Se me eriza la piel,
nada nos pertenece,
ni el ayer ni el mañana.
Ahora, esto intangible entre mis manos
es todo lo que tengo.
Me siento, a veces, nostálgico,
como una tarde devorada por la luna,
como el mar borrando al horizonte.
Saudade, siempre,
todo lo que ya pasó,
aquello que nació a miles de kilómetros.
Nada vuelve a ser lo mismo;
lo que permanece nunca es igual.
La elegancia de lo fugaz
me recuerda, sutil,
que es inútil convencerme de que sigo siendo el mismo.
Empapados en la inminencia del final,
esto no es ansiedad;
sin embargo, los días se van,
y nosotros, con ellos…
demasiado rápido.
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