desde la ventana
miro el patio dormido
y algo en mí recuerda:
los pasos descalzos
y pies adoloridos
de un niño que escapaba
de miedos escondidos
en los días dorados
los insectos alzaban su coro
los juguetes huían
ante el niño descuidado
con señales de socorro
los perros —sabios, cómplices—
eran guías de aquel mundo
pero llega la noche
y todo se apaga sin hacer murmullo
los árboles dicen cosas
que no quiero entender
los insectos callan
como si nunca hubieran existido
y los juguetes fríos
olvidan cómo se juega.
solo el silencio queda
poblado de memorias
que respiran quietas
en algún patio
de la casa.
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