Pensaba que el amor cortés no era más que una etapa en la historia, que no era más que un aspecto con ideas atrasadas a la realidad que tan sólo aparecían en escritos medievos. Pero, la realidad, es que el amor cortes no es más que un amor intenso; que puede ser una tortura, una simulación, una mentira, pero no deja de ser un amor.
Te contaré, querido lector, una historia, quizás demasiado personal.
El amor no siempre es un camino claro, y a veces ni siquiera parece cruzar dos sendas. Esta fiel escritora sabe de ello, y lleva media vida buscando la definición perfecta del romance. No es que no lo encuentre, es que aún no sabe que esa perfección no existe.
Un ejemplo de la imperfección que implica amar es el amor cortés. En este hay dos almas, dos voces que se entrelazan aunque sólo haya silencio. Quiero invitarte a conocer los pensamientos más profundos de ambas almas, y a partir de entonces podrás sacar tus propias conclusiones.
En la mente del caballero...
Amar. Sólo ella puede decir que soy capaz de amar.
Amarla es mirar el cielo y saber que jamás podré rozarlo. Es vivir entre la adoración y la tormenta, atado a la certeza de que nunca seré digno de sus manos, de sus labios, de su mirada.
Ella es mi luz, mi estrella distante, y yo, tan sólo un barco perdido que nunca llega a puerto.
Mis días pasan lento entre hazañas que no busco por gloria, sino por la esperanza de que, al oír de ellas, me conceda al menos un destello de su atención, de esa luz que impregna cada calle por la que pasa.
Me consuela la idea de que, tal vez, algún día, mi nombre roce sus pensamientos, haga cosquillas en sus labios aunque no salga de su boca. Pero sé que todo esto es un juego cruel que mi pobre alma ha elegido jugar: amar sin esperar nada a cambio, entregarme sin recibir.
Y, aun así, ¿cómo podría ser de otra manera? En esta devoción encuentro sentido, en ese anhelo hallo vida.
Porque amarla, aunque desde lejos, es mi única verdad, la única forma de vivir que conozco.
Ella es mi cielo, y yo, su eterno adorador.
En la mente de la dama...
¿Es esto amor o solo una danza de ilusiones?
No lo sé. Pero mientras él me observa como a una constelación, yo lo veo como un hombre de carne y hueso, alguien que lucha por un ideal que no le puedo ofrecer.
Me pregunto si, al acercarme, destruiría lo que más valora de mí; si al mostrarle mis defectos, mi imperfección, su amor se quebraría como un cristal al caer.
Y así seguimos, él en su mundo de devoción, yo en el mío de dudas y silencios. Su amor es un poema que me embriaga, pero también una prisión que nunca pedí habitar.
Me atormenta pensar que tal vez nunca sea capaz de amarlo de la forma en que él me ama.
En el silencio compartido...
Y mientras ambos se pierden en una densa nube de pensamientos, ninguno de ellos pronuncia una palabra.
Él no confiesa por miedo a perder su lugar en la distancia, donde la perfección de su amor puede seguir intacta.
Ella no responde por temor a destruir la ilusión o a enfrentarse a lo que no puede devolver.
El amor cortés no es un puente que une, sino un abismo entre dos almas: una que idealiza y otra que carga con el peso de esa idealización.
Pero, en ese espacio vacío, hay una verdad que los conecta. Él ama para dar sentido a su vida; ella, aunque no lo diga, siente una gratitud silenciosa porque, en su mirada, ha encontrado una versión de sí misma que nunca imaginó.
Y así, en esta danza de devoción a la distancia, sus caminos apenas se cruzan sin tocarse, como dos estrellas que brillan, solitarias, en un mismo cielo.

Blanca Bermúdez
Escribo para sacar del alma lo que no se puede decir en voz alta. No soy perfecta, pero cada poema es una parte real de mí. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
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