debía hacerlo.
Quizás, y sólo quizás, si algún día lo lees me lo dirías. Porque quizá necesito que beses mis versos, pero me conformo si decides tan sólo hacer que mis días despierten como una
mañana de verano.

Blanca Bermúdez
Escribo para sacar del alma lo que no se puede decir en voz alta. No soy perfecta, pero cada poema es una parte real de mí. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
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