En la radio se podía oír una dulce melodía que decoraba la sala. El fuego rumbeante de la chimenea otorgaba calidez a aquellos libros apilados sobre una pequeña mesa de madera. Ella, sonriente batía con ritmo y diversión aquella combinación perfecta de ingredientes, mientras él la observaba y movía su cabeza al compás de la canción, sonriendo también.
Ella se detuvo. Miró hacia la ventana y pudo notar la velocidad del caer de la nieve, convirtiendo sus tierras en una inmaculada manta blanquecina. Dió media vuelta y le sonrió a su amado. Se acercó a él y sus ojos se posaron en la profundidades de sus enamoradas miradas de amor. Él, con su brillo celestial por la presencia de su gran amada en su vida, como obsequio divino del cielo, tomó sus manos, las entrelazó y sonrió. Ambos permanecieron allí, unos instantes, en un susurro infinito de amor, en el que el mero tiempo ya había perdido credibilidad en la existencia de un amor.
—En esta bendita unión del universo, entre mi bella alma con la tuya, a través de mis manos—exclamó él, mirando sus ojos con dulzura, moviendo sus manos con ternura—, ¡dejaré que mis mejillas se lancen hacia un corazón perdidamente enamorado de tí, que sueña contigo, que decora tus huellas en la arena con bellas rosas rojas, como tanto te gustan a tí, amor mio.
Ambos rieron y ella bajó su mirada. Él miró su sonrisa y acarició su mejilla. Ella permitió que de su mirada brotaran anhelos y palabras de amor inspiradas por las estrellas que surcan los cielos.
—Amor mío de atardecer—dijo ella, con sus mejillas ruborizadas—. ¡Eres tú quién decora mis noches más oscuras, quién perfuma mis promesas de amor y quién resguarda con espadas de amor inquebrantable mi dulce y sensible corazón. ¡Agradece corazón, tierno y bondadoso, a ti, a tu pureza y eterno amor por las hermosas rosas que hoy existen en mi acontecer!
Ambos sonrieron, llevaron con fuerza las manos entrelazadas hacia sus pechos y se fundieron en un apasionado beso. De sus corazones se elevó hacia los cielos una perdurable ráfaga de luz rosada que los enalteció hacia la eterna unión de sus almas, en consonancia con la promesa de un amor que yace escrito en las rosas de las noches eternas de una dulzura, cuidado y de un amor preciado, bajo el poder de la magia de un sólo, poderoso y maravilloso amor, tallado en los horizontes más coloridos de los océanos
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Agus Chiera ✨🌹
Escritora del género romántico. Autora de "La sombra de Carolina" y de "Carolina. Sol ardiente del desierto". Amor por los relatos cortos de romance 😍❤️
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