No pienso decir que no, cuando pienso que sí, así como no pienso decir que sí, cuando pienso que no. Tampoco puedo negar las posibilidades o imposibilidades redactadas por el destino: los sucesos son un balbuceo inconstante; irregular, como los latidos de un corazón al borde de un suspiro final, de un alma desgastada. Son inconsistentes como la melodía de un principiante que apenas logra rozar, a través de sus dedos, las cuerdas de una vieja guitarra desafinada.
No puedo simplemete dejar de pensar, enredarme en un punto entrelazado en otro, mi mente es como el vino añejo, solo puedo difrutar de ciertas situaciones a medida que el tiempo se desenreda en años, y yo me encuentro a una distancia razonable de kilómetros, de vergüenzas, y recuerdos no memorables.
Para mi fortuna, no se que escribo o porqué lo hago, no tengo un objetivo definido, pero se siente liberador: con cada letra, con cada pausa, dejo una parte de mi, algo que me pesa aligera levemente mi carga, quizás mis penas, frustraciones o pensamientos más absurdos, incluso, tal vez abstractos , le sean útiles a alguien.
-T.M
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