Ya no siento nada por nadie,
honestamente todos se han vuelto tan ausentes,
que ya no quiero buscarlos.
Se esconden detrás de sus propios muros
que cuando salen ya no quiero verlos.
Seremos perfectos extraños,
hechos de metal,
cargando el peso del alma
y siendo nada para el otro.
Nos hablamos de una manera vacía,
la mente retiene pero el corazón no escucha.
A nadie realmente le importamos,
¿cuando nos volvimos los bufones de otros?
Todos vivimos bajo el vicio de la vida,
vicio que debemos llenar,
seguir alimentando,
ver hasta donde llegamos hasta matarnos.
Cuento hectáreas por que parecen no terminar,
pero realmente solo busco alejarme,
como primitivamente fuiste.
Escucha los aullidos del perro que no muerde,
encierra tu alma junto a la cadaverina misma,
y vuélvete ausente como tu deshabitado corazón.
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